Friday, December 29, 2017

Book (Part 1 of 3) Needs Translations - American Indians: Compendio de la historia general de América Tomo I Author: Carlos Navarro y Lamarca Contributor: Eduardo de Hinojosa (1910)

Book needs to be translated..........intense research on American Indians:

The Project Gutenberg EBook of Compendio de la historia general de América, by 
Carlos Navarro y Lamarca

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Title: Compendio de la historia general de América
       Tomo I

Author: Carlos Navarro y Lamarca

Contributor: Eduardo de Hinojosa

Release Date: December 25, 2017 [EBook #56251]

Language: Spanish

Character set encoding: UTF-8

*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK COMPENDIO DE LA HISTORIA ***




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Nota del Transcriptor:

Se ha respetado la ortografía y la acentuación del original.

Errores obvios de imprenta han sido corregidos.

Páginas en blanco han sido eliminadas.

La portada fue diseñada por el transcriptor y se considera dominio público.

COMPENDIO
DE LA HISTORIA GENERAL
DE AMÉRICA

POR
CARLOS NAVARRO Y LAMARCA
Doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, y en Ciencias Históricas de la Universidad Central de Madrid.
PRÓLOGO DE
D. EDUARDO DE HINOJOSA
Catedrático de Historia Americana en la Universidad Central de Madrid.
ANGEL  ESTRADA Y COMP.ª
EDITORES
BOLÍVAR, 470, BUENOS AIRES
1910

A la República Argentina en el Centenario de su Independencia
1810≈1910

MAPAMUNDI DE JUAN DE LA COSA.
El presente libro es fruto sazonado de una consagración perseverante de muchos años al estudio de la historia de América. El Dr. D. Carlos Navarro Lamarca tuvo á su cargo muy joven aún la enseñanza de esta materia en el Colegio Nacional de Buenos Aires, y escribió por entonces un estimable compendio de ella. Desde entonces ha continuado dedicando á este estudio intensa y fecunda labor, bien reflejada en el tomo I de su nueva obra de historia de América, que ahora ve la luz pública. Revélase en ella gran conocimiento de las fuentes literarias y de las monumentales y dominio de la inmensa bibliografía antigua y moderna relativa al asunto. Con diligencia laudabilísima, ha procurado y conseguido el autor allegar los copiosísimos materiales dispersos en monografías, revistas y publicaciones de Sociedades científicas. La obra es fruto de inmensas lecturas.
El Sr. Navarro Lamarca ha llevado á término felizmente una revisión concienzuda y amplia de las investigaciones relativas á la América precolombiana, mediante el estudio detenido de las fuentes y de los trabajos modernos, procurando contrastar éstos con aquéllas y utilizando en ocasiones fuentes inéditas antes no aprovechadas. En esta difícil tarea da muestra de una competencia y un discernimiento dignos de toda alabanza.
[vi] Manifiéstase el concepto amplio y orgánico que tiene de la historia en la atención que consagra á los diversos períodos y aspectos de la vida del pueblo y á mostrar su recíproca influencia. La prehistoria y la etnografía, el estado social y político, la cultura religiosa, moral é intelectual, la vida material, las costumbres, son tratados con gran riqueza de detalles. El espíritu sereno é imparcial del autor se revela en el retrato que hace del hombre americano, repartiendo equitativamente en el cuadro la luz y la sombra.
Los escritores que primeramente describieron las instituciones y las costumbres de los pueblos americanos, no procedieron generalmente con el rigor de método que ahora prevalece en los estudios de etnografía, psicología y mitología comparadas. Por esto hay que someter á detenido examen los datos que proporcionan, si han de ser utilizados convenientemente. Es indudable que hay ciertas instituciones peculiares de un determinado grado de cultura, y que, dado éste, aparecen bajo una ú otra forma en todos los pueblos. De aquí el interés de la historia comparada de las instituciones, así para ilustrar y completar la propia de cada pueblo ó grupo de pueblos, como para enseñar lo que ofrecen de idéntico, análogo ó característico las de los varios países. Una de las excelencias de la presente obra es el uso frecuente y discreto que se hace en ella del método comparativo en aquellas partes donde, como en la prehistoria y la sociología, tiene más adecuada y fecunda aplicación. Guárdase bien el autor del afán de generalizar excesivamente en que suele incurrirse al tratar estas materias, suponiendo vigentes entre todas ó las más de las agrupaciones humanas del continente americano las creencias, instituciones y costumbres, vigentes solo, se[vii]gún el testimonio de las fuentes, en alguna ó algunas de ellas.
El mismo criterio imparcial y seguro que en esta primera parte, resplandece en la relativa á la historia del descubrimiento.
No obstante reservar para el tomo segundo la reseña de la conquista y de la colonización, el autor empieza á tratar ya en el primero, como inseparable de la historia de los primeros descubrimientos, de la conducta de los españoles para con los indígenas, punto el más discutido de la historia de nuestra dominación en América. Expone y juzga imparcialmente los hechos y nota la reacción favorable á la política colonial de España que se ha verificado en los últimos tiempos, principalmente por obra de escritores norteamericanos, en especial de Lea (1898) y de Bourke (1904), como resultado de un estudio más atento, completo y desinteresado de los documentos coetáneos.
La estructura de la obra, la proporción entre sus varias partes, el orden en la distribución de las materias, el arte para distinguir lo principal de lo secundario, lo general de lo particular y la claridad y propiedad del estilo merecen los mayores elogios. El cuestionario que hay al final de cada capítulo y las "referencias", bajo cuyo epígrafe se comprenden las indicaciones de las fuentes y de los trabajos modernos, acrecientan notablemente la utilidad pedagógica y científica de la obra.
No ha perdonado el autor medio ni diligencia alguno para prepararse al mejor desempeño de la ardua tarea que se había propuesto. Ha recorrido los lugares que describe, conoce maravillosamente la geografía americana y ha visitado los monumentos que se conservan en el continente americano y en los Museos de Europa. Así, [viii]ha procedido con el mayor acierto en la elección de las ilustraciones, complemento tan necesario de las obras de esta índole.
De desear es que el Sr. Navarro Lamarca lleve en breve á feliz término con el mismo espíritu y método el segundo tomo de su obra, llamada á prestar inapreciables servicios.
Eduardo de Hinojosa.

ÍNDICE

Páginas.
Prólogo de D. Eduardo de HinojosaV
A los MaestrosXIII
Capítulo PreliminarXIX
TÍTULO PRIMERO
ANTIGÜEDAD DEL HOMBRE EN AMÉRICA
CAPÍTULO PRIMERO.El hombre cuaternario ó paleolítico. 1.—Lo Prehistórico. 2.—Materiales para su estudio. 3.—Las edades geológicas. 4.—Los períodos glaciales. 5.—La Ley de Asociación. 6.—Los criterios arqueológicos. 7.—Útiles paleolíticos en América. 8.—El hombre cuaternario en América del Sur. 9.—En América del Norte. 10.—Insuficiencia cronológica de estas investigaciones.1
CAPÍTULO II.El hombre neolítico. 1.—Culturas neolíticas. 2.—"Kiokkenmodingos", "Sambaquis" y "Paraderos". 3.—Las Cavernas. 4.—Los "Mounds" ó "Montículos". 5.—Recintos y Talleres. 6.—Útiles y adornos. 7.—Antigüedad de los "Mound-builders". 8.—Los "Cliff-dwellers". 9.—Los "Cave-dwellers". 10.—"Los Pueblos". 11.—Antigüedad de estas Ruinas. 12.—Conclusiones generales.25
TÍTULO II
EL HOMBRE AMERICANO
CAPÍTULO PRIMERO.Orígenes y caracteres étnicos. 1.—Origen de los Americanos. 2.—Evolución cultural. 3.—Inmigraciones primitivas. 4.—Caracteres físicos. 5.—Caracteres Psicológicos. 6.—Grado de cultura. 7.—Caracteres Lingüísticos: el lenguaje de gestos. 8.—Estructura de las lenguas Americanas. 9.—Su gran número. 10.—Objetos mnemónicos: "Wampum". 11.—Pictografías.49
CAPÍTULO II.Caracteres sociológicos. 1.—El Matrimonio. 2.—Matriarcado. 3.—Poligamia y Matrimonio. Monogamia. 4.—Condición de la mujer. 5.—Educación de los hijos. 6.—Las costumbres mortuorias. 7.—Organización política. El "clan" y la "gens". 8.—Totemismo. 9.—La "fratria" y la tribu. 10.—Consejo tribal. 11.—Jefes tribales. 12.—La Confederación. 13.—Organización económica. La propiedad. 14.—Los Gobiernos despóticos. 15.—Relaciones inter-tribales. El Comercio. 16.—La guerra. 17.—Armas ofensivas y defensivas.81
CAPÍTULO III.La vida material. 1.—Alimentación. 2.—Canibalismo. 3.—El fuego y sus usos. 4.—Preparación de los alimentos. 5.—Alfarerías. 6.—Bebidas y estimulantes. 7.—Habitación. Los tipos primitivos. 8.—Las viviendas comunales. 9.—Aldeas y su número. 10.—Adorno personal. 11.—Vestido. 12.—Industrias textiles. 13.—La caza y la pesca. 14.—Horticultura. 15.—Medios de transporte.111
CAPÍTULO IV.[x]La vida psíquica. 1.—Juegos y deportes. 2.—Espectáculos. 3.—La danza. 4.—Música y cantos. 5.—Pintura y escultura. 6.—Metalurgia 7.—Nociones científicas 8.—La religión indígena: Sus elementos. 9.—Las creencias: El Animismo. 10.—Los sueños. 11.—La vida futura: Manismo. 12.—Los Dioses supremos.141
CAPÍTULO V.La vida psíquica (continuación). 1.—La expresión religiosa en la palabra. 2.—La Mitología. 3.—La expresión religiosa en el objeto. 4.—Astrolatría. 5.—Los elementos 6.—Arboles y plantas. 7.—El culto de la piedra. 8.—Zoolatría. 9.—Fetiches. 10.—El Ritual. 11.—Los sacrificios. 12.—Lugares de culto. 13.—La magia y sus efectos. 14.—Sacerdotes y hechiceros. 15.—La Medicina. 16.—Religión y cultura.173
CAPÍTULO VI.Tribus de la América del Norte. 1.—Clasificaciones. 2.—Los esquimales. 3.—Los Athapascos. 4.—Algonquinos. 5.—Iroqueses. 6.—Muskokis. 7.—Natchez. 8.—Dakotas ó Sioux. 9.—Tlinkits, Haidahs y Yumas. 10.—Las tribus de la Región de los Pueblos.207
CAPÍTULO VII.Tribus de Méjico y América Central. 1.—La familia Uto-Azteca. 2.—Shoshoneanos. 3.—Sonoras. 4.—La Confederación Azteca. 5.—La guerra. 6.—Tributos y modo de recolectarlos. 7.—El derecho á las tierras y su distribución. 8.—Gobierno y organización social. 9.—La esclavitud. 10.—La familia. 11.—Los mercados. 12.—Tribus de Michoacan, Nicaragua, etc. 13.—Los Mayas. 14.—Los calendarios. 15.—Agricultura. 16.—Artes mecánicas. 17.—Pintura y escultura. 18.—La escritura simbólica. 19.—La Arquitectura. 20.—Religión y Magia. 21.—El Sacerdocio y su influencia.—22. 22.—Conclusiones generales.240
CAPÍTULO VIII.Tribus de la América del Sur (División del Atlántico). 1.—Observaciones generales. 2.—La región Amazónica. 3.—La familia Tupi-Guarani. 4.—Los Tapuyas. 5.—Arawaks. 6.—Caribes ó Karinas. 7.—Las tribus del alto Orinoco y alto Amazonas. 8.—Las de las mesetas Bolivianas. 9.—La región Pampeana. 10.—Las tribus del Gran Chaco. 11.—Pampeanos y Araucanos. 12.—Patagones y Fueguinos. 13.—Los Calchaquies.283
CAPÍTULO IX.Tribus de la América del Sur (Sección del Pacífico). 1.—La región Colombiana. 2.—Tribus del Itsmo y costas adyacentes. 3.—Los Chibchas. 4.—Tribus Sudcolombianas y Ecuatorianas. 5.—La región Peruana. 6.—Principales tribus. 7.—Los Quechuas. 8.—Culturas Pre-Incásicas. 9.—El Imperio de los Incas. 10.—La Religión Incásica. 11.—El Sacerdocio y el culto. 12.—Los Amautas. 13.—El Gobierno Incásico. 14.—Organización social. 15.—Repartición de los productos. 16.—Reglamentación del trabajo. 17.—Arquitectura. 18.—Agricultura y ganadería. 19.—Medios de comunicación. 20.—Colonias y guarniciones. 21.—Artes mecánicas. 22.—Consideraciones generales.313
SEGUNDA ÉPOCA
TÍTULO PRIMERO
ANTECEDENTES DEL DESCUBRIMIENTO
CAPÍTULO PRIMERO.Exploraciones Pre-Colombianas. 1.—Viajes dudosos. 2.—Islandia y sus Vikingos. 3.—Las Sagas. 4.—Vinlandia. 5.—Importancia de estos viajes. 6.—El Este y el Oeste. 7.—Las rutas medioevales. [xi]8.—Los Turcos Otomanos. 9.—La Geografía Medioeval. 10.—Viajes italianos. 11.—Los Portolanos. 12.—La brújula y el Astrolabio.—13 Enrique el Navegante. 14.—El Cabo Bojador. 15.—El Cabo de Buena Esperanza. 16.—Resultados de estos viajes.363
CAPÍTULO II.España en el siglo XV. 1.—Los Reyes Católicos. 2.—Pacificación del Reino. 3.—La Santa Hermandad. 4.—Los Consejos. 5.—Los Corregidores. 6.—Medidas financieras. 7.—Las Órdenes Militares. 8.—La Guerra de Granada. 9.—Judaizantes y Conversos. 10.—La Inquisición. 11.—Expulsión de los Judíos. 12.—Mudéjares y moriscos. 13.—Conclusiones generales.391
TÍTULO II
EL DESCUBRIMIENTO
CAPÍTULO I.Cristóbal Colón (1446-1494). 1.—Juventud del descubridor de América. 2.—Lecturas. 3.—Portugal. 4.—Colón y Toscanelli. 5.—Don Juan II. 6.—Colón en España. 7.—Juntas de Córdoba y Salamanca. 8.—Las Capitulaciones. 9.—Preparativos. 10.—El Primer viaje. 11.—Exploraciones. 12.—Regreso á España. 13.—La Bula de Alejandro VI y el Tratado de Tordesillas.411
CAPÍTULO II.Cristóbal Colón (1493-1500). 1.—El Segundo viaje. 2.—La Isabela. 3.—El Memorial á los Reyes. 4.—Disturbios en la Colonia. 5.—Exploraciones. 6.—Bartolomé Colón. 7.—Guerra contra los indígenas. 8.—Juan de Aguado. 9.—El tercer viaje. 10.—Sublevación de Roldán. 11.—Colón y Bobadilla. 12.—Actitud de los Reyes Católicos. 13.—Viajes de los Cabots. 14.—Viajes de los Corte Real.425
CAPÍTULO III.La línea de la Costa (1499-1508). 1.—Alonso de Ojeda. 2.—Viajes de Alonso Niño y Vicente Yáñez Pinzón. 3.—Viajes de Lepe y de Bastidas. Segundo viaje de Ojeda. 4.—Vasco de Gama. 5.—Pedro Alvarez Cabral. 6.—El cuarto viaje de Colón. 7.—Santo Domingo. 8.—El Continente. 9.—Jamaica. 10.—Últimos años de Colón y su muerte. 11.—Américo Vespucio. 12.—Sus viajes. 13.—Sus escritos. 14.—El nombre de América.447
CAPÍTULO IV.El primer centro de colonización española. Fray Bartolomé de Las Casas (1495-1522). 1.—Ovando en La Española. 2.—Los repartimientos y las encomiendas. 3.—Rápida disminución de los indios. 4.—Descubrimientos y nuevas poblaciones. 5.—D. Diego de Colón. 6.—Las Prédicas de Montesinos. 7.—Fray Bartolomé de Las Casas. 8.—Las Casas y el Cardenal Cisneros. 9.—Los negros Africanos. 10.—La colonia de Tierra Firme. 11.—La Conquista de Cuba. 12.—Ponce de León y el descubrimiento de La Florida.—13 Lucas Vázquez de Aillón. 14.—Expediciones de Hernández de Córdoba y Grijalva.472
CAPÍTULO V.En demanda del Estrecho (1508-1522). 1.—Concesión á Ojeda y Nicuesa. 2.—Último viaje de Ojeda. 3.—Expedición desgraciada de Nicuesa. 4.—Enciso y Vasco Núñez de Balboa. 5.—Alianzas de Balboa con los Indios. 6.—El descubrimiento del Mar del Sur. 7.—Pedrarias Dávila. 8.—Expediciones en el Itsmo. 9.—Ejecución de Vasco Núñez de Balboa. 10.—Juan Díaz de Solís y el descubrimiento del Río de la Plata. 11.—Hernando de Magallanes. 12.—Su viaje y su muerte. 13.—Sebastián del Cano. 14.—Conclusiones generales.499

A LOS MAESTROS

Los adelantos modernos en el campo de la investigación histórica Americana y sus disciplinas auxiliares, las exigencias de la metodología y la crítica y las nuevas y sabias orientaciones pedagógicas que los trabajos de Channing Hart, Barnes, Macé, Langlois, Bernhein, Seignobos, Hinojosa, etc., señalan á todo aquel que quiera cultivar con fruto el estudio del pasado de los pueblos, me han determinado á escribir un nuevo Compendio de la Historia General del Continente Americano, que adaptándose á las necesidades de la Educación Argentina, sintetice en forma clara y científica los resultados y conclusiones á que, después de pacientísimos trabajos de crítica externa é interna, han llegado los etnólogos é historiadores que al Estudio del Continente Americano han dedicado sus valiosos esfuerzos.
Los manuales de Historia Americana hoy existentes, son anticuados en sus afirmaciones y métodos; adolecen de gravísimos errores de concepto, ó de aquella perniciosa enfermedad de la inexactitud, convertida por el caso típico del célebre historiador Frowde en interesante entidad nosológica. No pueden menos, pues, tales libros que extraviar el juicio de la juventud Americana sobre muchos é importantes sucesos, á más de recargar inútilmente sus inteligencias con detalles múltiples y de poco interés educativo, que mortifican al estudiante, sacrificando las más de las veces sus facultades críticas para recargar su memoria inútil y fatigosamente.
La generosidad y patriótico entusiasmo del Sr. D. Tomás de Estrada, jefe de la Casa Editora de este libro, me ha permitido [xiv]confeccionarlo en forma que compita ventajosamente con los usados en la actualidad en las principales Universidades y Colegios Norte Americanos y Europeos, tanto en lo que se refiere al texto y metodología, como en lo referente á su factura material, á sus copiosas ilustraciones en negro, á sus láminas y mapas á tres ó más tintas, y á su cartografía histórica.
Antiguo catedrático de esta materia en el Colegio Nacional de la Capital de la República, he dedicado largos años de incesantes estudios en las Universidades y Bibliotecas Europeas, á la investigación de los problemas históricos Americanos, para poder ofrecer á mis dignos compañeros de cátedra algo digno de ellos y de sus constantes esfuerzos por el progreso y engrandecimiento Argentinos.
Siguiendo instrucciones expresas de mis Editores, he procurado recoger en los Archivos Españoles y en la colosal Biblioteca del Museo Británico, todas las noticias y documentos referentes á América, que he considerado útiles para el conocimiento cierto de su historia.
Ansioso de evitar las relaciones de tercera ó cuarta mano, siempre que la considerable extensión de mi campo histórico me lo ha permitido, he acudido á las fuentes primarias ó secundarias, al documento mismo, ó á aquellos libros consagrados por la sana crítica histórica como fundamentales y fidedignos en las materias de que tratan, por ser á veces más conveniente referirse á ellos que á las fuentes mismas que examinaron.
Los estudios de Bandelier, por ejemplo, sobre la Confederación Azteca, que me han servido de guía para confeccionar el capítulo á ellas referente, son una fuente secundaria, pero es indudable que aunque hubiera consagrado mi vida entera á ese solo punto de la Historia Americana estudiando las fuentes primarias, no hubiera podido conseguir hacer nada mejor ni más perfecto.
Como no existe, ó al menos no conozco, un libro español ó extranjero en que estén seleccionadas las fuentes principales (primarias ó secundarias, especiales ó generales) de las cuatro épocas de la Historia General de América, he querido hacer en [xv]este libro una tentativa de Bibliografía General Americana, documentado ampliamente en las notas las afirmaciones del texto, poniendo una lista de referencias al fin de cada capítulo, y procurando ahorrar al Maestro y aun al erudito, el minucioso trabajo de selección de fuentes, necesario para dilucidar los variadísimos problemas de la Historia de América.
El justo criterio pedagógico de los Maestros Argentinos, elegirá entre las obras que en mis Bibliografías selecciono, las que más convenientes crean para sus futuras Monografías y para desarrollar el espíritu investigador de los alumnos. De la cantidad de lectura y trabajo crítico que estas Bibliografías representan, serán jueces los Maestros mismos. Ellos saben como yo, que no es posible hoy escribir un texto de Historia sin indicar en él sus referencias Bibliográficas, y que todo libro que no las tenga, no pasará nunca de ser un manual de cuarta ó quinta mano, peligroso ó inservible.
La Moderna Metodología Histórica exige narraciones depuradas y comprobables en las fuentes. Los alumnos de los Colegios Americanos no pueden, pues, limitarse á memorizar lo que otros escribieron sobre su historia: deben acostumbrarse á investigar con paciencia y á juzgar por sí mismos sobre la veracidad de los hechos sometidos á su estudio.
Fiel á este criterio pedagógico, he puesto en los capítulos de mi libro, además de títulos é indicaciones marginales, sencillos cuestionarios que, sin los graves inconvenientes de los resúmenes abreviados, facilitan la tarea del estudiante y sus Maestros. Las preguntas de dichos cuestionarios, formuladas neta y claramente, tienen por principal objeto desarrollar el espíritu crítico de los alumnos, que al contestarlas, podrán sintetizar sin esfuerzo las explicaciones y doctrinas de la cátedra.
Aprovechando, principalmente, los admirables trabajos de los sabios investigadores y arqueólogos de la Oficina Etnológica de Washington, sobre la vida, lenguas y costumbres de las razas primitivas del Norte de América, los no menos importantes de los historiadores, filólogos y arqueólogos Sudamericanos y Europeos, y las conclusiones de los más recien[xvi]tes Congresos Científicos, he consagrado varios capítulos de mi Compendio al estudio de la vida física, psicológica, etc., de los aborígenes americanos, procurando desvanecer antiguos errores y leyendas sin fundamento serio y científico, aclarar cuestiones obscuras y fijar á la luz de los descubrimientos modernos los caracteres esenciales de las agrupaciones indígenas que poblaron el Continente Americano.
El conocimiento sistemático de la vida aborigen es parte, á mi entender, importantísima de la Historia Americana y fuente de fructíferas enseñanzas. Dedicar á la Raza Indígena cuatro vaguedades superficiales, como hasta ahora se ha hecho en los textos de Historia Americana, dejar de estudiarla con la extensión necesaria, es tronchar la Historia del Continente, es escribir una tragedia prescindiendo de sus personajes principales, es borrar de un golpe, y sin razón alguna, páginas evolutivas de interés palpitante y hondo.
Hay en la primitiva Raza Americana, en sus luchas, en su vida física y moral y en su triste fenecimiento, lecciones intensamente trágicas, interesantísimos esfuerzos sociológicos y profundas enseñanzas éticas. Sin conocerlas á fondo, mal puede el alumno estudiar con provecho y orden crítico la luctuosa epopeya de la Conquista y la Colonización Europeas.
La necesaria extensión de mi Compendio, la abundancia de sus grabados, mapas, etc., y el espacio que las notas, bibliografías y referencias requieren, me fuerzan á dividirlo en dos tomos. Dedico el primero al Estudio de la Raza Indígena y al del Descubrimiento, y el segundo (ya en prensa) al de las épocas de la Conquista, Colonización é Independencia.
Al estudiar estas últimas épocas de la Historia Americana, he procurado huir de minucias y detalles narrativos impropios de un libro elemental, limitándome en lo posible y sin detrimento de la claridad, á determinar los rumbos que siguieron los conquistadores y misioneros, á estudiar los motivos principales que impulsaron sus empresas, el carácter peculiar de las instituciones Europeas que informaron las nacientes Colonias, la vida social y política de los Virreinatos y demás organismos [xvii]coloniales y las causas internas y externas que produjeron su independencia de las respectivas Metrópolis.
Los abnegados y patrióticos esfuerzos de los Americanos para conseguir su vida independiente, las augustas figuras de sus Libertadores y Estadistas, las admirables campañas de sus Generales y las sabias disposiciones de sus Asambleas Libres tienen naturalmente lugar preferentísimo en mi Compendio, cuyo primordial objeto pedagógico es y debe ser el avivar en la juventud Americana el fuego sagrado del patriotismo.
Las evidentes dificultades científicas y materiales de la confección de una obra de esta índole, el tiempo indispensable para coleccionar y reproducir con justedad sus numerosas ilustraciones gráficas, me han obligado, muy á mi pesar, á demorar su publicación más de lo que hubiera deseado. Los Maestros sabrán disculparme.
Ellos, mejor que nadie, al recorrer las páginas de mi libro, se darán cuenta exacta de la cantidad de trabajo intelectual y material que representan.
He aquí mi obra. En ella he puesto todo lo que soy y todo lo que valgo, todo el fruto de mis meditaciones y lecturas históricas, todos los resultados de mis investigaciones críticas. Confieso que al lanzarla á la publicidad siento como si me desprendiera de algo que forma parte de mi alma, de mi ser íntimo. Ha sido para mí durante años sereno refugio de dolores, asilo de entusiasmos y añoranzas.
Héla aquí ...
Pobre ó rica, útil ó inútil, la ofrezco como es á los Maestros Argentinos.
Si de otra cosa no sirve, les recordará al menos que, á pesar del tiempo y la distancia, estoy siempre con ellos y conservo vivo en mi espíritu el amor á la brillante juventud Argentina, que con sus ejemplos supieron inculcarme.
Carlos Navarro Lamarca.
Madrid, Diciembre 1.º 1910.

CAPÍTULO PRELIMINAR.

CAPÍTULO PRELIMINAR
LA HISTORIA GENERAL DE AMÉRICA

1.—Definición. 2.—Extensión y Objetos. 3.—Divisiones. 4.—Las Fuentes 5.—Archivos y Museos.—6 Colecciones de documentos. 7.—Las Autoridades. 8.—Bibliotecas y Bibliografías. 9.—Mapas y estudios fisiográficos. 10.—Metodología.
Definiciones.
1.—Entendemos por Historia General de América, la relación coordenada y auténtica, de la acción progresiva de las Sociedades Americanas á través del tiempo. El arqueólogo que estudia los templos Aztecas ó las Alfarerías Incásicas; el filólogo que desentraña las analogías lingüísticas de las tribus del Sur ó del Norte; el fisiógrafo que determina las influencias del medio ambiente en la formación de las agrupaciones indígenas; el sociólogo que describe las organizaciones coloniales y el paleógrafo que descifra documentos obscuros, manejan hechos históricos, pero no hacen historia. No basta, por ejemplo, saber qué espíritus veneraron los Iroqueses, cómo estaba organizada su Confederación, qué comieron, cómo se vistieron y qué lengua hablaron; necesitamos saber, además, lo que hicieron, la historia de sus trabajos, de sus luchas, de sus heroísmos, de sus crueldades, de su aniquilamiento, de sus acciones, en fin, y de la continuidad de sus efectos y sus causas. La Arqueología, la Filología, la Ciencia política y demás auxiliares de la Historia, dejan de lado aquellos acontecimientos que importan acción, esa cualidad peculiarísima del hombre que usa el lenguaje, el arte, el gobierno, las creencias, etc., como instrumentos para edificar organismos sociales, para darles [xxii]carácter y sello propio, para producir sus cambios continuos y decidir su progreso ó decadencia[1].
Los especialistas proporcionan los materiales, la piedra, el hierro, la madera para construir el edificio. El historiador lo construye, recoge los estudios de Filología Americana, de Arte Americano, de Etnología, etc.; los reúne en un todo artístico proporcionado y continuo, les da unidad y vida, y hace, en una palabra, Historia de América.
Extensión y objeto.
2.—La Historia, no puede confundirse con la Sociología. Estudia esta última la sociedad en general, su evolución y desarrollo, y el verdadero objeto de la Historia, es el estudio de la unidad social, del desenvolvimiento progresivo de la personalidad de un pueblo, raza ó conjunto de pueblos que se desarrollan por el medio y la acción, hasta perecer, ó constituir agrupaciones sociales definidas y resistentes.
Tampoco puede limitarse el estudio de la Historia General de América, á la del Continente Norte Americano, como han querido algunos historiadores. Sud América tiene en la historia de la civilización humana tanta ó más importancia que Norte América, y la Raza Latina que puebla el Continente Sur, nada tiene que envidiar á la Sajona, que en general ocupa el Continente Norte. Las agrupaciones indígenas más cultas y definidas, se formaron por otra parte en la América del Sur. Prescindir del Continente Sud Americano al estudiar la Historia General de América y llamar así á la Historia Particular de los Estados Unidos, es tan ridículo como estudiar, por ejemplo, la Historia de la llamada Edad Antigua, prescindiendo de Roma ó de Grecia[2].
[xxiii] Consideraremos, pues, la Historia de América, en general, estudiando la formación progresiva de las unidades sociales de sus dos Continentes, procurando relacionarlas entre sí y comparar en forma sintética las notas características de su respectivo desarrollo.
Divisiones.
3.—Para sistematizar en lo posible nuestro estudio, y sin pretensión alguna dogmática, podemos dividir la Historia General de América en cinco grandes Épocas.
1.ª América Indígena.—Abraza la Pre-historia y la historia de la Raza Americana Primitiva hasta el Descubrimiento Colombino.
2.ª Descubrimiento.—Abraza desde el primer viaje al Continente Americano de Cristóbal Colón, hasta la vuelta á España de Sebastián del Cano, después de su viaje de Circunnavegación (1492-1518).
3.ª Conquista.—Estudia el conflicto de la Raza Indígena con los Europeos, hasta su dominación por éstos y formación definitiva de las diversas Colonias.
4.ª América Colonial.—Estudia el desarrollo cultural y político de tales Colonias hasta los primeros síntomas de su Independencia.
5.ª La Independencia.—Comprende desde estos síntomas de Independencia hasta la formación de las diversas Nacionalidades Americanas[3].
Las Fuentes.
4.—Los materiales originales que sirven á los historiadores para construir sus relaciones, se llaman fuentes. Corresponden [xxiv]á los fósiles en geología, á los casos en los estudios legales, á las palabras en filología, etc., etc. Son restos del pasado, de donde se deriva el conocimiento del mismo. Consisten en la masa de tradiciones, manuscritos, impresos, monumentos, restos, útiles, instituciones, literaturas, etc., en las que una generación, pueblo ó raza se exterioriza tangible y visiblemente. Todo lo que nuestros antepasados nos legaron, sus instituciones, sus creencias, sus leyes, su lengua, sus edificios, sus industrias, etcétera, son fuentes de su historia, que no pueden confundirse con la historia misma que con ellos formaron sus cronistas, omitiendo á veces ó exagerando, lo que creían dañoso ó conveniente para mantener su punto de vista religioso, social ó político. La Historia encuentra en las fuentes, materiales de toda especie siempre utilizables. El contenido y la dirección de la historia, cambian con las generaciones; las fuentes permanecen y perduran. Tienen vividez, sello propio y particular encanto. Son las progenitoras de la historia. Ellas deben resolver toda controversia, y en ellas deben fundarse todas las crónicas.
Archivos y Museos.
5.—Así como para estudiar la Botánica, la Zoología, etc., debe acudirse á los Museos de Ciencias Naturales, donde se han reunido ejemplares diversos para estudiar la civilización de las sociedades humanas, es convenientísimo visitar los Museos Etnológicos, Arqueológicos, Históricos, etc., en los que se guardan cuidadosamente clasificados los restos, reliquias, útiles, herramientas, orfebrerías, ornamentos, etc., que juntamente con los monumentos arquitectónicos (edificios, caminos, acueductos, templos, ruinas, etc.), nos dan á veces clarísima idea del vivir cultural de pasados pueblos. Los repositorios más ricos en Antigüedades Americanas son, entre otros, el Peabody Museum, de Cambridge, Mass. (E. U.), las colecciones de la Smithsonian Institution, y de la Oficina de Etnología de Washington (E. U.), el Museo Nacional de Washington, las colecciones Etnológicas del Museo Británico, del Königliche Museum, de Berlín, y del Museo Etnográfico, de San Petersburgo; el Museo Arqueológico, de Madrid; el Museo Nacional, de México; el [xxv] Museo de la Plata, el Museo Nacional, de Buenos Aires; el de Río Janeiro, Santiago de Chile, etc., etc. Casi todos estos Museos han publicado, y siguen publicando en sus anales, revistas y catálogos, reproducciones artísticas y fieles de sus tesoros Arqueológicos[4].
Las fuentes manuscritas, y en especial las de carácter oficial, se guardan cuidadosamente en sus Archivos por todas las naciones cultas. Estando la Historia Americana íntimamente relacionada con la Europea, apenas hay Archivo importante en Europa que no contenga fuentes manuscritas interesantes para el Historiador de América.
Claro es que los Archivos Españoles, Portugueses, Ingleses y Franceses, son los más ricos de Europa en documentación Americana. Toda la Historia Colonial de las actuales Repúblicas Hispano-Americanas, por ejemplo, puede y debe estudiarse en los Archivos Españoles.
En las Referencias de este Compendio se mencionan especialmente los Archivos que contienen las principales fuentes manuscritas de cada una de sus materias y capítulos[5].
Colecciones de documentos.
6.—Para que las fuentes manuscritas de la Historia se conozcan sin necesidad de visitar los distintos Archivos, y para hacerlas además fácilmente inteligibles para los profanos en las disciplinas paleográficas, deben coleccionarse y publicarse.
Desde el principio del siglo xviii, todas las naciones Europeas han procurado coleccionar, y han coleccionado y publicado casi todas las fuentes de su historia. Como gran parte de estas colecciones son sólo accesibles en las grandes Bibliotecas, [xxvi]para mayor facilidad del estudioso se han empezado también á publicar en estos últimos años en muchas naciones de Europa y en algunas de las Americanas, colecciones populares de fuentes, clasificadas según su importancia y sus épocas. La utilidad de estos elementales instrumentos de investigación histórica es grandísima, tanto por la facilidad de su adquisición como por la sencillez de su manejo.
El cuidadoso estudio de las fuentes ha dado además origen á disciplinas científicas nuevas (Filología, Paleografía, Eurística, Diplomática, etc.), que exigen á su vez nuevas escuelas y aparatos científicos. El modelo de estas nuevas escuelas ó talleres históricos es el Seminarium alemán, cuyos únicos materiales de trabajo son las fuentes, y en el que los estudiantes investigan por sí mismos, construyendo con las referidas fuentes trabajos históricos originales. Algunas Universidades Norte-Americanas; la Ecole de Cartes, de París; el Centro Arabista, de Madrid y otras instituciones de investigación histórica, han adoptado el acertadísimo sistema del Seminarium, de Alemania, ampliando un tanto su criterio[6].
Las Autoridades.
7.—Entendemos por Autoridades, las monografías, tratados ó libros de historia, basados en las fuentes. Si no se hubiera escrito, por ejemplo, ninguna historia del General San Martín, tendría que recurrir el que la escribiera, á los diversos Archivos, para buscar las fuentes originales de información; más aún, debería mencionarlas en su obra, porque no hay autoridad histórica digna de tal nombre, si no se refiere á las fuentes. Exis[xxvii]tiendo la obra del General Mitre, escrita en presencia de las fuentes originales, su cuidadosa lectura ahorra al estudioso el ímprobo trabajo de clasificar, depurar y extractar las fuentes originales, bastándole la autoridad histórica mencionada, para conocer con justedad la augusta figura del heroico Libertador de América. Toda autoridad histórica, propiamente dicha, debe relacionar críticamente sus fuentes, añadiendo notas, apéndices ó referencias que permitan al investigador ensanchar su campo de estudio. De la exactitud, sentido crítico, orientación, etc., de estas notas, referencias y Apéndices, depende el valor histórico y autoridad de la obra.
Bibliotecas y Bibliografías.
8.—Las autoridades mencionadas son herramientas indispensables para el estudioso; pero le serían inútiles si no tuviesen medios rápidos de conocer su existencia. De nada serviría amontonar libros en las Bibliotecas, si no pudiera saberse fácilmente de qué trataban y dónde estaban. El historiador necesita, antes de escribir sobre determinada época ó cuestión histórica, saber cuáles son los libros que de ella se ocupan directa ó indirectamente, qué autoridades debe consultar, y qué medios de información puede ofrecerle la enorme Biblioteca acumulada por los escritores de todos los tiempos y todos los países, es decir, el patrimonio científico y literario que la humanidad le ha venido legando durante siglos.
De aquí la necesidad de las Bibliografías, repertorios ordenados donde se mencionan el conjunto de libros antiguos y modernos, nacionales ó extranjeros que se han escrito y publicado sobre las diferentes épocas y cuestiones históricas. Además de los Catálogos de las grandes Bibliotecas (Museo Británico, Nacional de París, etc., etc.), las Bibliografías Nacionales, las Bibliografías de Bibliografías y otros instrumentos de Bibliografía General, existen numerosos repertorios de Bibliografía Histórica, en los que se indican las fuentes originales y los trabajos modernos que deben consultarse sobre una época ó punto históricos, (Bibliografía Retrospectiva), ó sólo los trabajos modernos (Bibliografía Corriente), clasificándose estos últimos según comprendan la Historia Uni[xxviii]versal, la Nacional, la Regional, ó alguna rama especial de la Historia.
Desgraciadamente, no existe un Repertorio General Bibliográfico de la Historia Americana. Los publicados en los Estados Unidos, por todos conceptos notables y útiles, tienen un carácter netamente nacional. El historiador de Sud América tiene necesariamente que formar su propio Repertorio Bibliográfico, y recurrir para ello á los meritorios trabajos aislados de algunos eruditos, que en su lugar se mencionarán, á las antiguas Bibliografías Retrospectivas, á los Catálogos de las Bibliotecas Públicas Sud-Americanas, á los generales de las grandes Bibliotecas Europeas (Museo Británico, Nacional de París, etcétera), á los de las Bibliotecas Españolas (Nacional, Colombina, de Palacio, Escorialense, de la Academia de la Historia, del Museo de Ultramar, etc.), á las publicaciones, Repertorios, Enciclopedias, Boletines y Revistas Históricas y Bibliográficas, etc, etc. A falta de algo mejor y más completo, el conjunto de las "Referencias" de mi Compendio puede servir de Manual ó Guía elementalísima, de la Bibliografía General del Continente Americano[7].
Mapas y estudios fisiográficos.
9.—Parece inútil acentuar la íntima y necesaria relación de la Geografía con la Historia. Mal pueden estudiarse el desarrollo y formación de las nacionalidades y pueblos Sud-Americanos, sin conocer exactamente las regiones y lugares que sucesi[xxix]vamente fueron ocupando. La Cartografía Histórica de América, es elemento indispensable para el estudio de su historia. Las relaciones de los primeros exploradores, conquistadores y misioneros, los mapas de los antiguos cartógrafos, las concesiones de las diversas naciones Europeas para fundar colonias, los tratados de límites, las decisiones internacionales sobre límites disputados, las divisiones políticas de los Estados y Naciones, etc., etc., fijan é ilustran los acontecimientos históricos, y son importantísimas fuentes para su conocimiento. De aquí la necesidad de los Atlas y Mapas de Geografía Histórica, de la reproducción de las antiguas cartas corográficas, y del uso constante de mapas mudos ó de contornos para marcar en forma gráfica y patente el resultado de las investigaciones históricas sobre viajes, conquistas, batallas, etc. No hay obra moderna de Historia que no reconozca tal necesidad multiplicando los mapas ilustrativos en su texto, y los de carácter diagramático para dar fijeza y justedad crítica á los acontecimientos históricos que estudia.
Los estudios fisiográficos son también indispensables para el conocimiento claro de la Historia. Es innegable que las condiciones económicas de un pueblo, especialmente en sus principios y antes que el aumento de población, comercio é industria impongan adaptaciones artificiales, están en gran parte determinadas por el medio físico en que se desarrolla. El medio reacciona también sobre la constitución física y mental de los habitantes de un país é influye decisivamente en su cultura. El clima, el suelo, el contorno geográfico que favorece ú obstaculiza las emigraciones y consiguiente contacto de los distintos grupos, afecta también el desarrollo cultural de los pueblos primitivos, cuyas instituciones tienden ó no, según los casos, á evolucionar aislada é independientemente.
La suerte política misma de los pueblos de superior cultura, depende á veces de la fisiografía de su territorio. La Historia General del Continente Americano, debe, pues, basarse en el conocimiento exacto de los variados rasgos fisiográficos de las regiones del Norte y Sur de América. La mayor ó menor cul[xxx]tura de sus primitivas agrupaciones indígenas, el desarrollo de los viajes, exploraciones y conquistas Europeas, la mayor ó menor prosperidad de los organismos Coloniales y la formación misma de las Naciones Independientes, dependen en gran parte de las condiciones del medio. Los caminos, las sendas, los pasos entre montañas, los ríos y lagos, las producciones forestales y agrícolas, la fauna y la flora Americana, han influenciado decididamente su evolución histórica. El estudio de dichos rasgos fisiográficos nos da las más de las veces la clave y la causa de acontecimientos históricos á primera vista casuales ó inexplicables[8].
Metodología.
10.—De lo anteriormente expresado puede fácilmente deducirse los Métodos que deben adoptarse para el estudio de la Historia General de América. Entiéndese por método, el orden que se sigue en las diversas ciencias para hallar y enseñar la verdad. Dependiendo la verdad histórica de la evidencia humana, claro es que para hallarla deben observarse las reglas lógicas que depuran y acrisolan semejante evidencia. El historiador es una especie de Juez de Instrucción, que reúne pruebas documentales, etc., de los hechos que examina. Debe verificar, por tanto, el texto de sus documentos probatorios (Crítica de restitución), saber de dónde proceden, (Crítica de origen), clasificarlos, relacionarlos con otros, y con las autoridades, interpretarlos, y ejercer su sentido crítico para averiguar la sinceridad ó insinceridad de sus autores (Crítica interna). Realizadas estas operaciones analíticas, debe sintetizar sus resultados, agrupar los hechos, llenar las lagunas que dejaren, según su sano razonar crítico, y construir, por fin, su informe ó relación histórica, huyendo de toda parcialidad y filosófico prejuicio.
[xxxi] No es posible establecer reglas generales de interpretación. Depende del sentido crítico de los historiadores, de su erudición, de sus condiciones intelectuales, de su concentración ó de su esfuerzo. Con idénticos métodos pueden llegarse á interpretaciones distintas. El método y las fuentes son para todos iguales; la interpretación es personalísima. "El Criterio", de Balmes, y el "Tratado de las Pruebas", de Jeremías Bentham, son (á mi juicio) normas inapreciables de Metodología. Su atenta lectura basta para enseñarnos la técnica histórica, el modo de investigar y apreciar evidencias. No pueden enseñarnos, sin embargo, á hacer la historia, á componer con brillantez y hondura una monografía ó un libro. Reside tal facultad en el historiador mismo. Si es, por ejemplo, un Parkman, coleccionará primero todas las Relaciones de los Misioneros Jesuítas, elegirá las que al antiguo Canadá se refieren, entre éstas las de los misioneros más celosos, más observadores y que más tiempo estuvieron en aquellas tierras, y depurándolas, relacionándolas é interpretándolas con sinceridad y elevado espíritu, legará al mundo moderno ese modelo de autoridades históricas, esa epopeya de abnegaciones y heroísmos que se llama "Los Jesuítas en Norte América".
La Historia no está ya destinada á dormir, mientras los manuales de cuarta ó quinta mano y los maestros superficiales y dogmáticos cuentan hechos aprendidos de memoria á sus alumnos inatentos. Debe despertar y entrar á la vida. El pasado vive en el presente. Observando con atención lo actual y vivido, discerniremos más fácilmente las formas, ideas é instituciones de lo pretérito. Así como las Ciencias Naturales han salido de los estrechos límites del libro de texto para entrar al mundo de los fenómenos, de los Laboratorios y de los Museos, así la Historia debe independizarse de memorizaciones y viejas disciplinas escolares, entrar al mundo de la naturaleza humana, y abandonar las antiguas aulas por Seminarios especiales, dotados de mapas, colecciones de fuentes, autoridades, etc., etc., en los que cada estudiante, guiado por un Maestro que con él trabaje, interprete por sí mismo los materiales históricos [xxxii]y ejercite su espíritu crítico. Así y sólo así, podrá alcanzarse el ideal de la enseñanza histórica y podrá inculcarse en los alumnos el deseo de ver, sentir y verificar con su inteligencia y su trabajo, lo ético y luminoso de la VERDAD y el PATRIOTISMO[9].

ÉPOCA PRIMERA
AMÉRICA INDÍGENA

ÉPOCA PRIMERA.
AMÉRICA INDÍGENA.

TÍTULO PRIMERO.
Antigüedad del hombre en América.

CAPÍTULO I.
EL HOMBRE CUATERNARIO Ó PALEOLÍTICO

1.—Lo Prehistórico. 2.—Materiales para su estudio. 3.—Las edades geológicas. 4.—Los períodos glaciales. 5.—La ley de Asociación 6.—Los criterios arqueológicos 7.—Útiles paleolíticos en América. 8.—El hombre cuaternario en América del Sur. 9.—En América del Norte.—10 Insuficiencia cronológica de estas investigaciones.
Lo Prehistórico.
1.—Desde la creación del hombre[10] hasta el primer testimonio escrito de su vivir histórico, hay un período obscuro y de duración variable, que designar podemos con el nombre de Prehistórico[11].
Fig. 1.—Corte estratigráfico. Hancock (Virginia E. U.)
No existe crónica alguna de lo acaecido en América antes de ser descubierta por Colón. Las inscripciones y códices indígenas que han llegado hasta nosotros, no han podido todavía descifrarse con certeza. La historia del Continente Americano empie[2]za, pues, al finalizar el siglo xv. Todo lo anterior á dicha fecha pertenece en América al campo de lo prehistórico[12].
Hay un hecho cierto que sirve de punto de partida para investigar tan obscuras épocas. Al llegar los conquistadores europeos á las costas de América encontraron en ellas hombres que creyeron distintos de los del Continente Antiguo, pueblos extraños de organización peculiarísima. ¿De dónde venían? ¿Cuál fué su origen y cuál su antigüedad? Los guerreros del siglo xv y xvi no pudieron averiguarlo. Los datos obtenidos hasta hoy por la ciencia son también insuficientes para esclarecer el enigma.
Fig. 2.—Formación glacial. Isla Sebree (Alaska).
Nos limitaremos, pues, á plantear tan obscuros problemas sin pretender resolverlos, y á relacionar sumariamente los datos ó [3]fragmentos de dato que la Arqueología y la Etnología[13] pueden proporcionarnos.
Materiales para su estudio.
2.—La fuente principal para el estudio de lo prehistórico está en los monumentos, útiles y objetos paleográficos que de los primitivos Americanos han llegado hasta nosotros. Como productos indiscutibles de sus actividades nos ayudan á conocer sus ideas, costumbres y cultura. El estudio y comparación de las lenguas y dialectos Americanos nos permite también determinar la afinidad de tribus separadas geográficamente y trazar el probable curso de sus emigraciones y movimientos. Las tradiciones y leyendas nos proporcionan, por último, valiosos datos que corroboran conclusiones dudosas ó aniquilan teorías inciertas.
Fig. 3.—Precipicios y glaciares del Aconcagua (Chile).
Las edades geológicas.
3.—Los materiales que componen la corteza terrestre no están amontonados en caprichoso desorden, sino dispuestos en lechos ó estratos sucesivos colocados en el orden en que se fueron formando.
[4] Basados en esta ley de superposición estratigráfica, aplicable á todas las regiones del globo[14], han dividido los geólogos el proceso de formación de la tierra en edades y períodos de duración cronológica incierta, caracterizados por la estructura de las rocas que componen los estratos superpuestos[15].
Los períodos glaciales.
4.—El más interesante de los episodios geológicos de la edad cuaternaria, única que interesa á nuestro estudio, es el avance y retroceso de las enormes sábanas de hielo que en períodos sucesivos, llamados glaciales, invadieron las regiones septentrionales de Europa y América[16], allanando los montes, transformando los valles, arrastrando, estriando ó pulimentando las rocas y acarreando piedras y arenas, para amontonarlas al retroceder en depósitos geológicos de estructuras [5]complejas y formas características[17]. Acumuláronse tales depósitos en algunos ríos á manera de bancos, y convirtieron en extensos lagos los primitivos valles. Desviaron otros ríos su curso, buscando nuevos cauces y formando gargantas profundas. La humedad atmosférica, el descenso de la temperatura y la acción misma de los glaciales, ocasionaron también extraordinarios cambios en la faz de la vida orgánica, haciendo desaparecer algunas especies animales y vegetales y emigrar á otras á regiones diversas.
Fig. 4.—Formaciones fósiles (Pentacrinus Hiemeri) Museo Británico (Nat. Hist.)
Las causas[18], fecha y duración de los períodos glaciales, no se conoce con certeza. Parece, sin embargo, demostrado, que el principio y fin de los mismos es relativamente reciente[19] (cuaternario-pleistoceno), y que el avance de los hielos sobrevino en dos épocas distintas y separadas por [6]largos intervalos de más alta temperatura que estacionaron los glaciales en las altas mesetas y en las regiones árticas y antárticas[20].
Fig. 5.—Formación fósil carbonífera de Iowa (E. U.) Museo Británico (Nat. Hist.)
Fig. 6.—Esqueleto fósil del Jetiosauro marino (Ichthyosaurian termirostris). Museo Británico (Nat. Hist.)
La ley de Asociación.
5.—La sucesión, emigración y evolución de los organismos animales fósiles ha podido asociarse con las edades geológicas en que predominaron y en general caracterizan, llegando al convencimiento de que el conjunto de fósiles de un estrato geológico dado, difiere del de los estratos inferiores ó más antiguos y superiores ó más modernos. En tales principios científicos se funda la llamada Ley de Asociación.[21]
[7]
Fig. 7.--El dinosauro unicornio (Triceratops-Prorsus de _Marsh_).
Limitándonos á los fósiles cuaternarios[22], podemos en general afirmar que en la misma edad geológica en que vivieron el oso y el león de las cavernas, el mastodonte, etc., en el continente Europeo, existieron en el Americano el megaterio, el mylodon, el glyptodon, el megalonix[23] y demás especies ani[8]males gigantescas, ya extinguidas[24], cuyos esqueletos reconstruídos admiramos en los Museos[25].
Criterios arqueológicos.
6.—El hombre, ser dotado de razón y libertad, aparece sobre la tierra en la edad geológica cuaternaria[26]. Para satisfacer las necesidades físicas y defenderse de las fieras é inclemencias atmosféricas[27], necesitó valerse de herramientas y útiles y buscar ó construir refugios más ó menos invulnerables.
Fig. 8.—El Allosaurus (Reconstrucción C. R. Knight) American Museum (U. S.)
La observación del estilo y forma de estas herramientas, útiles y refugios, concordada con la de los estratos [10]geológicos en que se encuentren (superposición), y los restos humanos y de animales extinguidos que en dichos estratos les acompañen, (asociación), son los únicos cánones que pueden conducirnos á esclarecer en lo posible el intrincado problema de la antigüedad del hombre en América[28].
Situación geográfica actual de las diferentes ruinas prehistóricas de los Estados Unidos de la América del Norte.
Fig. 9.—Esqueleto reconstruído del Allosaurus sobre el del Brontosaurus (Am. Mus. U. S.)
Los arqueólogos Europeos,[29] basados en el estilo y material de los restos arqueológicos, distinguen en los tiempos prehistóricos las tres célebres edades de la piedra, del bronce y del hierro[30], subdividiendo la primera, ó lítica, en varias épocas. Eolítica, ó de la piedra cortada, paleolítica, ó de la tallada y neolítica, ó de la pulimentada, según el grado de perfección que alcanzaron en las diversas localidades los referidos útiles líticos.
[11]
Fig. 10.--Reptil Dinosaurio (Diplodocus carnegii de Wyoming U. S. A.) (Museo Británico).
La ausencia del hierro y en general del bronce entre los indígenas Americanos, excluyen hasta hoy de su prehistoria las dos últimas edades. América no conoció el hierro hasta la llegada de Colón. Los indios de América del Norte y gran parte de los de la del Sur no conocieron el bronce[31], y la edad del [12]cobre que algunos arqueólogos han querido equiparar en América á la del bronce Europea, no ha podido determinarse con certeza[32].
Fig. 11.—Dinosauro Acorazado (Stegosaurus ungulatus) O. C. Marsh. (Universidad de Yale. E. U.)
Por otra parte, aun existiendo en el Continente Americano pruebas abundantes de las culturas líticas, no es posible aplicar estrictamente la división en épocas paleolíticas y neolíticas. Aceptaremos, pues, tales términos sólo como descriptivos, procurando alejar de nuestra mente toda idea de tiempo para sustituirla con la de sucesión ó progreso[33].
Útiles paleolíticos.
7.—Llamaremos útiles paleolíticos, á aquellos objetos rudos de piedra de variados tamaños y grosera talla que hayan sido encontrados en lechos geológicos indudablemente pleistocenos ó cuaternarios[34]. En tales depósitos, generalmente de gran espesor, al lado de tan rudimentarios productos de la industria humana, suelen encontrarse fósiles de varias especies animales extinguidas. Semejantes descubrimientos pueden establecer la convivencia del hombre con las referidas especies, única prueba de su antigüedad, universalmente aceptada por los científicos. A estos hombres que tales útiles emplearon y en tales épocas existieron, los designaremos con el término genérico de cuaternarios ó paleolíticos.
Fig. 12.—Esqueleto del Glyptodon Clavipes (Formación pampeana). Rep. Arg. (Mus. Brit.)
Fig. 13.—Piel de oso hormiguero (Grypotherium Listai). Patagonia (Rep. Argent.) (Mus. Brit.)
El hombre cuaternario en la América del Sur.
8.—Las investigaciones modernas nos permiten afirmar la coexistencia del hombre en América del Sur con el megaterio, el mylodon, el megalonix y demás especies animales que corresponden en la Zoología fósil Americana á los grandes mamíferos extinguidos del antiguo Continente.
En las cavernas de Lagoa Santa y Sumidero (Dep. Minas Geraes), el sabio Lund, que dedicó muchos años de su vida á estos estudios, pudo reunir hasta 115 especies de animales fó[14]siles, asociados con restos humanos y numerosos útiles paleolíticos[35].
Fig. 14.—El "Toxodon Platensis" (Buenos Aires. Formación pampeana). Mus. Brit.
A las orillas del Carcarañá recogió Seguin, en 1872, osamentas fósiles de megaterio asociadas con restos humanos[36]. En 1875 Ameghino descubría cerca de Mercedes, á orillas del Arroyo Frías y en formaciones geológicas cuaternarias, gran cantidad de osamentas de animales fósiles asociados con restos humanos, y más tarde y en formaciones geológicas también pleistocenas[37] (Pampeanas), encontró la concha gigantesca de un glyptodon[38], acompañada de instrumentos de silex y [15]dientes de toxodon y mylodon trabajados por la mano del hombre[39]. Los hallazgos de Moreno en Patagonia, los de Burmeister, Carles, etc., etc.,[40] confirmaron los de Lund y Ameghino, estableciendo científicamente la existencia del hombre cuaternario ó paleolítico en América del Sur y especialmente en la República Argentina[41].
Fig. 15.—Cráneo supuesto terciario. (Ameghino). Rep. Argentina.
Fig. 16.—El mismo visto de frente. (Rep. Arg.)
El hombre cuaternario en América del Norte.
9.—No obstante los numerosos trabajos de los Arqueólogos Norte-Americanos, los vestigios del hombre cuaternario en América del Norte no son tan claros como los de la América del Sur. Si Haynes[42] considera innegables las conclusiones [16]de Abbot[43] sobre sus hallazgos en los barrancos del Río Delaware (Trenton Gravels), otros investigadores eximios[44] niegan su importancia científica. Son aún más discutibles las pruebas de la existencia del hombre glacial y cuaternario en el Ohio[45], en Minnesota[46] ó Kansas[47] aceptadas por algunos autores sin mayor examen crítico[48], y las caprichosas elucubraciones de Whitney sobre el pretendido cráneo plioceno de California (Calaveras County), rechazadas hoy definitivamente por la ciencia[49]. Debemos, pues, suspender nuestro juicio sobre estos hallazgos, hasta no verlos confirmados por pruebas más convincentes[50].
Fig. 17.—Punta de flecha márgenes río Delaware (E. U.)
Fig. 18.—Instrumento de silex (Col. Ameghino) Río Lujan Rep. Argent.
Insuficiencia cronológica de estas investigaciones.
10.—La indudable coexistencia del hombre en América del Sur con las especies animales cuaternarias, única afirmación aceptable en el estado actual de la ciencia, si bien importa un verdadero progreso arqueológico, de poco ó de nada nos sirve para determinar cronológicamente la antigüedad del hombre en América.
Para resolver tan obscuro problema, sería necesario conocer la época de la constitución de los terrenos cuaternarios en América, el siglo en que acaecieron los aluviones glaciales y su duración aproximada; sería necesario saber la fecha y las causas de la desaparición de las especies extinguidas; tener, en fin, una base, un punto de partida, datos fijos en qué fundar nuestros cálculos.
Fig. 19.—Tibia de Mylodon con incisiones hechas por el hombre cuaternario. Río Lujan (Rep. Argent.) Col. Ameghino.
Hasta ahora la cuestión sólo tiene incógnitas. La ciencia ha encontrado una relación de estratos, animales, hombre; pero dicha relación no basta.
Fig. 20.—Hacha paleolítica. Aluviones río Yuchipila (Méjico).
El geólogo[51], no conoce fechas, sino sucesión de cosas. Los fenómenos geológicos que exigen para algunos cientos de miles de años de duración[52] han podido producirse por circunstancias excep[18]cionales en pocos siglos[53]. "Todo lo que la geología puede probarnos, decía Huxley hablando de los períodos geológicos, es el orden local de sucesión; pero si hay que investigar grandes zonas ó estaciones y depósitos separados, la maliciosa confusión (mischief) de la homotaxis, ó semejanza de colocación que puede demostrarse, con el sincronismo ó identidad de fecha sobre el cual no hay ni sombra de prueba, conduce á incalculables equivocaciones y especulaciones sin fundamento".[54]. La verdad es que la ciencia no ha conquistado todavía un cronómetro capaz de medir los períodos de formación de la tierra.
Fig. 21.—Instrumento cortante (paleolítico) y probable modo de usarlo (Mus. Brit.)

CUESTIONARIO
1.—¿Qué se entiende por períodos prehistóricos?
2.—¿Qué por períodos históricos?
3.—¿De qué materiales disponemos para estudiar lo Prehistórico Americano?
4.—¿Qué se entiende por superposición geológica?
5.—¿Cuáles son las edades geológicas?
6.—¿Qué fenómenos ocurrieron en los períodos llamados glaciales?
7.—¿Qué se sabe sobre su duración y causas?
8.—¿Qué se entiende por asociación paleontológica?
9.—¿Cuáles son los animales extinguidos más notables que hubo en América?
10.—¿Conocemos sus fósiles?
11.—¿Cuáles son los criterios arqueológicos?
12.—¿Qué nos enseñan estos criterios?
13.—¿Cuáles son las edades arqueológicas?
14.—¿Cómo se subdividen las líticas?
15.—¿Son aplicables estas divisiones á lo Prehistórico Americano?
16.—¿Cómo podemos aceptar los términos paleolítico y neolítico?
[20] 17.—¿Qué se entiende por útiles paleolíticos?
18.—¿Qué se entiende por útiles y culturas neolíticas?
19.—¿Está probada la coexistencia del hombre en Sud América con las especies animales cuaternarias?
20.—¿Cuáles son las principales pruebas?
21.—¿Hay pruebas indiscutibles de la existencia del hombre cuaternario en América del Norte?
22.—¿Es posible fijar cronológicamente la fecha de la aparición del hombre en América?
23.—¿Qué necesitaríamos conocer con certeza para resolver semejante problema?
24.—¿Hay sincronismo en las edades geológicas?
25.—¿Cuál es la opinión de Huxley al respecto?

REFERENCIAS
Generales.V. H. Haynes en Winsor Narr. & Crit. Hist. of Amca. Vol. I, chap. VI, con las notas críticas y bibliográficas de Winsor (Norte y Sur América). Cyrus Thomas (Int. to the Study of N. Am. Archeology-1903. "Hand Book of American Indians North of Mexico" (Bulletin 30th Bureau of Am. Etnology-1907)), en sus artículos "Archeology", "Antiquity", "Calaveras man", etc. Fiske en su "Discovery of America", vol. I. A. H. Keane, Etnology (Cap. V-VI-X-XII) y "Man Past & Present" (Cap. X y sigtes.). Norte y Sud América. Deniker, Races of Man. Cap. XIII. Marquis de Nadaillac, "L'Amerique Prehistorique" (Norte y Sud América, París-1883). L. Farrand, "Basis of American History", Cap. V. N. York-1904. Schoolcraft, History, condition & prospects of the Ind. Tribes of the U. S.-(Bur. Ind. Affairs. Ley Congso. 1847. Pub. Ofcial.). Vols. I-IV-VI.—Los manuales más conocidos son el de Baldwin-Ancient Amca. 1871, y el de, J. F. Short. North. Amcans. of Yesterday. Barros Arana, Hist. Gral. de Chile, (Vol. I), dedica á la materia extenso capítulo. Lo propio Lavisse y Rambaud, Histoire Generale. (Vol. IV, Cap. XXIII). Son de utilísima consulta. Sir John Lubock, Prehistoric Times. E. T. Stevens, Flint Chips. Vigouroux, Les livres saints, etc. (Vol. III-1884), y los artículos de la New International Encyclopedia. (Dodd Mead x C.º, 1902-1904), "Geology", "Paleontology", "Archeology", "American", "Man", "Glaciers", "Glacial Age", "History American", etc., etc.
Especiales.—Entre los innumerables trabajos especiales sobre la materia (Véase Bibliografías), mencionaremos sólo los siguientes: C. C. Abbot, Primitive Industry. J. W. Foster, Prehist. Races of America. Prestwich, On the geolog. position [22]& age of flint implements bearing beds. Fno. Ameghino, Antigüedad del hombre en el Plata. Agassiz, Voyage au Bresil. G. F. Wright, The Ice Age. Southall, "Recent Origin of Man" y Epoch of the Mammoth. Howorth, Mammoth & the Flood. Lydekker, Geolcal. Distribution of Mammals. Burmeister, Phisicalische Beschreibung der Argentinischen Rep. Moreno, Notas sobre Antropología Argna. Ambrosetti, El bronce en la región Calchaquie. Huxley, Distribution of Races in relation with the Antiquity of Man. Moorehead, Primitive Man in Ohio. Holmes, Glacial Man in Ohio. Lacerda y Peixoto, Contribuçao ao Estado Antropco. das Razas Indgnas. do Brasil. Foster Haven, Arch. of the U. S. (Smithnian. Inst. Vol. VIII) etc. etc.
Fuentes.Génesis, Lib, I, Cap I-II-X. British Museum, Guides to "Stone Age". Fossil Mammals, Fossil Reptiles, Fossil invertebrates (Department. Geology & Paleontology, 1904-1905-1907) también Colecciones Depósito Etnológico (sin catálogo publicado). Königliche Museum,(Berlin) Depto. Etnology, sus publicaciones en especial, Bastian, Culturlanden del Alten America (1886). Memorias del American Museum, Natural History. (Washington). Museo Arqueológico Nacional (Madrid), Sección Americana (catálogo no publicado). Congreso Internacional Americanista, (Comptes Rendus). París, 1876-78-79; (Bruselas), 1881; (Madrid) 1884; (Copenhague), etc., etc. Archives Société Americaine de France, (Anuario 1873-1903, y Actas 1865-84). Bureau of Etnology, Catálogo de sus colecciones. (Reports 3.º, 9.º, 13.º, 17.º, etc.), y las monografías de Moore, Holmes, Thomas, etc., (1889-1890-1898-1891). Reports del United States Geological Survey, en especial 1895. (Walcott), 1883. (Powell), 1877. (Winchel), 1873. (Hayden). Los Reports del Peabody Museum of Am. Arch. & Etnology (1 á 24-1868-90, Harvard University). Proceedings Am. Ass. for Advanc. of Science, Washington. Trabajos de Chamberlin, (Volumen XXXV). Abbot, (Vol. XXXVII) y Miss F. E. Babbit, (Vol. XXXII). Boston Socty. of Nat. Hist., Paleolithic Man in Eastern & Central North America (Cambridge, 1888). American Naturalist, Trabajos de Abbot (1873-Vol. VII). Babbit, (Volumen XVIII-1884). Cope, (Vol. XXI-1887), etc.
Especiales para Sud América.—Boletín Inst. Geog. Argentino. (Trabajos Ambrosetti, Zeballos, Lafone Quevedo, Moreno, etc.). Anales Museo Público B. Aires (Trabajos Berg, Burmeister, Ameghino, etc.). Anales Museo de la Plata. (Sección Arqgía), (Ptes. I-III). Antropología, (Ptes. I-II). Paleontología Argna. (Ptes. I-V), en especial trabajos Ten Kate, Lafone Quevedo, [23]Burchhart, Moreno, Lydekker, Roth, Mercerat, etc. Revta. Museo de la Plata (Fco. Moreno, 1890-1905). Archivos do Museu. Nac. Río Janeiro, en especial Vol. VI. (Antrop. Bras. 1882) y Vol. VII. (White, Contrib. a Paleontología do Brasil), Memorias Museo Paraense, Hist. Nat. y Etgfía. (Museu Goeldi), I. II. Pará. 1900. Anales Museo Nacnal. Chile, en especial 1902-1903. (Ent. 15-16). Guevara, Hist. Civilizción. Araucania. (Vol. I, Antropología Araucana). Philippi. Los fósiles terciarios y cuaternarios de Chile.
Bibliografía.Winsor, (Op. cit. Vol. I. 415-17). (Apéndice. II, Vol. I, pág. 368 y sigtes.). Hand Book of American Indians (B. of Etgy.), en los artículos citados. New International Encyclopedia. (Dodd Mead), artículos citados. J. N. Larned, Boston. 1902. The Literature of Amcan. Hist. A Bibliographical Guide. Hart, Guide to American Hist. (Archeology). Dorsey, Bibliography of the Antrop. of Perú. Las notas de Nadaillac, op. cit. íd. Farrand, op. cit. Sabin, Dictionary of books relating to America (1868-1892), y algunos catálogos de los anticuarios Quaritch (Londres) y Hierseman (Leipzig).

Grupo ilustrativo del modo de trabajar los útiles líticos en un taller prehistórico. (Presentado por el ilustre arqueólogo W. H. Holmes á la Exposición Universal de Chicago).

CAPÍTULO II.
EL HOMBRE NEOLÍTICO

1.—Culturas neolíticas. 2.—"Kiokkenmodingos", "Sambaquis" y "Paraderos". 3.—Las Cavernas. 4.—Los "Mounds" ó "Montículos". 5.—Recintos y Talleres. 6.—Útiles y adornos. 7.—Antigüedad de los "Mound-builders". 8.—Los "Cliff-dwellers". 9.—Los "Cave-dwellers". 10.—"Los Pueblos". 11.—Antigüedad de estas Ruinas. 12.—Conclusiones generales.
Culturas neolíticas.
1.—Entre el hombre cuaternario ó paleolítico y sus sucesores en América, existe un vasto abismo imposible de llenar hasta el presente[55].
Fig. 22.—Cráneo neolítico (California).
Desaparecen para siempre los Americanos primitivos, los contemporáneos de los grandes mamíferos, los que asistieron acaso á las convulsiones glaciales. Con distinta condición de cosas, con especies animales semejantes á las de hoy y con una conformación de tierras y mares no alterada en lo esencial hasta el presente[56], aparecen otros hombres y otras razas que designaremos con el nombre de "neolíticos". Es tan abrupta la transición entre unos y otros, que no puede menos de pensarse [26]en alguna dislocación ó cataclismo violento que trastornó su evolución progresiva[57].
Las culturas neolíticas se extienden en América hasta los tiempos históricos. Pertenecen á ellas, desde los más rudimentarios "Paraderos" Patagónicos y las hachas del Ohio, hasta las soberbias construcciones de Mitla ó Tiahuanaco y las cerámicas Incásicas.
Fig. 23.—Útiles neolíticos (puntas de flecha). Estados Unidos.
Dejando para más adelante la enumeración de los monumentos y restos arqueológicos de Méjico, Perú, y América Central, relacionaremos brevemente los más característicos de otras regiones, fijando especialmente nuestra atención en aquellos que por su extraña construcción ó peculiar estilo han sido fuente de dudas y aventuradas hipótesis sobre el origen y antigüedad de sus constructores.
Fig. 24.—Resto de alfarerías neolíticas. (Shell Heaps-Luisiana).
"Kiokkenmodingos", "Sambaquis" y "Paraderos".
2.—En todas partes del mundo han observado los naturalistas y arqueólogos, en las costas del mar y de los ríos, acumulaciones extensas de conchas y otros desperdicios de la vida [27]diaria de algunos pueblos primitivos. Bajo el limo que generalmente les cubre, se han encontrado conchas de moluscos alimenticios, útiles, armas adornos vasijas, etc., que claramente demuestran la permanencia prolongada del hombre en aquellos lugares. Los arqueólogos Europeos dieron á tales montículos el nombre de "Kjœkkenmœddinger" (desperdicios de cocina), describiendo después de investigarlos el rudimentario vivir de sus moradores prehistóricos[58].
Abundan semejantes depósitos (Shell-Heaps) en el Continente Americano. Se extienden á través de sus costas, desde Terranova, Nueva Escocia, California, Luisiana y Nicaragua, hasta las Guayanas, el Brasil, la República Argentina y Tierra del Fuego[59].
También se han observado en las orillas de algunos ríos. Hart[60] nos describe los de "Marajo Island" (Pará); Whitte[61], los del Missisipí y el Misouri; Wyman[62], los del Río San Juan y el Lago George; Ameghino[63], los de los ríos Argentinos.
Fig. 25.—Instrumento punzante (neolítico)
Los "sambaquis" están formados por desperdicios de alimentos, etc., de una raza ó razas que habitaron largo tiempo en las costas del Brasil (Orillas del Amazonas y Pcia. del Paraná especialmente). Son muy numerosos y alcan[28]zan algunos considerable altura. En todos los investigados se han hallado curiosos vestigios de la industria humana, asociados con cráneos que algunos comparan con los célebres de Lagoa-Santa[64].
En la República Argentina se han investigado depósitos parecidos á los anteriores, conocidos con el nombre de "Paraderos". Como en los de América del Norte (Shell Heaps), se han encontrado en ellos huesos estriados, cráneos, puntas de flechas y fragmentos de groseras cerámicas[65].
Fig. 26.—Hacha neolítica (M. B.)
De formación análoga á los Paraderos y Sambaquis, son los depósitos de guano de las Islas Chinchas. Se ha extraído de ellos curiosas laminillas de oro y plata, ídolos groseros y fragmentos de vasijas, etc., que demuestran la permanencia del hombre en aquellas islas al acumularse las capas de guano que en gran extensión las cubren[66].
[29]
Fig. 27.--Hacha neolítica (California).
Admiten en general los Arqueólogos que el hombre de los Kiokkenmodingos, en el Continente Antiguo, fué contemporáneo ó sucesor inmediato del cuaternario de las cavernas[67]. No puede decirse otro tanto de los ictiófagos del Continente Nuevo. A pesar de las afirmaciones de Reclus[68], tan vagas al respecto como las tradiciones de los indios Californianos (Athapascos) sobre sus antepasados misteriosos[69], la ausencia en los depósitos conchíferos de América de todo resto de animales cuaternarios, y la presencia de los de especies zoológicas actuales, unidas al estilo generalmente neolítico de los útiles y cerámicas descubiertas, nos permiten deducir con certeza que el hombre de los Kiokkenmodingos Americanos fué varios siglos posterior al cuaternario[70].
Fig. 28.—Ornamento neolítico de piedra serpentina. (Nueva Jersey, E. U.)
Las Cavernas.
3.—Las cavernas prehistóricas exploradas en Europa, proporcionan al Arqueólogo abundantes y claras pruebas de la antigüedad cuaternaria de sus habitantes[71]. No sucede lo mismo con las de América. Exceptuando las descritas [30]por Lund en el Brasil[72], todas excavadas hasta hoy en el Continente Americano patentizan la poca antigüedad de sus moradores[73]. Los fósiles animales encontrados en ellas asociados con restos humanos, pertenecen á las faunas actuales[74]. En las cavernas del Yucatán no se encontró vestigio alguno que indicase culturas distintas de las de las razas indígenas del siglo xv[75]; en las de Kentucky (Gerson Springs, Short Cave), se encontraron sandalias y tejidos indios, unidos á otros restos y útiles, que demuestran haber habitado tales cavernas agrupaciones humanas sedentarias, acaso agrícolas, en nada parecidas á las cuaternarias[76]. Como más adelante veremos, los aborígenes de América destinaban las cavernas á usos ceremoniales, sepulcrales ó de refugio y defensa[77].
Fig. 29.—Cuevas del Oak-Creek. (E. U.)
"Mounds" ó Montículos.
4.—En la parte oriental y central del Continente Norte-Americano, al Sur del círculo polar ártico[78], se observan gran cantidad de restos del trabajo humano que, aun distintos en el detalle, demuestran semejanza de origen. Se han dividido tales vestigios por su carácter en fijos (monumentos), y movibles (útiles y adornos), subdividiéndose los fijos en montículos propiamente dichos (mounds), recintos fortificados, minas, talleres, etcétera[79].
Fig. 30.—Plano de un grupo de montículos según Thomas. (Wisconsin, E. U.)
Los montículos propiamente dichos (mounds) son cerros artificiales de variadas formas (cónicas, alargadas, piramidales ó de efigie), cuyo tamaño varía entre 25 y 30 metros de altura y 10 á 90 metros de diámetro[80]. Aseméjanse los alargados á grandes murallas. Los piramidales difieren de los cónicos por su cima generalmente plana y á manera de plataforma y sus caras cortadas por terrazas ó rampas[81]. Los llamados de efigie (effigi mounds) imitan groseramente formas animales, acaso emblemáticas ó simbólicas[82]. Los mounds cónicos son [32]comúnmente sepulcrales; los demás fueron probablemente sitios de culto, lugares del Consejo tribal ó habitaciones del jefe ó jefes[83].
Recintos y talleres.
Fig. 31.—Sección de un montículo sepulcral. Illinois (E. U.)
5.—Otro importante grupo de monumentos de esta misma región arqueológica toma el nombre genérico de "recintos" (inclosures). Son espacios más ó menos extensos, limitados por groseras murallas ó cercos de tierra y piedras. Se observan por regla general en los cerros y lugares altos y en las costas escarpadas de ríos y lagos. Su objeto defensivo es en la mayoría de los casos evidente[84]. En algunos de estos recintos se perciben huellas de habitaciones circulares ó cuadradas, que sugieren culturas de las épocas históricas[85].
Fig. 32.—Montículo con terrazas (Arkansas).
En muchos lugares se encuentran ruinas y canteras, y en [33]sus inmediaciones gran cantidad de útiles rotos ó imperfectos que denuncian la existencia de "talleres" primitivos donde se fabricaban tales herramientas[86].
La cuidadosa observación de estos depósitos, ha venido á demostrar que muchos objetos de piedra, considerados antes como cuaternarios, no son en realidad sino desechos ó útiles inacabados ó imperfectos procedentes de los talleres neolíticos.
Fig. 33.—Montículo ceremonial, según De Bry.
Útiles y adornos.
6.—En las repetidas excavaciones practicadas en los montículos sepulcrales, se han encontrado al lado de esqueletos en diversas posturas[87] numerosísimos artefactos y adornos, cerá[34]micas groseras y á veces grotescas[88], pipas de efigies extrañas, objetos simbólicos de concha y cobre[89], variadísimos objetos de piedra (armas, herramientas, mazas ceremoniales, idolillos de forma humana, etcétera), que evidencian culturas análogas á las de las razas indígenas que habitaban aquellas regiones á la llegada de los blancos[90]. Algunos de los objetos encontrados demuestran el indudable contacto de sus artífices con los Europeos, y ninguno es superior en factura á los que podía hacer y hacía el indio de las épocas históricas[91].
Fig. 34.—Posición de los esqueletos en un mound sepulcral. (Thomas).
Antigüedad de los "Mounds Builders".
Fig. 35.—Medallas católicas encontradas en un montículo. (Hale, E. U.)
7.—A pesar de estos hechos y de varios otros que patentizan conclusiones idénticas, se ha sostenido hasta hace poco por muchos arqueólogos, que los constructores de los túmulos (Mounds) pertenecieron á un pueblo más ó menos antiguo ó legendario, y de muy superior cultura á la de los indígenas que los exploradores Europeos encontraron en aquellas regiones[92].
[35] Las científicas y repetidas excavaciones practicadas en estos últimos años han demostrado la insubsistencia de semejantes hipótesis[93], comprobando la exactitud de las relaciones de los Conquistadores Españoles del siglo xvi[94], que atribuyeron á los indios la construcción de los montículos que observaron, y hasta describieron los artificios de que se valían para edificarlos[95].
Fig. 36—Pipa de esteatita. (Grave-Creek, E. U.).
Fig. 37.—Pedazo de tejido de fibras encontrado en un montículo sepulcral. (Ohio, E. U.).
Cliff-Dwellers.
8.—En la parte Occidental de Norte América, desde Panamá al territorio de Alaska[96], hay además de la Mejicana varias zonas geográficas cuyos monumentos son distintos de los de las regiones Orientales[97].
Fig. 38.—Olla encontrada en un montículo de Arkansas. (Thomas).
Fig. 39.—Concha grabada descubierta en el Mound Etowa (Georgia).
La más curiosa de estas zonas culturales es la llamada "Región de los Pueblos". Se extiende desde el estado de Tejas al de California, y desde la parte central del de Utah á las inmediaciones del trópico de Cáncer[98].
Su aspecto físico es peculiarísimo. Es un país desolado, de valles escondidos y escasos, rocas enormes, alturas pedregosas y hondonadas profundas. Cortan las llanuras numerosas gargantas que, ahondadas por los arrastres de ríos torrentosos, accidentan el terreno con altiplanicies escuetas y barrancos hondísimos (Cañons)[99].
[37] En las más altas laderas y escarpados taludes (Cliffs) de tan gigantescos barrancos, hoy secos, despoblados y aridísimos, se han descubierto ruinas casi inaccesibles de edificios de uno ó más pisos, conteniendo desde una sola habitación á más de ciento, verdaderas colmenas humanas colgadas en las grietas de las rocas, falansterios de piedra que albergaron á las tribus ó fragmentos de tribu, conocidas con el nombre genérico de cliff dwellers (Moradores de los cliffs)[100].
Fig. 40.—Plancha de cobre grabada. Etowa Mounds (Georgia).
Abundan en especial tales ruinas en la región de la "Mesa Verde" (Márgenes del Río Mancos), en muchas de las gargantas cercanas (cañons) de la orilla Oeste del Río Colorado y en el Norte de Méjico[101]. Como están protegidas por los [38]salientes del barranco, no sólo se conservan hasta hoy parte de las paredes de piedra, sino también algunas de las vigas de madera de los varios pisos. En todos ellos se observa una habitación circular (kiva ó estufa), característica de las antiguas y modernas tribus de Arizona y Nuevo Méjico, y destinada á sus asambleas ó ritos[102].
Fig. 41.—Idolillo de piedra de los montículos de Tennessee. (U. S.)
Al excavar estas ruinas se han encontrado gran cantidad de interesantes objetos de piedra, hueso, madera, lienzo, etc., varias alfarerías y algunas momias y esqueletos[103].
Fig. 42.—Las ruinas de "Casa Grande" (Mindeleff).
Cave-dwellers.
9.—Además de las habitaciones descritas edificadas en las laderas ó escarpes, se encuentran también cuevas naturales ó artificiales en la parte baja de las paredes del barranco y á poca distancia del talud pendiente que baja hasta su fondo. Abun[39]dan principalmente estas cuevas, parecidas á celdas de ermitaños en la margen Oeste de Río Grande, y en el valle alto del Río San Juan. Su objeto defensivo ó de refugio, aparece confirmado por las ruinas de torres ó atalayas observadas en las altas mesetas que inmediatamente las dominan[104].
Fig. 43.—Gran Cañón (Río Colorado).
Los pueblos.
10.—En las mesetas y los valles del Sud-Oeste, hasta el meridiano 113º abundan las ruinas de edificios de piedra[105]. Las más grandes, más características, y mejor estudiadas son acaso las inmediatas al Río San Juan, muchas de las cuales estaban habitadas al llegar los exploradores del siglo xvi[106]. Las habitaciones de la conocida con el nombre de "Pueblo Bonito", por ejemplo (Cañon Chaco), están colocadas alrededor de un patio central y en varias filas de uno, dos, tres y hasta cuatro pisos como pilas de cajones ó hilera de estantes, forma típica de la vivienda "comunal", de los indígenas de estas regiones. Al comparar estas ruinas con [40]los "cliffs-dwellings" del Río Mancos, notamos semejanzas indudables. En ambas partes estaban las viviendas defendidas contra posibles ataques de enemigos; en Mancos por su situación en precipicios inaccesibles, en el "Chaco Cañon", por sus altas murallas sin salida; la construcción en ambas localidades era uniforme; las cerámicas encontradas, idénticas[107]. Puede, pues, afirmarse la afinidad etnológica de sus constructores, que por otra parte esclarece la observación de la célebre "Casa Grande"[108], y otras estructuras similares de adobe, observadas en los valles del Río Gila[109], en la provincia de Sonora[110], y en el curso del Río Salado[111].
Fig. 44.—Cave Dwellings en el Río Grande (E. U.) Mindeleff (B. A. E.)
[41] En el Norte de Méjico, en la parte Oeste del estado de Chihuahua, se encuentran las notables ruinas, llamadas "Casas Grandes"[112] en todo semejantes á las anteriores. En otros lugares del territorio Mejicano, existen también parecidas viviendas ocupadas hasta hoy por los indígenas de aquellas regiones[113].
Fig. 45.—"Cliff Dwelling" en Arizona (Fewkes).
Antigüedad de estas ruinas.
11.—¿Quiénes fueron los constructores de estos monumentos?
Respecto á los "cliff-dwellers" en particular, se han lanzado numerosas hipótesis, atribuyéndolos á misteriosas y antiquísimas razas[114]. Tales afirmaciones son erróneas. No hay prueba alguna seria de haber existido semejantes razas, y todo evidencia, en cambio, que las discutidas construcciones de los "cliff-dwellers" son una simple variación de las de los "Pueblos" de los valles, hechas como estas por las tribus indígenas [42]de aquella sección del Continente[115]. Los indios Hopis, sostienen haber vivido en los barrancos del Chelly[116]. La reclamación de los Acomas á la "Mesa Encantada" (Meseta Katzimo-Acoma), fundada en la posesión que de ella tuvieron sus antepasados, se justificó plenamente[117]. La "Casa Grande", fué indudablemente construída por los indios, acaso por las mismas tribus Pimas, que todavía habitan sus inmediaciones[118]. Estas y otras palpables pruebas nos permiten en definitiva afirmar, que si bien las más antiguas de estas ruinas parecen ser anteriores al siglo xvi[119], ninguna ultrapasa el límite de las edades históricas.
Fig. 46.—Ruinas de un "Pueblo" (Arizona).
Conclusiones generales.
Fig. 47.—En la Kiva ó estufa. (Walpi).—(B. A. E.)
12.—Teniendo en cuenta los datos y observaciones anteriores, podemos sintetizar los resultados actuales de los estudios sobre la antigüedad del hombre en América, en las conclusiones siguientes:
1.ª El hombre paleolítico del Continente Sud-Americano, fué contemporáneo de los mamíferos extinguidos.
2.ª Ya fuese por transformaciones geológicas graduales ó por repentinos cataclismos, desaparecieron éstos hombres de la faz de la tierra al par de las grandes faunas fósiles.
3.ª Ni el período ó períodos glaciales, ni los cuaternarios de duración y fecha incierta, tienen la remotísima antigüedad que algunos geólogos han querido atribuirles.
4.ª Las culturas de los "Mound-builders", "Cliff-dwellers", etc., son indígenas, neolíticas y de antigüedad relativamente reciente.
5.ª Todas las teorías é hipótesis sobre la fecha cierta de la aparición del hombre en América, son especulaciones caprichosas y prejuicios insubsistentes.
Debemos, pues, confesar nuestra ignorancia; abstenernos [44]humildemente de fijar fechas históricas á lo acaecido fuera de la historia, y guardarnos de medir por años ó siglos la ignota antigüedad de nuestra especie[120].

CUESTIONARIO
1.—¿Existe solución de continuidad entre el hombre llamado paleolítico y el neolítico?
2.—¿Hasta qué época se extienden las culturas neolíticas en América?
3.—¿Qué son y á qué edad pertenecen los Kiokkenmodingos?
4.—¿Qué son y á qué edad pertenecen los Sambaquis?
5.—¿Qué son y á qué edad pertenecen los Paraderos?
6.—¿A qué resultados han conducido las investigaciones en las Cavernas de Norte y Sud América?
7.—¿Se diferencian en algo de las Cavernas Prehistóricas Europeas?
8.—¿Qué se entiende por "mounds" ó montículos?
9.—¿Cómo se han clasificado estos monumentos?
10.—¿Cuáles son los más conocidos y notables?
11.—¿En qué parte del Continente Norte Americano abundan?
12.—¿Qué se entiende por "recintos" y "talleres"?
13.—¿Qué nos enseña su observación?
14.—¿Qué restos movibles (útiles y adornos) se han encontrado al excavar los mounds sepulcrales?
15.—¿Qué nos enseñan estos restos sobre la antigüedad y cultura de sus artífices?
[46] 16.—¿Qué se sabe sobre la antigüedad de los "mound-builders"?
17.—¿Ha existido alguna raza de "mound-builders" distinta de las razas indígenas Americanas?
18.—¿Cuál es la opinión de Thomas al respecto?
19.—¿Qué se entiende por "cliff-dwellings" y "cave-dwellings"?
20.—¿En qué parte del Continente Americano abundan estos monumentos?
21.—¿Cuáles son los más conocidos y notables?
22.—¿Qué se entiende en Arqueología Americana por "Pueblos"?
23.—¿Ha existido alguna raza especial de constructores de "cliff-dwellings", "cave-dwellings" ó "Pueblos", distinta de las razas indígenas del siglo xvi?
24.—¿Qué se sabe de la antigüedad de estos monumentos?
25.—¿Qué conclusiones generales podemos establecer respecto al problema de la antigüedad del Hombre Americano?

REFERENCIAS
Generales.—Las mencionadas en el Capítulo I. Además Keary. Dawn of History. Reclus. Earth & its inhabitants, Vol. (III-IV-V). Bancroft. Native Races of the U. S. Joly. Man before the metals. Conant. Foot-prints of Vanished Races. Keane. Compendium of Geography North America, (Vol II). Dodge. Advanced Geography. Redway & Hindman. Advanced Geography. Dellenbaugh. The North Americans of Yesterday.
Especiales.Shaler en Winsor. op. cit. Vol IV. I. J. Worsae. Prehistory of the North. (Trad. Ingsa. 1886). Dawkins. Researches on the Evidences on Caves. Hovey. Celebrated American Caves. Mercer. The Hill Caves of Yucatan. Nordeuskiold. The Cliff-dwellers of the Mesa Verde. Lumholtz. Unknown Mexico, (Vol I). Fiske. History of the U. S. Otis F. Mason. Origins of Invention. Woodburry Lowery. Spanish. Stments. Utd. Sts. (1513-1561).
Fuentes.—Narración de Castañeda. Coronado Expedition, eda. por Winship (14 Rep. B. of Etgy.), íd. íd. Relación postrera de Cibola, íd. íd. Carta Coronado á Mendoza (Agosto 1540). Pacheco y Cárdenas. Doc. Indias. Vol. XIX, p. 529. (Descto, de Cibola) y Vol. III, p. 511. (Relación Alvarado). Garcilaso de la Vega. La Florida del Inca. (Edción. Madrid. CIƆIƆCCXXIII). Descto. y Conqta. Tierra Florida, por Hdo. de Soto, escrita por un Caballero de Elvas. (1557). Ed. Hakluyt Society Londres 1851. Bureau of Etnology. An. Reports, en especial los trabajos de Thomas (Rep. 5.º 12.º) C. y V. Mindeleff (13.º-8.º-16.º-17.º). Fewkes (17 y 22). Yarrow (1.º). Holmes (2.º-16.º-115.º). Powell (5.º-4.º-7.º, etc.) Stevenson (2.º-3.º). Cushing (4.º). Mac Gee (17.º). J. J. Navarro. Expción. Islas Chinchas, 1863. Ms. Exploraciones P. Kino (S. J.). en Apostólicos Afanes S. J., escritos por un Padre de su Pcia. [48](Méjico). Barcelona 1754. Peabody Museum. Reports. 1873-1872-1874 (Jef. Wyman). 1875 (Putnam). American Naturalist 1868 (Jef. Wyman). Hewet. Explor. New Mexico (Pajarito Park). Amcan. Nnal. Archgy. Anual Rep. (1906-1907). Arch. Inst. of America. Papers. Am. Series IV. (Bandelier). Am. Asstion. Science Mayne, 1873. (White). Socté. Antrophologique, París. Vol. II. Memoires (1875-1882). Revista Museu Paulista. Vol. I, p. 95. San Pablo 1895. Moreno. Cimet, et "Paraderos", etc. (L'Antropgie. 1874). Verneau. (Id. 1894). Packard. Cave Fauna of N. A. (Mem. Nat. Acad. Sciences 1888). Putnam. Serpent Mound (Century Magne. Abril 1890). Poovell. Colorado River, etc. Hutton. Tertiary Hist. of G. Cañon Colorado (U. S. Geol. Survey, 1882, P. II). Birdsall. The Cliff-dwellings of Cañon "Mesa Verde". (Bull. Am. Geogcal. Soc. XXII). Hodge. Enchanted Mesa. (Natnal. Geogcal. Magne. VIII). Las Colecciones Arqueológicas de los Museos citados en el Capítulo I, y las del Bureau de Etnology (U. S.) (Vse. Rep. 5.º-4.º-7.º, etc.)
Bibliografía.—Las relacionadas en el Cap. I, y en especial las del "Hand Book Am. Indians. North of Mexico" Artículos. "Cliff-dwellings", "Mound Builders", "Acoma", "Katzimo", "Casa Grande", "Arizona", "Caves", etc., etcétera; las de la New Intnal. Encyclopedia. ("Mounds", "Cliff-dwellings", "Colorado", etc.), y las de Nadaillac y Farrand, op. citdas. Son también de utilísima consulta las recopiladas por Mac Gee(17 Rep. B. of. Et.), p. 50 á 122; por Winship (14 Rep. B. of Et.), p. 599; por Woodburry Lowery, op. cit., Cap. II y III, y por Icazbalceta, Bibliografía Mexicana del siglo xvi, (Mexico 1886); Colección Doctos. para la Historia de Mexico, etc.

TÍTULO II
El hombre Americano.

CAPÍTULO I
ORÍGENES Y CARACTERES ÉTNICOS.

1.—Origen de los Americanos. 2.—Evolución cultural. 3.—Inmigraciones primitivas. 4.—Caracteres físicos. 5.—Caracteres Psicológicos. 6.—Grado de cultura. 7.—Caracteres Lingüísticos: el lenguaje de gestos. 8.—Estructura de las lenguas Americanas. 9.—Su gran número. 10.—Objetos mnemónicos: "Wampum". 11.—Pictografías.
Origen de los Americanos.
1.—Tan obscuro y complejo como el problema de la antigüedad del hombre en América son los de su origen, evolución é inmigraciones primitivas. Averiguando el primero, quedarían resueltos los segundos; dilucidados éstos, aquél surgiría clarísimo. Aquí como allí confesamos nuestra ignorancia, indicando sólo puntos de partida y probables sendas que acaso algún día conduzcan á la solución deseada.
Comprobada la coexistencia del hombre Americano, con las extinguidas faunas cuaternarias y siendo innegable la unidad de la especie humana[121], de no suponer caprichosamente que la [50]cuna del linaje humano estuvo en América[122], parece lógico afirmar que los primitivos Americanos no son indígenas en el sentido estricto de la palabra, sino procedentes del hemisferio asiático de donde vinieron al Americano, antes que las convulsiones cuaternarias interrumpieran la comunicación entre los dos Continentes.
Fig. 48. Indio Tehuelche (Tipo Patagónico).
Fig. 49. Indio Caribe (Tipo de las Guayanas).
Por otra parte los modernos etnólogos, si bien confirman las antiguas clasificaciones de Linneo[123], considerando á los Americanos como rama independiente, homogénea y especializada del humano linaje; reconocen también sus afinidades étnicas con el "Hombre Mongólico."
No hay, por tanto, inconveniente en aceptar como científicamente [51]probable, la fórmula de Keane[124], y otros eminentes antropólogos, á saber: "La raza Americana emanó de la Mongólica, separándose en absoluto del referido tronco etnológico en la edad cuaternaria, sin que desde entonces hasta el siglo xº, haya testimonio históricamente cierto que demuestre la presencia en el Nuevo Mundo de pueblo alguno culto del antiguo"[125].
Fig. 50.—Tipo Esquimal (Estrecho de Behring).
Evolución cultural.
2.—Empiezan, pues, su vida los Americanos prehistóricos, completamente aislados de los pueblos del antiguo hemisferio. Sea, por consiguiente, cual fuere el grado de cultura á que en algunas regiones alcanzaron[126], estas culturas son autóc[52]tonas, independientes, netamente Americanas, y resultado exclusive de evoluciones locales, agenas á toda influencia extraña[127].
Los únicos argumentos que podrían oponerse á estas conclusiones serían los basados en hechos futuros que evidenciaran científicamente la comunicación entre el mundo antiguo y el nuevo en las edades históricas.
Fig. 51. Canoa Norte Americana.
Tales hechos, á todas luces improbables, podrían ser, por ejemplo, la presencia en alguna región Americana, de lenguas clara y etimológicamente reducibles á otras del Continente Europeo ó Asiático[128], de edificios antiguos indiscutiblemente levantados de acuerdo con prototipos Egipcios, Asirios[129], etc., [53]de inscripciones ó pictografías en las que existan caracteres cuyo origen extranjero no pueda negarse[130], ó de esculturas de buques indudablemente construídos como los triremes griegos, las galeras fenicias, ó los veleros chinescos[131].
Fig. 52.—Indio Crec. (Bahía de Hudson).
Nada de esto se ha demostrado hasta el presente, y las innumerables hipótesis de los que hacen á los Americanos descendientes directos de los Fenicios, Griegos, Cartagineses, etc., son tan caprichosas y quiméricas, como las que los suponen herederos de los habitantes fabulosos de la ensoñada Atlantida, ó las de los poligenistas que zanjan toda dificultad [54]declarándolos autóctonos[132]. Todas estas fantasías son agenas á la historia, y sería ocioso refutarlas.
Fig. 53.—Guerrero Zuñi (Pueblos).
Hasta hoy, no se conoce testimonio alguno en bronce, piedra ó material durable que enlace ambos Océanos, anillo alguno tangible que una las culturas históricas de ambos Continentes, eslabón ó arqueológica coincidencia que no pueda explicarse por las analogías culturales de los hombres de las edades líticas[133], ó por la unidad de [55]los motivos en las actividades productoras del humano linaje[134].
Fig. 54.—Modelo de "Umiak" Esquimal con su vela textil (Estrecho de Behring).
Inmigraciones primitivas.
3.—Ignoramos también la ruta ó rutas que siguieron los hombres cuaternarios en sus inmigraciones al Nuevo Continente. Vinieron indudablemente por tierra, porque las navegaciones de altura eran impracticables en aquellos remotos tiempos. La proximidad del Asia y de América por el estrecho de Behring, así como la de Islandia y la Groenlandia, ha hecho suponer á muchos historiadores y etnólogos, que en los tiempos cuaternarios no existía solución marítima de continuidad entre los referidos continentes, siendo, por tanto, probable que fueran estos los caminos seguidos por los primitivos pobladores de América[135]. Encuentran otros escritores inaceptable esta hipótesis, y sostienen, en cambio, con graves razones, que si bien la población de Norte-América, pudo haber venido por el hoy estrecho de Behring, (no por la Groenlandia), la pobla[56]ción de Sud América debió llegar por derroteros distintos[136].
La discusión de estas opiniones es estéril por carecer de base científica. Nadie conoce con certeza geográfica la conformación de tierras y mares en las edades cuaternarias; ni puede describir con exactitud los violentos cambios que las invasiones glaciales produjeron en la superficie terrestre.
Fig. 55.—Indio Ojibwa de los bosques.
Es inútil, pues, buscar en los actuales mapas, el sitio por donde los pobladores de América pasaron á sus regiones. Es evidente que existió el paso ó pasos terrestres entre ambos hemisferios. ¿Dónde?.... Ni lo sabemos, ni tal vez lleguemos á saberlo[137].
Caracteres físicos.
4.—Más interesante que averiguar los orígenes del Indio Americano es investigar su estado en la época del descubrimiento.
Disponemos para ello de gran número de materiales dispersos en las crónicas y relaciones de los primitivos historiadores y viajeros, que debemos depurar juiciosamente, comparando las observaciones á menudo parciales y erróneas de tan meritorios cronistas, con los modernos estudios etnológicos de tribus todavía existentes[138].
[57] Para proceder con orden, consideraremos primero, en general, los caracteres físicos, psicológicos, sociológicos, etc., de los Americanos, tratando de fijar un criterio de clasificación de sus numerosas tribus, y estudiando luego, en particular, las más conocidas ó de mayor interés para el historiador de América.
Fig. 56.—Indio Shanapaptiano.
El indio, en general, era ágil, bien proporcionado y de estatura media[139]: de pelo áspero, negro, y tan abundante en la cabeza como escaso ó nulo en la cara y demás partes del cuerpo[140]. El color de su piel, era cobrizo, variando en matices desde el parduzco obscuro al ligeramente amarillento[141]: Su cráneo, salvo algunas excepciones, (Esquimales, Quechuas, Calchaquies) mesocefálico y bien conformado[142]; sus pómulos prominentes; su nariz larga y aguilina en algunas tribus, y corta y chata en otras: sus ojos muy negros y casi siempre pequeños, notándose en los niños y en algunas tribus del Noroeste (E. U.) la peculiar oblicuidad del tipo Mongólico[143].
[58] Eran por lo común de constitución débil[144], muy parcos en su alimentación, fríos é indiferentes en sus relaciones sexuales, y poco resistentes á la fatiga de un trabajo rudo y constante[145]. Tenían pocas enfermedades, aunque violentas y funestas. Las deformidades físicas eran en ellos rarísimas. Su vida media más corta que la de los Europeos, su vejez más prematura é inerme[146].
Fig. 57.—Indio del Río San Juan (Región Pueblos).
Caracteres psíquicos.
5.—La exageración y la parcialidad en uno ú otro sentido ha sido hasta hace poco la nota peculiar de los juicios históricos sobre las condiciones intelectuales y morales del Indio Americano. Sólo en estos últimos años se han estudiado científicamente las razas indígenas apreciando imparcialmente sus cualidades y [59]defectos. Ni el indio fué el ser degradado y apático, ó el sanguinario demonio de algunos viajeros y cronistas[147], ni tampoco el paciente y virtuoso varón que nos pintan Palafox, Las Casas, ó sus maliciosos copistas de posteriores siglos[148]. El Indio Americano, como nosotros mismos, representa simplemente una etapa del progreso humano. La nuestra es más avanzada en su cultura pero dista mucho de ser perfecta. La capacidad mental de la raza Americana, aun siendo superior á la Africana, es inferior á la de las razas Mongólicas y Europeas[149].
Fig. 58. Cinturón ceremonial.
La iniciativa innovadora está en ella mucho menos desarrollada que el poder de conservar lo adquirido[150].
El indio, (especialmente el Norte-Americano), en su vida tribal ordinaria es alegre, decidor y sociable; pero su vanidad y convenciones sociales, le hacen en público reservado y [60]solemne. Sus entrevistas con los blancos fueron las más de las veces actos de esta clase, y de aquí el error aún persistente de concebirle siempre como un ser taciturno[151].
Fig. 59.—Pesca con flecha (Schoolcraft).
El indio, en general apático, imprevisor, indolente y enemigo del trabajo asiduo, se hace astuto y activísimo en sus crueles guerras, y sutil é infatigable en sus expediciones de caza[152]. Su estoicismo ante el dolor y la muerte tan celebrado por los historiadores, depende como su aparente gravedad de su educación y preocupaciones tribales. En la privacía de su hogar, el indio se conduce como un niño ante sus más insignificantes padecimientos físicos; pero delante de extraños, es capaz de sufrir increíbles torturas y suplicios, sin exhalar [61]una queja ni traicionar su dolor con el más mínimo gesto[153].
Es histérico y fácilmente sugestionable, curioso y extremadamente crédulo, salvo para las ideas religiosas distintas de las suyas. Su inteligencia, como la de los niños, ávida para interrogar, es perezosa para pensar é inquirir, y se contenta con la primer respuesta que obtiene, aunque sea fantástica ó absurda.
Fig. 60.—Nadowagua (Iroqueses). Prototipo indígena del amor filial.
De aquí la influencia que sobre él ejercen los embustes y hechicerías de sus "shamanes" y la facilidad con que su fortaleza sucumbe ante la enfermedad ó la desgracia[154].
[62] La más alta ambición del indio era, en general, el respeto de los demás, la buena opinión pública, el rango y distinción entre los suyos; sus principales temores, el deshonor tribal, el ostracismo ó el ridículo. Por ello guardaba fidelidad á su tribu, miraba con recelosa enemiga á las extrañas, y aborrecía ó despreciaba al extranjero á cuya civilización fué casi siempre refractario[155].
Fig. 61.—Instrumento cortante (N. A.)
Grados de cultura.
6.—Conocidos los principales rasgos etnológicos del "Hombre Americano", y teniendo en cuenta la influencia del medio y de la situación geográfica, podremos formarnos idea del grado ó grados de cultura, alcanzados por su discutida raza. No fueron los mismos en las diversas partes del Continente. La escasez de la población en algunas regiones, y las condiciones del terreno obstaculizaban todo adelanto, la agrupación en otras de numerosas gentes, y sus favorables rasgos fisiográficos determinaban la formación de zonas culturales de organización más ó menos compleja. Dejando de lado las antiguas distinciones entre pueblos salvajes, civilizados, nómadas, pastores, etc.[156], inapli[63]cables á las tribus indígenas de América, adoptaremos para fijar los términos, la notable clasificación de Morgan[157], de los grados culturales de las sociedades humanas[158].
Distingue dicho autor en los pueblos antes de llegar á la civilización, dos etapas de cultura sucesivas: el salvajismo y el barbarismo, que subdivide en tres estados subordinados ó períodos étnicos, el inferior, el medio y el superior.
Fig. 62.—Indio Guayaqui (Ríos Mondary y Acay).
Termina el estado inferior de salvajismo con la invención del fuego, y el medio con la del arco y la flecha[159]. La transición del estado superior de salvajismo al inferior de barbarismo, se caracteriza en el Continente Antiguo por la domesticación de los animales[160], y [64]en el Nuevo por la construcción de vasijas de barro.[161]
Fig. 63.—Petroglifo simbólico.
Empieza el período medio de barbarismo en América con la labranza é irrigación regular de los campos, el empleo del adobe y la piedra en los edificios, el hábil pulimento de los útiles líticos, el uso de los metales (oro, plata, cobre, bronce)[162], y el de las escrituras simbólicas y jeroglíficas.
Al período superior de barbarismo, caracterizado por el uso del hierro, no llegaron los Americanos, sino después del descubrimiento; ni mucho menos al principio de la civilización, propiamente dicha, que empieza con las escrituras fonéticas[163].
Las tribus Americanas no pasaron, pues, del período medio de barbarismo. Sus más avanzadas culturas (Incásica, Azteca, [65]Calchaqui, etc.), eran inferiores en grado á las Egipcias de los Faraones, ó á las cantadas en los poemas Homéricos[164].
No fueron tampoco tales culturas patrimonio exclusivo de determinadas tribus ó pueblos. En una misma familia lingüística había á veces tribus en estado medio de salvajismo, al lado de otras relativamente cultas, y viceversa, en todo centro cultural Americano, solían agruparse tribus de distinta lengua ó dialecto[165].
Fig 64.—Indios Timbues (Según Schmidel).
Conviene también hacer notar que estas diferencias de grado entre las culturas indígenas no son tan grandes como generalmente se ha supuesto. Si prescindimos de algunas invenciones, las culturas Incásicas ó Aztecas no distaban tanto de las Calchaquis, Zuñis ó Algonquinas, como pensaron los antiguos cronistas. Basadas en elementos esenciales comunes, tenían to[66]das semejanzas palmarias y había entre ellas una especie de aire de familia que los investigadores modernos se han encargado de evidenciar, destruyendo errores antiguos[166].
Fig. 65.—Flecha Sioux (U. S. Nat. Mus).
Caracteres lingüísticos.—El lenguaje de gestos.
7.—Hechas estas ligeras observaciones sobre los diversos grados de cultura del hombre Americano, pasemos á estudiar sus caracteres lingüísticos.
Fig. 66.—Indios Hupa (California E. U.)
Los medios usados por el Indio para transmitir sus ideas, pueden clasificarse en dos grupos: I. Medios de comunicarse entre presentes (gestos, señales, palabras), y II. Medios de comunicarse entre ausentes (objetos mnemónicos, pictografías, escritura)[167]. El Indio, en especial el Norte Americano, usó de los gestos y señales con gran amplitud é ingeniosa perfección. Los tesoros de este lenguaje peculiar, hoy en desuso, han sido recogidos por algunos etnólogos y cuidadosamente agrupados en preciosos y ricos vocabula[67]rios[168]. El Indio podía expresar con gestos, no sólo nombres propios y comunes, sino también verbos, pronombres, etc.; podía construir largos discursos, combinando los movimientos de la cabeza, el cuerpo y los brazos, y hasta introducir abreviaturas como en las escrituras pictográficas. Amplificando suficientemente estos gestos para que fueran divisados á distancia, hacía señales ópticas que sustituían á veces á los célebres fuegos anunciadores de la cercanía del enemigo, del triunfo ó derrota de sus guerreros, del éxito en las expediciones de caza, etc., etc.[169]. La gran diversidad de las lenguas Americanas contribuyó sin duda al mayor desarrollo de este lenguaje de gestos, medio de comunicación más general y á veces único entre distintas tribus ó gentes[170].
Fig. 67.—Lenguaje de gestos (1st Rep. B. A. E.) (¿Quién eres?... Pani!...)
Con la única excepción del Indio Americano, los gestos son únicamente auxiliares del lenguaje hablado, patrimonio exclusivo del hombre y señal de su origen altísimo. Compuesto este lenguaje de un número relativamente pequeño de sonidos [68]articulados, presenta, sin embargo, tan inmensa variedad de combinaciones, que á primera vista la inteligencia se pierde en el intrincadísimo laberinto de lenguas, dialectos, idiomas, formas vernaculares, etc., que en el mundo se hablaron ó se hablan.
Estructura de las lenguas Americanas.
Fig. 68.—Lenguaje de gestos (Signo Tribal de los Dakotas).
8.—Afortunadamente, los filólogos han podido referir los dialectos á las lenguas, agrupar las lenguas en familias, y éstas en los tres grupos universalmente aceptados, de las lenguas monosilábicas, aglutinantes y de inflexión[171]. Entre las aglutinantes se destaca una clase especial formada exclusivamente por las lenguas Americanas, que se conoce con los nombres de Holofrástica ó polisintética. Este tipo glotológico, peculiar al Indio Americano y desconocido en otras partes del mundo, es una forma muy especializada de aglutinación, en la cual todas las partes de la oración tienden á amalgamarse con el verbo. Su característica general es, pues, la expresión del mayor número de ideas, de frases enteras, en una sola palabra polisilábica. En tanto que el griego y el latín se valen de sus inflexiones; el copto, el hebreo y las lenguas semíticas de sus afijos y sufijos, y el chino de la unión de partículas significativas, las lenguas Ame[69]ricanas, intercalando sílabas y aun uniendo simples letras procedentes de las expresiones que han de sumarse al tema ó raiz, forman una oración en un solo vocablo. Así, por ejemplo, en el dialecto Algonquino, la palabra "nadholiniu" que significa "tráenos la canoa" está formada por los vocablos "natem" trae, "amochol" canoa y "niu" á nosotros, elididos y reducidos á uno solo con la letra "i" como elemento eufónico[172].
Fig. 69.—Interior de una "Kiva" ó Estufa (Indios Pueblos).
Su gran número.
9.—Asombra á historiadores y filólogos el gran número de lenguas extinguidas ó en uso que se hablaban en el Nuevo Continente, así como sus hondas diferencias fonéticas dentro de la uniformidad de su estructura holofrástica. El "Bureau of Etnology" de Washington ha clasificado al Norte de Méjico 59 [70]familias lingüísticas (stocks), comprendiendo cada una 30 á 50 lenguas distintas y buen número de dialectos, mutuamente ininteligibles aun para las tribus á veces muy cercanas á que respectivamente pertenecían[173]. El número y variedades fonéticas de las lenguas de la América Central y del Sur, es acaso mayor que en América del Norte y su clasificación dificilísima, á pesar de los valiosos trabajos aislados que sobre ellas existen[174]. Keane en su Mapa Etnológico de Sud América, enumera cerca de 50 familias lingüísticas. El Conde de la Viñaza cataloga cerca de mil lenguas de vocabulario y gramática conocidos. Markham, sólo para las tribus del Amazonas, nos habla de 905 dialectos[175]. Algunas tribus tenían dos lenguas, una hierática, é inteligible sólo para los iniciados, y otra vulgar y de uso corriente[176]. [71]En algunas regiones el continuo contacto comercial del Europeo y el Indio, dió lugar además á jergas especiales (jargon)[177] compuestas con palabras Europeas é Indígenas. En medio de esta curiosa Babel lingüística, no es extraño que los misioneros sufrieran desencantos amargos al ver que después de estudiar durante años una lengua ó dialecto Americano, no podían catequizar con ella sino á una sola tribu ó á reducido número de Indios[178].
Fig. 70.—Guerrero Seri (Isla Tiburón) 17. An. Rep. B. A. E.
Objetos mnemónicos: Wampum.
Fig. 71.—Wampum.
10.—El primitivo y simplicísimo método de comunicación entre ausentes, que consistía en el uso de "objetos simbólicos" ó "marcas mnemónicas", alcanza acaso su mayor perfección en los "quipus" ó cuerdas con nudos de los Incas, que en su lugar estudiaremos, y en el "wampum" de los Indios de Norte América. El "wampum" empleado por las tribus indígenas del N. E. de los Estados Unidos, y en especial por los Iroqueses, era unas veces á manera de rosarios de conchas de diversos colores, y otras bordados especiales hechos en cinturones anchos con las referidas conchas. Recordaban estos objetos tratados, hechos históricos, alianzas tribales, etc., cuya memoria perpetuaba el Indio asociándola en cada caso con una forma particular de dibujo, colorido y bordado de las conchas. Claro [72]es que el "wampum" sólo tenía significado para los que conocían el acontecimiento particular que simbolizaba. Estos hechos debían recordarse á la tribu, para lo cual se exhibían de cuando en cuando los cinturones simbólicos[179]. Además de estos usos mnemónicos, el "wampum" en conchas sueltas se usó como moneda ó intermediario de cambios por la mayor parte de las tribus de la costa Atlántica de América del Norte, antes de la llegada de los Europeos[180].
Pictografías.
Fig. 72.—Petroglifo en California.
11.—Los métodos mencionados son los precursores de la escritura simbólica propiamente dicha, que empieza á manifestarse rudimentariamente en aquellas pictografías ó dibujos de imperfectas líneas y variados colores, que expresan sucesión de ideas y no simples representaciones de objetos[181]. El número de estas pictografías (que acaso emanaron del lenguaje de gestos) es enorme entre las tribus Americanas. Desde Alaska hasta Patagonia, apenas hay región del Nuevo Continente donde no se hayan encontrado algunos ejemplares. Expresan mensajes, historias de caza, costumbres, cantos, ritos religiosos ó mágicos, y á veces son verdaderos cómputos de años, recordados por la representación gráfica del hecho más notable acaecido en sus inviernos (Winter-tales)[182]. La factura artística de estas [73]pictografías es ruda, infantil, y muchas veces grotesca. Algunas son de simbolismo ingeniosísimo; llegando hasta representar sólo una parte del objeto para significar el todo (la cabeza ó las huellas de un animal por el animal mismo); ó expresando con dibujos convencionales ideas generales y complejas[183]. Los materiales de estas pictografías eran variadísimos. Se dibujaban en las rocas y piedras, en pedazos de madera ó de corteza de árbol, en las pieles y cubiertas de las chozas, en las armas, conchas y vasijas, mantas y demás objetos de uso, y hasta en el cuerpo humano mismo, donde tatuaba el indio con perfección extraña sus distintivos tribales ó totémicos[184].
Fig. 73.—Petroglifo del Cajón de los Cipreses (República de Chile).
Las pictografías más notables son, sin duda, las de los Algonquinos, cuyo sistema simbólico, extensamente empleado para preservar su historia y los ritos de sus sociedades secretas[185], se acerca mucho á las escrituras jeroglíficas de los Aztecas y los Mayas.
[74] Si se exceptúan estas escrituras y los silabarios "_Micmac_"[186] ó "Cherokees"[187], relativamente modernos é influenciados evidentemente por los alfabetos Europeos, los objetos mnemónicos y las pictografías descritas fueron los únicos medios de que dispuso el Indio Americano para comunicar sus ideas á través del tiempo y el espacio.

CUESTIONARIO
1.—¿Qué se sabe del origen de los Americanos?
2.—¿Son autóctonos, ó vinieron del Continente Asiático?
3.—¿La raza Americana, es uniforme?
4.—¿Tiene relación con la Mongólica?
5.—¿Las culturas Americanas, son indígenas?
6.—¿Por dónde vinieron á América sus pobladores?
7.—¿Cuáles son los principales rasgos físicos del indígena Americano?
8.—¿Cuáles sus principales rasgos psíquicos?
9.—¿Deben aceptarse sin examen crítico las observaciones de los antiguos cronistas?
10.—¿Cómo clasifica Morgan los grados de cultura de los pueblos?
11.—¿Cuándo pasa el hombre del período superior de salvajismo al inferior, y al medio de barbarismo?
12.—¿Cómo se caracteriza en América el período medio de barbarismo?
13.—¿Llegaron los Americanos al grado superior de barbarismo antes del descubrimiento?
14.—¿Eran las culturas Americanas patrimonio de determinadas tribus?
15.—¿Era muy grande la diferencia entre las culturas Americanas?
[76] 16.—¿Usaba mucho el indio Americano de los gestos y señales?
17.—¿Cuál es la característica glotológica de las lenguas Americanas?
18.—¿Eran muchas estas lenguas?
19.—¿Cuáles son las principales tentativas de su clasificación en familias lingüísticas?
20.—¿Usaba el indio Americano de objetos mnemónicos?
21.—¿Qué es el "wampum" y cuáles fueron sus principales usos en la América indígena?
22.—¿Cuáles son las primeras manifestaciones en la América indígena de las escrituras simbólicas?
23.—¿Eran muy abundantes en América las pictografías?
24.—¿Cuáles eran sus formas, objetos, materiales, etc.?
25.—Exceptuando los silabarios Micmac y Cherokees ¿cuáles fueron los únicos medios de que dispuso el Indio Americano para comunicar sus ideas entre ausentes?

REFERENCIAS
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Mapa Etnológico y Filológico de Sud América demostrativo de la probable posición geográfica de las distintas familias lingüísticas (Keane—South-America).

CAPÍTULO II
CARACTERES SOCIOLÓGICOS

1.—El Matrimonio. 2.—Matriarcado. 3.—Poligamia y Monogamia. 4.—Condición de la mujer. 5.—Educación de los hijos. 6.—Las costumbres mortuorias. 7.—Organización política. El "clan" y la "gens". 8.—Totemismo. 9.—La "fratria" y la tribu. 10.—Consejo tribal. 11.—Jefes tribales. 12.—La Confederación. 13.—Organización Económica. La propiedad. 14.—Los Gobiernos despóticos. 15.—Relaciones inter-tribales. El Comercio. 16.—La guerra. 17.—Armas ofensivas y defensivas.
El matrimonio.
1.—El estado de naturaleza en que todas las mujeres pertenecen á todos los hombres, y éstos á todas las mujeres, sólo ha existido en la imaginación de poetas y filósofos. La teoría de la promiscuidad primitiva ha sido rechazada por la ciencia. Aun entre las tribus más salvajes de América, la unión entre el hombre y la mujer tenía ciertos derechos reconocidos y estaba sujeta á ciertas reglas. Entre éstas, la más característica y acaso la más extendida é invariable, era la llamada "ley de exogamia", ó matrimonio fuera del clan ó linaje en contraposición á la endogamia ó matrimonio dentro del referido grupo. En América, los miembros de un mismo "clan" ó "gens" no podían contraer matrimonio, y la violación de esta regla se castigaba severísimamente.
El matrimonio se realizaba usualmente por compra en especie, dádivas ó prestación de servicios[188] á la familia de la mu[82]jer, y la elección de ésta solía corresponder antes que al individuo á su familia ó grupo.
Matriarcado.
2.—Ahora bien, desde que los progenitores del indio no podían pertenecer al mismo clan, para determinar su filiación debía forzosamente prescindirse de uno de ellos. Salvo contadas excepciones, se prescindía del padre y se asignaban los hijos al linaje materno.
Esta costumbre de los pueblos salvajes, que los etnólogos designan con el nombre de matriarcado, impedía generalmente el incesto y las alianzas entre cercanos parientes.
Fig. 74. En el hogar indígena (Pueblos).
Poligamia y monogamia.
3.—La forma del matrimonio Americano estaba principalmente determinada por consideraciones económicas. En las regiones en que la vida era ruda y difícil, se contentaba el Indio con una sola mujer; en los climas calientes y tierras fértiles, la facilidad misma de la vida le inclinaba á la poligamia.
Importaba casi siempre esta última un cambio de sistema de filiación. El protector nato de los hijos, no era como en el matriarcado su tío paterno, sino su propio padre (patriarcado) que disponía de ellos á su antojo y podía hasta regalarlos ó venderlos.
En América del Norte prevalecía la monogamia, en la del Sur la poligamia, pero en ambas regiones la duración del ma[83]trimonio era precaria, dependiendo las más de las veces de la voluntad ó el capricho de los contrayentes[189].
Condición de la mujer.
4.—Las costumbres matrimoniales y la condición de la mujer variaban mucho. Mientras en las tribus en que predominaba la monogamia y el matriarcado, la mujer era dueña en el hogar y tenía tanto ó mas valor que el hombre, al que podía hasta expulsar de su tienda, en las poligamas, la mujer era considerada como una esclava, como cosa del patrimonio del marido, simple objeto de brutales placeres, ó bestia de labor y de carga. De aquí la escasa fecundidad del hogar salvaje, el abandono de los hijos y los infanticidios[190].
Fig. 75.—Una familia indígena.
Educación de los hijos.
5.—Decidida sin embargo por los padres indios, la vida y crecimiento del niño, protegían su infancia cuidadosamente. Los ritos, costumbres y ceremonias natales para defender la criatura de los malos espíritus y propiciar en su favor los [84] tutelares de su grupo ó tribu, eran muchos y curiosísimos[191]. La lactancia duraba tres, cuatro, y á veces diez y doce años.
Al llegar á la pubertad, y después de someterse á pruebas especiales de iniciación, en ceremonias solemnes y públicas, el niño recibía su nombre cuya imposición y cambio, eran para el Indio materias de capital importancia.
Fig. 76.—Acarreando agua.
Solo podía adquirirlo en los mencionados ritos iniciatorios, á los que generalmente concurría toda la tribu, ó por especial habilidad en la caza y la guerra. Como se suponía mágicamente enlazado con las divinidades tutelares, no se usaba nunca en las relaciones con los extranjeros. El nombre, en suma, era una verdadera propiedad que podía perderse por deshonra, enfermedad ó desgracia, cambiarse por motivos especiales y hasta enajenarse ó darse en prenda. El indio, una vez declarado adulto, era dueño absoluto de sus acciones é independiente de sus progenitores. Si seguía viviendo con ellos, más bien que padres é hijos parecían extraños reunidos casualmente. Olvidaba pronto los beneficios recibidos, miraba á sus padres con perfecta indife[85]rencia, ó, considerándose superior á ellos, les trataba con crueldad y desprecio[192].
Costumbres mortuorias.
6.—La suerte de los ancianos no era por tanto envidiable. Salvo los shamanes, adivinos, etc., los demás indios viejos, débiles ó inútiles para la caza ó la guerra, eran considerados por su tribu como pesada carga y desaparecían natural ó violentamente.
Las costumbres mortuorias estaban basadas en la creencia constante en la inmortalidad de las almas. Concebía el indígena la vida de ultratumba como un estado feliz, en que los guerreros después de muertos gozaban en regiones fertilísimas de todos los bienes que ansiaron en la tierra.
Fig. 77.—Sepultura de piedra (Illinois).
Esta concepción material de la vida futura, originó acaso la costumbre de enterrar los cadáveres con sus armas, vestidos, utensilios, etc., generalmente quebrados, para indicar que también acompañaba al muerto el alma de las cosas en su viaje por las regiones desconocidas, á las que no debía partir sin medios de defensa.
Fig. 78.—Momia descubierta en una cueva de Alaska.
En algunas tribus se enterraban con los jefes militares sus caballos y hasta sus esclavos y mujeres, para que el muerto pudiera presentarse en la vida futura con la misma dignidad y rango que gozó en la tierra. En otras se creía al individuo animado de varios espíritus que desempeñaban oficios distintos [86]después de su muerte. Uno, por ejemplo, quedaba con el cuerpo, otro vagaba como fantasma por la aldea; y otro acompañaba al guerrero á los "dichosos prados de abundante caza y pesca"...
Las formas de sepultura eran variadísimas. Se colocaban los cadáveres en cisternas, sepulcros, urnas funerarias, bajo montículos, en grutas y cavernas, etc. En algunas tribus los embalsamaban y momificaban; en otras se cremaban guardando ó aventando las cenizas, ó se exponían colocándolos en los árboles ó en elevadas plataformas, á la voracidad de las aves carniceras.
Fig. 79.—Sepultura Dakota (Yarrow).
Fig. 80.—Sepultura arbórea (Yarrow).
Las manifestaciones de duelo consistían en gritos, lamentos, orgías especiales de dolor, vestiduras desgarradas, mutilaciones y crueles heridas, con el fin general de aplacar la cólera del alma vagabunda del muerto[193].
Organización política. El "clan" y la "gens".
7.—La profunda diversidad de las estructuras sociales de los Aborígenes Americanos y la carencia de datos sobre muchas de ellas, hacen imposibles las generalizaciones al respecto.
Podemos, sin embargo, afirmar, por vía de síntesis, que la base fundamental de las organizaciones políticas conocidas de los Indios del Norte y Sur de América era el parentesco, y que el factor más importante de sus rudimentarias sociedades era el "clan" ó linaje (gens); es decir, el grupo ó grupos de parientes más ó menos cercanos, maternos ó paternos, reales ó ficticios, que convivían en determinada vivienda, con obligación de ayudarse mutuamente[194].
El indio se debía al clan antes que á su propia familia. Si el interés de sus deudos estaba en oposición con el de su clan, debía prevalecer este último. En los delitos de sangre correspondía al clan de la víctima exigir compensación al clan del victimario.
Fig. 81.—Elevando el cadáver (Yarrow).
Las funciones civiles del clan eran importantes. Elegía sus jefes y podía destituirlos. Eran éstos jefes civiles (sachems) ó militares (caciques, etc.), dependiendo la elección de estos últimos de sus condiciones é influencia.
[88] En tiempo de guerra, los jefes militares tenían autoridad omnímoda en la tribu; pero concluída ésta perdían dicha autoridad, quedando sometidos al "Sachem" como cualquier otro de los miembros de su grupo.
Los jefes civiles dirimían las disputas entre los individuos de su clan ó linaje, y cuando no podían resolverlas las elevaban al Consejo del mismo, que resolvía también las cuestiones de interés general para el grupo en deliberaciones libres y decisiones incuestionables.
Fig. 82.—Manifestaciones de dolor (Mujeres Sioux).
Creía en general el indio que el clan estaba dotado de cierto poder mágico que aumentaba ó disminuía con el número. Para evitar, pues, la disminución de la vitalidad del clan ocasionada por la pérdida de vidas en las incesantes guerras indígenas, era costumbre establecida adoptar individuos de otros clanes, y á veces clanes y tribus enteras, que venían ipso-facto á formar parte integrante del clan que les adoptaba. En los casos de adopción por com[89]pensación de delitos de sangre, el victimario, previa aceptación de la madre de la víctima, asumía en el clan adoptante las obligaciones y prerrogativas del hijo muerto[195].
Totemismo.
8.—Las ideas de parentesco entre los miembros de un mismo clan ó linaje, enlazadas en la mente del indio con las de poder mágico á dicho clan inherente, se sintetizaban casi siempre en el "totem", institución social y religiosa de origen ignoto y carácter extraño, común á casi todas las sociedades primitivas y muy especialmente á los aborígenes de América.
Fig. 83.—En el Consejo.
El "totem", para el indio Americano, era una clase cualquiera de objetos, generalmente animales ó plantas, considerados las más de las veces como divinidades tutelares por los miem[90]bros de un mismo clan ó linaje, que se creían relacionados con dicha especie de animales ó plantas por descendencia mítica ó misterioso parentesco. Los clanes se distinguían de ordinario con el nombre genérico de su totem. Los animales y plantas de la especie totémica eran para el indio sagrados é intangibles (taboo); prodigaba sus imágenes en pictografías y esculturas, y las reproducía sobre toda clase de objetos con fines supersticiosos y simbólicos (amuleto, defensa), ó representativos y heráldicos (nombre del clan, etc.)[196].
Fig. 84—Entre los "Cliff Dwellers".
La fratria y la tribu.
9.—Los distintos clanes y gentes se agrupaban de ordinario en dos ó más grupos intermedios, también exogámicos, llamados por los Etnólogos "fratrias". La base de estos grupos era mitológica, y sus funciones más bien ceremoniales que políticas[197]. El conjunto de clanes, gentes y fratrias de un territorio [91] determinado y de la misma lengua ó dialecto, formaban en general la agrupación indígena conocida con el nombre de "tribu". Difería este conglomerado social de sus componentes (clan, gens, fratria), no sólo por el número de sus individuos, sino por el carácter mismo del vínculo que los mantenía unidos entre sí y separados de las demás tribus ó pueblos.
La nota característica y distintiva de la tribu, no era únicamente el parentesco entre sus miembros, sino la comunidad de nombre, de gobierno, de territorio, y principalmente de lengua ó dialecto[198].
Fig. 85.—Expulsados de su clan.
Consejo Tribal.
10.—El rasgo más interesante de la organización de las tribus era su Consejo, formado por los principales jefes y los delegados de los clanes ó gentes. Tenía este Consejo autoridad suprema en los asuntos tribales, hacía la paz, las alianzas ó la [92] guerra, y decidía sin apelación las diferencias entre los diversos linajes.
Fig. 86.—El "Calumet" ó Pipa ceremonial.
El espíritu de tan peculiar asamblea, era esencialmente democrático; podía opinar en sus reuniones cualquier varón adulto, y hasta las mujeres mismas por medio de los oradores que eligieran al efecto[199].
Jefes Tribales.
11.—En general, las tribus no tenían jefe supremo, aunque en ciertos casos se reconocía mayor rango y autoridad en un sachem ó cacique cualquiera, dándole facultades extraordinarias para representar la tribu en los casos en que el Consejo no había podido convocarse. Su gestión, sin embargo, estaba sujeta á la ratificación posterior de dicho Consejo, dependiendo además su autoridad de sus condiciones personales y de su influencia en los diversos clanes ó gentes.
Fig 87.—Tambor ceremonial.
Designar estos jefes temporales con el nombre de reyes, soberanos, emperadores, etc., como lo hicieron los antiguos conquistadores y cronistas, es en absoluto erróneo. Si alguno de los referidos jefes por la fuerza de las circunstancias adquiría en un momento dado excepcio[93]nal relieve, no dejaba por ello de ser, dentro de su tribu, un simple jefe electivo y temporal que nada tenía de monarca[200].
Las Confederaciones.
12.—Cuando por segmentación de una tribu se formaban otras nuevas, la relación entre las tribus así formadas y las primitivas se reconocía comúnmente por sus individuos, aunque fuera tradicional y remota.
Fig. 88.—Distintivos de Jefes.
Esta idea de relación ó parentesco originario, y el constante temor de agresiones armadas de las tribus extrañas, hizo naturales y frecuentes las uniones entre tribus afines para mutua protección y defensa.
[94] Tal fué indudablemente el origen de las Confederaciones Tribales, institución también característica de los aborígenes de América.
Fig. 89.—Postes Totémicos (Museo Británico).
Las Confederaciones más conocidas y curiosas son la Azteca y la Iroquesa. Las de los Mokis, y los Dakotas, tuvieron también duración considerable. Otras no pasaron de alianzas ocasionales y efímeras[201].
Organización económica. La propiedad.
13.—En la sociedad indígena, el nombre, el rango, los derechos ceremoniales y los objetos de uso personalísimo (armas, vestido, etc.), era lo único que pertenecía al individuo; la tierra, el bosque, la casa, etc., eran propiedad común del clan ó la tribu, que tenían derecho de excluir de ellos á todas las demás tribus ó bandas.
"La tierra, como el agua y el fuego, no puede venderse", decía un indio Omaha.
Los mismos que la labraban tenían solo sobre ella un relativo usufructo.
Si los indios se reunían para determinadas expediciones de caza ó pesca; si los del Misouri, por ejemplo, se combinaban en bandas para cazar el búfalo, ó los Esquimales juntaban sus [95] "kayaks" en flotilla para pescar ballenas, el búfalo ó la ballena así adquiridos eran propiedad común. Todos tomaban de todo el botín lo necesario para su subsistencia.
En el clan residía ordinariamente el derecho hereditario. Cuando el indio moría, los objetos de uso personalísimo acompañaban al cadáver, y el resto de sus útiles pasaba en propiedad común al clan, y sólo en uso á los parientes más próximos.
En general, la repartición de los bienes comunes era equitativa, dependiendo, naturalmente, del modo de su producción, base económica de los sistemas distributivos tribales.
Fig. 90.—Armadura Tlinkit (Alaska).
El concepto moderno del derecho de propiedad, fué completamente extraño á los grupos sociales de América. Ni entre los Aztecas y los Incas, cuya curiosa organización económica estudiaremos más adelante, existieron desigualdades sociales, basadas en la mayor ó menor riqueza. Las palabras rico y pobre no tenían equivalente en sus lenguas[202].
Los gobiernos despóticos.
14.—Claro es que las organizaciones sociales descritas son, por decirlo así, el tipo ideal de la mayoría de los gobiernos indígenas de América, y que sería, por tanto, un grave error el suponer que los elementos todos del sistema se respetaban en todo el Continente.
El indio Americano, aun refrenado por las obligaciones para con su clan ó su tribu, amaba sobre todo su libertad salvaje y odiaba todo privilegio.
Fig. 91.—Trofeo de victoria.
Si obedecía á sus sachems y jefes militares, era por considerarlos como representantes de su grupo; pero conservaba siempre las ideas de igualdad é independencia, características de la vida indígena. Fuera, sin embargo, debido á las influencias enervantes de un clima cálido, á la mayor aglomeración de gentes en territorios fértiles y consiguiente desarrollo de la agricultura, á la introducción del patriarcado y la poligamia, ó á cualquier otra causa, el indio abdicó en algunas regiones su carácter independiente é indómito, para someterse servilmente á la voluntad de sus mandatarios.
La idea religiosa debió sin duda influir decisivamente en esta curiosa transformación política. Desde que el indio empezó á mirar á sus jefes como profetas, augures ó predilectos confidentes de sus divinidades tutelares, se convirtieron para él en seres superiores y les rindió homenajes reverentes. Si se creía á los jefes parientes cercanos del sol ú otra divinidad cual[97]quiera, el mando supremo debía permanecer en su familia y la autoridad electiva hacerse hereditaria y despótica.
Así surgieron en América los degradantes absolutismos de los gobiernos Incásicos, Chibchas, etc., cuya constitución especial estudiaremos en los Capítulos siguientes[203].
Fig. 92.—Jefe de los Minatarees (Cattlin).
Relaciones Intertribales. El Comercio.
15.—En general las relaciones entre los pueblos son de tres clases, simpáticas, neutrales ú hostiles. Las primeras propias de los civilizados (fiestas internacionales, exposiciones, etc.), eran completamente desconocidas en la América Indígena. Las relaciones neutrales (Comercio) estaban bastante desarrolladas. Ciertos artículos abundantes en determinadas regiones (cobre, mica, piedras [98] pintadas, conchas, etc.), tenían en otras gran demanda y eran objeto de frecuentes tratos. Los Esquimales comerciaban entre sí y con las tribus Algonquinas. El "wampum" de los Iroqueses se aceptaba en general como moneda en la región de los grandes lagos. Las tribus del Missisipí suministraban pieles á los Pueblos, en cambio de alfarerías, mantas, cuentas, algodón, etc. Las pipas adornadas de los Haidas (Vancouver), se han encontrado en tumbas de las márgenes del Río Delaware. Los Aguas y Curuziraris (Brasil), proveían á sus vecinos de vasijas y tejidos. Los Arecunas pagaban en algodón las alfarerías de los Caribes, y en general, puede afirmarse que fueron raros en América, los grupos tribales que vivieron en completo aislamiento[204].
Fig. 93.—Jefe de los Mandanes (Cattlin).
La guerra.
16.—Las relaciones neutrales eran, sin embargo, la excepción y no la regla en el vivir intertribal de los Aborígenes de América. De no existir entre dos tribus un tratado expreso de paz, se consideraban siempre como hostiles y en estado de guerra. Las virtudes militares eran las más honrosas. El marchar por [99] la senda de la guerra era voluntario para el indio, pero ninguno dejaba de hacerlo por temor de que su tribu le despreciara como cobarde. Amaban la lucha desde niños, sus juguetes preferidos eran las armas, las batallas su ambición única.
El indígena peleaba para conseguir provisiones, tierras de caza, bosques y prados fértiles, esclavos ó mujeres y principalmente para vengar ofensas, asesinatos ó ataques de las tribus extrañas.
Fig. 94.—Jefe Cheyenne.
La muerte natural de un individuo atribuída por su tribu á maleficios de las hostiles, bastaba á veces para emprender una guerra. Si un caudillo influyente decidía una expedición guerrera nunca le faltaban compañeros.
A veces las hostilidades se reducían á simulacros y danzas guerreras para inspirar terror á los enemigos. Otras veces eran simples algaradas ocasionales y violentas.
Iniciada la guerra, terminaba difícilmente. El implacable talion indígena reclamaba satisfacción de sangre por cada gue[100]rrero herido ó muerto, y por consiguiente, si no se formulaba un tratado de paz, solo cesaban las hostilidades con la extinción de las tribus en lucha.
El arte militar apenas se conocía. Prescindiendo de las ventajas naturales, las fortificaciones indígenas consistían en cercos, empalizadas ó rudos baluartes de tierra defendidos por fosos.
Fig. 95.—Jefe Sauk (Cattlin).
La sorpresa y la emboscada eran los únicos ardides tácticos del Indio. Algunas tribus se pintaban de colores parduzcos para confundirse con la yerba al avanzar arrastrándose. No daban cuartel; mataban sin remisión á sus enemigos y saqueaban é incendiaban sus chozas ó tiendas. Si conservaban algunos prisioneros era para luego sacrificarlos, esclavizarlos, y en casos excepcionales adoptarlos. El arrancar la cabellera del guerrero muerto (escalpe), era costumbre general en Norte América. Las cabelleras enemigas fueron los trofeos favoritos del indio, ya por creer que poseyéndolas tenía cierto poder sobre el alma de su víctima ó simplemente por atestiguar su valentía y hazañas.
A veces se notificaba al enemigo la declaración de guerra en[101]viándole objetos simbólicos. Antes de emprender la campaña celebraban los guerreros ritos y danzas especiales para avivar su luctuoso entusiasmo. Si volvían victoriosos, se embriagaban hasta el delirio en otras danzas y ceremonias de triunfo, rivalizando los hombres, las mujeres y hasta los niños, en atormentar cruelmente á los prisioneros, sin otro límite á su furor que el miedo de abreviar la duración de su sanguinaria venganza.
Fig. 96.—Formas del arco.
Fig. 97.—Transportes terrestres (Laffitau).
En medio de sus espantosos sufrimientos, las víctimas entonaban sus cánticos guerreros, é irritaban hasta espirar con despreciativos insultos, la vengativa rabia de sus verdugos, que excitados y sedientos de sangre, acababan por despedazar al cautivo, devorando sus carnes en repugnante y canibalística zambra.
Fig. 98.—Hacha.
El más brillante triunfo del guerrero cautivo, era su valor y resistencia en el tormento. Abreviarlo suicidándose, era considerado como un acto de cobardía y castigado con la infamia.
Fig. 99.—Cuchillos.
El torturado que daba señales de debilidad era muerto inmediatamente y con desprecio, pues se consideraba indigno de ser tratado como hombre, al que no sabía sufrir como valiente.
Armas defensivas y ofensivas.
17.—Siendo en definitiva las guerras indígenas una especie de "caza de hombres" las armas ofensivas y defensivas del cazador no se diferenciaban mucho de las del guerrero. Sería interminable detallarlas. Sus clases, materia y formas, variaban con las regiones y grado de cultura de las distintas tribus, que como ya dijimos, no alcanzaron á conocer el hierro. Las principales armas ofensivas eran la lanza, el hacha, (tomahawk), la maza, el palo arrojadizo, la cervatana, las bolas y en especial el arco y la flecha de punta de piedra lanceolada, ó en zig-zag imitando al rayo, caña de diferente longitud y adornos de plumas ó pelo.
[103] Algunas tribus envenenaban sus saetas con una pócima, (yerba) que hacían echando dentro de una olla diversos venenos, y haciéndolos hervir para darles punto. El herido de yerba, por maravilla escapaba de la muerte y hasta las mujeres mismas que fabricaban el tósigo, solían acabar emponzoñadas por sus vapores deletéreos.
Fig. 100.—El Escalpe.
Como armas defensivas, usaban los indígenas escudos de madera ó cuero, adornados con pictografías simbólicas, armaduras de construcción ingeniosa y variadas materias, corazas de algodón, pita, etc., yelmos y máscaras de madera de formas grotescas coronadas de plumas emblemáticas. Llevaban tam[104]bién como defensa fetiches y amuletos de todo género (saquitos májicos de los Navajos, ghost-shirt de los Dakotas, etc.), en cuyas virtudes confiaban supersticiosamente. Claro es, que si bien la venganza comunal fué uno de los principales incentivos de la guerra india antes del descubrimiento, á la llegada de los Europeos las cosas cambiaron de aspecto. El enemigo común determinó alianzas inter-tribales antes no soñadas; las guerras se hicieron defensivas y mas crueles con el uso del hierro; algunas tribus buscaron para destruir á sus enemigos, el auxilio de los blancos; se trastornó en fin en ab[105]soluto, la vida de las tribus indias y se inició la dolorosa historia, la tragedia magna y todavía no escrita, de sus desesperadas luchas con los blancos, de la extinción paulatina de sus guerreros, de la fusión de su raza en la raza del conquistador y del fuerte[205].
Fig. 101.—Danza Guerrera (Schoolcraft).
Fig. 102.—Torturando el prisionero (Lafitau).

CUESTIONARIO
1.¿Existió en la América Aborigen el llamado estado de naturaleza?
2.¿En qué consiste la Ley de Exogamia?
3.¿Qué se entiende por Matriarcado?
4.¿Existía en América la Poligamia y la Monogamia?
5.¿Cómo influían estas dos formas de matrimonio en la condición de la mujer India?
6.¿Cómo educaba el Indio á sus hijos?
7.¿Qué importancia tenía entre los Indios el nombre?
8.¿Cuándo y cómo se adquiría ó perdía?
9.¿En qué relaciones estaba el Indio adulto con sus padres?
10.¿Cuáles eran las principales costumbres mortuorias en la América Indígena? ¿Con qué creencias se vinculaban?
11.¿Cómo estaba organizado y qué importancia social tenían los "clanes" ó "gentes" indígenas?
12.¿En qué estaba basada la costumbre de la adopción?
13.¿Qué era el Totem? ¿En qué consistía el Totemismo?
14.¿Qué funciones y carácter tenían los fratrias en América?
15.¿Cómo estaba organizada la tribu Americana?
16.¿Qué importancia tenía el Consejo Tribal?
17.¿Cómo se elegían, y de cuántas clases eran los Jefes Tribales? Errores de los antiguos cronistas al respecto.
18.¿Cómo se formaron las Confederaciones indígenas, y cuáles son las más conocidas?
19.¿Tenían los Americanos ideas de propiedad privada?
[107] 20.¿Qué causas influyeron en la formación de los gobiernos despóticos en América?
21.¿Comerciaban entre sí las tribus indígenas?
22.¿Predominaban en América las relaciones hostiles entre las diversas tribus?
23.¿Cuál era el carácter y peculiaridades de la guerra indígena?
24.¿Cuáles eran las armas defensivas y ofensivas del Indio Americano?
25.¿Se transformaron las costumbres guerreras y sociales del Indio después de la llegada de los Europeos?

REFERENCIAS
Generales.—Las mencionadas en el Capítulo anterior. Además: Mac Lennan. Studies in Ancient History. Baschofen. Das Muterrecht. Spencer. Principles of Sociology. Heckenwelder. History of the manners & customs of American Indians. Westermarck. Origin of Human Marriage (1890). Irko Hirn. Origins of Art. Mayne. Early History of Institutions. Vargas Machuca. Milicia Indiana (Ed. Suárez, 1892). Windsor. Narr.& Critic History of America, I. Apéndice III, pág. 417.
Especiales.Morgan. Systems of Consanguinity (1871). Powell. Wyandot Governement (B. A. E. 1rst An. Rep.). Dorsey. Omaha Sociology (3rd An. Rep. B. A. E.) y Siouan Sociology. (15 An. Rep. B. A. E.). Letourneau. Evolution of Marriage. Arriaga. Extirpación de la Idolatría en el Perú. Jenks. Childhood of Jishib, the Ojibwa. Fewkes. Hopi Katcinas (21 Rep. B. A. E.). Matilda Stevenson. Religious Life of the Zuñi Child (15th Rep. B. A. E.). Yarrow. A further contribution to the Study of Mortuary Customs American Indians (1st Rep. B. A. E.) y sus preciosas bibliografías. Galanti. S. J. Compdio. Historia do Brazil. I. Miss Fletcher. Import of Totem (Amcan. Asstion. Detroit. 1897). Frazer. Totemism (London 1897). Morgan. League of the Iroquois. Edición Dodd-Mead, 1904. Markham. Narrative Hist. of King Phillip War. Meléndez. Tesoros Verdaderos. Giliii. Nachreis y Lande Guiana. Hoffmann. Menomini Indians (14 Rep. B. A. E.). Mac Cawley. Seminole Indians (5th An. Rep. B. A. E.). Cassani. Hist. Nvo. Reino de Granada. Rau. Smithsonian Report. (1872). Thurn. British Guiana. Letourneau. L'Evolution du Commerce. Mason. Bows, Arrows & Quivers N. American Indians (Smithsonian Rep. 1893). Hough. Primitive Amcan. Armour (Rep. U. S. Nat. Mus. 1893). Mooney. Ghost Dance Religion (14th Rep. B. A. E.). Colden. History Five Nations.
[109] Fuentes.—Las relacionadas en el Capítulo anterior, exceptuando las lingüísticas especiales, y Bernal Díaz del Castillo. Hist. Verdadera Conqta. Nva. España. Castañeda. Relación de la Jornada de Cibola. Expedición de Coronado á Nuevo Mexico. (15th An. Rep. B. A. E. Winship). Hakluyt. Principal Navigations. III. Academia de la Historia. Colección Muñoz. Pacheco y Cárdenas. Colección Documentos. Vol. I á XVI. De Bry. Grandes et petits voyages. Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Naufragios y Comentarios (Ed. Suárez), etc., etc.
Bibliografías.—Las mencionadas en el Capítulo anterior, exceptuando las especiales lingüísticas y las relacionadas en el H. Book American Indians North of Mexico. Artículos "Marriage". "Exogamy". "Laws". "Governement". "Family". "Child Life". "Clan". "Confederation". "Chiefs". "Name". "Council". "Mortuary Customs". "Gens". "Adoption". "Commerce". "Arms & weapons". "Implements", etc., etc. Larned Literature Am. History. Tít. 596-692 y 3.916-4.145.

Vasija de barro con figuras simbólicas. Precioso ejemplar encontrado en el Arizona. E. U. (17 Rep. B. A. E.)

CAPÍTULO III
LA VIDA MATERIAL

1.—Alimentación. 2.—Canibalismo. 3.—El fuego y sus usos. 4.—Preparación de los alimentos. 5.—Alfarerías. 6.—Bebidas y estimulantes. 7.—Habitación. Los tipos primitivos. 8.—Las viviendas comunales. 9.—Aldeas y su número. 10.—Adorno personal. 11.—Vestido. 12.—Industrias textiles. 13.—La caza y la pesca. 14.—Horticultura. 15.—Medios de transporte.
Alimentación.
1.—«Oye las palabras del Gran Espíritu, exclama el héroe Hiawatha, de los mitos Iroqueses, te he dado tierras para que caces, te he dado el oso, el bisonte y el ciervo; he llenado tus pantanos de patos silvestres y tus ríos de abundante pesca»[206]... El Indio Americano era, en efecto, único y exclusivo señor de un Continente inmenso, y su alimentación era tan variada como sus climas, sus regiones, su flora ó su fauna.
Fig. 103.—Arpón de dos puntas (Vancouver).
En los países cálidos y fértiles la Naturaleza le proporcionaba pródigamente y sin esfuerzo alguno frutos suculentos; en los fríos y estériles tenía que arrancar al reino animal y al vegetal lo necesario para su sustento. Si la necesidad era grande, ó la pereza invencible, el indio comía hasta arañas, gusanos, lagartijas, culebras ó víboras[207], pero, en general, las bases [112]esenciales de su alimentación eran las mismas que las de los Americanos modernos[208].
En América no existían pueblos exclusivamente cazadores. Salvo aquellos que se alimentaban de las producciones espontáneas de la Naturaleza, todos trabajaban la tierra en forma más ó menos rudimentaria.
Fig. 104.—Preparación de los alimentos (Lafitau).
De aquí que, lejos de ser preferentemente animal la alimentación del Indio, predominaban en ella las materias vegetales, dependiendo la proporción entre ellas y las materias animales, de las diversas latitudes, del mayor ó menor desarrollo agrícola, de las épocas del año ó de preocupaciones supersticiosas.
Los alimentos vegetales más comunes del Indio eran, además de aquellos que la Naturaleza producía sin ayuda alguna, como el plátano, los frutos del agave ó pita, los de las diversas liliáceas, etc., aquellos que sólo necesitaban elementales cultivos, como el maíz, la patata, la yuca, la mandioca, el arroz salvaje, la calabaza, el pimiento (axi), etc., etc.
[113] La alimentación animal variaba naturalmente con la fauna de las diversas zonas geográficas. Los indígenas de la América del Norte se mantenían principalmente del walrus, lobo marino, ciervo, antílope ó bisonte, mientras la abundante y delicada pesca de los ríos de la América del Sur y los sabrosos mariscos de sus costas y sus islas sostenían con amplitud á muchas de las tribus ribereñas[209].
Fig. 105.—Haciendo pemmican (Sioux).
El reino mineral proporcionaba al indígena el más apreciado de los condimentos, la sal, que extraía de depósitos naturales ó por evaporación de lagos y ríos. Algunas tribus comían una especie de tierra ó kaolin (geofagia), bien sola (Bolivia) ó [114] mezclada con algunas raíces para suavizarlas[210] ó molerlas.
Canibalismo.
2.—La antropofagia ó canibalismo, estaba generalmente extendida en el Norte y el Sur de América, aunque lo contrario afirmen autores respetables[211].
El indio Americano comía carne humana, á veces por necesidad, las más por espíritu de superstición ó venganza, y las menos por glotonería ó degradante aberración psicológica.
Fig. 106.—Encendiendo fuego. Pictografía Mexicana (U. S. Nat. Mus.)
La antropofagia por necesidad, aunque fué practicada por algunas tribus, (Hurones, Micmac, Chipewa, etc., en América del Norte, Botocudos, Aravaques, Araucanos, etc., en la del Sur), no fué la característica del Indio Americano. Las afirmaciones de soldados ó viajeros á este respecto son casi siempre ligeras, exageradas ó maliciosas[212].
[115] En cambio, lo fué el canibalismo, por superstición ó espíritu de de venganza. Para los Iroqueses el comer carne humana era un deber religioso. Los indios Mohawk, Tonkava y otras tribus de Tejas eran designados por sus vecinos con el nombre de "comedores de hombres" (man eaters). Las mitologías y tradiciones Americanas están llenas de referencias de gigantes antropófagos y de dioses cuya cólera se aplacaba con ritos sangrientos.
Fig. 107.—Shaman Kwakintf. Oficiando en las ceremonias canibalísticas.
El indio Americano creía en general que el valor, la astucia y demás condiciones guerreras del pariente (endo-canibalismo) ó el enemigo muerto (exo-canibalismo) pasaban al que comía su carne. El corazón de la víctima, supuesto sitio de tales facultades era el más apreciado, sin que por ello despreciara el indio el resto del cuerpo de su enemigo en sus odiosas bacanales antropófagas. Las ceremonias de estos repugnantes banquetes variaban con las mitologías y ritos. En algunas tribus (Canadá, Nva. York), el vengativo ensañamiento del Indio llegaba hasta hacer tragar al cautivo pedazos de su propia carne. En otros se contentaban con empaparse ó beber su sangre. Entre los Guaranis se repartían en menudas piezas las carnes del difunto, y si no alcanzaba para [116] todos, cocían en agua algún trozo hasta liquidarle y repartían el caldo para que todos pudieran decir que habían probado "la carne de su contrario".
El canibalismo por glotonería de los Mayorunas del alto Amazonas, los Tapuyos, y Cocomas del Marañón y aun el de los Iroqueses y Hurones, es tan bestial y repulsivo, que la pluma se resiste á describirlo[213].
El fuego y sus usos.
3.—El hombre conoció los principales usos del fuego desde remotísimos tiempos. Apenas hay tribu Americana que no supiera usarlo y preservarlo, apenas mitología indígena que no le atribuya antigüedad y origen fabulosos.
Fig. 108.—Fuego por fricción simple (Hupa).
Los medios de producir el fuego de los aborígenes Americanos fueron muchos y diversos. El método más extendido era el llamado por los etnólogos de fricción, y consistía simplemente en barrenar rápidamente con un trozo cilíndrico de madera dura y aguzada [117] punta, otro pedazo de madera más blanda. También usaron muchas tribus (Esquimales, Fueguinos) el conocido método de percusión, hiriendo sus pedernales con piritas ú otras piedras que contuvieran hierro. En la fiesta del Raymi, los Incas sacaban el fuego nuevo del sol por reflexión, "con un brazalete grande (chipaba), del que colgaba un vaso cóncavo como media naranja, muy bruñido, poníanlo contra el sol y á un cierto punto donde los rayos que del vaso salían, daban en junto, ponían un poco de algodón carmenado el cual se encendía en breve espacio... y si no, le hacían (el fuego) con dos palillos barrenando"...[214]
Fig. 109.—Interior de un hogar Comunal Zuñi (B. A. E.)
Preparación de los alimentos.
4.—Una vez adquirido el fuego gozó el indio del calor, de la luz, y aprendió á preparar sus alimentos para hacerlos digestibles, sustituyendo una base artificial de subsistencia á la ruda y natural de sus etapas inferiores de salvajismo.
Salvo en aquellas latitudes en que el hielo puede sustituir al fuego conservando los alimentos, hasta los pueblos más abyectos de América, usaron del segundo para modificarlos. El indio prefirió siempre los manjares cocidos ó asados á los crudos, en especial si eran vegetales. Para cocerlos echaba generalmente piedras calientes, en receptáculos llenos de agua. Sabía conservar los pescados y carnes ahumándolos, secándolos al sol, reduciéndolos á tiras (jerking), ó á polvo (charqui) mezclándolos con tocino (pemmican) y aderezándolos á veces en platos sabrosos.
Fig. 110.—Poniendo las piedras calientes en la cesta para cocer los alimentos (California).
Preparaba el maíz y la mandioca en panes ó tortas, (cazabe) mezclándolo con agua y otras substancias y hasta haciéndolo fermentar y servir de levadura.
Los granos se almacenaban y secaban en graneros, se tostaban y trituraban, se molían en morteros cóncavos con mazas, ó en piedras planas (metates) con rodillos, para convertirlos en harina. La mujer india, á la que privativamente correspondían estas tareas, llegó á ser en ellas habilísima[215].
El Indio Americano usó también del fuego para calentarse [119] y alumbrarse. La hoguera, elemento principalísimo de la vida indígena, medio de señales en tiempo de guerra y centro de reunión en el de paz, fué en muchas regiones la única iluminación que conoció el indígena. Algunas tribus iluminaban sus chozas con gusanos de luz; otras atravesaban una mecha de corteza de cedro á través del cuerpo de peces grasientos, (candle fish) ó usaban antorchas siempre toscas, hechas de nudos de pino, fibras, corteza ú otros materiales inflamables. Les servían para la caza ó pesca nocturna y como símbolo de paz cuando enviaban mensajeros de un campamento á otro. Los Esquimales fueron las únicos aborígenes que conocieron las lámparas[216].
Alfarerías.
Fig. 111.—Alfarerías Alto Amazonas.
5.—En cuanto el indio Americano conoció el fuego salió de su primitivo salvajismo y fabricó las primeras ollas. El uso mismo de este elemento en las regiones frías determinó la invención del puchero de barro. Después de los ladrillos de adobe, comunes á todos los pueblos primitivos del globo que habitaron regiones poco lluviosas y abundantes en arcilla, acaso la lámpara del Esquimal fué en el Nuevo Continente la más antigua de las cerámicas.
Una de las mejores regiones para estudiar la evolución de [120] las vasijas Americanas es la de los Pueblos. El alfarero Zuñi, Moki, etc., fué muy hábil y fecundo. Como el agua escaseaba ó distaba mucho de sus aldeas, su primera preocupación y necesidad era el conservarla y transportarla. Al principio usó canastos calafateados con bitumen; después aprovechó la arcilla, la mezcló con arena y la endureció al fuego. En esta región geográfica como en las demás del Continente, la clase y consistencia de las cerámicas dependía mucho de la calidad de las tierras.
Fig. 112.—Fabricando ollas (Walpi).
El procedimiento de fabricación más extendido en América era el del modelado á mano. Muy pocas tribus conocieron la antiquísima rueda de alfarero. En muchas regiones se usaban moldes textiles que la mujer india recubría de barro para conformar la olla antes de pulimentarla.
Fig. 113.—Pipa de arcilla (Dakota).
Los colores de las alfarerías Americanas, así como sus formas, ornamentación y estilos son variadísimos, y por decirlo así, caracterizan la región de su procedencia. Pertenece su estudio á la Arqueología más bien que á la Historia. Los Mu[121]seos y colecciones Americanas abundan en antiguas cerámicas. Las de las regiones del Itsmo de Panamá hasta Nicaragua, y las del Perú, son acaso las más perfectas[217].
Bebidas y estimulantes.
6.—Aunque la embriaguez del Indio Americano se ha exajerado mucho por algunos autores, no puede negarse su decidida inclinación á tan degradante y funesto vicio.
En casi todas las regiones de América se conocía el arte de extraer bebidas embriagadoras del maíz, el agave ó la yuca, por fermentación simple ó ayudada masticando el grano (acción de la saliva sobre el almidón). El "pulque" (Méjico), el "aca" (Perú), la "chicha" Guaranis (S. A.), Mokis, Zuñis (N. A.), el caju-i (Brasil) etc., eran bebidas de este género.
Fig. 114.—Alfarerías Incásicas (Período primitivo).
Las tribus que no supieron obtenerlas se embriagaban por otros medios. Los Otomaques, por ejemplo, (Orinoco) tomaban como rapé, polvos de una semilla (yuapa) mezcla[122]da con conchas calcinadas que les emborrachaba fuertemente.
Conoció también la América aborigen otras bebidas estimulantes no fermentadas, como el "mate" (Ilex Paraguayensis), la "coca", que tomada en infusión producía efectos semejantes al opio, y el "Assi" ó té Carolino (Black-drink), que bebían los Seminolas para excitarse y "pensar bien" antes de entrar á sus Consejos[218].
Fig. 115.—Restos de habitación con poste tetémico (Vancouver).
El tabaco, originario de América, fué usado moderadamente por el Indio. Fumaba generalmente cigarrillos, mezclando el tabaco con otras yerbas y aun con corteza de árbol. El "calumet" ó "pipa de paz" de los Indios de la América del Norte, era para ellos un objeto sagrado, ó amuleto propiciatorio y solo se usaba en ciertas ceremonias religiosas, (danza del Calumet, ritos de adopción, etc.), ó en ocasiones solemnes (ratificación de tratados de paz, Consejo tribal, etc.). Sus colores y adornos emblemáticos variaban con [123] la mitología de las tribus; eran de tubos sencillos como los representados en las esculturas mejicanas, ó recargados como los usados por los Omahas de cabezas, colas, y plumas de preciosos pájaros[219].
Fig. 116.—Vasija chimu (?) (Valle Chincana).
La habitación. Tipos primitivos.
7.—La forma y construcción de la vivienda indígena dependía del clima, de la situación geográfica y hasta del sistema social de sus moradores, y por ello encontramos en América habitaciones de todo género, desde las rancherías "como aduares de alarbes montaraces" que nos pintan antiguas crónicas, hasta las enormes y adornadas fábricas de piedra y mezcla de los Aztecas y los Incas.
Fig. 117.—Pipa de barro (Mandanes).
Las habitaciones Americanas eran fijas ó movibles. El prototipo de las primeras es la cabaña (wigham), derivación más ó menos perfecta de la enramada ó defensa natural contra las fieras, é inclemencias del tiempo. Se construían de mil maneras y formas (rectangulares, cónicas, etc.), según la clase y curvatura de los materiales empleados en ellas; se cubrían con techos de paja, pasto, barro ó corteza de árbol; eran [124] rudas y selváticas como las de los Wikirups, Guaranis y Botocudos, ó perfeccionadas como las de los Haidas, Cadoanos, etc. Los habitantes de las llanuras inundables solían hacerlas sobre bases elevadas, defendiéndose así de las avenidas frecuentes.
De estos tipos primitivos se derivaron las casas semi subterráneas de los Pawnees, Navajos, etc. (earth-lodge), de cubierta redondeada que descansa sobre cuatro postes centrales relacionados con el culto de las estrellas, (matutina, vespertina, norte, y sur) y con una abertura en el techo emblemática del zenith, donde moraba el "Tirawa" ó ser invisible. Entre estas construcciones, las casas Esquimales semi-esféricas (iglu) hechas con bloques de nieve colocados en espiral son acaso las más ingeniosas y perfectas.
Fig. 118.—Bolsa de tabaco (Iroqueses).
El prototipo de las habitaciones movibles era la tienda (tipi) de los Sioux, Comanches, Kiowas, etc., armada sobre postes colocados circularmente ó en filas paralelas y cubiertos de pieles generalmente de bisonte, adornadas con pictografías simbólicas.
Fig. 119.—Wikiups de los Pai Utés (Arizona Norte).
En la región de los bosques predominaba, naturalmente, la madera en los materiales de construcción; en las grandes llanuras (Norte y Sur América) y regiones sin arbolado predominaba el barro, el adobe ó la piedra. Las construcciones de adobe de la región de los Pueblos (Vse. Cap. II) y las de [125] piedra y mortero Mejicanas y Peruanas representan el más alto grado de la arquitectura indígena.
Debemos, sin embargo, observar, aun penetrando en el campo de la Arqueología, que la magnificencia y perfección de aquellos enormes edificios (Méjico-Perú) se ha exagerado extraordinariamente por conquistadores y cronistas. El arquitecto indio no conoció el compás, la plomada ni la escuadra, ni alcanzó nunca la idea del arco, base arquitectónica de la regularidad y la belleza.
Fig. 120.—El Calumet (Omaha).
Viviendas Comunales.
8.—Las más características de las habitaciones Americanas son las comunales. Entre ellas las más conocidas y típicas son las rectangulares (long-house) de los Iroqueses (Ho-de-sau-nee, "hombres de la casa larga"), especies de largos trojes ó galpones armados sobre troncos gruesos y techados con corteza de olmo, con un recinto ceremonial (kiva) en el medio, y un agujero para dar salida á los humos en el techo; las de los Maudanes (circular-house), construídas con análogos materiales en forma circular y con techumbre cónica, las de Guayana, Sacramento, Florida y muy especialmente las de la región de los Pueblos. La vida interior de estos curiosos falansterios dependía de la organización y costumbres del grupo ó grupos de parientes que convivían en ellos.
Aldeas y su número.
9.—El carácter más sedentario que nómade del Indio Americano le hizo reunir sus cabañas ó tiendas en aldeas (rancherías, tabas, etc.,) más ó menos extensas y ubicadas en territorios favorables. Estas aldeas fueron permanentes, aunque las necesidades alimenticias y consiguientes cambios de residencia las hicieran á primera vista parecer inestables. La disposición de sus habitaciones dependía de [126] consideraciones religiosas ó tribales (casas de jefes, templos, etc.), y se rodeaban comúnmente de empalizadas para su protección y defensa.
Fig. 121.—Tienda Omaha (Tipi).
Esparcidos en general tales villorrios á lo largo de las costas de los mares, ríos y lagos, no es extraño que los conquistadores Europeos que naturalmente siguieron en sus exploraciones el curso de los ríos, al encontrar en todos ellos grupos tribales, supusieran también habitadas las zonas mediterráneas y exajeraran en sus relaciones el número é importancia de las poblaciones indígenas del Continente[220].
Adorno personal.
10.—Aunque parezca paradógico, la desnudez no es sinónimo de salvajismo, ni puede decirse que un hombre es tanto más salvaje cuanto menos cubra su cuerpo. Todo es cuestión de clima [127] y convenciones sociales. La emoción de la modestia no es innata, ni natural al hombre; es más bien hija de la moda y el adorno.
Es un hecho etnográfico indiscutible que el adorno personal, precedió al vestido, aunque sea dificilísimo establecer una línea clara de separación entre ambos.
Las pinturas y tatuajes en el cuerpo mismo, universalmente practicadas por el Indio Americano, fueron acaso la forma más primitiva de su adorno. Los colores más usados eran el rojo, amarillo, negro y blanco, que fabricaban con ocres, cal, carbón y jugos de diversas plantas. Algunas tribus (Amazonas) pegaban á su piel varias plumas, con una substancia ó barniz resinoso. Tatuaban los más sus cuerpos con incisiones más ó menos profundas y deformaban algunos intencionalmente y desde la cuna, las cabezas de los niños hasta dejarlas "como mitras de obispos mal formadas", que decían los antiguos cronistas. Las pinturas, tatuajes y deformaciones descritas, eran para el Indio medios de identificación, propiciación y protección mágica, ó simples manifestaciones de vanidad guerrera[221].
Fig. 122.—Jefe Oha (Tierra del fuego).
Otro tanto sucedía con los dijes, joyeles, piedras, etc., con que atravesaba el salvaje sus [128] labios (Botocudos, Esquimales), nariz, orejas ó mejillas, con perforación más ó menos cruenta.
El pelo servía también de adorno. Algunas tribus lo usaban suelto y flotante (Apaches, etc.), otras se lo afeitaban en caprichosa forma (Seminolas, etc.) con filos de pedernal ó conchas marinas.
Fig. 123.—Planta de un Iglu (casa de nieve) Esquimal.
Los ornamentos sin mutilación, fueron variadísimos. Colgaba el Indio de sus muñecas, tobillos, cuello y cintura, tiras de piel, plumas y conchas brillantes, garras y dientes de animales ó humanos, como trofeos de caza y guerra[222].
Vestido.
11.—Acaso estas últimas formas de ornato personal dieron origen al vestido. La piel suspendida al cuello fué transformándose en túnica, los cinturones se recargaron de apéndices convirtiéndose en faldas. Del brazalete vino la manga, el mocassin del adorno del tobillo. Las piedras preciosas, aligerando las preseas indígenas, cambiaron radicalmente los adornos.
Fig. 124.—Sección vertical del mismo.
Las pieles de animales (lobo marino, búfalo, ciervo, etc.,) se usaron al principio como abrigo, limitándose á secarlas, perfeccionándose luego su manipulación hasta hacerlas extraordinariamente suaves y flexibles, lo que en general conseguía la mujer india raspando cuidadosamente con pedernal la piel hasta darle un grueso uniforme, y cosiéndola luego con tiras también de cuero ú otras materias que pasaban por agujeros hechos previamente en sus bordes.
Alfarerías de los "Pueblos"
(Arizona, E. U.)
Fig. 125.—Jefe Arapaho con adorno guerrero.
Podrían escribirse volúmenes enteros estudiando los progresos del vestido en América, desde la mezquina piel de los Fueguinos "que hacían girar según la dirección del viento", hasta las mantas de los Navajos, los finísimos paños de la América Central ó del Sur, las capas y tejidos de plumas de los Aztecas ó aquellas frezadas de lana de vicuña "tan finas y tan regaladas que entre otras cosas de aquellas tierras (Perú) se las han traído para la cama del Rey Don Felipe II"[223]. Tal estudio, así como el de las diversas formas ceremoniales, simbólicas, guerreras, etcétera, que abigarraban la indumentaria indígena, excede los límites del presente libro.
Fig. 126.—Collar de dientes de animales.
Industrias textiles.
12.—Los tejidos de todas clases y en especial los de fibras vegetales, (cestos, canastos, etc.), son característicos de la industria primitiva de América. Los Apaches llamaban "arañas" á sus vecinos los hábiles tejedores Navajos. Los objetos textiles abundan en colecciones y Museos, variando en forma y perfección según las tribus, [130] desde los sencillos de las Yroquesas y Algonquinas, hasta los artísticos de las del Norte de Sud América. La descripción y estudio de los usos, formas, colores, trama, etc., de estos productos textiles, pertenece también á la Arqueología. Bástenos, pues, afirmar que el arte de tejer fibras vegetales, algodón, lana, etc., para vestidos, mantas, cubiertas, etc., era conocido por los Indígenas Americanos, cuyos rudimentarios telares, á pesar de su sencillo artificio, produjeron preciosos lienzos. El telar y su trabajo que importa ya separación de fibras, hilado, etc., se usó en América mucho antes de la conquista Europea. En los Códices Mejicanos, por ejemplo, está representada una madre que instruye en el tejido á su hija. Los vistosos paños de las sutiles tejedoras Aguas (Brasil), son justamente célebres.
Fig. 127.—Casas en Walpi. Aldea de los Mokis (Arizona).
Fig. 128.—Joven Pai Ute (Río Colorado).
Usó también el Indio tintes diversos que extraía de substancias orgánicas é inorgánicas, no sólo para adornar su cuerpo y dar brillantes matices á sus tejidos é hilados, sino para sus simbólicos adornos de plumas, comunes en toda América y preferidos por el guerrero Indio á todas sus preseas y ornamentos. Algunos de estos trabajos en plumas multicolores (Méjico) son verdaderas maravillas de [131] preciosismo, comparables por su paciente y delicada factura con los mosaicos italianos más perfectos[224].
La caza y la pesca.
13.—La caza y la pesca eran para el indio Americano ocupación principalísima. Casi ninguno de los métodos inventados por los hombres para apoderarse y destruir los animales eran desconocidos en América. El cazador indio podía dar al Europeo lecciones de astucia, habilidad, ingenio y paciencia.
Fig. 129.—Tatuajes Haydahs (B. A. E.)
Podemos clasificar en dos grupos los variadísimos métodos de caza y pesca peculiares al Indio Americano: el uso de trampas, lazos ú otros artificios, y el de armas arrojadizas ó de otra clase, que corresponden en lo militar á la estrategia y la táctica.
Incluiremos en el primer grupo los arbitrios de todo género (redes, lazos, presas, almadrabas, etc.,) los venenos vegetales usados para axfisiar [132] el pescado en ríos y lagos, como la raiz de nogal (N. A.) ó el "tingui" y hojas de "timbó" de los Indios del Brasil, los disfraces de pieles, etc., para engañar la caza, el empleo de antorchas para atraer el pescado y aun los primitivos métodos de acorralar al animal en bandas y sin armas de ninguna especie.
Fig. 130.—Telar Navajo.
Pertenecen al segundo las armas afiladas ó punzantes desde la rudimentaria maza de las tribus del Pacífico (Norte) y las curiosas cerbatanas del alto Amazonas, hasta las lanzas é ingeniosos arpones y aparejos de los Esquimales.
Fig. 131.—Método fabricación adornos de plumas.
El cazador indio no sólo debía manejar hábilmente estas armas y artificios, sino que debía conocer las épocas del año y terrenos propicios para cada caza, la dirección de la misma [133] por sus huellas, gritos de aves y movimientos del coyote y demás carnívoros, los trajes y máscaras especiales á cada expedición, la caza vedada por sus creencias totemísticas, los cantos, leyes, ceremonias y fetiches especiales, etc. De aquí la estimación y dignidad del buen cazador entre los individuos de su tribu[225].
Fig. 132.—Camiseta ceremonial (Chilkat).
Fig. 133.—Útiles de labranza (N. A.)
Horticultura.
14.—El Indio Americano no conoció la agricultura propiamente dicha, que presupone el uso del arado y de los animales domésticos, pero practicó extensamente la horticultura, y sacó de sus campos pingües cosechas. La estaca puntiaguda y la azada, eran útiles familiares en América antes de la conquista. Los métodos de irrigación de Nuevo Méjico, Perú, etc., sorprendieron á viajeros y cronistas. El cultivo del maíz era común á numerosas tribus; los fréjoles, zapallos, yuca, man[134]dioca, algodón, tabaco, etc., se cultivaban también extensamente. La mayoría de las tribus sabían conservar en graneros lo necesario para mantenerse en invierno.
Fig. 134.—Joven Hopi.
Fué una verdadera rémora para la cultura indígena que la fauna Americana no tuviera especies animales fácilmente domesticables. Parece indudable que el caballo fué contemporáneo del hombre glacial, pero por causas desconocidas su especie se extinguió en América mucho antes del descubrimiento Colombino. Prescindiendo de los monos, cotorras, gatos, etc., que convivieron como comensales en algunos hogares indígenas, (Campas del Perú, Zuñis, etcétera) el perro es el único animal que ayudó al Indio en la caza ó en los arrastres (Esquimales). La llama del Perú, se utilizó principalmente por su lana y á veces como bestia de carga. No hubo en América animales cuya leche ó engorde pudiera utilizarse, el búfalo y el cerdo eran indomables y selváticos[226].
Fig. 135.—Peine de madera.
Las herramientas agrícolas, así como los de[135]más útiles, utensilios y enseres necesarios para la vida indígena, fueron en general, los peculiares á las culturas líticas. Su estudio pertenece á la Tecnología ó ciencia de las industrias[227].
Medios de transporte.
15.—Los primeros medios de transporte en el Continente Americano fueron las espaldas de la madre india. Llevaba á cuestas á sus criaturas en la diaria faena, y andaba con ellas largas distancias. El indio sólo viajaba por necesidad. Andaba casi siempre por sendas estrechas, que sabía practicables, en filas de á uno, y sujetando la carga en su cabeza ó espalda, ó en la de sus mujeres, por medio de artificios diversos.
Usaba en general calzado que variaba de forma con la naturaleza de las regiones geográficas, desde el zapato de cuero del Esquimal, hasta la grosera bota de los Apaches, y las Sandalias Mejicanas é Incásicas.
Fig. 136.—Manta de los Navajos (E. U.)
Algunas tribus construían groseras angarillas, en especial, para transportar los cadáveres.
Supo también el Indio hacer canoas, balsas, jangadas, piraguas, etc., y aprovecharlas en sus ríos y mares. El "Uniak" ó canoa abierta para mar suave, y el "Kayak" cerrado, (Esquimales) para mares recios, construídos en piel, sobre armazones ó [136] cuadernas de huesos de ballena, fueron sin duda los más marineros. Los "dongouts" adornados y "pintados como Indios", del Norte del Pacífico, son el tipo general de las embarcaciones indígenas construídas en madera ó corteza de árbol. Los Esquimales fueron los únicos que conocieron el remo. Las demás tribus manejaron sus embarcaciones únicamente con palas.
Fig. 137.—Cazador Chia (Patagonia).
Tenían algunas de ellas velas fijas de estera ó de corteza de cedro tejida. Eran casi siempre ligerísimas, para facilitar su transporte á brazo por las sendas interfluviales (portages). Las canoas ó piraguas guerreras de los habitantes de las Islas (Cuba, Sto. Domingo, etc.,) eran de gran tamaño, y llevaban á veces hasta 25 bancos[228].

CUESTIONARIO
1.—¿Qué alimentos proporcionaba al Indio el reino vegetal?
2.—¿Qué alimentos le proporcionaba el reino animal?
3.—¿Qué clase de alimentación prefería?
4.—¿Qué condimentos usaba?
5.—¿Eran los Americanos antropófagos? ¿Por qué motivos?
6.—¿Cómo producían los Aborígenes el fuego?
7.—¿Cuáles eran los principales usos de este elemento?
8.—¿Cómo se preparaban los alimentos?
9.—¿Cuáles fueron las primeras alfarerías Americanas?
10.—¿Qué formas y colores se usaban en ellas?
11.—¿Qué bebidas espirituosas y estimulantes conocía el Indio Americano?
12.—¿Cómo usaba el tabaco y qué importancia religiosa y social tenía el calumet ó pipa de paz?
13.—¿Cuáles fueron los dos tipos primitivos de la habitación Indígena?
14.—¿Qué se entiende por viviendas comunales y cuáles fueron las más características de esta clase en América?
15.—¿Eran muy numerosas las aldeas Indígenas?
16.—¿Cuáles fueron los adornos personales más usados por los Aborígenes?
17.—¿Qué vestidos usaba y cuál fué su probable evolución?
[138] 18.—¿Qué importancia tenían en América las industrias textiles y cuáles fueren sus principales productos?
19.—¿Conocía el Indio los tintes?
20.—¿Cómo trabajaba las pieles?
21.—¿Qué importancia tenían para el Indio la caza y la pesca?
22.—¿Qué artificios, armas, etc., usaba en ellas?
23.—¿Conoció el Indio la Agricultura propiamente dicha?
24.—¿Aprovechó en sus trabajos de animales domésticos? Influencia de la falta de los mismos en la evolución cultural Americana.
25.—¿Cuáles fueron los principales medios de transporte del Indígena?

REFERENCIAS
Generales.—Las mencionadas en los dos capítulos anteriores. Gomara. Hist. General. Bunge. Lehrbuch Physiol. Chemie. Markham. List of tribes (Journal Anthropological Inst. 1895). Mason. Migration & the Food Quest. (Smithsonian Report. 1894. I). Ulloa. Noticias Secretas de América. (Trad. Adams. Londres. 1758). Torquemada. Monarquía Indiana. Steinen. Unter der Naturvolken. Russell Sturges. Dictionary of Architecture. 3 vols. N. I. 1901.
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[140] Fuentes.O. T. Mason. Woman's share in Primitive Culture (1894). Morgan. Houses & house life American Indians. Putnam. Conventionalism in Ancient American Art (Essex Instit. Bul. 1886). Holmes. Origin & Develop. of form & ornament in Ceramic Art (4 An. Rep. B. A. E.), y otros estudios del mismo autor (Reports y Bulletins B. A. E.). Boas. Decorative Art of the Indians of North Pacific (Am. Museum Nat. Hist. Bull. IX. 1897). Hough. Fire Methods (Proceedings U. S. Nat. Museum. Depto. Etgy. 1888-1890). Fewkes. Arch. Expedition to Arizona (17 Rep. B. A. E.) y Two summers in the Pueblo Ruins (22th Rep. B. A. E.). Stevenson. Zuñi Indians (23 An. Rep. B. A. E.). Collinson. H. M. S. "Enterprise" (Jour. Roy. Socty. London. 1855). Jenks. Wild rice gatherers (19 Rep. B. A. E.). Museo Arqueológico, Madrid. Colecciones Incásicas. Ambrosetti. Civilización Calchaquie (XIII Cong. Amer. París). Outes. Los Querandies. Ambrosetti. Alfarerías Calchaquies. (Rev. Mus. Plata, Vol. III). Museo Nac. Méjico. Breve Guía Descriptiva. (Traducción Branch). British Museum. Colecciones "Ethnological Department". Colecciones Stevenson. Zuñi, Wolpi, Arizona (Rep. II y III B. A. E.). Colecciones Seller. Mseo. Arqco. de Berlín. (Bull. XXVIII B. A. E.). Macguire. Am. Abor. pipes. (Report Nat. Mus. 1887) (N. I.) Revista Insto. Geogco. Brasilero. Vol. II. Powell. Implements. Technology (20th An. Rep. B. A. E.), etc., y las mencionadas en los capítulos anteriores.
Bibliografía.—Las mencionadas en los capítulos anteriores, exceptuando las especiales lingüísticas, las relacionadas en el "H. Book Am. Ind. North of Mexico". Artículos "Food", "Cannibalism", "Fire", "Houses", "Architecture", "Ornament", "Dress", "Hair Dress", "Basketry", "Ceramic Art", "Canoes", "Transportation", "Hunting", "Fishing", etc., y las generales en los mismos artículos de la New Int. Encyclopedia (Dodd-Mead& C.º).

CAPÍTULO IV
LA VIDA PSÍQUICA

1.—Juegos y deportes. 2.—Espectáculos. 3.—La danza. 4.—Música y cantos. 5.—Pintura y Escultura. 6.—Metalurgia. 7.—Nociones Científicas. 8.—La Religión indígena: Sus elementos. 9.—Las creencias: El Animismo. 10.—Los sueños. 11.—La Vida futura: Manismo. 12.—Los Dioses Supremos.
Juegos y deportes.
1.—En los intervalos de paz, cuando las necesidades materiales y urgentes de la tribu estaban satisfechas, ó la estación del año no era propicia para la caza ó la pesca, empleaba el Indio su tiempo en juegos y deportes diversos, expresando exteriormente sus emociones estéticas en danzas, cantos, esculturas, pinturas ó relatos romancescos.
Fig. 138.—Juegos atléticos (Región de los Pueblos).
Eran los indígenas aficionadísimos á los juegos de azar. Jugaban sus pieles, sus vestidos, sus armas, su libertad personal y hasta sus propias mujeres. Entre las tribus de California el perdidoso era víctima voluntaria del que ganaba. Las del Sud Oeste de los Estados Unidos eran dadas á juegos de adivinación de diversas clases. Los juegos de azar las más de las veces tenían carácter ceremonial y religioso. Las decisiones de la suerte eran para el indígena oráculos de sus dioses. Los In[142]dios Zuñis, disparaban flechas á los cuatro puntos cardinales con fines adivinatorios: sus dados y billas de madera, llevaban siempre marcas simbólicas.
Fig. 139.—Dados de hueso.
El juego de pelota, era común á casi todas las tribus. En Arizona y Sonora se jugaba una especie de "foot ball" con fines propiciatorios. Entre los Tarahumares existía un deporte análogo como invocación para el éxito de la caza. En otras tribus se ejercitaban los guerreros y hasta las mujeres en carreras á pie, que á más de ser pruebas de resistencia y destreza, tenían carácter de augurios. Una de las páginas más sangrientas al par que características, de la historia indígena, es el célebre asalto de los Ojibwas, al fuerte de Michillimackinac (Junio 1763), distrayendo su guarnición con un excitante partido de pelota (baggattaway)[229].
Espectáculos.
2.—Además de estos juegos y deportes, los espectáculos favoritos del indígena eran sus danzas religiosas, guerreras, etc., y sus solemnes ritos y ceremonias. Los relatos fantásticos y las ilusiones de la prestidigitación, amenizaban también sus momentos de ocio. Los Pawnees eran hábiles ilusionistas. Los juglares de las aldeas Querés, (Pueblos) representaban comedias en los intervalos de las danzas.
En muchas tribus, las ceremonias religiosas tenían carácter de representaciones dramáticas, casi siempre trágicas, interrumpidas algunas veces por notas cómicas, apayasadas y grotescas.
Fuese, pues, con objetos informativos, religiosos, mágicos ó [143] puramente estéticos, el arte dramático en el sentido amplio de la palabra, fué una de las primeras manifestaciones exteriores del impulso artístico y emocional de la raza india.
Los Navajos eran excelentes actores. Los Hopis, representaban sus leyendas, (luchas de serpientes con semi-dioses, etc.) armando en sus "kivas" ó "estufas" una especie de escenario delante de la hoguera, que tapaban con mantas en los cambios para obscurecer el recinto y dar mayor realce á los efectos escénicos. El "Ollantay" de los Incas, tiene muy poco que envidiar á los primitivos dramas literarios.
Fig. 140.—Danza ceremonial de los Acomas (New-México).
Las representaciones que conmemoraban triunfos guerreros, tenían entre los Mayas y los Quechuas, gran importancia. Para ellos la historia era hija del orgullo, y tales espectáculos tenían por objeto avivarlo. En algunas tribus, el drama era un medio de exponer doctrinas religiosas. Los episodios fragmen[144]tarios, por ejemplo, que figuraban la muerte y resurrección del hechicero, (Shaman) sugerían la regeneración espiritual de los iniciados, é inspiraban un temor reverencial á los oyentes[230].
Fig. 141.—Juego de pelota Ojibwa (Cattlin).
Danzas.
3.—La danza es universal é instintiva y entre los salvajes tiene siempre significado simbólico. En América las danzas eran elemento principalísimo, y á veces base de todo rito, festival ó ceremonia religiosa. Recordaban algunas (Walpi) tradiciones tribales, eran otras (Mokis) formas activas de propiciación á los tutelares de la lluvia, ó expedientes mágicos para producir por imitación, determinados efectos (Apaches).
Las clases y formas de estas danzas eran innumerables. Las [145] había personales, de clan, tribales, inter-tribales, propiciatorias, de caza y guerreras. Avivaban estas últimas el valor y la sed de matanza del Indio cuando emprendía una campaña. Eran siempre mímicas, simulaban el ataque, la lucha y el grito de triunfo, y excitaban hasta el frenesí á los danzantes, degenerando casi siempre en orgías de caníbales.
Fig. 142.—Danza ceremonial.
Fig. 143.—Pandereta Indios Menominees (V-S.)
Había danzas de hombres ó mujeres solas, y otras en que tomaban parte los dos sexos. Los movimientos de los bailarines eran rítmicos y poco graciosos, sus cambios de actitud casi siempre violentos. Usaban trajes especiales y máscaras de formas grotescas ó terribles y colores simbólicos, que servían por lo general para intensificar la idea de la presencia en la ceremonia del animal ó ser mitológico, en cuyo honor se celebraba la danza. Los [146] golpes del tambor simbolizaban sus pasos, y el ruido de los sonajeros sus movimientos[231].
Fig. 144.—Danza de Espíritu (Sioux).
Música y Cantos.
4.—El atambor, los tamboretes, sonajeros y chirimías, de variadas formas y tipos, los silbatos de madera ó hueso, cuyo sonido solía simbolizar la voz del espíritu, la flauta de caña, la "syringa de Pan" (Sud-América) y hasta el arco y la cuerda [147] en algunas tribus, eran los instrumentos musicales que usaba el indio en sus complicadas y emblemáticas danzas[232].
A cada ceremonia correspondía un ritmo distinto y cantos especiales de frases melódicas cortas, que se repetían hasta el cansancio. Los temas eran vagos, fantásticos y apropiados al objeto especial de cada danza.
Algunos cantos no tenían letra. En otros era esencialísimo el pronunciar exactamente las palabras consagradas. Cualquier equivocación al respecto, destruía según el indio, el mágico conjuro, y podía producir consecuencias funestas.
Fig. 145.—Máscara ceremonial (Estrecho de Behring).
El canto era, en fin, un vehículo para llegar á los seres invisibles. De aquí que, el indio cantara con toda su voz, y como la emoción religiosa la hacía entrecortada, áspera y discordante, y el tambor y el sonajero no solían marcar la misma medida del canto, los ritmos se entrechocaban [148] con los ritmos, y el ruido atronador de instrumentos y voces, impedía distinguir la melodía bárbara. Estas melodías y estos extraños ritmos, forman, sin embargo, en la Historia de la Música Primitiva un interesantísimo capítulo.
Fig. 146.—Danza del Escalpe (Dakotas).
Pintura y Escultura.
5.—La nota característica del Arte Americano, es su complicado simbolismo. El motivo religioso determinaba siempre las emociones artísticas del Indio, y si las exteriorizaba en colores ó formas, lo hacía con fines supersticiosos ó mágicos.
Fig. 147.—Dibujo propiciatorio (Pueblos).
En casi todas las tribus los cuatro puntos cardinales se simbolizaban por colores distintos usados á manera de invocaciones ó vehículo propiciatorio, á los tutelares del fuego, del aire, del agua ó del viento. El color rojo era, además, emblema de la fuerza y la guerra; el blanco, de la paz, y el negro, de la nocturnidad y del llanto. Los Navajos en sus pictografías unían el simbolismo de los puntos cardi[149]nales con el del sexo. Así el azul, ó color del Sur, era emblema de lo femenino, y de lo masculino, el negro, ó color del Norte. El apacible y azulado Río Grande, era llamado el "agua hembra", para distinguirlo del Río San Juan (agua macho), siempre parduzco y turbulento[233].
Por lo demás, y si exceptuamos los ingenuos bosquejos de los Esquimales, Tlinkits, etc., los aborígenes americanos consagraron al arte decorativo casi todas sus actividades estéticas.
Fig. 148.—Sonajero Moki.
El rasgo peculiar de este arte fué la imitación de objetos reales. En las innumerables muestras que han llegado hasta nosotros, no se encuentran líneas puramente ornamentales, ni mucho menos ideas geométricas. Los diseños más frecuentes se derivan de las formas animales (zoomorfos), humanas (antropomorfos), de objetos usuales (skeumorfos), y algunas veces de flores y plantas (filomorfos). En las vasijas "Chiriquis", por ejemplo, la figura del aligator se va transformando hasta desfigurarse. Las tribus "Bakairis" del Brasil Central imitan en pedazos de corteza decorados la forma triangular del atavío (uluri) de sus mujeres.
Otro tanto puede decirse de las esculturas indígenas. Si re[150]corriendo el continente de Norte á Sur nos fijamos en las más perfectas; si observamos, por ejemplo, los postes y canoas talladas de los Haidas y Esquimales, los idolillos Chibchas y Chiriquis, los calendarios en piedra, ó el "Indio triste" de los Aztecas, las ponderadas losas y monolitos de los Mayas, los bronces Calchaquies, ó las cerámicas Quechuas, encontramos siempre la misma rigidez de líneas, la misma tosquedad de factura, el mismo afán de imitación grosera, la misma falta de espontaneidad é idealismo[234]. Como el Indio sólo esculpía ó pintaba para invocar á sus Dioses, ó producir determinados [151] hechizos, no se preocupó nunca de la perfección objetiva de sus instrumentos ó vehículos. La lámpara de la belleza no llegó nunca á iluminar sus representaciones ó su plástica[235].
Fig. 149.—Dibujos zooformorfos. Pájaros y plumas (Arizona U. S.).
Fig. 150.—Dibujos simbólicos (Sol, Puntos cardinales, etc.)—(Pueblos).
Metalurgia.
6.—El uso de los metales, frecuente en América del Sur, era poco común en la del Norte. En los montículos (mounds) de Etowah, Georgia y Ohio, se han encontrado, sin embargo, numerosos objetos de cobre trabajado á martillo. Los Navajos son, hasta hoy, hábiles plateros, aunque muy inferiores á los Mayas y Aztecas, cuyas vasijas, joyeles, ornamentos, etc., en plata y oro tanto maravillaron á sus conquistadores. Imitaban, en general, formas animales; incrustaban en ellos piedras preciosas y los usaban principalmente para su adorno personal ó en sus templos y ceremonias. Los restos metalúrgicos de los Chibchas, Peruanos y Calchaquies, son los más notables [152] y acabados de todo el continente. Supieron estas tribus amalgamar el cobre y el plomo y obtener un bronce de consistencia y brillo. Si prescindiendo, en fin, de la parte estética, estudiamos algunos de los productos del arte metalúrgico americano, y tenemos en cuenta la imperfección de las rudas herramientas con que se trabajaron, no podrá menos de sorprendernos la habilidad y preciosismo de tan primitivos orfebres[236].
Fig. 151.—Dibujo antropomorfo (Alfarerías Mokis).
Nociones científicas.
7.—Tampoco ignoraron los Americanos los conceptos del número, la distancia y el tiempo, ni carecieron en absoluto de rudimentos astronómicos y geográficos. Aunque en muchas de las lenguas indígenas no hay palabras especiales más que para denotar los tres primeros números, no puede decirse por ello que desconocieran los demás[237].
Fig. 152.—Escultura mejicana (Honduras-Santa Rita).
Contaban como la generalidad de los primitivos, por los dedos de las manos y los pies, que fueron sustituyendo en las agrupaciones más adelantadas por piedreci[153]llas, granos, conchas, etc.[238]. Los "quipus" Peruanos, perfeccionando estos sistemas de contabilidad, recordaban por el número de sus nudos, el de los linajes ó gentes que debían tributar en el Imperio.
Ciertos números eran sagrados, en casi todas las tribus. El cuatro, sin duda por su relación con los puntos cardinales, se consideró comúnmente como ceremonial y simbólico. Los Aztecas, por ejemplo, dividían sus poblaciones en cuatro cuarteles ó fratrias militares; el título oficial del Inca, era el de "Señor de las cuatro partes de la tierra" (Anti, Cunti, Chincha y Colla). Algunas tribus de la costa del Pacífico (N. A.) consideraban como sagrado el número cinco; otras (Zuñis, Mayas, etc.), tenían por tal el número trece[239].
Fig. 153.—Alfarerías Peruanas (Valle Chimcana).
Solo el hombre civilizado puede apreciar el valor del tiempo; en la vida salvaje es casi siempre indiferente su división y su transcurso.
Con excepción de los calendarios Aztecas y Mayas, que más [154] adelante estudiaremos, la sucesión de los días y las noches, los cambios de la luna, y los de las estaciones, fueron las naturales bases de los sistemas Americanos de computar y medir el tiempo. Los años, se contaban en general por sus inviernos, los días se dividían en cuatro períodos (amanecer, mediodía, atardecer y media noche) marcados, á veces los tres primeros con la sombra proyectada por postes ó pilares especiales colocados á la puerta de las cabañas.
Los meses empezaban con la luna nueva. Entre los Zuñis, los seis primeros del año, llamado "pasaje de tiempo" tenían nombres apropiados, y los seis últimos eran "meses sin nombre" designándose ritualísticamente con los colores representativos de los dioses del Zenith, el Nadir, el Norte, el Sur, el Este y el Oeste[240].
Fig. 154.—Escultura en las minas de Copau.
La orientación, según los puntos cardinales, era conocida hasta por las tribus más salvajes. Los Esquimales, llegaron hasta representar gráficamente con pedazos de madera irregularmente dentados, las islas, bahías, cabos, etc., de sus accidentadas costas. Los antiguos Mejicanos tenían mapas Topográficos, cartas marítimas, y hasta planos catastrales mucho más perfectos que los de los antiguos Egipcios[241].
La Religión indígena.
8.—El rasgo más saliente de la psicología indígena es el íntimo enlace de la sociedad, el arte, y la vida entera del individuo y el grupo, con la Religión; la Mitología y la Magia. Es [155] imposible estudiar con provecho los anteriores aspectos raciales si prescindimos del religioso. De aquí la ineludible necesidad de conocer claramente el verdadero carácter de las creencias y los ritos del Indio, para penetrar con paso firme en las vicisitudes de su historia.
Presenta esta investigación dificultades especialísimas. Las relaciones de los antiguos misioneros y cronistas, adolecen de errores, tergiversaciones y prejuicios que obligan al historiador á perder un tiempo precioso separando en ellas lo observado y positivo, de lo especulativo y erróneo. La modernísima Ciencia de las Religiones no merece todavía el nombre que presuntuosamente se atribuye[242].
Fig. 155.—El Oso madre (Escultura Haidá) (N. O. de N. América).
Fig. 156.—Alfarerías Peruanas (Valle Chimcana).
Se ha afirmado en primer lugar que los Americanos concibieron la idea de un Dios creador y eterno, demasiado vasta para las inteligencias paganas. Tal afirmación es absurda. El más alto concepto de la divinidad alcanzado por el indígena, fué tal vez semejante al Panteista de los Orientales, pero inferior y distinto al cristiano del Dios único. El indio Americano reconociendo y adorando á un Ser Supremo é [156] infinito, á un Dios de amor y de justicia, es una simple fantasía de algunos entusiastas[243].
Fig. 157.—Tallas en madera de los Kwahiult (N. O. de N. América).
Fundados otros en observaciones inexactas, ó dejándose arrastrar por sus filosóficos prejuicios, han sostenido la existencia de tribus sin religión de ninguna especie. Nada más lejos de la verdad histórica. La religiosidad es parte de nuestro ser psíquico, y por consiguiente, no se ha encontrado aún, ni podrá encontrarse pueblo alguno en el mundo desprovisto de religiosas ideas. La universalidad, la permanencia y la identidad fundamental del fenómeno religioso son hoy indiscutibles axiomas etnológicos. El ateísmo llamado regional ó endémico no existe, ni ha existido nunca. Hasta aquéllos Charruas que "parecían semi-capros ó faunos", ó aquéllos Guayaquies que se cazaban como fieras, con palo y soga, creían como todo ser humano en la existencia de una Voluntad consciente, sobrenatural é invisible, fuente última de [157] toda vida, y en la posibilidad de comunicarse con ella[244].
Todas las religiones de la tierra, incluso las Americanas, tienen los mismos elementos primordiales. No se conoce en la Historia pueblo alguno sin creencias religiosas más ó menos elevadas, sin ideas morales más ó menos erróneas, sin cultos y ritos, más ó menos conscientes.
Partiremos, pues, de esta firme base para estudiar la religiosidad del indio Americano, y los errores y aberraciones de su desaviada mente, y procuraremos fijar las notas principales y comunes á todas sus religiones, sin exceptuar los Aztecas, Incásicas y Mayas, idénticas en el fondo á las del resto del Continente.
Fig. 158.—El Indio Triste. Escultura Azteca.
Las creencias: El animismo.
9.—El indio Americano consideraba al cuerpo como simple envoltura de otro ser más sutil ó espíritu generalmente invisible, especie de [158] vapor, compuesto de respiración, reflexión ó sombra, esencia de la vida, dotado de facultades misteriosas, y común como perteneciente al alma cósmica, á los animales, las piedras y las plantas[245].
Fig. 159.—Sonajero ceremonial (Linuboltz).
Para el indígena todo el mundo material era inteligente y sensible; los pájaros y los reptiles oían los ruegos de los hombres; el lago tenía alma, como la catarata y el torrente; en los rumorosos silencios del bosque y en las profundidades del barranco, había seres indefinidos y terribles. Todo lo extraño é inusitado era para el indio misterio. Los "manitous" y "ockis" de los Algonquinos, los "cenis" de las Antillas, el "pillan" y el "huecuver" de los Araucanos, los "teotes" de Nicaragua, las "macacheras" y "caaporas" de los indígenas del Brasil, el wakan de los Dakotas, y los "huacas" Incásicos, no [159] eran sino palabras distintas para conceptos similares, expresiones vagas é indefinidas del "sensus numinis". Virgiliano, del poder inescrutable y deífico que el salvaje creía presente en todos los seres, movimientos y formas[246].
La naturaleza entera le enseñaba la existencia de este desconocido divino. El salvaje lo veía en todas partes, al observar los grandes fenómenos físicos, en la sucesión de la luz y las tinieblas[247], al contemplar el Océano, y todo lo extraordinariamente vasto, al admirar el huracán, la tempestad y todo lo extraordinariamente fuerte[248]. Pero además de estas grandes impresiones que avivaban la pálida y sub-consciente vislumbre [160] de lo sobrenatural, escondida en las profundidades de su espíritu, tenía el indio otros estímulos, también universales y poderosos, que por su decisiva influencia en las religiones Americanas estudiaremos especialmente. Me refiero á los sueños y estados análogos, y á las ideas sobre la vida y la muerte.
Fig. 160.—Las Cataratas del Niágara.
Los sueños.
10.—Para los Americanos, en general, los sueños (naturales ó provocados) eran realidades, y tenían carácter profético, oracular é inexorable. El indio creía ver y oir en sus sueños [161] como oía y veía en sus vigilias. Los sueños eran medios infalibles para ponerse en comunicación directa con los Dioses, y las imágenes entrevistas por el dormido ó alucinado[249], se consideraban como atisbos del mundo supra-sensible é ignoto, donde moraban los tipos genéricos de todas las cosas y estaban prefigurados todos los acontecimientos.
Fig. 161.—Invocando á las estrellas.
Esta antiquísima y perniciosa creencia en la realidad de los sueños, originó innumerables desvaríos; hizo que la vida del salvaje asumiese un carácter irreal y como ensoñado, y fué en las agrupa[162]ciones indígenas manantial inagotable de abominaciones y trastornos[250].
Fig. 162.—Chozas de los Manes (Dakotas).
La vida futura. Manismo.
11.—La creencia en la vida futura era tan universal, y estaba tan arraigada en el ánimo del salvaje, que para él no existía la [163] muerte sino como tránsito ó continuación de vida. El alma humana, ese algo que les mantenía vivos, tenía vida ultraterrena. Las lenguas indígenas no tenían palabras equivalentes á "morir", sino á "matar ó ser matado". Lo que perecía era la sombra humana, la "forma corporis", pero la parte esencial del alma, lo que constituía propiamente hablando la personalidad, la individualidad, sobrevivía á la disolución del cuerpo y la forma, y pasaba á un mundo astral, helado y sombrío, á donde llevaba sus pasiones, sus odios, sus rencores, sus necesidades y sus preferencias. Estas almas desencarnadas (manes), en especial las de los sacerdotes y jefes, seguían interesándose en las andanzas terrenales de sus allegados, participaban de sus fiestas tribales, vagaban alrededor de sus chozas, se manifestaban en sus sueños, recibían sus homenajes, y hasta tomaban posesión de sus cuerpos.
Fig. 163.—En oración.
Este concepto de la vida de ultratumba originó innumerables ritos y creencias, (Manismo) tan solemnes y significativos que muchos escritores desde Euhemerus á Spencer y sus discípulos, han sostenido que el origen, fin, y esencia de toda religión, están comprendidos en la propiciación de las almas de los muertos, en el culto de los antepasados, y en la posibilidad de comunicarse con ellos.
[164] Sin incurrir en semejante exageración, diremos, sin embargo, que desde Alaska á Patagonia, la creencia en la vida de ultratumba, es el rasgo más marcado de las religiones indígenas, y que el sepulcro en las agrupaciones Americanas fué las más de las veces cuna del altar y del templo.
Fig. 164.—En comunicación con el espíritu nocturno.
De aquí los extraños fenómenos y desvaríos del espiritismo indígena, la diversidad é importancia de los usos mortuorios, los cruentos sacrificios Aztecas al "Tezcatlipoca", el árbol frondoso y triste que colocaban los Timbues, en el sepulcro de sus padres, ó la gota de leche que dejaba caer la madre India en los labios del hijo muerto[251].
Los Dioses Supremos.
Fig. 165.--Propiciando al espíritu del río.
12.—Siempre que el hombre piensa claro y siente hondo, ha dicho un sabio etnólogo[252], concibe á Dios como unidad consciente. Así como en las páginas de los poetas paganos encontramos á veces un Zeus, distinto del Júpiter Olímpico, que existe lejos, solo, é indiferente á las luchas y pasiones de los demás Dioses[253], así entre las tribus Americanas relativamente cultas descubrimos la creencia en un Dios inmaterial, [166] desconocido y supremo que no exige oraciones ni sacrificios, y que no se preocupa de los afanes terrenales[254].
Prescindiendo, sin embargo, de la concepción Iroquesa del "Gran Espíritu" indudablemente influida por los Misioneros Europeos[255], sólo encontramos en América dos pueblos (Quechuas y Nahuas) en los que el culto de este "Ser Supremo" é inmaterial, estuviera claramente instituido.
Fig. 166.—Cementerio esquimal.
El Inca Yupanqui concibió la existencia de un "Hacedor Supremo", superior al Sol[256]. Llamóle simbólicamente Illa tici Viracocha Pachacamac (vaso de la tempestad, espuma del mar, animando al mundo), y construyó en un valle cercano al [167] Callao un templo dedicado á su culto. Atribulado Nezanuait, Señor de Tezcuco, dedicó también otro templo al "Dios desconocido".
Claro es que en ninguno de estos dos casos se pretendió sustituir en absoluto el culto de este "Ser Supremo" al de las demás divinidades indígenas. Ni el Inca Yupanqui, dejó de llamarse "hermano del Sol" ni el Jefe Tezcucano, dejó de sacrificar cautivos en los altares del dios de la guerra. Ya dijimos que el monoteísmo propiamente dicho no existió jamás en América. El "Dios ignoto" Tezcucano, y el Viracocha Incásico no son sino expresiones de la tendencia intuitiva del sentir religioso, hacia la unidad divina, que en la entenebrecidamente salvaje, no se oponían al pensar idolátrico[257].

CUESTIONARIO
1.—¿Qué carácter tenían los juegos y deportes indios?
2.—¿Cuáles fueron sus principales espectáculos?
3.—¿Conocieron los rudimentos del arte dramático?
4.—¿Qué importancia tenían las danzas en la vida india?
5.—¿Qué instrumentos musicales conoció el indio?
6.—¿Qué peculiaridades tenían sus cantos?
7.—¿Cuáles son las notas más salientes del arte Americano?
8.—¿Qué diseños imitó en el arte decorativo?
9.—¿Fueron bellas las esculturas indígenas?
10.—¿Tuvieron los Americanos noción del número?
11.—¿La tuvieron del tiempo y la distancia?
12.—¿Cuál es el rasgo más saliente de la psicología del hombre Americano?
13.—¿Existió en América alguna tribu monoteísta?
14.—¿Existió alguna desprovista en absoluto de ideas religiosas?
[169] 15.—¿Cuáles son los elementos primordiales de las religiones Americanas?
16.—¿Tienen estas religiones algo en común con las del resto del Universo?
17.—¿Qué concepto tenía el indio del alma humana?
18.—¿Cómo concebía la naturaleza?
19.—¿Qué se entiende por Animismo, y qué importancia tiene en las creencias Americanas?
20.—¿Cómo influyeron los sueños en las creencias y en la vida social de los Americanos?
21.—¿Qué ideas tenía el Indio sobre la vida futura?
22.—¿Qué se entiende por Manismo?
23.—¿Concibió alguna vez el indio la existencia de un Dios Supremo?
24.—¿Cuáles fueron las tribus Americanas que le reconocieron y rindieron culto?
25.—¿Dejaron por ello de ser politeístas?

REFERENCIAS
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[171] Especiales.Groos. Die Spiele der Menschen (Jena 1899). Bandelier. Delight Makers. Rivero & Tschudi. Ant. Peruanas. Von Tschudi. Die Kechua Sprache. B. A. E. Reports. 5-16-19. (Fewkes) 19. (Powell) 23. (Stevenson) 9th. (Bourke) 3. (Dall) 5.º (Mooney)-Bourke-Snake Dance of Mokis (N. York). Mooney-Ghost Dance Religion (14. Rep. B. A. E). Spencer. Origin of Music (Essays-London 1891). Wallaschek. Primitive Music (London 1893). Curtis. Songs of Ancient America. Hoffmann. Mide Wiowin Ojibwa (T. Rep. B. A. E.) Mathews. The basket drum. (Am. Anthrop. Abril 1894). Stevenson. Mythical Land Painting (8 Rep. B. A. E.) Th. Wilson. Swastica, the Earliest Known Symbol. Von den Steinen. Unt Natürvolk. Zent. Brasil. Murdoch. Eskimos (9. Rep. B. A. E.) Bandelier. Archeological Tour in Mexico. Holmes. Origin & Development of form in Ceramic Art. (4 Rep. B. A. E.) Wiener. Perou & Bolivie. Restreppo. Los Chibchas antes de la Conquista Española. Mac Gee. Primitive Numbers (19 Rep. B. A. E.) Trumbull. Numerals in Am. Ind. Languages (Trans. Am. Philol. Association-1874). Para las referencias especiales de las Religiones Indígenas véanse las relacionadas en el Capítulo siguiente.
Fuentes.—Las mencionadas en los dos capítulos anteriores, y en cuanto á las religiones indígenas las relacionadas en el Capítulo siguiente. Consúltense además. Baessler. Ancient Peruvian Art. (Trad. Keane-1890-91). Waitz. Anthrop der Naturvölker III. p.te 1.ª (Leipzig). Boas. Kwakuilt Indians (Rep. Nat. Mus. 1895). Bandelier. Final Report. Cushing. Study of Pueblo Pottery (4. Rep. B. A. E.) Holmes. Ancient Art. of Chiriquis. (6. Rep. B. A. E.) Filmore. Harmonic Structure Ind. Music. (Am. Antrop. New Series. Abril 1899). Dorsey. Ponca Sun Dance (Field. Columb. Museum VII. Dec. 1905). Sloane. Nat. Hist. Jamaica. Bartolomé Mitre. Ollantay (B. A. 1881. H. R. B. A.) Culin. American Indian Games (24. Rep. B. A. E.) Castellanos. Hist. Nuevo Reino de Granada (Ed. Paz y Melia-Madrid-1887). Putnam. Conventionalism in Ancient American Art. (Essex Hist. Bulletin 1886). A. L. Kroeber. "Decorative Symbolism of the Arapaho." (American Anthropologist III. 308 [172] 1901). Outes. Alfarerías Noroeste Argentinas (An. Museo de la Plata-2.ª serie I. 1908) etc.
Bibliografías.—Las relacionadas en el H. Book Am. Ind. North. of Mexico. "Arts" "Color Symbolism" "Engraving" "Dry Painting" "Music" "Drum" Eskimo "Measurements" etc., etc. Carter Brown. Catalogue, vol. I. (1493-1600) vol. II. (1601-1700) vol. III. (1701-1800). Brinton. Aboriginal American Authors. Winsor. Narr. & Crit. Hist. of America I. Ap.ces I. II. III. Consúltese en especial Irko Hirn. Op. cit. pág. 307 y sig. y Bancroft. Native Races, vol. I. Para la Bibliografía de las Religiones Indígenas véanse las referencias del Capítulo siguiente.

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