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Friday, December 29, 2017

Book (Part 2of 3) Needs Translations - American Indians: Compendio de la historia general de América Tomo I Author: Carlos Navarro y Lamarca Contributor: Eduardo de Hinojosa (1910)

CAPÍTULO V
LA VIDA PSÍQUICA (Continuación).

1.—La expresión religiosa en la palabra. 2.—La Mitología. 3.—La expresión religiosa en el objeto. 4.—Astrolatría. 5.—Los elementos. 6.—Arboles y plantas. 7.—El culto de la piedra. 8.—Zoolatría. 9.—Fetiches. 10.—El Ritual. 11.—Los sacrificios. 12.—Lugares de culto. 13.—La magia y sus efectos. 14.—Sacerdotes y hechiceros. 15.—La Medicina. 16.—Religión y cultura.
La expresión religiosa: la palabra.
1.—La importancia mística de la palabra, es común á todas las religiones del mundo. Entre los Americanos, tenían ciertas palabras un poder mágico y misterioso al que obedecían los espíritus[258]. La maldición mataba como una maza. Cuando el hechicero indígena "concentraba su medicina" y lanzaba un anatema vibrante, no había salvación para su enemigo. Las fórmulas mágicas, cantos, encantos y conjuros del ritual indígena, eran casi siempre una sucesión de palabras ó sílabas sin sentido alguno. Se suponía que los Dioses entendían lo que no alcanzaban los hombres. Ya vimos anteriormente que el nombre propio tenía para el Indio excepcional importancia. Con más razón la tenía él de sus Dioses, considerado como inefable y sacratísimo. Lo esencial en la palabra era, en fin, para los Americanos, su poder, de relacionar al hombre con la Divinidad, y por ello la palabra á los Dioses (Oración), la palabra de los Dioses (Revelación), y la [174] palabra respecto á los Dioses (Mitología), fueron formas de expresión religiosa usadas en todo el Continente[259].
Fig. 167.—Idolo Peruano.
La oración es un elemento universal en las religiones indígenas. Fuese en forma de acción de gracias, de petición, ó de penitencia, el salvaje procuraba constantemente aplacar con sus ruegos la supuesta cólera de los dioses y pedirles protección y ayuda. La vida del Indio era una plegaria perpetua[260].
La palabra de los Dioses (Revelación), la "prima veritas indicendo" de los teólogos, es la base y raiz de los cultos. Toda religión para sus secuaces es siempre revelada. No hubo ninguna en América, de las conocidas, que no aceptase como artículos de fé los preceptos y predicciones de sus dioses[261].
Fig. 168.—Símbolos de los Dioses (Dakotas).
La supuesta ley divina, impuesta al indio por sus sacerdotes y videntes, era siempre prohibitiva, y sus ridículos y multifor[175]mes preceptos conocidos por los etnólogos con el nombre genérico de "taboo" ó "tabu", penetraban en todas las manifestaciones de la vida indígena, impedían las más triviales acciones, y eran, en fin, para el salvaje una constante y abrumadora pesadilla. La más mínima infracción del "taboo" determinaba la cólera de los Dioses, que se exteriorizaba casi siempre en castigos durísimos[262].
Las predicciones ó profecías, también forjadas ó pervertidas por los hechiceros indios, eran comunes á todas las tribus del Continente. La investigación de sus curiosas é innumerables formas (adivinación, augurios, oráculos, clarovidencia, etc.), excedería los límites de nuestro estudio. Nos limitaremos, pues, á mencionar algunas cuando hablemos del sacerdocio y de la magia[263].
Fig. 169.—Propiciando al Sol.
La Mitología.
2.—Tampoco hemos de detenernos á estudiar los extraños y múltiples mitos, [176] forjados acerca de sus dioses, por la exaltada imaginación del Indio, y perpetuados por su credulidad característica. Desde el momento en que el salvaje reconoció la existencia de seres superiores, dijo mitos á su respecto. La palabra es el artesano de los ídolos[264]. Debemos buscar, pues, el origen remoto de los mitos en la religiosidad misma del Indio, en la débil lumbre de lo sobrenatural, que iluminaba su sér psíquico; su origen próximo lo encontraremos casi siempre en el lenguaje, en la semejanza fonética (paronimia) de algunas palabras, considerada por el salvaje como divino indicio[265].
Fig. 170.—Manitou.
Así se explica el fenómeno etnológico de la extraordinaria semejanza de ciertos ciclos míticos fundamentales, en todos los pueblos del mundo, el hecho histórico indudable de que las ideas religiosas sobre los puntos cardinales, sobre los números sagrados[266], sobre la creación y el [177] diluvio[267], sobre el Paraíso terrenal[268], sobre el conflicto de la luz y las tinieblas[269], sobre el viaje de las almas desencarnadas[270], y, principalmente, las firmes y consoladoras creencias en el Héroe Dios y Redentor, que había de volver para salvar á los suyos[271], se encuentran en todas las Mitologías de la raza Americana con símbolos é imágenes similares á las de todas las de la tierra[272].
Fig. 171.—Altar en una Kiva (Arizona).
La expresión religiosa en el objeto.
3.—La expresión objetiva del sentir religioso común á todos los primitivos, toma los nombres de fetichismo ó idolatría, términos esencialmente idénticos, si se tiene en [178] cuenta que el hombre, aun en sus etapas inferiores de salvajismo, jamás ha adorado los objetos (ídolos, fetiches, etc.) como tales, sino como medios, envolturas ó agentes de la Voluntad trascendental, en cuyo reconocimiento se basan todas las religiones del mundo[273].
Fig. 172.—Torturando á una cautiva (Pawnees).
Ahora bien, aunque para el Indio todos los seres y formas de la naturaleza eran manifestaciones de lo divino é ignoto, había ciertos seres, objetos, ó grupos de objetos, adorados especialmente en todas las tribus, sin duda por herir con más [179] fuerza ó frecuencia los sentidos del indígena. Mencionaremos los más importantes[274].
Fig. 173.—Idolo Mejicano.
Astrolatría.
4.—Llama, en primer lugar, la atención del historiador el culto de los cuerpos celestes (Astrolatría), tan universal y frecuente que se ha llegado á sostener que las religiones Americanas fueron siempre y principalmente astrolátricas. Lo fueron por lo menos las de las tribus más adelantadas. Los Aztecas, Chibchas, Natchez, etc., adoraban al sol como padre y origen de toda alegría, fecundidad y existencia. Los Incas relacionaron los cultos del sol, la luna y las estrellas con la aparición de sus héroes míticos, y en casi to[180]das las tribus la consolidación de tales cultos, dulcificó paulatinamente los sacrificios y afirmó el sacerdocio y el templo.
Fig. 174.—Propiciando los espíritus del torrente.
Los elementos.
5.—Sigue en importancia al culto de los astros, el de los elementos. Para los Chibchas, era sagrada el agua de los ríos y lagos; los Peruanos de la costa temían al mar Pacífico, como divinidad suprema. "Tlaloc", el Dios de la lluvia, ocupaba lugar conspicuo en el panteón de los Aztecas, que como los Moxos de Bolivia se decían á sí mismos "hijos de las aguas".
El fuego era sagrado en casi todas las tribus. Entre los Incas, su culto relacionado con el del Sol, era objeto de especiales ceremonias. Para los Mejicanos el "Xiuhteculli" (Dios del fuego) era divinidad temible[275].
[181] Los _vientos_ de los cuatro rumbos ó cuarteles en que se creía dividida la tierra, inspiraron también al Indio peculiar reverencia. Los Aztecas adoraban al huracanado del Sur; los Iroqueses, á los del Norte, Sur, Este y Oeste. Como el Eolo Virgiliano, el "Sillam Unna" de los Esquimales, regía la "mansión ó caverna de los vientos" (Sillan-Eipane). En América Central, el pájaro "Voc", de simbolismo análogo al del águila de Zeus, era mensajero del "Huracán", ó dios de las tempestades, y otro tanto sucedía en América del Norte, donde el maravilloso "pájaro del trueno" (thunder-bird) se veneraba como encarnación del gran "Manitou"[276].
Fig. 175.—Altar Walpi.
La maternidad de la tierra se tuvo por artículo de fé en casi toda América. El Indio concebía la tierra animada y amable, y [182] ya fuese bajo la forma del "Tonantzi" Azteca, ó del "Mama-cocha" Incásico, la veneraba con filial acatamiento. Creían los Chibchas, por ejemplo, que se irritaba con el continuo pasar de animales y hombres, ó sufría cuando se clavaban en ella estacas ó postes para sostener las viviendas[277].
Fig. 176.—En oración.
Arboles y plantas.
6.—Los espíritus de las plantas, como vinculados á la madre tierra, fueron también tenidos por divinidades benéficas (Filolatría). Los mitos de los Cherokees, les suponían inventores de la medicina para contrarrestar los rencorosos designios de los animales causantes de las enfermedades y la muer[183]te. La "saramama" ó "maíz madre" se veneraba por los Quichuas en forma de muñeca de hermosas mazorcas. El tabaco en las tribus que lo conocieron (Iroqueses, Mandanes, etc.), hacía las veces de ceremonial incienso[278].
Fig. 177.—Propiciando en un altar á los espíritus de la lluvia (Pueblos).
Más universales, sin embargo, que los cultos filolátricos, naturalmente limitados á las tribus horticulturas y sedentarias, fueron en América los dendrolátricos. El murmullo del viento entre las hojas, el crujir angustioso de las ramas, y los extraños ruidos de los troncos, fueron siempre para el salvaje voces misteriosas del espíritu que moraba en los árboles. Los Ojibways é Hidatsas no los cortaban nunca para no causarles dolores. Si los Mandanes hachaban algún poste lo envolvían al punto con vendas. Ciertas especies estaban en muchas tribus protejidas por el "taboo" y relacionadas con sus clanes con vínculos de ascendencia mítica ó totémica. Los árboles solita[184]rios ó gigantes inspiraban respeto especialísimo. Los Mejicanos tuvieron al "Tota" como protector de sus cosechas. El héroe Dios de los Yurucarés de Bolivia hizo, según sus mitos, nacer de un árbol á todas las tribus de la tierra[279].
El culto de la piedra.
Fig. 178.—Idolo Zoolatrico (Méjico).
Fig. 179.—Danza del Espíritu (El círculo).
7.—El antiquísimo culto de la piedra, fué también universalmente practicado por los primitivos habitantes de América. Los Dakotas, pintaban de rojo las piedras sagradas, ofreciéndolas sacrificios. Los indígenas de Guatemala, colocaban piedras en la boca de los moribundos para que entrara en ellas el alma desencarnada. Los Incas recogían devotos las que Cupac Iupanqui declaró habían sido "hombres barbudos", llevándolas á las guerras. Los Nahuas hacían proceder de los aereolitos á todos los hombres. El jade verdoso y [185] semi transparente de los Aztecas se consideraba dotado de virtudes ocultas. Creían también los Peruanos que los aereolitos eran emanaciones del fuego celeste, cuyos ardores conservaban siempre. Los hechiceros Mayas, como los modernos astrólogos, usaban los cristales de cuarzo con fines oraculares y proféticos.
En general, si el Indio, de cualquier tribu que fuera, encontraba piedras de formas, colores ó propiedades para él extrañas, las conservaba reverente, bien convirtiéndolas en fetiches, bien conservándolas como mágica medicina de determinadas dolencias[280].
Fig. 180.—Idolo en Honduras.
Zoolatría.
8.—Los sistemas zoolátricos de América, comparables sólo á los Egipcios, eran acaso los más completos de los conocidos en la historia. Apenas hubo animal en la riquísima fauna del Nuevo Continente, cuyo espíritu tutelar ó maligno no fuese venerado por las tribus de las respectivas regiones geográficas[281].
En muchas de ellas se creía intercambiable el alma del hombre y los animales. El tigre, por ejemplo, no era sólo adorado por su fiereza, sino por creer que contenía el espíritu de algún guerrero muerto. El Zootheismo americano estaba, además, [186] íntimamente unido con el Totemismo, y ambas creencias tuvieron capitalísima importancia social y religiosa en todas las tribus indígenas. De todos los animales sagrados, la serpiente recibió, en dichas tribus más solemne y universal homenaje. La silenciosa sinuosidad de la marcha de este ofidio, más sutil, según el Génesis, que ninguna bestia de los campos, su brillante colorido, la atracción de su mirada y su acción letal y rapidísima[282], fueron tal vez la causa de que la generalidad de las agrupaciones primitivas, y aun algunas relativamente cultas, la consideraran como receptáculo ó mediador favorito de los espíritus (Ophiolatría).
Fetiches.
Fig. 181.—Fetiche (N. A.)
9.—La exaltada imaginación del Indio y su credulidad ilimitada é ingénua, no se contentaba con sentir lo sobrenatural y rendirle culto, en innumerables formas y grotescos ídolos; necesitaba para satisfacer su ardor religioso, tocar y poseer á su Dios, llevarlo consigo, incorporarlo á cualquier objeto tangible. [187] De aquí el fetichismo Americano análogo en su esencia al Africano y al Asiático.
Fetiche, para el Indio americano era cualquier objeto grande ó pequeño, natural ó artificial, que independientemente de su valor intrínseco se consideraba dotado de conciencia, volición, vida inmortal, y, especialmente, de poder sobrenatural ó mágico, que le permitía producir efectos anormales en forma más ó menos fantástica. La posesión de esta misteriosa facultad hacía al fetiche indispensable para su poseedor, quien lo adquiría para proporcionarse bienandanzas, y le rendía en cambio acatamiento, adoración y sacrificios, llevándolo consigo en sus empresas, hablándole, rezándole, mimándole ó maltratándole, según su comportamiento pasado ó el que de él esperaba en lo futuro.
Fig. 182.—Danza del Espíritu (Vidente).
Una persona podía tener varios fetiches, objeto también de compra, cambio, y trato comercial entre tribus distintas. En todos los casos, la naturaleza, númen ó misterio origen del [188] fetiche ó conjunto de fetiches eran secretos personales del propietario ó constructor de los mismos, y sólo se transmitían al elegido como heredero en su posesión mística. Las almas desencarnadas de los guerreros ó shamanes muertos, se suponían capaces de morar en los fetiches, que en definitiva eran para sus poseedores un medio de vincularse estrechamente con los poderes ocultos.
Todo fetiche era para el indio un verdadero ídolo, y recíprocamente, todo ídolo tenía algunas de las características de los fetiches. De aquí la peligrosa inutilidad científica de las distinciones entre la idolatría y el fetichismo y la imposibilidad de fijar, en la historia de los Americanos primitivos, una línea divisoria entre estas dos formas de religioso objetivismo[283].
El ritual.
10.—Hemos estudiado la expresión religiosa de los Americanos en la palabra y en el objeto; debemos ahora considerarla en los actos, es decir, en el conjunto de prácticas y ceremonias designadas con el nombre de ritual ó culto.
Los fines primordiales de los ritos indígenas pueden reducirse á dos: elevar el hombre hacia los dioses y atraer los dioses hacia el hombre. Culminaron los primeros en la apoteosis[284], y los últimos en la aparición, manifestación ó epifanía.
Dividiremos sintéticamente los ritos en comunales ó benefi[189]ciosos para el clan ó tribu, y personales ó beneficiosos para el individuo, y dejando á los etnólogos el estudio de los personales[285], diremos algo de los comunales, que tan decididamente contribuyeron á la formación y cohesión de muchas de las tribus de América.
Casi todas estas tribus reconocieron, por ejemplo, como eficacísima la práctica de la oración en común de la congregación con fines religiosos. Los Dakotas y Chipewas, se reunían á millares en sus ceremonias. Los misioneros y conquistadores de Méjico y el Perú, nos relatan como espectáculo frecuente la reunión de ocho y nueve mil indígenas en las solemnidades de sus cultos. La nota característica de estos cultos era, como ya dijimos, las danzas rituales más ó menos largas, desenfrenadas y antiestéticas. La sugestión colectiva en estas danzas de la multitud animada por sentimientos idénticos, la intercomunicación de los espíritus, la monótona repetición de los mismos cantos (anafora), y el exceso de brevajes estimulantes, excitaban la nerviosidad del indio y convertían á menudo aquellas ceremonias religiosas en aquelarre de gritos histéricos, delirios tumultuosos, colapsos estáticos y entusiasmos frenéticos[286].
Fig. 183.—Instrumento Ceremonial.
No tenían, sin embargo, todos los cultos indígenas este aspecto sombrío y báquico. En muchos de ellos la calma sustituía al frenesí y la violencia; los cantos perdían su carácter bárbaro, decían ritmos suaves y alegres, y los movimientos de los devotos se hacían pausados y hasta gráciles. Como en los ritos griegos de Dionysios, el "huaca" divino, el sagrado "manitou" de la tribu, era llevado á través de los campos en [190] procesión jubilosa y solemne, amenizada por las pantomimas grotescas ó dramáticas de los juglares, y terminando casi siempre con un festival ó bullicioso banquete, de que el supuesto comensal divino participaba místicamente[287].
Fig. 184.—Danza del Espíritu (Inspirados).
Los sacrificios.
11.—Esta costumbre de ofrecer á las divinidades una porción selecta de alimento, fué tal vez el origen de los sacrificios que tuvieron al principio carácter de voluntaria oferta, ó acción de gracias á los dioses rendida en alegre é incruenta comensalidad con ellos.
Más tarde, y por creer el Indio que sus calamidades y desgracias eran causadas por la ira ó indiferencia de los espíritus, perdieron tales sacrificios su primitivo carácter honorífico, convirtiéndose en piaculares ó expiatorios. Toda violación del "tabou" voluntaria ó involuntaria, debía, en efecto, expiarse [191] con algún acto doloroso que aplacara la vengativa cólera de las ofendidas divinidades. Naturalmente, el sacrificio era tanto más eficaz y meritorio cuanto más cruel y mortificante[288], razón por la cual, los penitentes salvajes, que á menudo llegaban en su exaltación mística hasta macerarse y mutilarse con increíble saña, no reconocieron límites para infligir á sus semejantes los más horribles suplicios, y torturaron hasta la muerte á los esclavos y cautivos dedicados á sus dioses.
De aquí la frecuencia y extensión de los sacrificios humanos en todas las tribus de América, y en especial en las grandes agrupaciones sedentarias (Aztecas, Incas, Chibchas, etc.), donde se sacrificaban anualmente millares y millares de víctimas. No sabía el indio—dicen los antiguos cronistas—, que pudiera haber sacrificio sin matar á alguno.
No sólo se sacrificaban cautivos ó enemigos, sino hasta los más cercanos parientes, los más jóvenes, los de rango más alto en la tribu, las mujeres, los hijos mismos, dispuestos siempre á morir en las aras de sus sanguinarios ídolos, impotentes, según el indio, para resistir al poder mágico de semejantes sacrificios, que les obligaban á acceder á los deseos de sus salvajes devotos[289].
[192] El corazón del sacrificado, que se arrancaba palpitante, se ofrecía generalmente á la divinidad y los demás miembros de la víctima, sagrada en virtud del sacrificio (sacrum facere), se devoraban por las multitudes fanáticas, creyendo que por este medio entraban en íntima comunión (cum unio, cum unire) con sus dioses y se hacían uno con ellos.
Los indios de Nicaragua, por ejemplo, al cosechar el maíz extendían algunos granos en sus altares, regándolos con su propia sangre y comiéndolos después como manjar sagrado.
Las vírgenes Peruanas mezclaban con harina la sangre de los sacrificados, cociendo en panes la repugnante mezcla para que los devoraran en los diversos templos del imperio. La sangre fresca del mancebo Azteca, que se sacrificaba anualmente al dios "Tezcatlipoca", se amasaba también con harina, para que de ella participaran los celebrantes.
Fig. 185.—Símbolos de danzas Mágicas. (Pictografía N. A.)
La continuidad y frecuencia de los sacrificios humanos contribuyeron indudablemente á la desaparición ó extinción de muchas y numerosas tribus[290].
Lugares de culto.
12.—Todas estas ceremonias y ritos se celebraban al principio al aire libre, alrededor de las tumbas de los antepasados [193] ó en determinados lugares considerados como favorita morada de poderosos espíritus (cuevas, grandes piedras, lugares altos). Algunas veces se erigían altares más ó menos groseros y efímeros en los sitios escarpados ó recónditos.
Poco á poco, con el aumento y consolidación en determinados territorios de las tribus horticulturas y sedentarias, fueron perfeccionándose dichos altares y lugares de culto, hasta llegar á convertirse en las imponentes fábricas de los templos Mejicanos é Incásicos, que con su sacerdocio, vestales y complicado ritualismo caracterizan, como más adelante veremos, la cultura social y religiosa de las agrupaciones Aztecas, Mayas y Quechuas[291].
La magia y sus efectos.
13.—La magia salvaje era el arte de conocer y dominar la naturaleza y sus espíritus, y se basaba principalmente en la misteriosa conexión que el indio suponía existente entre todas las cosas (magia contagionista), en el convencimiento íntimo de que "lo semejante afecta á lo semejante", de que la relación casual de las ideas equivale á la relación causativa de los hechos (magia homeopática), y sobre todo, en la soberbia é ilusoria pretensión de subyugar los poderes naturales y sobrenaturales con encantos, evocaciones y sortilegios (magia sobrenatural)[292].
Esta degeneración del sentir religioso, tan antigua como el [194] hombre, y acaso la más duradera y fatal de las ilusiones de su orgullo, formaba parte integrante de la vida salvaje, penetraba en la familia, en la sociedad y en el culto, y lo mancillaba todo con su deletéreo contacto.
La magia para el Indio Americano era medio, llave, medicina, religión y ciencia. Se practicaba en todas las tribus y tenía en todas sus iniciados, sus sociedades secretas, sus ceremonias, talismanes, filtros, prestigios y presagios.
Su moral era egoísta y brutalmente utilitaria. Sus prácticas extrañas y crueles. Tiranizaba y sacrificaba á los débiles, emponzoñaba á los fuertes, adulaba las más bajas pasiones y favorecía el canibalismo y los vicios sexuales más abyectos[293].
Fig. 186.—Sacerdote Peruano (Alfarerías Incásicas).
Más que las enfermedades y la guerra contribuyó la magia á la despoblación de la primitiva América. Sus sociedades secretas ejercían en las tribus un efecto depresivo y terrorífico, y formaban en aquellas agrupaciones como una atmósfera de desconfianza general, que impedía todo progreso. La debilidad era un crimen. Sólo los más fuertes, los que se consideraban iniciados ó poseedores de poderes mágicos (orenda), el jefe militar cruelísimo ó el hechicero tenebroso, se destaca[195]ban entre sus semejantes. Los demás debían permanecer durante siglos en la desoladora igualdad de una barbarie misérrima.
Fig. 187.—Iniciación de un adivino Caribe (Laffittau).
Y este importantísimo hecho de la historia de las tribus indígenas surje con mayor claridad entre los de más avanzada cultura (Aztecas, Chibchas, Incas, etc.), que fueron precisamente las más inficionadas por el venenoso virus mágico, las más entregadas á la antropofagia, al infanticidio y á las prácticas nefandas, las más dominadas por estas misteriosas aberraciones del espíritu humano, que determinaron el fin de su evolución cultural, su desfallecimiento y su suicidio[294].
Sacerdotes y hechiceros.
14.—Antes de abandonar esta interesante materia, diremos algunas palabras sobre los sacerdotes y hechiceros indígenas[295], intermediarios obligados entre el hombre y los [196] espíritus, agentes de sus soñados dioses y terribles intérpretes de sus preceptos. En todas las tribus Americanas pululaban estos supuestos taumaturgos, conocidos, según las regiones, con los nombres de "shamanes", "angakuks", "piayes", "alexis", "mohanes", "pagés", etc., etc. Combinaban muchos de ellos el fervor del convencido con la astucia del hipócrita; eran los más prestidigitadores y charlatanes (jongleurs) habilísimos, y los individuos de sus respectivas tribus les consideraban capaces, "per se", ó por medio de su númen, pithon ó manitou, de regir los fenómenos atmosféricos, transformarse ó hacerse invisibles, predecir lo futuro, curar enfermedades ó producirlas con maleficios, y de realizar, en fin, como los magos antiguos ó los brujos medioevales, toda clase de portentos y prestigios. Eran, en general, para el indígena seres extraordinarios y sin limitación espiritual alguna, que gozaban en la tierra de todos los atributos y facultades sobrenaturales de las divinidades míticas.
Fig. 188.—Extasis en la Danza.
Tenían, por consiguiente, en las tribus poderosísima in[197]fluencia, de la que usaban y abusaban con fines casi siempre perversos. Fueron los representantes genuinos de su raza, los depositarios de sus tradiciones, los inspiradores de su fanatismo. Enemigos naturales del Europeo, y en especial del catequista, obstaculizaron tenaz y ferozmente la propagación del Cristianismo en América.
Como los fakires de la India, hacían, en general, los adivinos Americanos vida de mortificación y retraimiento. Sin motivos especiales, ningún profano podía penetrar en sus chozas, consideradas sagradas, como su persona y pertenencias.
Los poderes mágicos y secretos medicinales del "shaman" ó nigromante, pasaban en general á sus hijos ó discípulos, cuya iniciación mágica era objeto de complicadas ceremonias simbólicas (ritos de paso).
Se organizaban en hermandades secretas, siempre temidas, misteriosas é influyentes, que decían cábalas, fabricaban bebedizos y filtros mágicos, sabían de tremendos maleficios y usaban un lenguaje especial y esotérico[296].
La medicina.
15.—Los sacerdotes y hechiceros fueron los primeros médicos Americanos. Si prescindimos del uso indígena de algunas [198] yerbas especiales prescritas por curanderos rutinarios ó sociedades medicinales más ó menos empíricas, la noble ciencia de la medicina estuvo involucrada con las ideas y prácticas mágico-religiosas del Indio. En virtud del dominio que el hechicero decía tener sobre los espíritus, podía expulsarlos del cuerpo del enfermo, haciendo con ello desaparecer la dolencia. Danzaba el mago ante el paciente al son del atambor y la flauta mágicos; cantaba sus medicinales conjuros y mortificaba al dolorido con toda clase de manipulaciones, untos, brujerías y pócimas.
Si el enfermo curaba, fuese por causas naturales ó por efecto de la sugestión hipnótica, el shaman crecía en su predicamento é importancia; si se moría, fácil era para el médico-brujo disculpar el fracaso de sus ensalmos, bien alegando la enemiga de su númen con otros espíritus, bien suponiendo maleficios de magos adversos y de "medicina" más potente[297]. Como ya dijimos, la credulidad del indígena no tenía límites, y sus hechiceros eran hábiles para explotarla.
Fig. 189.—Sacerdote Mejicano (Escultura Azteca).
Muchos de los pretendidos portentos de los hechiceros Indios pueden atribuirse á supercherías más ó menos hábiles, ó expli[199]carse por la fascinación que ejercían sobre sus crédulos espectadores ó víctimas; pero hubo algunos hechos, históricamente comprobados, verdaderamente extraordinarios é inexplicables[298].
Religión y cultura.
16.—Los límites de nuestro estudio no nos permiten detenernos á examinar extensamente el complejo y difícil problema histórico de la influencia de las religiones de América en la evolución cultural de sus tribus. Afirman muchos etnólogos que las religiones llamadas primitivas obstaculizan en absoluto todo progreso. Los antiguos misioneros y cronistas anatematizan como demoniacos los elementos todos de las religiones indígenas.
Fig. 190.—Un Shaman.
Si no observamos tales cultos más que en sus aspectos brutales y lúgubres, si atendemos únicamente á los repugnantes cuadros de la antropofagia ritual, de la magia negra, de las ceremonias licenciosas y los sacrificios cruentos, claro es que también nosotros debemos condenarlos; pero si procuramos separar en ellos lo religioso de lo mágico, lo espiritual y perfectible de lo material y disolvente; si recordamos, por ejemplo, los mitos de Quetzaltcoatl, Bochica, Viracocha, etc., semi-dioses, augustos blancos, puros, [200] piadosos, sabios en sus consejos, amantes de la paz, de la música, de las flores, de los colores brillantes y adversos á todo rito sangriento[299], no es posible desconocer la civilizadora influencia ejercida en América por tales modelos divinos, ni negar que estos ideales del Indio, símbolos de sus inconscientes aspiraciones hacia la Verdad, la Justicia y la Belleza, elevaron el nivel moral de ciertos grupos y suavizaron sus costumbres bárbaras.
Fig. 191.—Recitando ensalmos medicinales.
Si leemos, además, algunas de las plegarias indígenas, las desgarradoras de los Algonquinos[300], las filosóficas de Nezahuatlcoyotl y, sobre todo, los inspirados himnos Quechuas al Viracocha[301], [201] no podemos menos de encontrar en ellas una clara vislumbre de lo mejor y lo más alto, una mística sospecha de la hermosura del dolor y el sacrificio, un destello fulgente de la Verdad inmarcesible y Eterna.
Fig. 192.—Sacerdotes en procesión (Pueblos).
Por otra parte, las tentativas más ambiciosas del arte indígena, las pirámides de Cholula ó los templos Incásicos, fueron producto del fervor religioso, y su construcción apartó á las multitudes de la senda de la guerra y favoreció la vida sedentaria. Los jeroglíficos, calendarios y, en general, toda la rudimentaria ciencia y literatura indígenas nacieron á la sombra del templo. El tráfico de amuletos, talismanes, etc., y las peregrinaciones á determinados lugares sagrados suavizaron las relaciones inter-tribales.
El templo de Cozumel, por ejemplo, era visitado anualmente por multitud de fieles; en las aldeas Muiscas había caminos [202] especiales y trillados, que seguían las numerosas peregrinaciones al templo del lago Guatavita. A los altares de Pachacamac, Rimac, etc., venían peregrinos de 300 leguas á la redonda, y en todos los caminos había sitios especiales para hospedarlos[302].
En presencia, pues, de estos hechos y de otros mil que podrían citarse, debemos abstenernos de condenar, sin distingos y en nombre de la civilización, todos los complicadísimos aspectos de la religiosidad indígena, y estudiarlos sin apasionamiento ni prejuicios, si queremos alcanzar ideas claras sobre la vida psíquica del Indio Americano y esclarecer el enigma histórico de sus tristes destinos[303].

CUESTIONARIO
1.—¿Qué importancia tenía la palabra en las religiones indígenas?
2.—¿Cómo se comunicaba el indio con sus dioses?
3.—¿Qué es el taboo?
4.—¿Cuál es el origen probable de los Mitos indígenas?
5.—¿Cuáles son los ciclos míticos comunes á todas las religiones americanas?
6.—¿Qué diferencia hay entre el Fetichismo y la Idolatría?
7.—¿Qué seres ú objetos principales adoraba el Indio Americano?
8.—¿Fueron comunes los cultos Astrolátricos?
9.—¿Qué animales (Zoolatría) veneraba el indio?
10.—¿Qué importancia social tuvo el Zootheismo Americano?
11.—¿Qué se entiende por fetiche?
12.—¿En qué consistía su supuesto poder sobrenatural?
13.—¿Cuáles eran los fines primordiales de los ritos indígenas?
14.—¿Se congregaban los Americanos primitivos para sus cultos?
15.—¿Cuál es el origen probable de los sacrificios?
16.—¿Predominaron en América los piaculares y cruentos?
[204] 17.—¿Eran numerosos y frecuentes?
18.—¿Favorecían la antropofagia ritual?
19.—¿Erigieron los indígenas altares y templos?
20.—¿Qué objeto tenía la Magia salvaje?
21.—¿Cómo influyó en la aniquilación y envilecimiento de las agrupaciones indígenas?
22.—¿Qué influencia tenía el sacerdote ó hechicero?
23.—¿Por qué causas gozaba de tanta veneración?
24.—¿Quiénes fueron los primeros médicos Americanos?
25.—¿En qué forma influyeron las religiones Americanas en la evolución cultural de las tribus?... Opiniones al respecto.

REFERENCIAS
Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores y Goblet d'Alviella. Introd. á l'histoire generale des Religions (1887). Lang. Mith. Ritual & Religión (1899). W. Mannhard. Wald und Fedculte (3 Vols., 1875-77) y Mythologische Forschungen (1884). Max-Muller. Int. to the Science of Religion (1875). J. Ralzél. Volkerkunde (2 Ed., 1894). Reinach. Orpheus (1909). Id. Cultes, mythes et Religions (3 Vols., 1904-1908). Sabatier. Esquisse d'une philosophie de la Religion (1897). M. Hebert. Le Divin (1907). H. Schurtz. Urgeschichte der Kultur (1900). Frazer. Totemism & Exogamy (4 Vol., 1910). I. H. King. The Supernatural (N. York, 1892). Dr. W. Schneider. Die Naturvolker, Missverständnisse, etc. (Padderborn, 1885). C. Pesch. S. I. Gott und Götter (Friburgo, 1890). Id. Der Gottesbegrifft in den Leidsnischen Religionen, etc. A. Borchert. Der Animismus (Friburgo, 1900). H. Schell. Apologie des Christentums (Paderborc, 1901). Nicolay. Histoire des Croyanes superstitions, etc. (3 Vols., 1899). Los artículos y monografías de la Revista "Anthropos" (P. W. Schmidt, Fundador). El artículo "Religions", en la Encyc. Británica (9.ª Ed.). El Manual de Chantepie de la Saussage. Manuel d'Histoire des Religions (Trad. Francesa. Hubert et Levy, 1904), etc., etc.
Especiales.Brinton. American Hero. Myths. Bancroft. Native Races, Vol. III. Squier. Serpent Symbol in America (N. Y., 1851). Muller. Geschichte der Americanischen Urreligionen (Bassle, 1855). Dormau. Origin of Primitive Superstition Among the Aborigines of America (Philadelphia 1881). Bastian. Die Culturlander des Alten America. Klemm. Culturgeschichte, etc. Haddon. Magic & Fetishism. Hubert & Mauss. [206] Le Sacrifice. Id. Theorie de la Magie (Année Sociologique, 1899-1904). Karsh. Unanismus Päderastie und Tribadie del Naturvolken, etc. (1901). De Maistre. Eclaircissement in des Sacrifices (Euvres Choissis. Ed. Roger). Ehrenreich y Northcote Thomas, en Hasting's, Cyclopedia. Cogolludo. Hist. del Yucatan, etc., etc. (Véanse mis notas al presente Capítulo).
Fuentes.—Las antiguas Crónicas y Relaciones de Misioneros, en especial Grijalva. Crón. de N. P. S. Agustín en Nva. España. Calancha (A.). Crón. Moralizada las Jesuit Relations (Ed. Twaites). Torquemada. Monarquía Ind. Venegas. Hist. California. Gomara. Conq. Mexico. Lozano. Op. citadas. Garcilaso de la Vega. Com. Reales. Herrera. Décdas. Sahagún. Hist. General, etc. Las Casas. Apologética. Oviedo. Hist. General. Jarque. Ruiz Montoya en Indias. Charlevoix. Nouv. France, etc. Arriaga. Estirpación de la Idolatría. Gumilla. Hist. del Orinoco. Figueroa. Misión de los Mainas. Dobrizhoffer. Abiponibus, etc., etc. (Véanse las notas de este Capítulo). Las Memorias Anuales de la Oficina de Etnología de Washington (B. A. E.), citadas en las Referencias del Capítulo anterior y notas del presente; las publicaciones del Archiv für Religions-wirsenchaft, Globus (Berlín), Man (Londres), Le Museon (Lovaína), American Antropologist (Washington), Anales Museo Mexicano (Mexico), Anales Universidad de Chile (Santiago), Museo Río Janeiro (Río de Janeiro), Museo de La Plata (La Plata), Inst. Geogco, etc. (B. Aires), Rev. Inst. Histórico del Perú, etc., etc.; la Colección de documentos Arch. de Indias (Información de las Idolatrías de Incas é Indios, etc.); los preciosos manuscritos de la Bca Escorialense (Ritos de Mechoacan, etc.), citados en las notas, y las fuentes especiales y generales citadas en los cuatro Capítulos siguientes.
Bibliografías.—Vse. Bancroft. Op. cit., vol. III. Chantepie de la Saussage. Op. cit. Hasting's. Cyclopedia. Winsor. Op. cit., apce V, vol. I. Mgr. Le Roy. Op. cit., cap. I y II. Brinton. Rel. Prim. Peop., cap. I y II. Reinach. Orpheus, cap. I. H. Book Am. Indian N. of Mexico (B. A. E.), palabras "Altar", "Fetichism", "Magic", "Missions", "Marriage", "Dances", etc., etc. Tiele. Op. cit. en sus notas. Encyc. Británica ("Religión"), 9.ª Edición. Jastrow. Op. cit., cap. I y II. Chamberlain. Journal Am^{can} Folk Lore, etc., etc.

CAPÍTULO VI
TRIBUS DE LA AMÉRICA DEL NORTE

1.—Clasificaciones. 2.—Los Esquimales. 3.—Los Athapascos. 4.—Algonquinos. 5.—Iroqueses. 6.—Muskokis. 7.—Natchez. 8.—Dakotas ó Sioux. 9.—Tlinkits, Haidahs y Yumas.—10 Las tribus de la Región de los Pueblos.
Clasificaciones.
1.—No existe clasificación alguna universalmente aceptada de las tribus Indias de la América del Norte. Los antropólogos fundan sus clasificaciones en criterios físicos, lingüísticos, culturales y geográficos. Los dos primeros criterios son los más exactos, y el lingüístico se considera hasta el presente como el único satisfactorio[304]. Tomando, pues, como base la admirable clasificación lingüística de la Oficina Etnológica de Washington[305], elegiremos entre sus numerosas familias las que consideramos mejor estudiadas, más características y de mayor interés cultural é histórico, á saber: 1.º, Esquimales; 2.º, Athapascos, etc.; 3.º, Algonquinos; 4.º, Iroqueses; 5.º, Muskokis; 6.º, Natchez; 7.º, Dakotas ó [208] Sioux; 8.º, Tlinkits, Haydahs y Yumas; 9.º, Tribus de la Región de los «Pueblos».
Fig. 193.—Mujer esquimal.
Esquimales.
2.—La palabra Esquimal (Eskimo), propiamente Eskimwhan, significa en el dialecto Algonquino "comedor de carne cruda". Se llaman asimismo "Innuit" (pueblo ó gente). Ocupan desde tiempos antiguos las regiones árticas y marítimas de la América Septentrional, desde el estrecho de Belle-Isle, en el Atlántico, hasta el pie del monte St Elías, en el Pacífico, extendiéndose á veces hasta el Smith-Sound (80° latitud Norte). Es probable que algunos de sus grupos hayan llegado y hasta cruzado en épocas remotas el estrecho de Behring. El problema del origen de estas tribus se ha discutido largamente. Algunos autores las hacen descender de los Asiáticos y hasta de los Europeos cuaternarios. La mayoría de los etnólogos é historiadores modernos rechazan estas hipótesis y consideran á los Esquimales en sus rasgos físicos, psíquicos, etcétera, y en sus orígenes mismos como esencialmente Americanos[306].
Fig. 194.—Tipo esquimal (Alaska).
Ofrecen estas tribus Esquimales notable ejemplo de la influencia en la cultura del medio geográfico. Privados por los rigores de su clima de los vegetales y animales terrestres, [209] dependen del mar para su vestido, subsistencia, etc.[307].
Altar de "A'hayuta", Dios de la guerra de los Indios Zuñí
(23. An. Rep. B. A. E., pág. 116.)
Eran los Esquimales muy imaginativos y aficionados á la música. En sus peculiares cantos y baladas melancólicas rimaban los ruidos de la Naturaleza con las palabras. Sus cantores dormían á menudo en las márgenes de los arroyos, para imitar el ritmo de sus murmullos. Como los "payadores" gauchos, decidían á veces sus disputas cantando por turno estrofas poéticas ante espectadores atentos, que otorgaban al más hábil el triunfo y daban así por terminada la querella.
Fig. 195.—Pictografía simbólica.
La organización social de los Esquimales se basaba en la familia y no en el clan. Predominaba la monogamia y el patriarcado. Las familias se agrupan hasta hoy en aldeas muy pequeñas (10 á 15 chozas), separadas por grandes distancias. A pesar de ello, es tan notable la homogeneidad de esta familia Esquimal, que, á pesar del tiempo necesario para la dispersión geográfica de sus miembros, las diferencias dialectales entre ellos son mucho menores que las que existen entre las tribus de cualquier otra familia lingüística del Continente.
La religión de los Esquimales es animista, y en especial manista. Los sacerdotes y hechiceros (angekoks), numerosos y temidos, presidían las danzas rituales, etc., y ejercían los minis[210]terios mágicos y medicinales ya descritos al hablar del sacerdocio y la magia indígenas[308].
Las tribus Esquimales, aun aquellas que no están ni han estado en contacto con el blanco, disminuyen y tienden á extinguirse, debido principalmente á la escasa fecundidad de sus mujeres y á la terrible mortalidad de la infancia[309].
Fig. 196.—Cazando con arpón (Esquimo).
Athapascos.
3.—Pocas familias lingüísticas del Norte de América pueden rivalizar en extensión geográfica con la conocida con los nombres de Athapascos, Chippewas, Tinné, etc. Poblaron casi sin interrupción las regiones comprendidas entre el Mar Ártico [211] y las fronteras de Durango (Méjico), desde la Bahía de Hudson al Mar Pacífico. Estaban divididos en multitud de grupos y bandas incoherentes y de dialectos muy distintos. Pertenecen á esta familia lingüística de los Athapascos los célebres Navajos y los temibles Apaches, que extendieron hasta Méjico sus salvajes guazavaras, destruyendo la incipiente civilización de las márgenes del Río Gila y sus tributarios. Fueron los Apaches guerreros nómadas tenaces y cruelísimos, dando mucho que hacer hasta fines del pasado siglo á los ejércitos Norteamericanos y Mejicanos. El único resto de los Apaches (Mejicanos) hoy existente es el de los Janos ó Janeros de Chihuahua[310].
Fig. 197.—Shaman Tribu Navajos (Athapascos).
El nivel cultural de los dispersos grupos de la familia de los Athapascos es mucho más bajo que el de sus vecinos los Esquimales. La habilidad mecánica de los plateros y tejedores Navajos, parece debida á la captura y adopción de individuos de otras tribus más cultas. En general, los Athapascos son desconfiados, astutos, taciturnos y muy propensos á terrores, alucinaciones, neurosis y manías epidémicas. No se ha encontrado entre ellos forma definida de gobierno. Entre los Navajos y Apaches predominaba el matriarcado, los "totems" animales y la ley de exogamia. Cambiaban mujeres entre las tribus en señal de amistad, siendo la posición de la mujer inferior y abyecta su suerte. Sus expediciones guerreras eran simples [212] algaradas rapidísimas y violentas. Excepto en algunas tribus, la horticultura era desconocida y el canibalismo frecuente. Los Navajos, sin embargo, cultivaban la tierra con fruto. Cuando los Españoles los encontraron por primera vez (1541), eran ya labradores, construían graneros, regaban con acequias sus campos y vivían en chozas fijas. La Religión de los Athapascos en general era animista, con numerosísimas supersticiones mágicas. Los shamanes y hechiceros presidían los Consejos tribales. Los dialectos Athapascos eran duros y dificilísimos. Su Mitología abundante. El "pájaro del trueno" (thunder bird), identificado á menudo con el cuervo, fué el principal de sus mitos[311].
Fig. 198.—Danza del Antílope y la Serpiente (Orabi) U. S.
Algonquinos.
4.—Pueden considerarse los miembros de la familia Algonquina como ejemplares típicos del Indio Norteamericano. Ocupaban en la época del descubrimiento toda la costa del Norte del Atlántico, desde el mar de Hudson al cabo Hatteras, con excepción de los territorios de los Dakotas ó Sioux. Eran altos, bien formados, de labios finos, color cobrizo, pelo negro y recio, manos y pies pequeños y gran longevidad y resistencia física. Prevalecía entre ellos el matriarcado y el totemismo. Habitaban, en general, chozas redondas cubiertas con hojas de maíz y rodeadas de empalizadas. Sus jefes de paz y guerra, se elegían normalmente de un clan determinado. Cultivaban los Algonquinos el maíz, tabaco, etc.; fabricaban ollas, curtían pieles y hacían útiles y ornamentos de cobre golpeado (no fundido), que sacaban de los ricos filones de N. Jersey. Extendieron estas tribus su comercio á grandes distancias. Desde los bosques y praderas del Canadá llevaban á veces sus pipas de piedra hasta las costas del Mar Atlántico[312].
Fig. 199.—Danza ceremonial.
Las pictografías Algonquinas (Lennapés, Chipewas, etc.), siempre simbólicas y empleadas para preservar las tradiciones tribales y los ritos y procedimientos ceremoniales de sus sociedades secretas, que tenían entre ellos especialísimo predominio[313], fueron superiores en factura artística, etc., á todas las del Norte de Méjico. En otro lugar hicimos ligera mención de [214] algunas de las más notables ("Wallum-Ollum", de los Lennapés)[314]. Los principales cultos Algonquinos eran el de la luz, representada por el sol y el fuego; el de los cuatro vientos ó rumbos, como productores de lluvias; el de los muertos y sus espíritus, y el fetichista de los animales totémicos. Su héroe-dios, el "Manibozho" ó "Michabo" de sus mitos, redentor y maestro de las tribus, inauguró, por decirlo así, la edad de oro de su nebulosa historia. Las enseñanzas y carácter del "Manibozho" eran muy semejantes á las del Quetzacoalt, Azteca, etc.[315].
Fig. 200.—Jefe y su banda (Clanes Totémicos) Pictografía Algonquina.
Algunas tribus Algonquinas (Ojibwas, etc.) dependían únicamente para su subsistencia de la caza, la pesca y las abundantes cosechas de arroz salvaje[316] (wild-rice); pero, por regla general, todas las de esta familia eran horticultoras y sedentarias. Los miembros de la de los "Lennapés", de las orillas del Río Delaware (New Jersey), se llamaban á sí mismos "los genuinos", y eran considerados por las demás tribus como los progenitores de la raza[317]. Su dialecto era relativamente suave y armonioso. Los jefes indígenas Norteamericanos más notables, [215] los que, como el astuto "Pontiac"[318], el ambicioso "King Phillip"[319] y el noble "Tecumseh"[320], lucharon con más habilidad y energía con sus dominadores, pertenecían á la familia Algonquina. La actuación de estos guerreros en Norteamérica forma un luctuoso é interesantísimo episodio de su historia. Los restos de las tribus Algonquinas viven hoy repartidas entre el Canadá (40.000) y las reservas indias de Wisconsin, Manitoba, Oklahoma, etc.[321].
Fig. 201.—Indio Chipewa.
Los Iroqueses.
5.—Las tribus de la familia Iroquesa, que interrumpían la extensa continuidad de los territorios Algonquinos, son, bajo muchos puntos de vista, el grupo más notable y estudiado del Norte de América. En cultura general no se diferenciaban mucho de sus vecinos, pero [216] en su desarrollo social y político pueden sólo compararse á las tribus de la familia Uto-Azteca. Ocupaban principalmente las orillas del Río San Lorenzo y el actual estado de Nueva York, en cuyo territorio, las llamadas Cinco Naciones (Mohawk, Onondaga, Oneida, Cayuga y Séneca), formaban poderosa barrera á la influencia y movimientos de la familia Algonquina.
Fig. 202.—King Phillip.
El rasgo característico de los Iroqueses fué la organización, á principios del siglo xv, de su famosa Confederación ó Liga para objetos defensivos y ofensivos[322], que tan importante papel desempeñó en la Conquista y Colonización de Norte-América.
Se atribuyó tradicionalmente la formación de esta Liga al héroe mítico "Hiawata"[323], ayudado por un prestigioso jefe de los "Onondagas". Formaban la Confederación cinco tribus, á las que se unió más tarde, con ciertas reservas, la de los Tuscaroras (1715), formando así un grupo confederado de seis naciones. Cada una de ellas permaneció autonómica en materias de su gobierno local, delegando todas su autoridad para asuntos de importancia general en un Consejo Federal ó Senado de "Sachems" ó jefes civiles, elegidos entre las tribus constituyentes. Los miembros de este Consejo Federal eran limitados en número é iguales en autoridad, derechos y rango, ejerciendo también en sus respectivas tribus el cargo de "sachems" y for[217]mando con el resto de los jefes tribales el Consejo Tribal, de autoridad omnímoda en los negocios particulares de la tribu.
Requería el Consejo Federal la unanimidad para sus decisiones, y como los "sachems" votaban por tribus, cada una de éstas venía á tener una especie de veto sobre las demás. El Consejo Federal sólo podía convocarse á instancia de alguno de los Consejos Tribales. Todos los individuos de las tribus Confederadas tenían en el mencionado Consejo voz y libertad para exponer sus opiniones. El voto y decisión de los asuntos era, sin embargo, privativo de los "sachems", que formaban dicho Consejo, previa investidura solemne.
Fig. 203.—Bolsa de caza.
Fig. 204.—Bolsa de caza (Athapascos).
La Confederación no tenía jefe ó poder ejecutivo. Las decisiones del Consejo Federal se cumplían sin discusión ni resistencias. En las grandes operaciones militares contra las tribus vecinas ó contra el Europeo, considerados igualmente como enemigos, el Consejo Federal nombraba dos jefes militares, iguales en el mando, que dirigían la campaña, ayudados por los jefes secundarios de cada tribu.
Las guerras Iroquesas eran crueles, tenaces y frecuentísimas. Al Consejo Federal correspondía también terminarlas, fuese por tratados de paz ó precarias tre[218]guas, fuese decidiendo la total destrucción de las tribus hostiles.
Los límites de este Compendio no nos permiten detenernos á estudiar á fondo la índole é importancia política de la admirable Confederación Iroquesa, el carácter y elocuencia de sus oradores, el astuto Maquiavelismo de los "sachems", el funcionamiento interno de los Consejos, las intrigas ambiciosas de algunos de sus miembros para constituir una verdadera oligarquía con apariencias y disfraz igualitario y las causas generales que determinaron en las agrupaciones Iroquesas, el amor al territorio y á la tribu y la perfecta fusión de la vida individual en la nacional, tan admirada en la antigua Esparta.
Debemos, sin embargo, observar que esta curiosa fábrica política se componía en definitiva de antiguos usos é ideas tribales cristalizados en formas permanentes. Sus elementos esenciales son los mismos que los de las demás tribus de América. Los Iroqueses no hicieron más que organizar un pasado caótico, en forma concreta y ajustada al carácter general de su raza.
Fig. 205.—Jefe Sioux.
Este indudable progreso político acaso no hubiera podido consolidarse sin que las condiciones especiales de la vida social Iroquesa le hubieran servido de base lógica. Los rasgos peculiares de este sistema social, más complejo y cohesivo que el de los demás grupos del Continente, fueron la vida en común y la preponderante influencia de las mujeres, que desempeñaban en casi todas las tribus (Cherokees, Iroqueses, Hurones, etc.) importantes funciones de gobierno. Hemos hablado ya de las célebres habitaciones comunales de los Iroqueses (Long Houses), trojes rectangulares [219] de 20 ó 30 metros de largo, divididos en pequeños compartimentos[324]. En ellas vivían generalmente las familias del mismo clan totémico, observando estrictamente las leyes del matriarcado exogámico. Todos los jefes se elegían y mantenían en el mando por los sufragios de las matronas de su grupo, á quienes pertenecía exclusivamente la casa y la tierra. La elección debía confirmarse por el Consejo Federal ó los tribales. La autoridad de las mujeres, dentro de su clan y casa, era simplemente autocrática. El hombre que por su conducta alteraba la buena armonía del hogar común, era expulsado sumariamente.
Fig. 206.—Pueblo de Taos (Nuevo México).
La Confederación Iroquesa cambió por completo el aspecto político de un vastísimo territorio. Los Iroqueses, arrojados por los Algonquinos de las márgenes del San Lorenzo, consiguieron, paulatinamente, vencer á sus enemigos de Norte y Sur, convirtiéndose, merced á su Confederación, en dueños virtuales del territorio comprendido entre la Bahía de Hudson y la Carolina del Norte[325].
Fig. 207.—El primer _Sachem_ Iroques (Pictografía indígena).
[220] Por lo demás, los Iroqueses no se diferenciaban mucho de las demás tribus bárbaras y sedentarias del Norte de América. Los cultos religiosos y mágicos, la influencia de los shamanes y hechiceros, los sacrificios humanos, el canibalismo, la crueldad y la perversión de costumbres eran, con ligeras variantes, las descritas en general para todos los pueblos de América[326]. Eran fuertes, imaginativos, orgullosos y muy sobrios. Fabricaban alfarerías, cultivaban el maíz, tabaco, etc.; fortificaban sus aldeas de calles, comparativamente limpias, con empalizadas y otras defensas; construían excelentes canoas y sepultaban á veces en grandes montículos (Mounds) á sus venerados muertos. Tenían numerosas tradiciones y arengas que, recordadas con el "wampum", pasaban de generación en generación con extraordinaria fijeza. Los mitos personificaban, en una ú otra forma, la lucha constante de la luz con las tinieblas. Los actua[221]les Iroqueses (con excepción de los Cherokees), reducidos á unas 15.000 almas, habitan parte en el Canadá y parte en las Reservas Indias, de Nueva York, Wincousin y Ontario. Los Cherokees, con algunos miembros de distintas familias lingüísticas, forman parte de las llamadas tribus civilizadas de los "Territorios Indios" (Indian Territories) de los Estados Unidos de Norte-América[327].
Fig. 208.—La danza del Espíritu (Pictografía en piel).
Fig. 209.--Manibozho (Algonquinos).
Los Muskokis.
6.—Las varias tribus de la familia Muskoheana ó Muskoki ocupaban los placenteros valles que se extienden desde las estribaciones inferiores de las montañas Apalaches hasta el golfo de Méjico, y desde las márgenes del Missisipí hasta el Océano Atlántico. Las tribus de esta familia vivían en aldeas ó poblados, donde cada linaje tenía su propio territorio, su cementerio y su montículo (mound) para depositar después de limpios los restos venerados de sus muertos. Predominaba también entre los Muskokis el matriarcado, aunque la posición de la mujer, en la familia y el clan, era muy inferior á la que tenía en la familia Iroquesa. Los jefes civiles de los Muskokis (mikos) eran vitalicios y virtualmente hereditarios. Los jefes militares se nombraban de acuerdo con los Consejos de las tribus.
[223] En el año 1540 cultivaban ya los Muskokis extensos campos, vivían en aldeas permanentes, tenían habitaciones de madera peculiarmente construídas, extraían y aprovechaban las arenas auríferas de sus ríos y usaban alfarerías y útiles líticos de curiosa perfección y pulimento. Las investigaciones arqueológicas modernas han venido á confirmar como exactas las descripciones de la cultura de los Muskokis que hicieron sus descubridores en el siglo xv[328]. Las tribus Creeks fueron las más fuertes, numerosas y preponderantes de esta familia lingüística.
Fig. 210.—Símbolos mágicos (Wabernó).
Rodeadas de vecinos hostiles y poderosos, prestaron preferente atención á su organismo militar y dieron á sus guerreros grandes preeminencias. La iniciación, educación, grados y [224] predicamento social de dichos guerreros tienen muchos puntos de contacto con las de los combatientes Aztecas. Los ritos, cultos y fiestas ceremoniales (puskita) de los Creeks[329], sus estimulantes simbólicos (Black-Drink), la disposición topográfica de sus aldeas y la construcción de sus "Casas del Consejo", "Casa Grande", etc., tienen gran interés etnológico. Formaron también los Creeks una Liga parecida á la de los Iroqueses (Creek Confederacy), aunque solamente defensiva, y de su organización laxa y efímera. Las tribus Creeks y sus desmembraciones los Seminolas (Florida) opusieron luctuosa y tenaz resistencia en la primera mitad del siglo pasado (1830-1842) á las tropas de los Estados Unidos, que sólo á fuerza de sangre se consiguió dominarlas para trasladarlas á los Territorios Indios, donde viven hasta hoy con relativa prosperidad é independencia.
Fig. 211.—Pipas ceremoniales.
Yuchis, Natchez, etc.
7.—En el territorio de los Muskokis había algunas tribus de lenguas y dialectos completamente distintos. Entre ellas las más interesantes eran las de los Yuchis, Timaquanos y Natchez. Los Yuchis (Río Savanah) se llamaban á sí propios "hijos del sol", considerando al astro como femenino y madre de sus linajes.
Eran "gente muy limpia y muy polida, y naturalmente bien acondicionada". Tenían á las mujeres en gran estima. Cuando Hernando de Soto les visitó por primera vez, "la caçica, Señora de aquella tierra... moça y de buen gesto", le recibió con grandes agasajos. (Abril, 1540)[330].
Fig. 212.—Indio Cherokee.
Los Timaquanos, que ocupaban los valles del Río San Juan (Florida) y la costa del Océano Atlántico hasta el Río Santa María, se extinguieron hace más de un siglo. Conocemos su lengua por las obras de los Misioneros. Los célebres Natchez, cuyo recuerdo preservaron los colonizadores franceses de Luisiana, vivían cerca de la actual ciudad de su nombre, en las márgenes del Missisipí. Se consideraban como representantes del sol, á quien adoraban preferentemente, sacrificándole cautivos y conservando en su honor el [226] fuego perpetuo. Construyeron "mounds" artificiales, sobre los que edificaron casas y templos; fueron habilísimos en tejer fibras vejetales y en la fabricación de alfarerías y adornos. Sus caciques, considerados "hijos del Sol", eran reverenciados como tales. Su oficio fué hereditario y su gobierno absoluto y despótico[331].
Dakotas ó Sioux.
8.—En la historia de los Estados Unidos las bandas ó grupos de la familia de los Dakotas ó Sioux son tan interesantes acaso como las tribus Algonquinas ó Iroquesas. Fuertes, activísimos, libres é indómitos, se les considera también por los etnólogos como ejemplares arrogantes y típicos de la raza india.
Fig. 213.—Apache.
Vivían los Sioux en la región de las grandes llanuras, al Oeste del Missisipí, desde el Río Saskatchewan, en el Norte, al Arkansas, en el Sur, llegando á veces hasta Virginia y el golfo de Méjico.
Estaban divididos en siete grupos principales ("los Siete fuegos del Consejo"), subdivididos á su vez en numerosas bandas y sub-bandas locales. Prevalecía el patriarcado y la poligamia. Los jefes eran electivos y su autoridad estaba limitada por los Consejos de las bandas ó sub-bandas. Los ancianos en sagacidad y experiencia eran muy respetados en tiempos de paz, cediendo, sin embargo, toda su autoridad á los jefes militares en tiempo de guerra.
[227] El factor principal que modeló la vida, creencias, artes, industrias y gobierno de estas tribus ó bandas Sioux fué la caza del bisonte, descrito por primera vez en 1530 por los conquistadores españoles y sus cronistas[332]. De aquí la ausencia de agricultura y la vida nómada de los ágiles y errabundos Siouanos, que perduró siglos después del descubrimiento, aumentando con la llegada del caballo, que facilitó grandemente sus expediciones de caza y guerra.
Antes de conocer el caballo, usaban los Sioux el perro para su alimento, arrastres y hasta para sus ceremonias y rituales sacrificios. Los Sioux fabricaban armas y útiles de piedra, madera, cuerno y hueso, rudas alfarerías y utensilios domésticos de madera y pieles de bisonte. Su habitación característica era el movible «tipi», ya descrito en anteriores capítulos.
Fig. 214.—Indio Creek.
Las tribus Mandanes, pertenecientes á esta familia, fueron los constructores de las casas comunales circulares (circular-houses), también descritas, que rodeaban de empalizadas, prácticamente infranqueables para los guerreros indígenas.
Fig. 215.—Preparando el Blaek-Dimk.
Las pictografías de los Sioux, en pieles de bisonte, sus pipas simbólicas («calumet»), de arcilla roja y tubo largo y adornado de plumas, y sus preciosas y abigarradas aljabas han servido para esclarecer muchos problemas relativos á la evolución del arte Americano.
Las concepciones religiosas de estas bandas ó tribus fueron, [228] en general, animistas y basadas en la creencia en el «Wakanda» ó misterio primitivo y omnipresente, diferenciado en innumerables seres, espíritus y formas. Predominaban los cultos de carácter mágico, tenebroso y violento. En las célebres fiestas anuales de invocación al sol (sun-dance), peculiares de estas bandas indígenas, todos los individuos del grupo, presididos por sus hechiceros é iniciados en las sociedades secretas de la «gran medicina» se reunían en la cabaña ceremonial y danzaban días enteros, pintarrajeados, desnudos, y al son de destemplados atambores y silbatos de hueso, alrededor de los postes sagrados, de donde pendían misteriosos amuletos. Los últimos días de estas ceremonias se dedicaban generalmente á las más cruentas torturas penitenciales ó propiciatorias. Algunos devotos se traspasaban las capas musculares del pecho y los hombros con palos de madera, y se hacían colgar con ellos de las vigas de la cabaña hasta que, desgarradas brutalmente sus carnes, caían desangrándose en tierra.
Fig. 216.—Indio de las Montañas.
Las bandas Sioux han dado también mucho que hacer á los ejércitos Norteamericanos. En su célebre sublevación de Minnesota (1862), dirigida por el sanguinario jefe «Little Crow»[333], más de 100 soldados y 700 colonos perdieron sus vidas entre cruelísimos tormentos. Actualmente, los Dakotas ó Sioux viven dispersos y pacíficos en diversas Agencias y Superintendencias [229] escolares de los Estados Unidos. Su número alcanzaba en 1904 á 29.000, pero tienden, paulatinamente, á extinguirse[334].
Tlinkits, Haydahs y Yumas.
9.—La escarpada cadena de las montañas Roquizas se extiende de Norte á Sur, dejando una estrecha línea de costa desde el Monte San Elías al Golfo de California, á lo largo del mar Pacífico, sembrada de valles fértiles y profundos. Habitaban en ellos numerosas tribus, distintas entre sí por sus lenguas, pero muy semejantes por sus caracteres físicos y psíquicos, que las diferenciaban de las tribus de las costas del mar Atlántico.
Fig. 217.—Indio de las Llanuras.
Las más notables familias lingüísticas de esta región son la de los Tlinkits, de Alasca y costas adyacentes, la de los Haydahs y similares (Islas Queen Charlotte, Columbia Británica, etc.) y la de los Yumas, que poblaban la península de California hasta los [230] valles del Río Colorado, colindantes con el Estado de Arizona y el Norte de Méjico.
Los Tlinkits eran acaso las tribus más inteligentes de la costa Norte del Pacífico. Tenían ideas definidas sobre el derecho de propiedad privada, desconocido en la mayoría de las tribus salvajes. Basaban en tal concepto la elección de sus jefes. Los más ricos ocupaban los puestos más altos. El resto del sistema social de esta curiosa plutocracia Americana reposaba en el matriarcado y los linajes exogámicos. Ocupaban los Haidahs casas sólidas de madera, á cuyas puertas erigían postes altísimos cuajados de esculturas totémicas. Fabricaban admirables canoas de cedro rojo, lámparas, morteros y utensilios de piedra y preciosos adornos de plata y cobre. Eran comerciantes activísimos. Los primeros navegantes Europeos que los visitaron (1741) encontraron en su poder cuchillos de hierro, obtenidos acaso en sus expediciones hacia el Sur. Usaban conchas como moneda y compraban esclavos á las tribus vecinas. Formaban estos esclavos clase aparte, y eran tratados por sus compradores con crueldad y profundo desprecio. El principal personaje mitológico de los Tlinkits era el cuervo, considerado como raptor del fuego sagrado y libertador del sol, la luna y las estrellas.
Fig. 218.—Pictografía simbólica.
Los usos y costumbres de los Haidahs son semejantes á los de sus vecinos. Tienen en mucho aprecio la riqueza personal, considerando como fin único y primordial de su vida el adquirirla y acumularla. Honran á las mujeres por su castidad é industria y á los hombres por su astucia y comercial ingenio. [231] Prevalece entre ellos el patriarcado, dividen sus comunidades en estratificaciones sociales distintas y sus cultos son en general zoolátricos y totémicos. La lengua general de toda esta costa es una de las jergas comerciales (Chinook jargon), mencionadas en otro capítulo.
Los Yumas de Arizona y Norte de Méjico fueron, en su mayor parte, tribus salvajes, errabundas y tenazmente rebeldes. Algunas de ellas, sin embargo, fueron horticultoras y sedentarias, y acaso construyeron en tiempos lejanos fuertes estructuras de adobe y de piedra[335].
Fig. 219.—El bisonte según Gomara.
Las tribus de los Pueblos.
10.—Describimos en otro lugar las habitaciones y restos arqueológicos (Cliff Houses, etc.) de la región de los Pueblos, y procuramos demostrar que las varias tribus allí encontradas por los soldados españoles del siglo xvi, fueron sus constructores [232] indiscutibles. Concuerda esta opinión científica con las tradiciones de dichas tribus y las descripciones que de sus usos y costumbres hicieron los primitivos cronistas.
Fig. 220.—Ceremonia religiosa (Dakotas).
La llamada región de los Pueblos se extendía desde los límites Occidentales del estado de Tejas hasta California, y desde el centro del estado de Utah hasta el de Zacatecas, en Méjico, y estaba poblada, á mediados del siglo xvi, por cuatro grupos lingüísticos principales (Hopis, Zuñis, Querés y Tehuas), dispersos, aproximadamente, en 65 aldeas ó pueblos, distantes entre sí de 30 á 100 kilómetros[336].
Las casas de estas aldeas eran todas del mismo tipo, ya descrito en otro lugar, y de tres ó cuatro altos. Había algunas de siete pisos ó altos que servían de fortalezas y salían por encima [233] de las otras como torres, con sus troneras y saeteras, para defenderse en caso de ataque.
Las mujeres preparaban la comida, acarreaban agua, las más de las veces de muy lejos, y labraban en común las habitaciones mencionadas, haciendo y secando las pellas y la mezcla de cenizas y arcilla de las paredes, mientras los hombres traían y asentaban las traviesas y los postes. Fabricaban también las mujeres aquellas "ollas y lozas muy hermosas, vidriadas y de extremadas labores y hechuras", que tanto sorprendió á los Conquistadores Españoles y han hecho arqueológicamente famosas las alfarerías de la región de los Pueblos[337].
Fig. 221.—Jefe Sioux.
Los hombres cultivaban los campos, tejían mantas y arreos en telares más ó menos primitivos, discutían los intereses de [234] su aldea en tiempo de paz y preparaban sus expediciones militares en caso de guerra. Las casas comunales de los Pueblos, en general muy limpias y bien repartidas, tenían todas su estufa ó kiva, donde dormían los mancebos y se reunían los ancianos y sacerdotes. Se excavaban estas estufas en los patios ó lugares de fácil acceso, eran redondas ó cuadradas, bajo tierra, con pilares de pino y suelo de losas grandes y lisas, donde se encendía un fogón para que sustentara el calor del recinto y se pudiera estar dentro como en un baño caliente. El techo, visible sobre la superficie de la tierra, tenía un agujero de entrada y otro más pequeño para que salieran los humos. En las murallas estaban pintados animales y seres legendarios, con colores brillantes y simbólicos.
Fig. 222.—Jefe Sioux.
Los habitantes de los Pueblos eran monógamos. Los jóvenes, antes de contraer matrimonio, servían á la Comunidad, y sólo tomaban mujer cuando así lo disponía el Consejo de ancianos en discusión solemne. Las mujeres casadas se cubrían con capotes de cuero pulidos y mantas anudadas en el hombro izquierdo y atadas con cinturones de algodón y hebilla de turquesas. Los hijos pertenecían al clan ó linaje de la madre (matriarcado) y las hijas heredaban sus efectos personales. Los linajes eran muy numerosos y estaban reunidos por aldeas y no por tribus. En cada aldea había un jefe de paz ó gobernador, al que asesoraba el Consejo de ancianos, y un jefe militar, nombrado por sus proezas. No se conocía la propiedad privada de la tierra, aunque se respetaba mientras duraba, la ocupación individual ó familiar de las parcelas cultivables.
Cultivaban cuidadosamente estas tribus el maíz, el algodón, el [235] tabaco, las judías, etc., y regaban sus campos con acequias bien construídas, que también utilizaban para los servicios domésticos.
Fig. 223.—Indio de los Pueblos (Cochiti).
Fig. 224.—Mujer Seri (Isla Tiburón) con su pintura característica.
Eran excesivamente religiosos. Los sacerdotes y hechiceros, agrupados casi siempre en sociedades secretas, tenían á su cargo todas las ceremonias y ritos. Los cultos religiosos ó mágicos eran largos y complicados. Entre los Hopis, por ejemplo, se dedicaban mensualmente 10 y hasta 15 días á las prácticas religiosas, dirigidas por una ó por otra de las sociedades rituales. La parte secreta de estas ceremonias se celebraba en las estufas ó kivas, construyendo en ellas altares, semejantes á los Navajos, de arenas multicolores, y la parte pública de las mismas terminaba casi siempre con un regocijo espectacular y ruidoso, en el que los juglares (koshare ó delight-makers) exhibían sus habilidades dramáticas y lanzaban como dardos sus chanzas intencionadas y malévolas. En algunas ceremonias, y para hacer más eficaces las oraciones á los antepasados de los clanes ó linajes (katcinas), se personificaban sus espíritus con trajes y máscaras simbólicas. El principal objeto de todos estos ritos religiosos era el atraer la lluvia [236] para obtener buenas cosechas. Dada la aridez de las regiones en que estas tribus vivían[338], la lluvia para ellas era cuestión de vida ó muerte.
Fig. 225.—Black Hawk. Jefe de la tribu Sauk.
En general, las tribus de los Pueblos eran pacíficas, ordenadas y relativamente morales y cultas. Castigaban severísimamente las brujerías y vicios nefandos y estaban exentos del canibalismo y los sacrificios humanos, que tan negra mancha arrojan sobre las culturas Aztecas y Chibchas[339].

CUESTIONARIO
1.—¿Existe alguna clasificación etnológica cierta de las tribus Indias de la América del Norte?
2.—¿Cuál es la más aproximada á la verdad histórica?
3.—¿Dónde habitaban las tribus de la familia Esquimal?
4.—¿Cuáles fueron sus costumbres peculiares?
5.—¿Dónde habitaban las tribus de la familia lingüística Athapasca?
6.—¿Qué arte cultivaron preferente los Navajos, etc.?
7.—¿Qué territorios ocupaban las tribus Algonquinas?
8.—¿Qué tuvieron de notable en sus notas culturales?
9.—¿Dónde habitaban las tribus Iroquesas?
10.—¿Qué Naciones ó gentes formaban la Confederación Iroquesa?
11.—¿Cuál fué la organización social y política de la referida Confederación?
12.—¿Qué importancia histórica y social tuvo la Confederación Iroquesa?
13.—¿Cuáles fueron los rasgos peculiares de la vida social de los Iroqueses?
14.—¿Cuáles fueron las tribus principales de la familia Iroquesa y qué territorios ocupan actualmente?
15.—¿Qué peculiaridades etnológicas distinguen á las tribus Muskokis?
[238] 16.—¿Quiénes eran los Natchez?
17.—¿Qué territorios habitaban las tribus Dakotas ó Sioux?
18.—¿Cuáles fueron los rasgos característicos de su vida social é historia?
19.—¿Cuál fué el factor principal de su vida, creencias, etc.?
20.—¿Quiénes fueron los Mandanes?
21.—¿Dónde habitaban las tribus Tlinkits, Haydahs, etc.?
22.—¿Qué límites probables tenía la Región de los Pueblos?
23.—¿Qué costumbres peculiares caracterizan á las tribus de esta Región?
24.—¿A qué grado cultural alcanzaron?
25.—¿Cuáles fueron sus ritos y creencias religiosas características y cuáles los productos de sus actividades estéticas?

REFERENCIAS
Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores. Winsor, op. cit., vol. I, chap. V (George E. Ellis). Higginson, Larger History, I-26. Bancroft, op. cit., vols. I-IV, etc., etc.
Especiales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores y en las notas del presente.
Fuentes.—Los antiguos cronistas Españoles (Oviedo, Herrera, etc.); los Documentos Inéditos, (Pacheco y Cárdenas); las Memorias y Descripciones de Misioneros (Champlain, Lebeuf, etc.); las Jesuit Relations; los exploradores y colonizadores ingleses, en especial Cap. John Smith, True Relation; Carver, Travels through North America; Jones, Antiquities of the Southern Indians; Loskiel, Mission of the United Brethren among the Indians; De Bry, Grands et petits voyages; Hakluyt, Principal Navigations, etc., etc.; las Memorias anuales de la Oficina de Etnología de Washington (B. A. E.); de la Smithsonian Institution, Peabody Museum, etc.; las citadas en los capítulos anteriores, y las mencionadas en las notas del presente.
Bibliografía.Hand Book Am. Ind. North of Mexico, I (B. A. E.). Winsor, op. cit., caps. III-V y apces I á VI, vol. I. Bancroft, Nat. Races, vols. I á IV. Brinton, Aboriginal American Authors. Farrand, op. cit., pág. 273 y sig. Reports (B. A. E.) citados; Channing & Hart, Guide to Am. History, y las mencionadas en los anteriores capítulos.

CAPÍTULO VII
TRIBUS DE MÉJICO Y AMÉRICA CENTRAL

1.—La familia Uto-Azteca. 2.—Shoshoneanos. 3.—Sonoras. 4.—La Confederación Azteca. 5.—La guerra. 6.—Tributos y modo de recolectarlos. 7.—El derecho á las tierras y su distribución. 8.—Gobierno y organización social. 9.—La esclavitud. 10.—La familia. 11.—Los mercados. 12.—Tribus de Michoacan Nicaragua, etc. 13.—Los Mayas. 14.—Los calendarios. 15.—Agricultura. 16.—Artes mecánicas. 17.—Pintura y Escultura. 18.—La escritura simbólica. 19.—La Arquitectura. 20.—Religión y Magia. 21.—El Sacerdocio y su influencia. 22.—Conclusiones generales.
La familia Uto-Azteca.
1.—De todas las familias lingüísticas del Norte de América, la llamada Uto-Azteca es acaso la más interesante para nuestra historia, no sólo por su gran extensión territorial y su luctuosa resistencia á los Conquistadores Españoles, sino por la singular cultura á que alcanzaron muchos de sus miembros.
Fig. 226.—Ruinas del Templo de Chichen-Itza.
Se hablaban dialectos Uto-Aztecas desde el Itsmo de Panamá hasta las orillas del Río Colombia en el Estado de Oregón (E. U.), y desde las costas del Océano Pacífico hasta el Golfo de Méjico[340].
Las principales tribus de esta familia lingüística eran las Shos-honeanas, en el Norte, las de Sonora, Chihuahua, etc., en [241] el Centro, y las de los Nahuas ó Aztecas, en el Sur. La lengua de estas últimas tribus (Nahuatl) predominó sobre las demás. Sin perder su carácter aglutinante é incorporativo, llegó á tener formas fijas, sonidos relativamente armoniosos y aun principios de inflexión. La unidad de origen lingüístico de las tribus de la familia Uto-Azteca es hoy para los filólogos un hecho indiscutible[341].
Fig. 227.—El Lago de Méjico, según Clavijero.
Shoshoneanos.
2.—Los Shoshoneanos, con sus numerosas bandas, ocupaban hasta el siglo pasado el territorio que se extiende desde [242] el Río Columbia hasta el Estado de Durango, en Méjico. Pertenecen á este grupo lingüístico los formidables Comanches, de cultura y costumbres muy semejantes á las de los Sioux ó Dakotas y los Hopis ó Moquis, de la región de los Pueblos (Arizona), cuya superior cultura describimos en los capítulos anteriores[342].
Sonoras.
3.—Las tribus más interesantes de la rama de los Sonoras fueron los Pimas (Valles del Río Gila, etc.) y los "Tarahumares" y "Huichols" de las cercanías de la Sierra Madre. Merecen los Pimas especial atención, no sólo por ser ellos ó sus antepasados inmediatos los constructores de los hoy ruinosos monumentos conocidos con el nombre de "Casas Grandes" (Chihuahua), sino por sus adecuadas viviendas de adobe y extensa irrigación de sus campos.
La cultura de estas tribus es muy semejante á la descrita de la región de los Pueblos. La evangelización de las aldeas de los Pimas (Pimería alta y baja) por el extraordinario y apostólico P. Kino es uno de los episodios más brillantes de la historia de la Compañía de Jesús en América[343].
Los "Tarahumares" y "Huichols" fueron tribus tranquilas, laboriosas y sedentarias, que conservan hasta hoy la mayoría de los ritos, costumbres y creencias mágicorreligiosas que es[243]tudiaron en sus rancherías los misioneros de los siglos xvii y xviii[344].
Fig. 228.—Ruinas del Palacio de Chichen Itza (Yucatán).
La Confederación Azteca.
4.—Entendemos por tribus Aztecas, Nahuatl ó Mejicanas los de la familia Uto-Azteca, que hablaban la lengua Nahualt. Ocupaban estas tribus la cuenca del Océano Pacífico y regiones montañosas adyacentes, desde el Río del Fuerte, en Sinaloa (26° lat. Norte), á las fronteras actuales de Guatemala, excepto una pequeña parte del Itsmo de Tehuantepec Las agrupaciones más poderosas de esta familia lingüística formaron en la meseta del Anahuac, la célebre Liga ó Confederación Azteca, llamada comúnmente Imperio de Montezuma ó Mejicano. Componían esta Confederación las tres poblaciones de Tenochtitlan ó Méjico, Tlacopan y Tezcuco, con sus territorios propios y los de sus tributarios. La capital de la Confederación y el asiento de su Gobierno estaban en Tenochtitlan, situado estratégi[244]camente en el centro de uno de los lagos (Tezcuco), del estupendo valle de Méjico, que circundan las elevadísimas y volcánicas cumbres del "Popocatepetl" ó "montaña que humea" y el "Ixtaccihuatl" ó "mujer que duerme"[345]. A semejanza de los Confederados Iroqueses, los Mejicanos tenían obligación de ayudarse mutuamente en sus guerras, de cuyo botín pertenecía una quinta parte á Tlacopan y cuatro quintas á Méjico y Tezcuco.
Fig. 229.—Ruinas de Mitla.
Reducida al principio la Confederación á los límites del valle de Méjico, traspasó bien pronto sus escarpados baluartes, y al principio del siglo xvi, años antes de la Conquista Española, alcanzaban sus dominios hasta Nicaragua por el Sur y desde el Mar Pacífico hasta el Atlántico[346].
[245] No corresponde á nuestro elemental estudio el dilucidar críticamente las incertidumbres y oscuridades del origen é historia precolombiana de los Aztecas, ni mucho menos la de sus antepasados, Toltecas, Chichimecas, etc., cuya existencia misma es discutible y cuyo pasado se esfuma entre las nieblas prehistóricas.
Fig. 230.—Bajo relieve del Santuario de Chichen Itza.
Prescindiremos, pues, de tales investigaciones, limitándonos á exponer el verdadero carácter histórico de la Confederación Azteca y las principales causas y elementos sociales, etc., que contribuyeron á elevar la cultura de sus tribus[347].
La guerra.
5.—Los Mejicanos propiamente dichos pertenecían al orden más elevado de las tribus Americanas sedentarias. Su principal ocupación no fué, sin embargo, la Agricultura, sino la guerra. No haciéndola se consideraban "ociosos". No tenían ejércitos permanentes. Todos los hombres hábiles de la tribu se consideraban como guerreros, y desde su niñez se les educaba para la lucha. Las armas se guardaban en almacenes públicos (tlacochalco), adjuntos al templo principal (teo-calli), pertenecían á la comunidad y se repartían á los jefes y guerreros cuando así lo ordenaba el Consejo. No había nobleza de ninguna especie. Los capitanejos eran tales, mientras se les consideraba dignos de serlo. Había entre ellos categorías y grados militares, según fueran simples jefes de clan ó linaje, ó jefes distinguidos de las cuatro secciones (calpulli) en que estaba dividido Méjico. [246] Sobre todos estos jefes secundarios estaba el "tlacalecuhli" ó "jefe de hombres", llamado "emperador ó rey" por los antiguos cronistas[348]. Este jefe superior no fué absoluto ni autocrático. Su autoridad y posible despotismo estaba limitado por el Consejo Supremo (Tlacopan) y por el jefe civil superior que con él alternaba en el mando. Su cargo era electivo dentro de determinado clan ó linaje, vitalicio, y gozaba, mediante su solemne consagración, de privilegios y poderes sacerdotales[349]. Podía también ser desposeído del cargo, como lo fué el desgraciado "Motezuma" en las luchas con los Españoles. Cubríase el "jefe de hombres" de arreos brillantes y multicolores enjalmas, y sólo él y su asociado civil ó "cihuacohuatl", de que más adelante hablaremos, podían llevar aquellas "calaveras de plumería con sus penachos verdes y rodelas de lo mismo" y aquellas "ajorcas y pulseras de oro y plumas en la nariz, los brazos y los tobillos", de que nos dan aproximada idea los hermosos relieves de la llamada "Cruz de Palenque"[350].
Fig. 231.—Tipos Mayas (actuales).
La guerra se hacía con cualquier pretexto, las más de las veces sin ninguno, y tenía en primer lugar por objeto procurarse subsistencias, y en segundo obtener víctimas humanas para satisfacer las exigencias de un culto que exigía sacrificios sangrientos por lo menos veinte veces en el año.
[247] Las campañas se decidían por el Consejo y se proclamaban en los "teo-callis" con enormes atambores de tañido triste y solemne[351]. Se movilizaban en seguida jefes y guerreros, se convocaban los tributarios, se repartían armas y provisiones y hasta se formaba un convoy auxiliar, necesariamente limitado por la corta duración de las expediciones y por la falta de animales de arrastre.
Fig. 232.—Ruinas del Templo de Xochicalco.
Una vez reunidos los guerreros y sus auxiliares, emprendían juntos la marcha hacia el territorio enemigo, ó mejor dicho, hacia la zona desierta que separaba entre sí las diversas tribus. Allí se detenían, lanzaban sus gritos de guerra, que el enemigo contestaba á lo lejos, y tomaban después en silencio sus posiciones estratégicas, sin turbar hasta que amanecía la traidora serenidad de la terrible noche que precede á todo ataque indio.
Apenas rayaba el alba, avanzaban entre fieros aullidos, ini[248]ciando con furia la salvaje lucha de retiradas aparentes, emboscadas felinas y refriegas largas y sangrientas, que no cesaba hasta que uno ú otro de los combatientes cedía el campo[352] é iniciaba la retirada hacia las cabañas ó defensas. Si los vencidos conseguían detener á sus perseguidores con algún obstáculo natural (declives de montaña, barrancos, ríos, etc.) ó artificial (albarradas, murallones, cercas de piedra, etcétera)[353], contentábanse los Mejicanos con el botín del campo de batalla, aseguraban los cautivos con yugos de madera, ó cortándoles los tendones de los pies si hacían resistencia, y los llevaban á Méjico para sacrificarlos.
Fig. 233.—Sacerdote Hopi (Danza de la Serpiente).
Si los vencidos no podían refugiarse convenientemente, entraban los Mejicanos á sangre y fuego en sus aldeas, hasta que hacían Señales de paz, [249] se declaraban sometidos y pagaban por adelantado un año de tributo. A veces los Mejicanos atacaban de noche y sin previo aviso. La escena de estas sorpresas nocturnas, verdaderos asaltos de tigres entre tinieblas, puede acaso imaginarse, pero no se describe fácilmente.
Fig. 234.—Página del Códice Cortesiano.
Claro es que las tribus más poderosas y audaces eran aquellas cuya situación defensiva, natural ó artificial, era menos vulnerable. El pueblo de «Tenochtitlan», rodeado por todas partes de agua, merced á sus calzadas y sus acequias[354], ocupaba una posición prácticamente inexpugnable para los guerreros indios del siglo xv. Como más adelante veremos, su extraordinaria resistencia al heroico asedio de los Conquistadores españoles del siglo xvi, es una de las más hermosas páginas de la historia militar de la desgraciada raza indígena.
Fig. 235.--Teocalli en Palenque.
Tributos y modo de recolectarlos.
6.—Los Confederados Aztecas no ocupaban nunca con carácter permanente los pueblos conquistados, ni dejaban en ellos guarniciones de ningún género. Se limitaban á imponer á los vencidos pesadas cargas personales y á exigirles tributos diversos. Los tributarios estaban, por ejemplo, obligados á proporcionar á sus dominadores contingentes de hombres y armas para sus expediciones guerreras y á sostener las huestes de sus tiranos, si decidían acampar en su territorio[355]. La más [251] insignificante resistencia de los tributarios al cumplimiento de sus pesadas cargas, se castigaba por los Confederados incendiando la aldea rehacia, saqueando sus graneros y sacrificando á sus habitantes, sin distinción de edades ni sexos. Los Consejos de las tribus Confederadas nombraban agentes especiales («calpixqui», recolectores de cosechas) para recolectar de los pueblos vencidos la parte de tributo que correspondía á cada uno de ellos.
Fig. 236.—Parte del llamado Palacio de Labna (Yucatán).
La seguridad personal de estos odiados mandatarios estaba sólo garantizada por la reputación de ferocidad de que gozaban los Confederados Aztecas. Los tributos propiamente dichos consistían principalmente en maíz, pero podían también exigir alfarerías, tejidos, ornamentos diversos, esclavos, mujeres, etcétera. Eran llevados á Méjico por correos especiales, que al llegar á su destino informaban, verbalmente ó con pictografías simbólicas, al "jefe de hombres" de lo visto y oído entre los tributarios. Los soldados de Cortés tomaron estos correos indígenas por embajadores, y en tal sentido hablan de ellos sus relaciones y crónicas[356].
El derecho á las tierras y su distribución.
7.—A principios del siglo xvi estaba el pueblo de Méjico dividido en cuatro partes ó barrios, en los que vivían en común los miembros de cada clan, linaje ó grupo de parientes (calpulli), [252] con derecho de usufructo del territorio que ocupaban (calpullalli). Los «calpullis» no podían cambiar, enagenar, ó de otra manera, disponer de sus «calpullallis». Ciertas parcelas de tierra se destinaban á los jefes, pero ni ellos ni sus familias tenían sobre tales tierras derecho alguno de dominio, y debían, por tanto, reintegrarlas al «calpulli» cuando por cualquier motivo cesaban en sus cargos. El conjunto de estos «calpullallis» formaban el territorio tribal (tlaepetlalli), en el que había un area más ó menos feraz y extensa, cuyas cosechas se destinaban privativamente á las necesidades gubernamentales, al mantenimiento de los templos y demás edificios tribales ó á la formación del tributo en los pueblos tributarios.
Fig. 237.—Relieve de Chiapas.
[253] Los calpullallis» estaban divididos en parcelas cultivables («tlalmilli»), que se asignaban por las autoridades del clan ó «calpulli» á los jefes de familia del mismo (patriarcado) para que los cultivaran en beneficio de los suyos. Si dejaban de cultivarlos dos años consecutivos, ó si la familia que lo usufructuaba desaparecía ó salía del «calpulli», pasaba la parcela en análogas condiciones á otra de las familias del linaje[357].
Fig. 238.—Mapa de las ruinas de la Sección Mejicana (México).
Las costumbres hereditarias de los Mejicanos difieren de las de la generalidad de las tribus Americanas. Los efectos personales del difunto (salvo los que se sacrificaban en los funerales) pasaban á sus hijos varones; sus derechos posesorios ó de usufructo sobre la parcela ó «tlalmilli» que le había sido asignada, los heredaba el mayor de sus hijos varones, y á falta de éste, los demás ó los hermanos y tíos del muerto. El mayorazgo tenía obligación de cultivar la parcela heredada y mantener á [254] sus hermanos y hermanas hasta que contraían matrimonio y obtenían á su vez (los varones) otra porción de tierra cultivable. Si alguna de las hijas permanecía soltera por motivos religiosos, era mantenida por el templo. Si alguno de los varones era incapaz ó inválido, el «calpulli», en común, atendía á su miserable subsistencia.
Fig. 239.—Alfarerías Mejicanas.
Gobierno y organización social.
8.—La Sociedad Mejicana aborigen, esencialmente tribal y comunista[358], fué una especie de democracia militar, en la que era electivo todo cargo. La tribu estaba compuesta por veinte linajes (calpullis), agrupados en cuatro fratrias[359].
Como en casi toda América, los «calpullis» Mejicanos tenían sus propias denominaciones totems, sus sacerdocios, ritos, cere[255]monias, arsenales y templos. Estaban también gobernados por un Consejo de Jefes[360] (tehcutli), que á su vez elegía un jefe superior civil (calpullec), y otro militar (ahcacautin ó «hermano mayor»), quien, además de su mando guerrero, ejercía en tiempo de paz funciones penales y policíacas. Eran estos jefes respetadísimos en los «calpullis», y sus cadáveres se cremaban ceremoniosamente[361].
Los «calpullis» estaban agrupados en «fratrias» mágico-religiosas, de carácter esencialmente militar. Las cuatro fratrias Aztecas, por ejemplo, eran, en definitiva, cuatro divisiones ó cohortes de las huestes tribales, con su respectivo capitán ó jefe.
Fig. 240.—Ruinas de Mitla (Grecas).
El conjunto de estos «calpullis» y «fratrias» formaba la tribu, cuyo Gobierno Supremo residía en el Consejo Tribal (tlatocan, lugar de discursos), compuesto de veinte miembros (tlaotani, habladores), uno por cada «calpulli». Reuníase este Consejo una vez cada diez días, salvo casos extraordinarios. Sus facultades eran omnímodas, sus deberes directivos y judiciales, sus decisiones inapelables[362].
[256] Con prudenciales intervalos se reunía también el Consejo en sesión magna y pública, á la que concurrían los veinte «hermanos mayores» de los «calpullis», los capitanes de los fratrias, los jerarcas sacerdotales, etc., etc. En tales juntas tribales extraordinarias podía pedirse la reconsideración de anteriores decisiones del Consejo, fundándose en razones de interés público.
Tenía también la tribu Azteca dos jefes supremos. El jefe ejecutivo civil llevaba el curioso título de «cihua-cohuatl» (serpiente hembra)[363], y era respecto á la tribu lo que el «calpullec» para los clanes. Cuidaba este funcionario de la ejecución de los decretos del Consejo y de la recolección y distribución proporcional de los tributos. Era también juez supremo y lugarteniente del «jefe de hombres»[364].
Fig. 241.—Estatua de Tlaloc (Chichen-Itza).
El jefe militar de la tribu Azteca ó «tlacatecuhli», cuyas funciones hemos especificado anteriormente, lo fué también de la Confederación, cuyo carácter, esencialmente guerrero, dió al oficio de «tlacatecuhli» excepcional importancia. Si á esto se añade la investidura sacerdotal de dicho jefe y la servil veneración de sus subordinados, no es extraño que los antiguos [257] cronistas le tuvieran por rey ó emperador absoluto de los pueblos Mejicanos. El «tlacatecuhli» debía elegirse precisamente de entre los cuatro capitanes de fratrias, y era ungido[365] en el templo principal del "Dios de la Guerra."
Fig. 242.—Pictografías en Sta. Rita (Honduras).
La esclavitud.
9.—Aunque el carácter igualitario de las sociedades Americanas excluye la idea de clases ó castas[366], la esclavitud existía entre los Mejicanos en forma limitada y rudimentaria. Eran tenidos por esclavos los expulsados de los «calpullis» por su mala conducta, y en especial los que dejaban dos años sin cultivo la parcela de tierra que les había sido asignada. El que así delinquía contra su «calpulli» era considerado como indigno de pertenecer á él, y si no quería morirse de hambre debía perder su libertad y trabajar en una parcela ajena por la miserable pitanza que su legal poseedor se [258] dignara concederle. Tenía éste sobre su esclavo una especie de posesión exclusiva (adversus omnes), un indiscutible derecho á usufructuar su trabajo y aprovecharlo para cultivar su tierra. Si el esclavo persistía en su indolencia, era castigado con penas infamantes; si recalcitraba, era entregado á los sacerdotes para los sacrificios. Así se fué formando entre los Aztecas una casta especial y despreciada de parias, que inicia la esclavitud y robustece la idea de la propiedad individual en las primitivas agrupaciones indígenas[367].
Fig. 243.—El "Tlacatecuhli" ó Jefe de hombres.
La familia.
10.—La familia Azteca se basaba generalmente en el patriarcado. Los «calpullis» observaban la ley de exogamia. La mujer se consideraba como propiedad individual y exclusiva [259] del marido, siendo los lazos matrimoniales más fuertes que en las demás tribus del Norte de América. El «calpulli» arreglaba privativamente los enlaces[368] y castigaba severamente á los adúlteros, que eran expulsados del «calpulli», perdían su protección y se convertían en parias. Las leyes sociales del «calpulli» prescribían terminantemente el matrimonio de todos sus miembros. Los que se negaban (salvo votos religiosos) á contraerlo, tenían la misma pena que los adúlteros[369]. Claro es [260] que no teniendo estas prohibiciones de interés social base moral propiamente dicha, no consiguieron evitar el concubinato, que era lícito, y sólo limitado por la situación económica del individuo, ni modificar en las tribus Aztecas los bestiales excesos y nefandos vicios que los carcomieron y aniquilaron con su gangrena abyecta[370].
Fig. 244.—Piedra del Sol (Museo de Méjico).
Mercados.
11.—El patriarcado, la esclavitud, las costumbres matrimoniales y las hereditarias de los Aztecas demuestran claramente que el concepto del valor é importancia de la propiedad personal había hecho camino en el primitivo Méjico. Confirma esta importante conclusión histórica la indudable existencia en los poblados Aztecas de mercados y ferias regulares y frecuentes. Celebrábanse tales mercados cada cinco días. El tráfico era activísimo. Se trocaban granos, cacao, alimentos, bebidas, vestidos, ornamentos, útiles, armas, alfarerías[371] y demás objetos necesarios para la vida material del indígena, para el adorno y sostenimiento de sus mansiones comunales y para la provisión de aquellos ágapes bárbaros, cuya abundancia y suntuosidad tanto deslumbraron á los Conquistadores Españoles, que no vacilaron en compararlos con los opulentos festines de la antigüedad clásica[372].
No se usaban en los mercados pesas ni medidas. Las transacciones eran simples permutas, sin moneda ó intermediario de cambios, á no ser que consideremos como tal á aquellos [261] «zontlis» y «xiquipiles» de cacao, á aquellos "cañutillos de ansarones llenos de granitos de oro" ó á los pedacitos de estaño ó cobre en forma de T, de que nos hablan los antiguos cronistas[373]. Había en estos mercados tribunales de justicia. Los robos y demás delitos eran frecuentes, el enjuiciamiento sumario y las penas cruelísimas y bárbaras[374].
Tribus de Michoacan, Nicaragua, etcétera.
12.—No estuvo limitada la civilización Azteca, que en sus rasgos esenciales dejamos descrita, al territorio del Anahuac y sus cercanías. Con raras excepciones las tribus principales de la llamada por los Arqueólogos Norteamericanos «Sección Mejicana» (División del Pacífico)[375], no obstante pertenecer á distintas familias lingüísticas, se diferenciaron poco en sus culturas. No es aventurado, pues, el considerarlas como vástagos ó desmembraciones de un mismo tronco etnológico, de una civilización única en su antigüedad y orígenes, en vez de estudiarlas como grupos culturales distintos, desarrollados á la par en regiones geográficas diferentes[376].
Fig. 245.—Idolo de un templo Maya.
Acaso la organización político-social de la Confederación Azteca [262] fué superior á la de sus vecinos; pero es indudable que aventajaron algunos de éstos á las tribus Nahuatl en otros aspectos de su cultura indígena.
Fig. 246.—Pirámide del Sol en San Juan (Teotihuacán).
Los Tarascos de Michoacan formaron pueblos progresivos y sedentarios. Sus habitaciones de piedra y mezcla, sus orfebrerías y trabajos en pluma y sus admirables armaduras, rodelas, escarcelones, etc., etc., atestiguan sus adelantos materiales. Su lengua era además armoniosa y llena de vocales, sus ritos y ceremonias complicadísimos[377]. Los Otomis, vecinos de los anteriores (Chiapas, Guerrero, etc.), cuya lengua era de las más extendidas en el Méjico del siglo xvi, no fueron tan salvajes como algunos cronistas los pintan. Eran tributarios de la Confederación Azteca, supieron cultivar sus feraces tierras y se distinguieron por sus endechas, cantares y musical instinto[378].
[263] Los Totonecas (Veracruz, etc.) fueron los probables constructores de las pirámides y templos de Teotihuacán. Aunque tributarios también de los Aztecas, les superaban en cultura. En su principal población, la célebre Cempoalla, abundaban las casas de piedra, rodeadas de jardines hermosísimos. Describen esta ciudad los antiguos cronistas como un verdadero «paraíso terrestre», juicio que no parece muy exajerado, teniendo en cuenta la situación geográfica de estos pueblos y las notables ruinas en ellos descubiertas.
Los Zapotecas de Oaxaca y sus vecinos los Mixtecas (Guerrero y costa del Pacífico), formaban agrupaciones poderosas independientes y de avanzada cultura. Era tradicional creencia en los primeros que las imponentes ruinas de Mitla, llamadas en su lengua «Ryo-Ba» ó "entrada á la tumba", con sus enormes palacios de grandes salones y monolíticas columnas, fueron sepulcro de sus antepasados. Supieron también los Mixtecas perpetuar en jeroglíficos la memoria de sus mitológicas leyendas. La lengua Zapoteca no dejaba de ser armoniosa. Fué conocida en Méjico con el nombre de «ticha-za» ó «lengua de los nobles».
Los Mayas.
13.—Dejando de lado algunas otras tribus de menor importancia histórica que también poblaban los territorios de Méjico, Guatemala, Nicaragua y Honduras á principios del siglo xvi[379], estudiaremos sólo las pertenecientes á la familia lingüística «Maya Quiche», que por el número y poderío de sus centros de población predominaron, al par de los Aztecas, sobre [264] todos los demás grupos indígenas de la "Sección Mejicana".
Con excepción de los Huaxtecas, que habitaban al Norte del Estado de Veracruz y Sur del de Taumalipas (Río Panuco y Golfo de Méjico), todas las tribus de la familia Maya-Quiche vivían en territorios contiguos.
Fig. 247.—Lámina del Códice "Porfirio Díaz" (Mus. Méjico).
Los Mayas propiamente dichos ocupaban los actuales Estados del Yucatán, Campeche y parte del de Chiapas, y los Quiches y Cakchiquels se extendían hacia el Sur, en la República de Guatemala[380].
Alcanzaron estas tribus el alto grado de cultura. Su remota afinidad con sus vecinos los Nahuatl parece desprenderse de sus tradiciones, confirmadas en este punto por las investigaciones modernas[381].
Fig. 248.--Lámina del "_Códice Colombino_" (Museo de Méjico).
[265] Los Mayas eran muy cobrizos, de cráneo achatado (deformación artificial), bajos y muy fuertes. Cuando por vez primera los visitaron los Españoles, encontráronlos divididos en gran número de grupos tribales independientes, fragmentos acaso de la legendaria Confederación de Nachan, Colhuacan (Ciudad de la Serpiente) ó Xibalba, fundada por el fabuloso semidios Votan en sus peregrinaciones mesiánicas[382].
Con certeza, sabemos muy poco de los usos, organización social y costumbres de estas tribus. Vivían principalmente de [266] sus cosechas de maíz. Sabían aprovechar la miel y la cera de las abejas; eran tejedores habilísimos y teñían sus finas vestiduras de algodón y sus preciosas plumas con matices duraderos y brillantes[383]. Con sus fuertes canoas llegaron hasta Cuba y mantuvieron con las tribus meridionales de las costas del Golfo continuo y provechoso tráfico[384].
De la historia y complicados mitos de los Maya-Quiches, sólo encontramos en las crónicas noticias dudosas y fragmentarias[385]. Su Mitología y tradiciones han llegado, sin embargo, hasta nosotros, si es que aceptamos, sin beneficio de inventario, las copias y traducciones del célebre "Popol Vuh"[386], libro sagrado de los Quiches Precolombianos, ó los datos que nos proporcionan los "Anales de los Cakchiquels" y los "Libros de Chilam-Balam", recopilados á principios del siglo xvi por algunos indígenas Yucatecos[387].
Calendarios.
14.—Una de las pruebas más convincentes de la afinidad de las tribus de la "Sección Mejicana" es la extensión y semejanza de su peculiarísimo sistema de medir el tiempo.
Fig. 249.—Relieves de Chiapas.
El año solar Mejicano, etc., tenía 365 días. Los años se agrupaban en ciclos de 52 y sub-ciclos ó indicciones de cuatro, y se dividían en dos partes, una de 360 días, ó sean 18 meses de 20 días, y otra de cinco días, que se añadían al último mes para completar los 365 días del año. Cada uno de los 20 días del mes tenía su nombre y símbolo. Los sacerdotes, sin embargo, numeraban los días sólo desde el 1 hasta el 13 (número sagrado), repitiendo los nombres y números, á contar del décimotercio. En esta forma, los días del mismo número y nombre sólo ocurrían cada trece meses de veinte días, que formaban el año lunar ó religioso (260 días), distinto del solar ú ordinario (365). Los días se [268] indicaban también con signos especiales de significado místico, semejantes á los esculpidos en la célebre y enorme "piedra del sol", descubierta en la plaza de Méjico[388]. El calendario ceremonial ó astrológico fijaba las fechas de los festivales y sacrificios y servía también á los sacerdotes para combinar sus cábalas, predicciones y horóscopos[389].
Agricultura.
15.—Ya hemos visto que las tribus de la "Sección Mejicana" fueron esencialmente sedentarias, y que el maíz se cultivaba extensamente. Los campos, en general pequeños, estaban bien roturados y se regaban con acequias. Se cultivaban también en casi todas las tribus el cacao, el magüey ó áloe (Agave Americana), de usos variados é importantes (papel, pulque, etc.), el algodón, que tejían hábilmente, la pimienta, las judías y frutas diversas. Los trabajos agrícolas se consideraban honrosos, y á ellos se dedicaban todos los varones hábiles del grupo, exceptuando los sacerdotes, los funcionarios públicos y los jefes militares[390].
Artes mecánicas.
16.—Son indudables los progresos de las tribus "Nahuatl" en las Artes Mecánicas. Puede decirse que habían alcanzado la edad del bronce. Muchas de sus armas, adornos y utensilios eran de esta aleación. Fueron orfebres habilísimos. Las arracadas, zarcillos, ajorcas, collaricos, moscadores, ventalles, etc., que envió Cortés al Emperador Carlos V, asombraron á la Corte Española. Las alfarerías Mejicanas, en especial las de la región [269] Meridional, nada tenían que envidiar á las de sus vecinos de la región de los Pueblos[391].
Fig. 250.—Mapa ruinas de la Sección Mejicana (América Central).
Escultura y pintura.
17.—Poco tenemos que añadir á lo dicho en otro capítulo, al hablar en general de la pintura y escultura indígenas. Es indiscutible que las esculturas Mejicanas, sus ornamentados y colosales ídolos, sus formas animales, y los variadísimos adornos de sus máscaras, discos, vasos, columnas, etc., dan la nota más alta de las actividades estéticas de la Raza Americana [270] primitiva, pero también es cierto que en ninguno de los restos llegados hasta nosotros como muestras de los perdidos ó destrozados por las devastaciones del tiempo y de las guerras, encontramos algo que pueda calificarse de verdadera y exclusivamente artístico.
Otro tanto puede decirse respecto á la pintura. Las pictografías de los escasos Códices genuinamente Precolombianos, que han podido conservarse hasta hoy, y los laberínticos y desproporcionados dibujos de algunos edificios en ruinas, son imitaciones convencionales de formas vivas, sin arte, armonía ni belleza[392].
La escritura.
18.—Muchas tribus de la "Sección Mejicana", y en especial los Cakchiquels, Quiches y Mayas, se aproximaron en sus pictografías simbólicas al sistema de escritura fonético.
Si bien se ha observado que los Aztecas no pasaron del sistema de escritura jeroglífico, de interpretación convencional de los símbolos, ó sugestión pictográfica de ideas asociadas, llamada por algunos autores escritura "ikonomática"[393], parece ser que los Mayas adelantaron un paso más hacia el sistema alfabético, representando con sus símbolos "calculiformes", verdaderos sonidos silábicos. Este probabilísimo carácter fonético de las pictografías de la familia Maya, las separan claramente de las Nahuatl, con las que algunos autores las confunden[394].
[271]
Fig. 251.—Cuchillo de Silice, mango de madera, con incrustaciones de turquesas (Coll. Hertz).
Tanto las pictografías Nahuatl como las Maya-Quiches eran de colores brillantes y se hacían en pieles preparadas al efecto, en tejidos de algodón ó fibras de áloe (magüey) y en las columnas, muros, etc., de los templos y demás edificios públicos. Sus objetos eran generalmente administrativos, ceremoniales, religiosos ó mnemónicos.
El tiempo y las continuas y destructoras guerras por una parte, y por la otra el equivocado celo de algunos eclesiásticos de pasados siglos[395], han destruído casi todos estos preciosos ejemplares pictográficos, imposibilitando hasta hoy la interpretación de los poquísimos é incompletos Códices indiscutiblemente Precolombianos que se guardan en Bibliotecas y Museos y la de las inscripciones talladas con símbolos idénticos en las numerosas ruinas de la América Central y de Méjico.
No pueden, por tanto, considerarse tales Códices, etc., como documentos históricos, propiamente dichos, sino como monumentos arqueológicos, que demuestran por comparación la superioridad cultural de los Mayas sobre las demás tribus de la primitiva América[396].
Arquitectura.
19.—Patentizan también esta superioridad cultural los innegables progresos de su arquitectura, evidenciados por las rui[272]nas de sus templos, palacios, etc. Corresponde á los arqueólogos el detenido estudio de estas ruinas, por lo que nos limitaremos nosotros á mencionar los más notables.
Fig. 252.—El Anahuac según Clavijero.
Partiendo de Zacatecas hacia el Sur, encontramos los murallones y pirámides truncadas de "Los Edificios". Ya en el [273] Anahuac, y en el probable sitio de la histórica Tula, descubrimos fragmentos de cariátides y columnas talladas, entre otras ruinas de casas ó templos. Al N. E. de la ciudad de Méjico, y en la célebre Teotihuacán (Ciudad de los Dioses), divisamos las gigantescas pirámides del Sol y de la Luna y los montículos y restos megalíticos que bordean el "Camino de los muertos".
De la opulenta "Tenochtitlan" ó Méjico del siglo xvi nada queda ni se ha descubierto, exceptuando algunas horribles imágenes y el supuesto calendario de piedra porfírica de que hablamos anteriormente.
En las ruinas de Xochicalco (Nahuas) podemos todavía admirar el cerro perforado, con galerías y túneles, escalonado en amplias terrazas y coronado con una especie de templo-pirámide de granito cubierto de relieves y dibujos emblemáticos. Al Oeste de Puebla de los Angeles está la conocida Pirámide de Cholula, y al entrar en el Estado de Oaxaca las grandiosas é interesantes ruinas de Mitla, con sus enormes recintos de columnas simplicísimas y sus murallas pétreas, cuajadas de pictografías y tallas de abigarradas líneas, colores y formas[397].
Siguiendo hacia el Este, hasta los valles del Río Usumacinta, hallamos las pirámides, teo-callis y palacios ruinosos de Palenque, cuyas talladas losas, numerosas tumbas y colosales estátuas de figuras tranquilas, solemnes y en actitud adorante han hecho pensar á algunos Arqueólogos que la majestuosa Palenque fué tal vez un lugar sagrado ó centro religioso donde se congregaba [274] un pueblo de devotos y residía el alto sacerdocio de los Mayas.
Fig. 253.—Tubería de Terra-cota en Oaxaca.
Al Oeste, y en la región de los Lacandones, encontramos las ruinas de la misteriosa "Lorillard City", y penetrando en la península del Yucatán llegamos á las estupendas construcciones de Uxmal; á la magnífica "Casa del Gobernador", con sus complicadas tallas; al "Palacio de las Monjas" y la "Cueva del Mago"; á las no menos asombrosas de "Chichen Itza", la llamada "Torre del Caracol" y al "Castillo", de hermosas columnas imitando serpientes; á las reliquias, también ophíticas, de "Tikal", etcétera, y, por fin, á los soberbios despojos monolíticos de "Copan" (Honduras-Chorti), la ciudad sagrada de los Mayas, que con las mencionadas ruinas del Yucatán representan la cúspide cultural de la Sección Mejicana, la nota arquitectónica más alta de los artífices y constructores indígenas[398].
Religión y Magia.
20.—Los rasgos esenciales de las creencias mágico-religiosas y de las Mitologías Uto-Aztecas y Mayas son los mismos que los del resto de las tribus aborígenes. Claro es que el transcurso del tiempo y la prolongada residencia en un mismo territorio de grupos tribales populosos, complicaron los cultos y engrandecieron los templos; pero si prescindimos de algunas divinidades características ("Huitzlipochli", "Tlaloc", etc.) y algunas ceremonias peculiares, cuyo estudio excede los límites de este Compendio, poco ó nada tenemos que añadir á lo ya manifestado en los capítulos IV y V de este Título.
Fig. 254.—Tumba cruciforme (Oaxaca).
Las abominaciones de la magia, los sacrificios humanos y la antropofagia ritual, predominaron horriblemente. Las legendarias predicaciones del Suave "Quetzatcoatl" de los Aztecas ó del Votan de los Mayas, no consiguieron moderar la crueldad refinada y la sed de sangre de aquellas muchedumbres bárbaras, que, incitadas hasta al delirio por sus sacerdotes, sacrificaban anualmente millares de víctimas en las repugnantes aras de sus divinidades guerreras, para devorar sus palpitantes miembros en horroroso festín de caníbales[399].
El sacerdocio y su influencia.
21.—Formaban estos sacerdotes, á principios del siglo xvi, una clase social organizada y preponderante. Los "shamanes", magos y hechiceros de las tribus de la América del Norte se convirtieron en la "Sección Mejicana" en un cuerpo definido y de jerarquía complicada y estricta, cuya influencia política fué paulatinamente aumentando y sobreponiéndose á la de los guerreros, hasta adquirir en casi todos los grupos tribales un predominio absoluto y despótico[400].
Fig. 255.—Casa de las columnas de Mitla.
Esta preponderancia política de los sacerdotes, su afán de ostentación en las ceremonias, su prurito de conservar entre unos pocos iniciados el secreto de sus pretendidos poderes míticos (escritura jeroglífica, calendarios, etc.) y su natural deseo de aumentar el tamaño y bárbara suntuosidad de los teo-callis y demás lugares sagrados, influyeron decisivamente en la evolución cultural de las tribus de Méjico y Centro de América[401].
Conclusiones generales.
22.—El sucinto bosquejo que dejamos apuntado de la llamada Civilización Mejicana esclarece un tanto las causas de su rápida decadencia. La falta de unidad nacional en las tribus Confederadas, el odio contenido de los tributarios á sus implacables tiranos y la envidiosa y constante enemiga de los [277] calpullis mismos entre sí, producían un estado público de continua inquietud y desconfianza.
Si á esto se agregan los degradantes vicios que corrroían aquellas colmenas humanas, sus terrores religiosos y sus hechicerías nefandas, no puede extrañarnos que sobre aquellos enormes falansterios, mezcla extraña de cultura y salvajismo, flotara una especie de anatema misterioso, de profecía trágica y terrible, de destino fatal y sangriento[402].
Vivía, en efecto, el indio Mejicano entre mortificantes alarmas, pululaban los espías hasta en el interior de sus hogares comunales, amargaba sus días el miedo de lo desconocido, afligían sus noches quimeras horrendas. El vaso de su paz estaba lleno de rencores; el goce brutal y efímero de sus triunfos guerreros no podía calmar sus lacerantes angustias[403].
Los comunismos teocrático-militares de los Aztecas y de los Mayas habían edificado con sangre sus ciudades y asentado en iniquidad sus templos. No podían perdurar. Brillaron un punto en la historia con fulgores rojizos, y pasaron después "como el polvo que arrebata el viento en la era y como el humo de sus hogares".

CUESTIONARIO
1.—¿Cuáles fueron las principales tribus de la familia lingüística Uto-Azteca y qué regiones ocuparon?
2.—¿Qué entendemos por tribus Nahuatl, Aztecas ó Mejicanas y qué territorios ocuparon?
3.—¿Qué tribus formaron la Confederación Azteca y cuál fué su extensión, ciudad principal y carácter?
4.—¿Cómo guerreaban los Mejicanos y con qué objetos?
5.—¿Cómo se designaba y qué atribuciones tenía el "Jefe de hombres"?
6.—¿Puede confundirse este "Jefe supremo militar" con un monarca absoluto?
7.—¿Qué tributos imponían los Mejicanos á los pueblos vencidos y cómo se recolectaban?
8.—¿Llegó la Confederación Azteca á constituir imperio, monarquía ó sociedad civil propiamente dicha?
9.—¿Cómo estaban divididas las tierras en el Méjico indígena y cómo se distribuían y heredaban?
10.—¿Cómo estaban organizadas y cómo se gobernaban las tribus Mejicanas?
11.—¿Hubo esclavos en Méjico? ¿Quiénes lo eran y por qué causas?
[279] 12.—¿Cómo estaba constituida la familia Azteca y cuáles fueron sus costumbres matrimoniales, mortuorias, etc.?
13.—¿Hubo mercados y ferias en Méjico?
14.—¿Cómo se traficaba en tales mercados y qué clase de moneda (si alguna) se empleaba?
15.—¿Qué se sabe de los llamados Toltecas, de los Tarascos, Otomis, Totonecas, Zapotecas, etc., y qué territorios ocuparon estas tribus últimas?
16.—¿Qué se sabe de las tribus de la familia lingüística Maya-Quiche y qué probables afinidades étnicas tuvieron con las tribus Nahuatl?
17.—¿Ha llegado hasta nosotros algo de los ritos, Mitología é Historia de los Maya-Quiches? ¿En qué forma?
18.—¿Qué sistemas peculiares para medir el tiempo tenían las tribus de la Sección Mejicana?
19.—¿Hicieron los Mejicanos y Mayas progresos de consideración en las Artes mecánicas, pintura y escultura?
20.—¿Qué carácter tuvo la escritura ikonomática de los Aztecas y la posiblemente silábica de los Mayas?
21.—¿Cuáles son los más notables restos de las construcciones Aztecas y Mayas?
22.—¿Cuáles fueron las prácticas y creencias mágico-religiosas de las tribus de la Sección Mejicana?
23.—¿Formó el Sacerdocio en ellas clase jerárquica definida?
24.—¿Qué carácter tuvo este Sacerdocio y cuál fué su influencia en las agrupaciones Aztecas y Mayas?
25.—¿Cuáles fueron las principales causas de la decadencia y aniquilamiento de las tribus Aztecas y Mayas?

REFERENCIAS
Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores, y en especial Winsor, op. cit., I, ch. III, y II, ch. VI con sus notas y referencias. Oviedo, Hist. General. Las Casas, Apologética, etc. Gomara, Hist. General. Bancroft, Native Races, etc., vols. V y VI. Diccionario Universal de Historia y Geografía (México 1853-56). Fray Diego Durán, Hist. de las Indias de Nueva España é Islas de Tierra Firme (Edición Ramírez y Mendoza, Méjico 1867-80). Herrera, Décadas de Indias (Décadas III, IV, V). Robertson, Hist. de América, lib. VII (Barcelona, 1840), etc., etc.
Especiales.—Son numerosísimas. Mencionaremos sólo Icazbalceta, Obras (Ed. Agueros, México, 1896-98). Alonso de Zorita, Hist. de la Nueva España, I (Ed. Suárez, Madrid, 1909). Kinsborough, Antiquities of Mexico, etc. (Londres, Bohn, 1831-48). Orozco y Berra. Hist. Antigua, y de la Conquista de México (México, 1880). Id., Geografía de las lenguas y Carta Etnográfica de México (México, 1864). Solís, Historia de la Conquista de México (Ed. Barcelona, 1770). Tylor, Anahuac, etcétera (Longmans, 1861). J. Zaragoza, Not. Hist. Nueva España (Madrid, 1878). Granados y Galvez, Tardes Americanas (México, 1778). Nic. León, Familias Lingüísticas de México (México, 1902). Pimentel, Cuadro descriptivo y comparativo de las lenguas indígenas de México (México, 1874-75). Antonio Peñafiel, Monumentos del Arte Mexicano Antiguo, 3 vols. [281] Infolio Imperial (Berlín, MDCCCXC). Larrainzar, Estudios sobre la Historia de América, etc. (México, 1875-78). H. Strebel, Alt. México (Hamburgo, 1885). Waitz, Amerikaner, vol. II (1864). Ad. Bastian, Culturlander des alten America (Berlín, 1878). Las obras citadas en las notas del presente capítulo y en las de los referentes á la "Vida Psíquica" del Indio Americano (IV-V).
Fuentes.Bernal Díaz del Castillo, Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España (Hist. Prim. Ind. II). Icazbalceta, Coll. de Documentos para la Historia de México (1858-66). Id., Nueva Colección de Documentos (1886-92). Pacheco y Cárdenas, Coll. de Documentos. Ternaux-Compans, Voyages, relations et memoires originaux, etc. Obras Históricas de Don Fernando de Alva Ixtlilxochitl (Ed. Alfredo Chavero). Diego Muñoz Camargo, Historia de Tlascala (Ed. Alfredo Chavero). Fr. Bernardo de Lizana, Hist. del Yucatán (Ed. Mus. Nac. México). Dorantes, Sumaria Relación de las cosas de Nueva España (Ed. Mus. Nac. México). Gaspar de Villagra, Hist. Nueva México (Museo Nacional México). Los Anales del Museo Nacional de México, (1.ª época, vols. I á VII, y 2.ª época, vols. I á V). Crónica Mexicana, escrita por D. Hdo. Alvarado Tezocomoc hacia el año MDXCVIII, anotada por Orozco y Berra, etc. (Edición Vigil, México). Sahagún, Hist. General de las cosas de la Nueva España (Ed. Jourdanet y Simeón, París, 1880). Boturini, Idea de una Nueva Hist. Gen. de la Amca. Sepnal. (Ed. Madrid, 1746). Clavijero, Historia Antigua de México, etc. (Ed. Española, Londres, 1826). Hdo. Cortés, Cartas de Relación (Hist. Prim. de Indias). Landa, Rel. de las cosas del Yucatán (Ed. de la Rada y Delgado, Madrid, 1884). Fuentes y Guzmán, Hist. de Guatemala ó recordación Florida, etc. (Ed. J. Zaragoza, Madrid, 1882-83). Alonso de Zurita, Rapports sur les differents classes de chefs, etc. (Ed. Ternaux Compans, París, 1840). Fray Gerónimo de Mendieta, Hist. Eclesiástica Indiana (Ed. Icazbalceta, México, MDCCCLXX). Los preciosos Manuscritos de la Bca. Escurialense, relacionados y descritos críticamente por el P. M. Gutiérrez (La Ciudad de Dios, vol. LXXXI [282] núms. Abril 5-20, Mayo 5-20, Junio 5-20-1910). Los Ms. de la Colección Muñoz (Ac. de la Historia), vols. II, III, IV (Ixtlilxochilt); VII, VIII (Mem. Nueva España); IX, X, XI, XII, XIV, XVI (Pimas); XVII (P. Kino); XXII, XXIII, XXIX (Cohahila); XXX, XXXI, XXXIX (Zapolitatlan); XLI (Alonso de Çorita, Relación, 1633); XLII (Orden sucesión en terrenos y baldíos), etc. Col. Mata Linares, vol. I, XXXIX, XLI, XCXXIX, XCXXXVI, etc. Bca. Nacional Madrid, Ms. (I. 43), (I. 89), (I. 116), (I. 28, 29, 31), etc. Colecciones García Figueroa (Ac. de la Hist., Madrid). Bureau of Am. Etnology, Report 3 (Thomas, Mtos. Mayas); 1 (Central American Picture writing, etc.); 16 (Thomas, Maya Códices); 19 (Symbols Maya Year; Mounds Northern Honduras; Calendario Maya) y Boletín 28-1904 (Descrip. Colecciones Seller), etc., etc.
Códices indígenas.—Los citados en las notas del presente capítulo; los llamados de "Porfirio Díaz", "Baranda", "Dehesa", publicados por la Junta Colombina México (México, 1892); El Fejervary-Meyer, Museo de Liverpool (Ed. Duc. de Loubat, Berlín, 1901); el Codex Nuttall (Cambridge, Mass., 1912), el Codex Osuna (Madrid, 1878), etc., etc.
Bibliografías.Winsor, op. cit., I, pág. 153 y sig. y apéndices I, II, pág. 397 y sig. Icazbalceta, Bibliog. Mexicana del siglo xvi (México, 1886). Bancroft, Native Races, vol. V-136, etc. Bca. Hisp. Americana Sepnal. de Beristain y Souza (Ed. Vera-Amecameca, 1883). Leclerc, Biblioteca Americana, etc. (París, 1878). Las notas de Bandelier (10, 11, 12 Rep. Peabody Museum). Field, Essay towards an Indian Bibliog. (N. Y., 1873). Fischer, Bca. Mexicana, etc. (Londres, 1869). Pinart, Catalogue de livres rares et precieux, etc. (1883, París). Los Catálogos de Hiersemann, Quaritch, etc., y las citadas en los capítulos anteriores (Títs. I y II).

CAPÍTULO VIII
TRIBUS DE LA AMÉRICA DEL SUR
(DIVISIÓN DEL ATLÁNTICO)

1.—Observaciones generales. 2.—La región Amazónica. 3.—La familia Tupi-Guarani. 4.—Los Tapuyas. 5.—Arawaks. 6.—Caribes ó Karinas. 7.—Las tribus del alto Orinoco y alto Amazonas. 8.—Las de las mesetas Bolivianas. 9.—La Región Pampeana. 10.—Las tribus del Gran Chaco. 11.—Pampeanos y Araucanos. 12.—Patagones y Fueguinos. 13.—Los Calchaquies.
Observaciones generales.
1.—Conformes están los modernos etnólogos en circunscribir las culturas aborígenes de la América del Sur, á la zona geográfica llamada Andina, que se extiende desde Chile y las Provincias Argentinas Mediterráneas, hasta más allá de las mesetas de Colombia. Las tribus de esta región llegaron antes del Descubrimiento á los grados superiores del barbarismo; formaron curiosos organismos sociales y construyeron curiosos edificios.
Fig. 256.—La primera representación gráfica conocida de los Aborígenes Americanos (Augsburgo 1497 á 1503).
En cambio, las tribus del Este de la referida Zona Andina, vivieron, salvo raras excepciones, en estado salvaje; construyeron sólo rudimentarias chozas, su vida social fué nula y su existencia física abyecta.
Estos evidentes contrastes nos autorizan á dividir en primer lugar las agrupaciones Sud-Americanas primitivas, en dos [284] grandes Secciones Geográficas, la del Océano Atlántico y la del Pacífico[404], que estudiaremos separadamente.
La clasificación lingüística de la multitud de tribus que poblaron estas dos grandes Secciones ofrece dificultades insuperables. El irritante y extraordinario número de lenguas irreducibles desconocidas ó no estudiadas, su irregular distribución en el Continente, la facilidad de los movimientos emigratorios de las diversas tribus á lo largo de sus enormes vías fluviales, la natural inestabilidad y despreocupación de los primitivos colonos Europeos, etcétera, etc., han hecho hasta ahora infructuosos los admirables esfuerzos científicos de antiguos y modernos filólogos para establecer una clasificación exacta de las Sud-Americanas lenguas[405].
Fig. 257.—Niño Indio (Época actual).
Teniendo esto en cuenta, y con el único fin de sistematizar en lo posible nuestro estudio de la América Aborigen, adoptaremos la clasificación que de las tribus [285] Sud-Americanas hace Brinton, fijando como siempre nuestra atención en aquellas agrupaciones tribales, más cuidadosamente estudiadas y de mayor interés por sus asociaciones históricas.
Distingue el mencionado filólogo en el Grupo del Atlántico dos regiones (Amazónica y Pampeana) y otras dos (Colombiana y Peruana) en el Grupo del Pacífico[406].
Fig. 258.—Danza ceremonial.
La Región Amazónica.
2.—Comprende la Región Etnológica, llamada Amazónica, los inmensos territorios regados por el Amazonas, el Orinoco y sus numerosísimos y caudalosos afluentes, incluyendo los Estados de Santa Cruz y el Beni, en Bolivia, casi todos los del Brasil, los de Venezuela y las Guayanas y las grandes y pequeñas Antillas. Los extensísimos bosques y prodigiosos valles tropicales de estos dos colosales sistemas hidrográficos ofrecían al hombre primitivo abundantísima caza y pesca, sabrosísimos frutos y abundancia de naturales recursos. Tales facilidades de vida, unidas al efecto depresivo de un clima ardiente y húmedo, enervaron, sin duda, las actividades de los aborígenes, haciéndoles perezosos y nómadas. Por otra parte, los miles de kilómetros de vías fluviales navegables que caracterizan esta parte del Continente Sud-Americano, proporcionaron á las tribus comunicaciones naturales y fáciles, que aprovecharon para diseminarse en dilatadas regiones geográficas.
No es extraño, pues, que encontremos en esta Sección algu[286]nas familias lingüísticas cuyos miembros llegaron á grandes distancias de su probable lugar de origen. De entre ellas las más conocidas y dispersas son la "Tupi-Guarani", la Tapuya, la Arawak y la Caribe, cuyas peculiaridades etnológicas, etc., indicaremos sucintamente[407].
Fig. 259.—Danza del Escudo "Warraus" (Guayana Británica).
La familia Tupi-Guarani.
3.—La célebre familia lingüística de los Tupis, Guaranis, Baranis, Curios, etc., fué una de las más notables, extendidas y numerosas de toda Sudamérica. Desde las Guayanas al Paraguay y desde las mesetas del Brasil á las costas de Bolivia, se hallaba, con más ó menos variantes, la llamada "Lingua geral do Brasil", derivada esencialmente de la de los Tupis, y una de las más suaves, musicales y flexibles de las conocidas en América.
Vivían estos indígenas en aldeas provisionales, llamadas "Tabas", compuestas de miserables y escasos ranchos, que se abandonaban por conveniencia. Las aldeas abandonadas se denominaban "taperâs ó taboeiras". Cultivaban el algodón, el maíz y la mandioca y eran aficionadísimos al tabaco, que fumaban en pipa, mezclado con otras yerbas. Los Omaguas y Cocamas, de cabezas deformadas "como mitras", enseñaron á los Europeos los usos del "caout-chout", del que hacían vestidos, sandalias, etc.; trabajaron [287] hábilmente los metales y vivieron en aldeas permanentes.
Las demás tribus de la familia Tupi-Guarani, no pasaron de los grados inferiores del barbarismo. Algunas de sus alfarerías, sin embargo, (igasanas) pueden competir con las mejores de Sud-América.
Fig. 260.—Indios Caribes (Akawais).
Su organización social no difería en esencia de la del resto de las tribus Americanas. El "morubixabá" ó jefe de los guerreros tenía autoridad absoluta en tiempo de guerra y limitada en el de paz por las decisiones del Consejo ("nheemougaba"). Las jefaturas eran generalmente hereditarias, formando sus titulares dentro de la tribu una clase social privilegiada y distinta de los "mboyás" ó chusma indígena. Eran antropófagos, polígamos, sin limitaciones ni freno; vivían en común en los recintos tribales, y sabían construir canoas rudas y fuertes. Supieron también algunas de estas tribus defender sus provisiones de las crecientes periódicas de sus grandes ríos, enterrándolas en aquellas cuevas ó silos hondos, peculiares de las tribus Amazónicas. Reconocían un poder superior (Tupá-¿Quién eres?), y multitud de espíritus activos y malignos; conservaban los huesos de algunos magos famosos (pagés-piages ó caraibes) en chozas especiales y aisladas, atribuyéndoles poderes oraculares y rindiéndoles especial reverencia. Su Mitología era rica é imaginativa, y esperaban como la mayoría de las tribus Americanas al redentor ó maestro extraordinario que había de venir de lejanas tierras (Sumé). Con excepción de las tribus próximas á los dominios Incásicos (Omaguas, [288] Chirihuanos, etc.), desconocían todas el vestido, siendo en cambio aficionadísimas al adorno, las músicas y danzas, embriagándose en ellas con rapé de parica (Turas-Río Madeira) ó los zumos fermentados del "curupá" (Omaguas) y otras varias plantas[408].
Fig. 261.—Indios Onas (Tierra del Fuego).
Los Chiriguanos ó Chirihuanos, cuyo valor militar y canibalística fiereza tan profundo terror [289] inspiraban á los guerreros Quechuas, son históricamente célebres por su tenaz resistencia á los diez mil hombres de guerra del Ynca Yupanqui y á los soldados del virrey Toledo[409].
Fig. 262.—Choza Yaghan (Tierra del Fuego).
Los Tapuyas.
4.—Rivaliza en antigüedad y extensión con la familia Tupi ó Guarani la de los Tapuyas (enemigos), cuyas numerosas bandas poblaron y aún pueblan en parte el Continente Sud-Americano, desde los 5° á los 20° de latitud Sur, y desde el Océano Atlántico al Río Xingú (Pará, Matto-Grosso, Goyaz, etc.). Eran también conocidos con los nombres de Crens ó Guerens (antiguos, pueblo antiguo) acaso por suponer que antes de la llegada de los Tupis fueron los Tapuyas dueños de la costa del Atlántico, cuyos depósitos conchíferos (sambaquis) parece ser que construyeron.
La apariencia física de los Tapuyas no era del todo desagradable, y la conformación de sus cráneos es idéntica á la de los [290] descubiertos en los yacimientos declarados pre-glaciales de Lagoa-Santa[410]. Algunas tribus de esta familia como los llamados Botocudos, deformaban de tan horrible manera su labio inferior con "botoques" ó pedazos de piedra ó madera, que ante los ojos europeos no podían menos de aparecer repugnantes.
No pasaron en general estas agrupaciones del salvajismo. Vivían desnudos, sin organización tribal definida ni más habitaciones que los abrigos naturales del bosque. No fabricaron alfarerías ni canoas. Eran caníbales por costumbre y nómadas por temperamento. Fueron, en cambio, cazadores habilísimos y de las raras agrupaciones indígenas que supieron usar antorchas de fibras vegetales, revestidas de cera de abejas. Aunque faltos de ideas religiosas concretas, sepultaban cuidadosamente sus muertos y veneraban con temor las almas desencarnadas de sus jefes.
Fig. 263.—Indio Yaghan, arreglando su arpón (Hyades y Deniker).
La lengua de los Tapuyas es de difícil fonética y contrasta con el resto de las Americanas por su tendencia á las formas [291] aisladas y su escasa proporción de palabras aglutinantes. Habitan actualmente algunas de estas bandas salvajes en las cercanías de los Ríos Madeira, Tapajos, Dulce, etc., en los bancos meridionales del Amazonas (Mundrucus, Paiguizé) y en los boscajes del Yapurá y el Putumayo (Miranhas, etc.)[411].
Fig. 264.—Indios Guaranis ó Carios (Schmide).
Los Arawaks ó Maipures.
5.—La familia lingüística de los Arawak ó Maipures es también una de las más extendidas de Sudamérica. Ocupaban sus tribus parte del alto Paraguay (Guanas, etc.) y las mesetas Bolivianas (Moxos, etc.), y llegaban, casi sin solución de continuidad, hasta las Grandes y Pequeñas Antillas y las Lucayas ó de Baháma.
Fueron los primeros aborígenes Americanos que conocieron los descubridores Europeos. Las palabras indias recojidas por Colón y sus compañeros en Haiti, Cuba, etc., pertenecen á las formas dialectales de esta familia lingüística.
La cultura de los Arawak ó Maipures era, en general, superior á la de los Tupis y Tapuyas. Cultivaban el maíz, el tabaco, y la mandioca. Sabían tejer el algodón en finos paños, y sus armas de piedra tenían notable pulimento. Labraban el oro, hacían [292] máscaras de madera, tallaban ídolos y construían canoas.
Fig. 265.—Topu Calchaqui (Ambrosetti).
Algunos grupos (Guayanas) estaban organizados tribalmente, con matriarcado, clanes y sistema totemístico. Sus casas (no comunales) estaban provistas de hamacas, esteras de fibras y alfarerías, relativamente perfectas. Tenían rica Mitología, danzas y ritos definidos y lugares reservados para cementerios. Las tribus más conocidas y notables de esta familia son la de los Antis ó Campas, del "Gran Pajonal" (Ríos Ucayali, Pachitea, etc.), que sabían domesticar monos, cotorras, tapirs, etc., conviviendo en sus chozas con ellos; los Guanas, del Alto Paraguay, pacíficos é inteligentes; los Tarumas (Guayana Británica), célebres por sus alfarerías y sus hermosos perros de caza; los Maipures, propiamente dichos, y los Moxos, del Alto Mamoré, heroicamente evangelizados por los misioneros Jesuítas[412].
Fig. 266.--Juego del látigo (Arawaks).
Los Caribes.
6.—Los Caribes ó Karinas, vecinos y enemigos implacables de los Maipures, etc., llegaron desde las Guayanas hasta las Antillas y las Lucayas. En la época del descubrimiento Colombino se hablaban sus dialectos en las mencionadas islas y en el Continente, desde la boca del río Esequibo hasta el golfo de Maracaibo y las dichas Guayanas, tierra adentro. Según antiguos misioneros, el dialecto Cumanagoto (Cumaná ó Nueva Andalucía) era corriente á lo largo de estas regiones hasta más allá de Caracas.
Fig. 267.—Chiriguanos y Matacos.
La cultura de la mayoría de estas tribus, cuya ferocidad se ha hecho legendaria (Caníbal, de Karina), era muy semejante, y acaso superior, á la de sus vecinos los Arawak, etc. Sus canoas eran grandes y muy marineras; supieron tejer hamacas de algodón ó pita, con sus torzales y rapacejos, cultivar la tierra y fabricar alfarerías notables. Los célebres petroglifos del Esequibo y la isla de San Vicente se atribuyen á los Caribes por la mayoría de los Arqueólogos. Los ritos mágico-religiosos de estas tribus (Cumanagotos, etc.) eran definidos y complejos. Sacrificaban maíz al sol y á la luna; tenían sus magos (piayes) y sus fetiches y cremaban ceremonialmente sus cadáveres.
La base de su organización social era el grupo ó grupos de parientes (clan exogámico) que convivían en casas grandes, redondas, con particiones, formadas de madera y techadas de palma. En algunos lugares [294] (Deltas del Orinoco, etc.) las levantaban sobre postes en el agua, como los habitantes prehistóricos de los lagos Europeos. Las flechas de guerra de los Caribes eran herboladas, con un veneno tan mortífero y activo que, en rasguñando, la herida era incurable. La antropofagia de estas tribus era sólo ritual y consecuencia de guerreros triunfos. Sus alimentos ordinarios eran el cazabe, los plátanos, el pescado y carne de monte. Eran muy aficionados á músicas y cantos, se pintarrajeaban imitando animales (sus "totems"), se horadaban las orejas y ternillas de la nariz, distinguían los meses por las lunas y observaban por las estrellas los tiempos[413].
Fig. 268.—Indios Macusi (Caribes).
Tribus del Alto Orinoco y el Alto Amazonas.
7.—Forman parte los extensos llanos de Venezuela de la enorme cuenca de los afluentes del Amazonas y el Orinoco. Están cubier[295]tos de altísimos pastizales y espesos bosques, que las llanuras invernales convierten en pantanos y los ardores estivales en insalubres ciénagas. Poblaban y aún pueblan estas inexploradas regiones escasos grupos salvajes de afinidades filológicas inciertas. En las páginas de los viajeros y en las crónicas de las Misiones de esta comarca (antiguo territorio de Caqueta) encontramos un sinnúmero de nombres de tribus desaparecidas ó transformadas, cuya clasificación es imposible.
Fig. 269.—India Ona (Tierra del Fuego).
Otro tanto puede afirmarse de las confusas tribus del Alto Amazonas. No hay regiones en el Continente Americano que más desesperen al historiador y al filólogo. Los datos de que disponemos son tan contradictorios y los cambios tribales tan rápidos y continuos, que es pretensión inútil el concordar las noticias de los cronistas antiguos con las observaciones de los etnólogos modernos.
De tales tribus las más conocidas ó mejor estudiadas son los Otomacos, del Río Meta; los gitanescos Guahibos, del Casanare; los Panos, del Ucayali; los Cashibos, del Aguaitía, repugnantes endocaníbales; los indómitos Jibaros (Río Pastaza, Santiago, etc.), cuyos extraños atambores de guerra y cabezas peculiarmente disecadas se admiran hasta hoy en los Museos y los Maynas ó Mayorunas, etc., sometidos por Diego de Vaca cerca del antiguo San Francisco de Borja (1616), evangelizados con heroicas fatigas por Franciscanos y Jesuítas, y [296] perpetuados por el glorioso mártir Francisco de Figueroa en una preciosa y verídica relación histórica[414].
Las Mesetas de Bolivia.
8.—La región Oriental de la República de Bolivia, bañada por el Beni, el Mamoré y demás tributarios del caudaloso Madeira, estaba poblada por multitud de tribus de diferentes familias lingüísticas. Las más conocidas de entre ellas son las de los Chiquitos, que habitaban principalmente la región de su nombre, entre los 16° y 18° de latitud Sur, desde las fuentes del río Paraguay hasta el territorio de los Incas.
Fig. 270.—Indios Timbues (Schmidel).
Sometidos por Nuño de Chaves (1557), formaron estas tribus el núcleo principal de las Reducciones Jesuíticas de esta comarca, adoptando con relativa facilidad costumbres sedentarias y agrícolas. Su lengua, en extremo flexible, fué medio ó vehículo para la cristianización de las tribus [297] vecinas (Yurucarés, Arounas, Morotocos, etc.), que merced al ardiente y abnegado celo de los Jesuítas, fueron paulatinamente agrupándose en las aldeas permanentes de los Chiquitos, á cuya lengua procuraron los Misioneros reducir sus dialectos bárbaros.
Fig 271.—Indios Querandies (Schmidel).
La gloriosa muerte del P. Arce y sus heroicos compañeros, alma de estas incipientes cristiandades, las invasiones de los Paulistas y mercaderes de esclavos, la disolución de la Compañia de Jesús y los luctuosos acontecimientos posteriores, no llegaron á extinguir por completo las aldeas de Chiquitos, que en número de 20 ó 30.000 viven hasta hoy en parte de sus territorios tribales, y conservan el régimen cooperativo ó comunista que sus Misioneros instauraron[415].
La Región Pampeana.
9.—Al Sur de las altiplanicies que separan las aguas del Bajo Amazonas de las de los afluentes del Plata, se extiende el Continente en llanuras inmensas regadas por numerosos ríos navegables. Comprende de Norte á Sur esta región llamada Pampeana, los territorios del Gran Chaco, las célebres Pampas desde el río Salado al río Negro, y los desiertos rocallosos y estériles de Patagonia y las soledades Antárticas. Está limitada al Este por el Océano Atlántico y al Oeste por la Cordillera de los Andes.
Fig. 272.—Indios Arounas.
Sus tribus indígenas forman una sección etnográfica peculiar distinta de la Peruana y acaso remotamente relacionada con la Amazónica. Para facilitar el estudio de tales tribus y sin pretensión alguna dogmática, podemos clasificarlas en tres grupos geográficos de límites más ó menos definidos. Forman el primero de estos grupos las tribus del Gran Chaco; las Araucanas y Pampeanas propiamente dichas, el segundo, y el tercero, las Fueguinas y Patagónicas.
Tribus del Gran Chaco.
10.—Se conoce con el nombre de Gran Chaco la región que se extiende del río Salado hacia el Norte hasta los 18° próximamente de latitud Sur, limitada al Este por los ríos Paraguay y Paraná, y al Oeste por la Cordillera Andina. Es un país ondulado de grandes llanuras y bosques espesos, abundante[299]mente regado por tres hermosos ríos: el Pilcomayo, el Salado y el Vermejo, que lo dividen de N. O. á S. O., en tres fajas casi paralelas (Chaco Boreal, Central y Austral) aunque de distinta extensión[416]. La suavidad de su clima, la abundancia de caza de sus enmarañadas selvas y la sabrosa pesca de sus ríos y lagos, facilitaron la vida de las tribus indígenas que densamente lo poblaron. Prescindiendo de los grupos tribales relacionados filológicamente con los Tupis ó Guaranis, las principales familias lingüísticas del Gran Chaco, son las de los Matacos, Lules, Charruas y Guaycurus.
Fig. 273.—Cetro de mando (Ambrosetti).
Habitaban los Matacos en populosas rancherías extendidas por las riberas del Vermejo. Eran menos fuertes y altos que la generalidad de los indios del Gran Chaco. Al decir de sus Misioneros, fueron naciones viles, indómitas, salvajes y refractarias á toda cristianización. Viven hasta hoy, aunque muy reducidos en su número, en sus primitivos boscajes, prefiriendo la vida del gitano nómada á la sedentaria del agricultor.
La antiguamente poderosa nación de los Lules habitaba principalmente en las márgenes del Salado y el Tabiriri. Evangelizados primero por el célebre P. Bárcena, huyeron á sus bosques, y sólo reaparecen años después en la historia de las Misiones del Chaco (Colegio de Córdoba de Tucuman), sin que pueda afirmarse con certeza que los Lules ó Tonicotes, estudiados por los Jesuítas del siglo xviii (P. Machoni), sean los mismos que el P. Bárcena evangelizó.
A la nación Charrua, sangrientamente célebre en la historia del Río de la Plata, pertenecían los formidables Yaros, Chanes, [300] Bohanes, etc. Sus tribus eran también muy numerosas. Usaban las bolas arrojadizas y la flecha, con precisión terrible; desconocían en general la fabricación de alfarerías, y vivían en ranchos misérrimos. Eran grandes cazadores, vagabundos incorregibles, sanguinarios y arrestados en la guerra, astutos, inconstantes, vanidosos en extremo é inclinados al juego y la embriaguez. Solos ó aliados con otras tribus resistieron con indomable furia los avances del conquistador.
Fig. 274.—Alfarerías (Alto Amazonas).
A la extendida familia lingüística de los Guaycurus pertenecían, entre otras tribus, las de los Abipones, genialmente estudiados por uno de los misioneros (Dobrizhoffer); los feroces Tobas, que todavía pueblan parte del Gran Chaco, refugiados en sus espesuras; los Vilelas, del Río Salado (25° á 26° latitud Sur), y los célebres Querandies[417], de corta y luctuosa historia.
Con excepción de los Payaguás (Río Paraguay), tribus esencialmente nadadoras, marineras y de curiosa Mitología y costumbres, todos los indígenas del Chaco fueron ginetes admirables. La rápida propagación del caballo en América favoreció sus errantes y guerreras costumbres. Verdaderos Centauros de la selva, sus corceles y sus lanzas de guerra fueron por mucho tiempo para el Europeo motivo de constante inquietud y terror.
[301] Por lo demás, los indios del Gran Chaco no pasaron, en general, de los grados superiores de salvajismo. Encontramos en algunos de sus grupos indicios de totemismo y exogamia. Obedecían á sus caciques, eran fetichistas, veneraban á sus manes y temían á sus magos y hechiceros[418].
Pampeanos y Araucanos.
11.—Al Sur del Gran Chaco, y hacia los 35º de latitud, empieza la Región de las Pampas. No hemos de detenernos á describir la grandiosa belleza de sus llanuras como mares, la inacabable variedad de sus pastos y la honda serenidad de sus desiertos sin término. Útil es, sin embargo, recordar estos rasgos fisiográficos de la Pampa para mejor comprender las peculiaridades de sus aborígenes.
Fig. 275.—Indios Caribes.
Una sola familia lingüística (Auca ó Aucaniana) ocupaba á trechos tan dilatadas tierras. Pertenecen á ella, no sólo los [302] "Pampas", propiamente dichos (Guarpes, Moluches, Pehurenches, Ranqueles, etc.), de la República Argentina, sino también los célebres Araucanos ó Mapuches del Sur de la República Chilena.
Fig. 276.—Mapa de Sud-América de la Edición Latina de Schimdel (1599).
Formaban los "Pampas" hordas nómadas y bárbaras que se estacionaban en míseras tolderías mientras duraban sus subsistencias y emprendían despiadados merodeos cuando el hambre ó la ocasión les incitaba al pillaje y la guerra. Fueron asombrosos ginetes. Sirvióles el caballo de medio de transporte y terrible elemento de guerra; aprovecharon su piel para múltiples usos, y su carne y su sangre para alimento. Fueron siempre indómitos, errabundos, ladrones, borrachos y abyectos. Refractarios á toda cultura, vivieron del saqueo y la matanza, temiendo sólo á sus hechiceros y caciques, creyendo en sus "gualiches" y repugnantes brujerías, degollando sin piedad y peleando sin concierto. Salvo los Moluches ó Manzaneros (Río Limay, etc.), sedentarios y agricultores, las demás tribus "Pampas" sólo supieron cultivar su astucia de serpientes, su temeridad de leones y su crueldad de felinos carniceros.
Fig. 277.—Placa de bronce calchaquie (Coll. Lafone Quevedo).
La "Expedición al Desierto", del dictador Rosas (1833), debilitó un tanto los salvajes bríos de estos indios; pero volvieron bien pronto á asolar los territorios de la República, hasta que el general, J. A. Roca y sus esforzados compañeros Villegas, Lavalle, Winter, Lagos, etc., merced á habilísimo plan de combate, y después de años de fatigas abnegadas (1874-1885), consiguieron aniquilar el feroz poderío de los principales caciques, izar la Bandera Nacional en los últimos baluartes de su irreducible barbarie, y abrir en consecuencia miles de leguas de feraces y hermosísimos campos á su actual estado de civilización y progreso[419].
Los indomables Araucanos, como los llamó Ercilla, ó Mapuches (hombres de la tierra), como ellos mismos se llamaron, ocupaban en el siglo xvi la mayor parte del territorio de la República Chilena, desde la actual provincia de Coquimbo á la de Chiloé [304] inclusive (29° á 45° lat. Sur). Divididos localmente en tribus del Norte, del Sur, etc. (Picunches, Huiliches, etc.), hablaban todos dialectos de la misma lengua (Chilidegu), exageradamente alabada por algunos, pero indudablemente suave, harmoniosa, flexible y apta para la oratoria, á que tan aficionados eran aquellos guerreros. Hasta hoy se habla esta curiosa lengua por cerca de cien mil individuos de raza indígena pura, que habitan en la comarca Chilena del Arauco.
Fig. 278.—Caribe (Guayanas).
Son las tribus Mapuches célebres en la Historia Americana por sus épicas luchas con los conquistadores Incásicos (Huayna Capac, Tupac-Yupanqui) primero, y con los Españoles más tarde, y alcanzaron un grado de cultura indiscutiblemente superior al de sus afines de las Pampas[420].
Vivían los Mapuches en chozas (rucas) de madera ó paja, muy separadas entre sí, y formando rancherías ó pueblos (lov) á la orilla de los ríos y arroyos. En cada ruca vivía una familia; [305] predominaba el patriarcado, y la condición de las mujeres era inferior y penosa. Cultivaban éstas la tierra (maíz, patatas, etc.), tejían durables mantas (chamales), fabricaban ollas y cestos, y desempeñaban en general todos los duros menesteres de la vida bárbara, en tanto que sus maridos, hijos ó hermanos, cazaban, pescaban ó preparaban sus continuas expediciones de guerra.
Fig. 279.—Mapa del Gran Chaco del P. José Jolis (1789).
Tenían los Araucanos jefes supremos y secundarios de paz y de guerra. La autoridad de tales jefes (toquis), casi siempre hereditaria, estaba limitada por el Consejo, y los usos y costumbres tribales (ad-mapos). Los brujos y curanderos eran consultados y temidos. Ante la ruca de las hechiceras (machis) se construían altares (rehué) donde sacrificaban animales y hombres á los manes ú otros espíritus (pillan). Por lo demás, los Mapuches eran muy aficionados á fiestas, juegos (uño) y danzas. La embriaguez y otros vicios más vergonzosos corroían sus agrupaciones. Eran versátiles, crueles en extremo, astutos, orgullosos, incansables en la lucha y antropófagos por venganza. Según antiguos cro[306]nistas, superaron á los demás indígenas de Sud-América en valentía, táctica y arrogancia. Resistieron en efecto durante siglos al formidable empuje de los soldados españoles, y pasaron á la posteridad como héroes de epopeya clásica[421].
Fig. 280.—Pictografía de Pederneira (Brasil).
Patagones y Fueguinos.
12.—En las costas Patagónicas del Océano Pacífico, habitaban algunas tribus distintas de las Araucanas ó Mapuches. La más conocida es la de los Chonos ó Concones "de cabello teñido de rojo y cara color de acebuche", visitados por los Misioneros Jesuítas del siglo xvii. Vivían estos indígenas en lucha constante con sus vecinos los "Huiliches"; eran ictiófagos, grandes nadadores, y sabían construir fuertes piraguas.
En las inmediaciones del estrecho de Magallanes vivían los Patagones, Chonek ó Inaken (Hombres), célebres por su aventajada estatura (1,73 metros á 1,83), que ha dado margen á no pocas fábulas y leyendas. Se alimentaban principalmente estas tribus de mariscos, y aprovechaban también la carne y la grasa de las toninas y lobos marinos que tanto abundan en estas regiones. [307] Fabricaban canoas capaces para nueve ó diez indios, y se aventuraban con ellas á respetables distancias. Andaban desnudos ó mal cubiertos con pieles en bruto, carecían de toda organización social y creían en la virtud de sus ensalmadores ó magos. No pasaron de los grados últimos del salvajismo. Su lengua de curiosa permanencia, es en extremo gutural y áspera.
Otro tanto puede decirse de las diversas tribus (Yahgans, Onas, Aliculufs, etc.), que habitan las inhospitalarias costas de la Tierra del Fuego. Tienen todas ellas desde hace siglos el triste privilegio de ocupar sin progresos apreciables, el rango más bajo de la escala cultural de los Aborígenes de Sud-América[422].
Fig. 281.—Indio Tehuelche.
Los Calchaquies.
13.—Para completar nuestro ligerísimo bosquejo de las tribus de la sección Atlántica, réstanos tan sólo mencionar la misteriosa civilización Calchaqui, independiente de la Incásica, anterior á ella, y peculiar del suelo Argentino.
Vivían principalmente los Calchaquies [308] en los territorios actuales de las Provincias Argentinas de Catamarca, Tucuman y Salta. Fueron las únicas tribus de esta Sección Etnológica que supieron construir murallas de piedra (Andalgalá, etc.). Sus tumbas, momias, orfebrerías de oro impuro, cobre y bronce, merecen detenidísimo estudio. Aunque la mayoría de estas reliquias arqueológicas tienen evidentes semejanzas con los productos del arte Quechua, muchas de ellas (campanas, placas, pectorales, topus, etc.) parecen alejarse en absoluto de las influencias Peruanas, y acercarse en cambio al arte de los Zuñis (Pueblos) ó al de los Chiriquis del Darien. La discusión del problema arqueológico que tales observaciones plantean es ajena al objeto de este libro.
Atribuyen los Misioneros á las tribus Calchaquies curiosas costumbres matrimoniales, cultos y ritos complejos (manismo, magia, astrolatría) y habitaciones cómodas y bien ordenadas. Fueron sin duda estas tribus las más cultas de la Sección Atlántica, supieron tejer finas telas, adornarse con plumas y brillantes joyeles, y fabricar preciosas cerámicas. Desgraciadamente, sabemos muy poco de cierto sobre sus caracteres psíquicos y sociales. De su lengua sólo han llegado hasta nosotros algunas palabras. Aceptaron voluntariamente á mediados del siglo xv, la dominación Incásica; resistieron después tenazmente á la conquista Española, hasta que trasladada al actual Quilmes la última de las tribus de este nombre (1670), se extinguió allí paulatinamente[423].

CUESTIONARIO
1.—¿Qué dos grandes grupos etnográficos pueden hacerse de las tribus Sudamericanas?
2.—¿Qué regiones geográficas comprenden, respectivamente, estos dos grandes grupos?
3.—¿Qué territorios comprende la llamada Región Amazónica?
4.—¿Cuáles son las familias lingüísticas más conocidas y dispersas de esta Región?
5.—¿En qué territorios Sudamericanos se hablaba la llamada "Lingua Geral do Brazil"?
6.—¿Cuáles son las tribus más conocidas de la familia lingüística Tupi-Guarani y cuáles fueron sus costumbres, etc.?
7.—¿Qué territorios habitaban los Tapuya?
8.—¿Cuáles son las tribus más estudiadas de esta familia y cuáles sus usos, costumbres, etc.?
9.—¿Qué territorios ocupaban las tribus de la familia lingüística Arawak ó Maipure?
10.—¿Cuáles fueron sus tribus más notables y cuáles sus usos y costumbres peculiares?
[310] 11.—¿Qué territorios ocupaban las tribus ó bandas de la familia lingüística de los Caribes ó Karios?
12.—¿Cuáles fueron sus costumbres peculiares?
13.—¿Qué grupos indígenas poblaban las regiones del Alto Amazonas y el Alto Orinoco?
14.—¿Qué tribus ocupaban principalmente las altas mesetas Bolivianas?
15.—¿Quiénes fueron los Chiquitos y cuál su actuación histórica?
16.—¿Qué territorios comprende la región etnológica llamada Pampeana?
17.—¿Cuáles son las principales familias lingüísticas del Gran Chaco?
18.—¿Qué se sabe de los Matacos, Lules, Charruas, Payaguás, Vilelas, Abipones, etc.?
19.—¿A qué familia lingüística pertenecen los Querandies?
20.—¿Qué territorios ocupaba la familia lingüística llamada Auca ó Aucaniana?
21.—¿Qué peculiaridades etnológicas caracterizan á los Pampeanos?
22.—¿Quiénes eran los Mapuches, qué territorios ocuparon y cuáles fueron sus usos y costumbres peculiares?
23.—¿Por qué son notables estas tribus Mapuches en la Historia del Continente Americano?
24.—¿Qué se sabe de los Patagones y Fueguinos?
25.—¿Quiénes fueron los Calchaquies y qué grado cultural alcanzaron?

REFERENCIAS
Generales.—Las obras mencionadas en los capítulos anteriores, en especial Deniker, Keane, Pí y Margall, Herrera, Oviedo, etc., etc.
Especiales.Angelis, Coll. de Obras y Docum. de las Prov del Río de la Plata, vols. I, IV. Carranza, Exp. al Chaco Austral, etc. (B. Aires, 1884). Hitte y H. Teu Kate, Notes ethnographiques sur les Indiens Guayaquis, etc. (La Plata, 1897). Lafone Quevedo, Arte del P. Tavolini (Bca. Lingca. Museo de la Plata, Sec. Chaco). Agassiz, Voyage au Brasil, etc. (Trad. Vogelli, París, 1869). Barao, A. Amazonia (Lisboa, 1883). Henderson, Hist. of Brazil (London, 1821). Koster, Voyages dans la partie Septentrionale do Brasil, etc. (París, 1818). Meyer, Bogen und Pfeil in Central Brasilien Etnographiske Studie (Leipzig, 1895). Ruiz de Montoya, S. J., Arte, vocabulario, tesoro y catecismo de la lengua Guarani (1640), Ed. Platzmann (Leipzig, 1876). Vasconcellos, Chronica da Comp. de Jesu do Estado de Brasil, etc. (2.ª Ed., Lisboa, 1865). Febres, S. J., Arte de la Lengua General del Reino de Chile, etc. (Lima, 1765). Guevara, T., Hist. de la Civiliz. de Araucania (Santiago, 1898). Lenz, Int. á los estudios Araucanos (Santiago de Chile, 1896, Anales de la Universidad). Id., Estudios Araucanos, etc. (Santiago, 1895-97) Borda. Hist. de la Comp. de Jesús en Nueva Granada (Poissy, [312] 1872). Tauste, Fr. De arte, vocabulario, etc. de la lengua de Cumaná, (Ed. Platzmann—facs. de la de Madrid, 1680,—Leipzig, 1888), y las obras citadas en las notas del presente capítulo.
Fuentes.Guido Boggiani, I Caduvei (Guaycurus), Roma, 1895. Centenera, La Argentina (Coll. Angelis, Bs. As., 1836). Díaz de Guzmán, La Argentina (Coll. Angelis, B. A., 1835). Figueira, El Uruguay en la Exp. Hist. Amer. de Madrid (Montevideo, 1892). Lafone Quevedo, Lenguas Argentinas, Idioma Mbaya (An. Soc. Cient. Arg., B., A., 1896). Id., Idioma Abipon (Bol. Ac. Ccias. de Córdoba, 1897). Id., Indios Chanasas (Bol. Inst. Geog. Arg., 1896, B. A.). Moreno (Fco. P.), Not. sobre las Antig. de los Indios del tiempo anterior á la Conquista (Bol. Ac. Cienc. Córdoba, 1874). Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Comentarios, etc. Alonso de Ovalle, Hist. Rel. del Reyno de Chile (Roma, 1646). Doc. Inéditos para la Hist. de Chile, coleccionados por D. J. T. Medina (Santiago, 1888-1902); los Anales, Mus. Nac. de Chile; los de la Universidad de la Rep. de Chile; las Memorias del Museo Paraense (Goeldi), Pará, 1900. Guerreiro, Relacion Annal das cousas que fazeram os padres da Companhia de Jesus, etc., no Brasil, nos annos 1602-1608 (Lisboa, 1605). Claude d'Abbeuille, Hist. de la Mission des Peres Capucins en l'isle de Maragnon et terres circonuoisines, etc. (París, Huby, 1614). Archiv. do Museu Nacional do Rio de Janeiro (en especial, vol. VI, Río, 1885); las colecciones Etnológicas del Museo de Berlín, Británico, Arqueológico de Madrid, Museo Nac. Bs. As., Museo de la Plata, etc.; los An. Museo de la Plata, Sec. de Arqueología (1892), partes I, III; Id. Antropológica, partes I, II (1896); las Crónicas y Relaciones de Misioneros citadas en las notas del presente capítulo, etc., etc.
Bibliografías.—Las mencionadas en los capítulos anteriores y las referencias, notas, etc., de las obras citadas de Deniker, Ambrosetti, Lafone Quevedo, Barbosa Rodríguez, Brinton, Barros Arana, Keane, Conde de la Viñaza (Tabla, etc.), Ehrenreich, Hasting's Cyclopedia, Winsor, N. & C. H., vol. II, Pí y Margall, etc., etc.

CAPÍTULO IX
TRIBUS DE LA AMÉRICA DEL SUR
(SECCIÓN DEL PACÍFICO)

1.—La Región Colombiana. 2.—Tribus del Itsmo y costas adyacentes. 3.—Los Chibchas. 4.—Tribus Sud-Colombianas y Ecuatorianas. 5.—La Región Peruana. 6.—Principales tribus. 7.—Los Quechuas. 8.—Culturas Preincásicas. 9.—El Imperio de los Incas. 10.—La Religión Incásica. 11.—El Sacerdocio y el culto. 12.—Los Amautas. 13.—El Gobierno Incásico. 14.—Organización social. 15.—Repartición de los productos. 16.—Reglamentación del trabajo. 17.—Arquitectura. 18.—Agricultura y ganadería. 19.—Medios de comunicación. 20.—Colonias y guarniciones. 21.—Artes mecánicas. 22.—Consideraciones generales.
La Región Colombiana.
1.—Comprende aproximadamente la Región Etnológica llamada Colombiana los territorios montañosos del Continente Sudamericano, desde el Orinoco hasta el Pacífico y desde la línea Ecuatorial á la República de Costa Rica. Las altas cadenas de montañas que atraviesan esta zona geográfica, sus hondos valles y caudalosos ríos de abundante pesca y fértiles riberas, influyeron decididamente en la vida y costumbres de sus tribus indígenas, separándolas de los grupos de la Sección Atlántica, y dirigiendo de Norte á Sur sus movimientos emigratorios.
A fin de metodizar en lo posible nuestra investigación, dividiremos las tribus de la Región Colombiana en tres grandes grupos geográficos: 1.º, Tribus del Itsmo y costas adyacentes; 2.º, Tribus Chibchas; 3.º, Tribus Sud-Colombianas y Ecuatorianas, y fijaremos sucintamente los rasgos característicos de tales grupos, dedicando preferente atención al estudio de las tribus Chibchas, de excepcional interés para el historiador y el etnólogo.
Tribus del Istmo y costas adyacentes.
2.—En la Región comprendida entre el mar de las Antillas y el Océano Pacífico, desde el Río Chagres, al Norte (Panamá), hasta la Bahía Buenaventura (Colombia), y limitada al Este por una línea aproximada é imaginaria, que partiendo de este punto geográfico y atravesando la actual provincia de [314] Zamora, termina en el Cabo Codera, vivían en la época del Descubrimiento gran número de tribus pertenecientes á diversas familias lingüísticas.
Fig. 282.—Terraza superior en Ollantay-Tampu.
Las más conocidas de entre ellas fueron la de los Cunas, del Panamá, la de los indómitos Dorasques, de las cercanías de Chiriqui, la de los Onotos ó "Señores de la laguna", hermosos ejemplares de su raza y constructores de chozas ó habitaciones lacustres, y las de los Timotes ó Merigotos, de los distritos de Mérida y el lago Valencia.
En general, todas estas tribus alcanzaron á las primeras etapas del barbarismo. Así lo evidencian las alfarerías zoomorfas, etc., y los curiosos útiles líticos encontrados en sus montículos sepulcrales y abovedadas tumbas[424].
Los Chibchas.
3.—Los Chibchas, propiamente dichos, ó Muiscas, fueron miembros de la familia lingüística de tribus que se extendía en ambas direcciones, desde el Itsmo de Panamá hasta Costa Rica [315] y Colombia. La lengua Chibcha y sus dialectos estaba en el siglo xvi muy extendida en el Reino de Nueva Granada (hoy Colombia), siendo, según algunos autores, «lengua general» en tales regiones. En general, la cultura de las tribus de esta familia fué más ó menos idéntica. Casi todas cultivaban el suelo, tejían algodón, extraían el oro de las arenas de sus ríos, etc., lo modelaban en ornamentos é idolillos y eran conocidos como traficantes enérgicos.
Fig. 283.—Guerrero Dorasque.
Las numerosas reliquias encontradas en los grupos de sepulcros ó cementerios de la Provincia de Chiriqui (Costa del Pacífico), en absoluto semejantes á las recojidas en Bogotá, Tunja, etc., demuestran la extensión territorial de estas culturas y permiten también á los Arqueólogos incluir á las tribus del Chiriqui en la familia de los Chibchas.
Forman el precioso botín arqueológico Chiriqui gran número de objetos de piedra pulimentada, de alfarerías notables y variadas, de ornamentos de oro, cobre y estaño de formas abigarradas y aleaciones diversas. La abundancia de tales ornamentos en esta región hizo que los Conquistadores Españoles la llamaran «Castilla del oro», con cuyo nombre es conocido en las primitivas historias[425].
[316] Los Chibchas, propiamente dichos, ó Muiscas, representantes genuinos de esta familia lingüística, habitaron antiguamente la Cundinamarca y conquistaron las altiplanicies Andinas de Bogotá y Tunja, los valles de Pacho, Fusagasugá, Caqueza y Tensa y desde Santa Rosa y Sogamoso á los llanos del Río Meta.
Fig. 284.—Calle del Triunfo. Murallas del Palacio de Inca (Cuzco).
Conocemos muy poco de cierto sobre su organización social. Parece que estuvieron gobernados por cinco jefes principales ó caciques, dos de los cuales, el Zipa, ó Bogotá, al Sur, y el Zaque ó Hunsa (Tunja) subyugaron á principios del siglo xvi á los caciques de los valles cercanos. No existía Confederación de tribus; antes bien, la enemiga entre el Hunsa y el Zipa era tradicional y constante. El Hunsa y el Bogotá eran jefes militares ó civiles con caracteres sacerdotales marcadísimos.
Su poderío no fué en absoluto despótico. Las materias graves ó de interés general se decidían por el Consejo de "principales y caciques". Los oficios del «zaque» y del «zipa» eran [317] hereditarios y privativos de determinadas familias ó gentes. Predominaba el matriarcado exogámico, la poligamia y el matrimonio por precio. Embalsamaban los cadáveres de los jefes y sepultaban con ellos á sus mujeres, esclavos, armas y útiles en ceremonias mortuorias especiales y solemnes[426].
Cultivaban el maíz (abá), la patata, la coca, el tabaco, etc. Hacían rapé (Tabaco de Tunja) y bebidas fermentadas (chicha) y sabían resinar los árboles. La propiedad individual de las tierras era desconocida[427] y estimada la de los bienes muebles y subsistencias. Tenían mercados públicos (Aipé, Bacatá, Zipaquirá etc.) y ferias en épocas fijas. Obtenían oro y cobre de Moniquirá y otros lugares, y esmeraldas de las minas de Somondoso. Medían por palmos, contaban con los dedos de las manos y pies (sistema vigesimal) y usaban como intermediario de cambios una especie de moneda de "tejuelillos de oro de media pulgada de diámetro"[428]. Sus usos penales eran sanguinarios. Casi todos los delitos se castigaban con la muerte. A la mujer adúltera, al ladrón y al sodomita se les empalaba en forma horrible.
En general, los Chibchas fueron tímidos, poltrones y cobardes; pero como el valor militar era camino de honores, y los ataques de los Panches amenazaban constantemente los dominios del «Zipa», tenía éste en sus fronteras guarniciones de indios aguerridos (guechas, varón que mata), que elegía entre los guerreros tribales y colmaba de favores, según sus hazañas. [318] Usaban estos guerreros flechas, picas, macanas y tiraderas ó estólicas, y sus jefes se adornaban con penachos, arracadas y patenas de plumas, oro y esmeraldas.
Vivían los Chibchas en el siglo xvi en casas de madera cubiertas de paja y defendidas con empalizadas y cercos. En los del «zaque» y «sugamuxi», etc., colgaban láminas áureas. La piedra parece que empezaba á emplearse en las construcciones, como lo demuestran las ruinas del Valle del Infiernito (Oeste de Leiva) y el notable obelisco de la Serranía de Pacho[429].
Fig. 285.—Tapicería encontrada en una tumba de Aucon.
Eran hábiles tejedores, vestían casi todos con mantas de algodón finas y cubrían sus cabezas con gorros ó sombreros de alta copa, según sus oficios y dignidades. Sabían alear y laminar los metales. Sus orfebrerías y cerámicas tenían en cada tribu carácter especial y factura distinta. Las de Chiriqui y las Quimbayas fueron acaso las más perfectas. Desconocieron la escritura jeroglífica, y sus pictografías y petroglifos (Gameza, Pando, etc.), son escasos, [319] groseros é indescifrables[430]. Eran animistas y manistas. Adoraban al Sol, al Arco Iris, etc., y propiciaban en especial á los arroyos, ríos y lagos. Sus numerosos sacerdotes (jeques) no se diferenciaban en sus funciones y supuestas facultades de los «shamanes» y hechiceros del resto del Continente. El famoso cacique «Sugamuxi», sucesor del maligno y legendario hechicero «Indacansás»[431], es el prototipo de tales nigromantes. Los sacrificios humanos eran ceremoniosos y frecuentes. Los «mojas ó sacerdotes niños» se recluían cuidadosamente en los templos para sacrificarlos al llegar á la pubertad. El célebre «cacique dorado» de las antiguas crónicas, fué probablemente uno de estos «mojas», que, desnudo y espolvoreado de oro, se sacrificaba á los espíritus de la laguna[432].
La mitología Chibcha era rica é interesantísima. Sus principales leyendas giraban alrededor del semidios Bochica[433], célibe, virtuoso y austero, cuyas mesiánicas y civilizadoras [320] predicaciones fueron contrarrestadas por las deletéreas de la mítica hechicera Huitaca, instigadora del sensualismo, la embriaguez y otros abyectos vicios que enervaron las agrupaciones Chibchas y facilitaron á los soldados españoles la conquista de aquellas extrañas gentilidades[434].
Fig. 286.—Jefe ó Sacerdote Chimu. (Alfarería Valle Chincama)
Tribus Sud-Colombianas y Ecuatorianas.
4.—Cerca del territorio de los Chibchas vivían algunas tribus (Panches, Muzos, Colimas, Paniquitos, etc.), acaso pertenecientes á una sola familia lingüística, y aliadas entre sí para guerrear con sus poderosos vecinos. Eran, en general, y según antiguos cronistas "gente bestial y de mucha salvajía". Vivían, sin embargo, en habitaciones permanentes, momificaban sus cadáveres y sabían tejer con fibras de magüey preciosas esterillas y mantas[435].
La Cuna del Imperio Incásico (según Markham).
En los actuales Estados de Cauca, Antioquía, Tolima, etc., las tribus indígenas han cambiado tanto desde el siglo xvi que [321] es imposible determinar quiénes fueron los constructores de las reliquias arqueológicas que en tal región abundan. Los terremotos y las guerras por una parte, y el vandalismo de los buscadores de tesoros por la otra, han destruído gran número de estos preciosos restos; pero los túmulos sepulcrales de los distritos de Frontino y Dabeiba y las ruinosas murallas de piedra del valle del Plata (Tolima) atestiguan todavía la cultura material de aquellos pueblos.
En Popayán y los valles del Sierra vivían los célebres Guanucos ó Coconucos, adoradores del Sol, con ritos solemnes, coros de vestales y numerosísimo sacerdocio, cuyos probables descendientes, los Moquxes ó Guanabianos, viven hasta hoy en la vertiente occidental de la Cordillera, dedicados á sus faenas agrícolas, celebrando sus disolutas danzas al son de la «marimba» y narcotizándose con estramonio.
Fig. 287.—Puerta monolítica de Tiahuanaco.
En la parte más escarpada de la Cordillera Oriental, hacia las fuentes del Río Fragua (1-2° lat. Norte), vivían los Andaquis, supuestos guardianes de la legendaria «Caverna del Sol» y sus fabulosos tesoros, y probables constructores de templos subterráneos y edificios ciclópeos.
Los territorios que circundan el Golfo de Guayaquil estaban ocupados por numerosas tribus, de las cuales la más conocida es la de los Cañaris, que habitaban en los ardientes valles de la costa, y antes de ser subyugados por los Incas (siglo xv), tenían cierto grado de cultura, evidenciada por las peculiares [322] hachas de cobre y preciosos trabajos en oro recogidos por los arqueólogos en sus tumbas[436].
Fig 288.—Plano del Cuzco (siglo xvi).
La Región Peruana.
5.—Las condiciones fisiográficas de la «Región Peruana» no impidieron al hombre primitivo poblar sus accidentados territorios. En aquellas punas elevadísimas, y sin más vegetación que el «ichu» ó pasto de los montes, en los valles hondos de las abras Andinas y en aquellos oasis de los yungas ó tierras bajas, que interrumpen la monotonía de los arenosos desiertos de la costa, vivieron durante siglos agrupaciones populosas y [323] enérgicas, que luchando con la naturaleza supieron levantar pueblos y templos, fertilizar las tierras y llegar al más alto grado de cultura material alcanzado por su raza en América.
Las dificultades de la clasificación lingüística de estos interesantísimos grupos se ha exajerado un tanto por los antiguos cronistas. Afirman, con fundadas razones, los modernos etnólogos, que la gran mayoría de las tribus de la costa Peruana y los valles Interandinos, desde Quito y la línea Ecuatorial hasta el desierto de Atacama, pertenecía á las familias lingüísticas Aymará, Quechua, Yunca ó Mochica, Puquina y Atacameña[437].
Fig. 289.—Puente sobre el Río de las Pampas.
Principales tribus.
6.—La lengua Aymará era general entre las tribus Collas, Pucasas, Charcas, etc., que ocupaban desde tiempos remotos las mesetas y vertientes occidentales de los Andes y las cuencas del Desaguadero y de los lagos Aullaga y Titicaca (15 á 20° latitud Sur). Los Collas, que habitaban en la meseta del Titicaca y en los valles inmediatos, vivían en chozas cónicas de piedra cubiertas con la paja de la puna y agrupadas en pueblecillos, [324] cuidaban sus rebaños de llamas y alpacas, obteniendo lana para cubrir sus cuerpos y defender sus cabezas (chucos, gorros) del intenso frío de las alturas, y cosechaban al abrigo de los collados, ocas, quinuas, patatas, etc., que con la abundante pesca de la laguna Titicaca, la caza de patos y perdices en sus orillas, y la de guanacos y vicuñas en las montañas, bastaban y sobraban para sus necesidades físicas. Eran fuertes, audaces y ágiles. Sus jefes, familias y linajes (Ayllus) vivieron en continua lucha. Rendían culto á los espíritus de la naturaleza (animismo) y á los manes y sepultaban en curiosas tumbas superficiales de piedra á sus venerados muertos. Las imponentes ruinas de Tiahuanaco se admiran aún en los antiguos territorios de las tribus de esta familia[438].
Fig. 290.—Sonajero Chiriqui.
[325] En el ángulo Sudoeste del lago Titicaca vivían las tribus de los Urus, etc., que hablaban la lengua Puquina, moraban en grandes canoas y acaso fueron los constructores de los curiosos «cromlechs» de Charasani y Umabamba[439].
Los Yuncas (yunca-cuna, "moradores de tierra caliente") ocupaban los valles de la costa del Pacífico desde el Callao á la Serranía de Amotape (5 á 14° lat. Sur). Hablaban la lengua Yunga ó Mochica, de dificilísima fonética; eran animistas y manistas. Sus huacas, como carros artificiales, y sus vastísimas necrópolis (Ancon, etc.) han proporcionado á los arqueólogos preciosas y abundantes reliquias, tejidos multicolores y de complicada trama, alfarerías, husos, anillos y adornos de madera y metálicos. Vivían los Yuncas, y en especial sus jefes, en casas de columnas de adobe; construían acueductos é irrigaban extensamente sus campos, fertilizándolos con guano, que extraían de las islas. Eran navegantes temerarios. Usaban canoas de cueros de lobo marino ó de simples haces de totora, y balsas de madera provistas de vela, timón y quilla. Predominaba entre ellos el matriarcado, llegando á veces las mujeres (Capullanas ó Sayapullas) á ejercer las jefaturas tribales.
Fig. 291.—Sonajero de arcilla (Chiriqui).
Cerca de la actual ciudad de Trujillo construyeron los admirables palacios del «Gran Chimu», de factura análoga á la de sus recintos sepulcrales, y los depósitos y canales de Chicama y Nepeña. De la organización política de estas tribus no se [326] tienen noticias ciertas. Créese, sin embargo, que los Chimus dominaron desde Tumbez á Ancon y el valle de Huarcu (Cañete), imperando en los de Rimac, Lurin, etc., los jefes Sechuras ó Chinchas[440].
Fig. 292.—Restos de un puente Incásico (Río Huatanay).
Los Quechuas.
7.—La lengua Kechua ó Quichua, ó «General del Perú», se hablaba sin interrupción por las numerosas y sedentarias agrupaciones Huancas, Incas, Quitus, etc., que poblaban los vastos territorios de la Región Peruana desde Quito hasta Coquimbo (0 á 32° lat. Sur), extendiéndose su influencia por el N. E. y S. E. hasta los bancos del Putumayo y del Napo, las llanuras de Mojos y las actuales Provincias Argentinas de Tucuman, Córdoba, etc. La cuna ó lugar de origen de las tribus de esta dilatada familia lingüística pa[327]rece haber estado en las cercanías de Quito, desde donde emigraron los primitivos linajes hasta las orillas septentrionales del Titicaca, siguiendo posiblemente la cuenca del alto Marañón y la altiplanicie Inter-Andina[441].
Fig. 293.—Muralla del Templo de Huiracocha (cerca de Cacha).
Casi todas las mencionadas tribus alcanzaron desde tiempos remotos á los grados medios del barbarismo. Estaban organi[328]zadas en clanes ó linajes (ayllus), gobernadas por jefes tribales (curacas) y dedicadas al pastoreo y la horticultura. Los Huancas del valle de Jauja y sus cercanías vivían en casas semejantes á torreones cilíndricos (huancas), de considerable diámetro y altura, dispuestas en hilera y unidas por estrechos pasadizos. Practicaban el escalpe, eran animistas, rendían á los cadáveres de los antepasados («malquis») un culto análogo al de los HopisKatcinas») y, como los Iroqueses, sacrificaban y devoraban ceremonialmente los perros ó gozques (alcos) que en sus poblados abundaban[442].
Los Cajamarqueños formaron también agrupaciones organizadas y construyeron enormes sepulcros y extrañas grutas funerarias, abiertas las más de las veces en las paredes casi perpendiculares de las quebradas profundas.
Fig. 294.—Indio Quechua. (Época actual.)
Los Cozas y Mantas desarrollaron en las cercanías de Quito la poderosa nación de este nombre (Quitus), gobernada por scyris ó jefes-hereditarios. Predominó entre ellos el patriarcado y la monogamia y sepultaron sus muertos en montículos ó sepulcros superficiales y de piedra (tolas), semejantes á las chulpas Aymarás y distintas de las tumbas Quechuas[443].
Los Quechuas propiamente dichos ó Cuzqueños, habitaron la zona del Apurimac hasta las Pampas; los Incas vivieron entre el Apurimac y Paucartampu, y los Canas y Cauchis en[329]tre el Cuzco y el lago Titicaca. La primera de estas tribus dió su nombre á la lengua general del Perú, y la segunda á la casta ó linaje conquistador de todos sus territorios, formando las cuatro el probable núcleo del llamado Imperio de los Incas[444].
Fig. 295.—Ruinas de Pisac (Valle de Yucay).
Fig. 296.—El Perú Primitivo y sus probables Centros Culturales.
Culturas Preincásicas.
8.—Las culturas de las tribus mencionadas son indudablemente anteriores á la dominación Incásica. Las estupendas construcciones de Thiahuanaco, Chimu, Sacsahuama, Abancay, Ollantaytampu, etc.; los andenes ó campiñas artificiales parceladas de las alturas de la sierra; el pastoreo de las llamas, alpa[330]cas, guanacos y vicuñas; los cultivos perfeccionados del algodón, el maíz y la patata; las vastas necrópolis de Trujillo, Jauja, Cajamarca, etc., y acaso los petroglifos de Tacna, Pasco y Arequipa, implican ciertamente la existencia remota y autóctona de centros culturales populosos y organizados. No nos corresponde su estudio. Afirmaremos sólo que la tan decantada civilización Incásica surgió de la decadencia y la ruina de estos centros culturales, acaso desmembraciones del neolítico y poderoso Imperio de los legendarios Piruas, de aquellos misteriosos Hatun-Runa ó gente antigua, adoradores del Con-Illà-[331]Tici-Viracocha (Dios, creador de la luz, que habita en el espacio, maestro del mundo), tal vez representados en las imperecederas y sujestivas tallas de la puerta monolítica de Tiahuanaco[445].
Fig. 297.—Corte de una huaca (Tumulus).
El Imperio de los Incas.
9.—Hasta el siglo xiv de nuestra Era todo es obscuro y dudoso en la historia Peruana. Es, sin embargo, tradición constante y no desmentida, que á mediados del siglo xiii el caudillo Manco Ccapac (1240) sometió los «ayllus» del valle de Vilcamayu, formando en el Cuzco una agrupación ó dominio teocrático, que sus once ó doce sucesores[446] se encargaron de [332] extender, no limitándose, como los Aztecas, á obtener tributos de las tribus conquistadas, sino ocupando militarmente sus territorios é imponiendo en ellos su culto, lengua y costumbres.
Fig. 298.—Tiaguanaco.
La política de los Incas fué absorbente en extremo. Cimentado su poder en los alrededores del Cuzco, fueron paulatinamente subyugando las tribus cercanas, ya ofreciéndolos pacíficamente las ventajas de un supuesto gobierno paternal y próvido, ya lanzando contra ellas miles de guerreros que las sometían á fuego y sangre. El Inca Ccapac Yupanqui completó la conquista de los «ayllus» Quechuas; Uira-cocha anexionó á sus dominios el de los Aymarás; Pachacutec-Yupanqui ("el que cambia el mundo"), héroe favorito de las tradiciones Incásicas, avasalló los territorios del «Gran Chimu»; su sucesor, Tupac-Yupanqui, dominó á los Quitus y Yuncas, llegando con sus soldados hasta las inmediaciones del Maule (34°), y [333] su hijo, Huayna Ccapac, consolidó la ocupación del Norte de Chile, y después de encarnizados combates ahogó en sangre la rebelión de los Quiteños, cuyos indómitos «scyris» ayudaron más tarde al usurpador Atahualpa á deponer y asesinar á su hermano Huascar (Inti-cusi-Hualpa), último jerarca independiente de la célebre dinastía de los Incas.
En esta época (1523) se extendía el Imperio Incásico desde Popayán hasta el Maule; estaba dividido en cuatro regiones, la del Norte ó Chinchay-suyu, la del Este ó Anti-suyu, la del Oeste ó Cunti-suyu y la del Sur ó Colla-suyu, correspondiente á los cuatro puntos cardinales de la ciudad del Cuzco, y se designaba en conjunto con el nombre de Ttahuantin-suyu, ó las cuatro provincias juntas[447].
La Religión Incásica.
10.—Vimos en capítulos anteriores que los Incas, y en especial las clases privilegiadas, adoraron al Viracocha como Creador Supremo y deidad misteriosa, subordinando á este Sér Superior las demás divinidades en que creyeron[448]. Fueron éstas idénticas en su esencia á las animistas y astrolátricas del resto del Continente. Idolatraron en general los Peruanos ciertos objetos sagrados (huacas), probables representaciones ó vehículos del «paccarina» ó divinidad peculiar y totémica de cada linaje (ayllu). El «paccarina» principal del privilegiado y [334] dominante «ayllu» Incásico, fué el Sol, y de aquí que los soberanos y su casta se dijeran unidos á él con estrecho vínculo de mítico parentesco y procuraran imponer en los territorios que subyugaban el esplendoroso culto de su divino antecesor y padre. Los «paccarinas» de los demás linajes eran, como en toda América, animales, fenómenos y objetos naturales, momias, etc., etc. Cada «ayllu» tenía su «paccarina», al que rendía especial acatamiento, y cada familia una serie de ídolos ó fetiches de barro, piedra ó metales preciosos (huacas ó conopas) relacionados directamente con los objetos y fenómenos naturales que influenciaban su vida diaria[449].
Fig. 299.—El camino alto de los Incas (Helps).
El manismo y la creencia firme en la vida de ultratumba predominaba en todas las tribus. La huaca de cada Inca se guardaba con su momia (malqui) en suntuosos se[335]pulcros (huacas, tolas, chulpas), que se convertían por ello en lugares sagrados, donde el alma del muerto se veneraba y servía con especialísima pompa[450]. No eran menos grandiosos los templos dedicados al Sol y demás divinidades astrolátricas en todas las provincias del Imperio. Fueron los más notables el de Coricancha, en el Cuzco; el de Pachacamac, en el valle de Lurin; el de Rimac, cerca de Lima[451], y los de Vilcas, Huanuco y la isla de Titicaca. Las paredes y cornisas del de Coricancha estaban chapeadas de oro, de oro eran los objetos del culto, y en la pared de Occidente, y esculpida en una plancha de oro bruñido, fulguraba la imagen del adorado astro[452].
Fig. 300.—Ruinas en el Lago Titicaca.
El Sacerdocio y el culto.
11.—Los variados ritos y ceremonias religiosas de los Peruanos estaban relacionadas con el curso del Sol y el cultivo de los campos. El año (huata) estaba dividido en doce meses (Quillas) lunares, entre los que se repartían once días (allca-canquis), para completar así el año solar, que empezaba el 22 de Junio. Además de los festivales extraordinarios, correspondía á cada mes del año uno especial y como de rúbrica. Los más solemnes eran los de los solsticios y equinocios que se observaban y fijaban cuidadosamente. En todos ellos se sacrificaban y quemaban llamas, alpacas, etc., y en ocasiones excepcionales (grandes victorias, conflictos extremos, etc.) se sacrificaban también niños y niñas estrangulándolos y arrojando sus cuerpos á las piras propiciatorias[453].
Fig. 301.—Hechicero ensalmando (Isla Santo Domingo).
En la fiesta del equinocio de otoño (mosoc-nina, fuego nuevo) se renovaba el fuego sagrado, conservado el año entero por las célebres vestales ó vírgenes del Sol (aclla-cuna), que vivían recluídas en monasterios adjuntos á los templos astrolátricos, gobernadas por las mama-cunas ó matronas, cociendo tortas rituales (zancu), fermentando chicha, ó tejiendo para su esposo, el Sol, ó para el Inca, finas telas y mantas. Hacían voto [337] de castidad, y eran sepultadas vivas si osaban violarlo; pero claro es que el Inca, como encarnación del Sol, podía elegir de entre ellas sus concubinas y aun cederlas graciosamente á los miembros de su familia ó casta[454].
Además de las vírgenes del Sol, servía y reglamentaba los cultos Incásicos una numerosa casta jerárquica de sacerdotes, magos, adivinos, sacrificadores, ermitaños, etc., á cuya cabeza estaba el «Villac-Unu»(cabeza que habla), miembro de la familia imperante, hechicero privilegiadísimo, intérprete consagrado de la palabra del Sol, jefe del Consejo de su tribu y segunda persona del Imperio[455].
Fig. 302.—Bajo relieve del Sol (Habana).
Los Amautas.
12.—El «Villac-Unu» y sus subordinados guardaron secreta la pretendida clave de lo mágico religioso, que reputaban ciencia divina; pero felizmente no fueron como los sacerdotes Aztecas y Mayas, representantes únicos de la intelectualidad de [338] su pueblo. Al lado de esta falsa ciencia surgió en el Perú el humanismo de los Amautas ú hombres sabios[456]; surgieron los poetas, los cantores y recitadores de historias que, sin pretensiones hieráticas, conservaron y en parte nos legaron los ingenuos decires de los Incas. Conocemos muy poco el verdadero carácter de este curioso alborear literario. Careciendo los Incas de escritura, sólo pudieron transmitir á la distancia sus ideas por medio de los quipus ó cuerdas con nudos de varios colores y tamaños, instrumento necesariamente limitado y puramente mnemónico, que si bien no logró alcanzar la perfección representativa que le conceden algunos autores[457], pudo muy bien, ayudado por la tradición oral, perpetuar censos, leyes, sucesos históricos y aun composiciones poéticas y [339] salvar del olvido los amorosos y melancólicos yaravies de los bardos Incásicos, varios diálogos y escenas de sus composiciones dramáticas, y algunos argumentos de sus cantares legendarios y heroicos.
Fig. 303.—Bloque de granito tallado (Rodadero).
Fig. 304.—Los Quipus.
El arte curativo de los Peruanos estuvo también en manos de sus Amautas, que usaron empíricamente ciertas plantas medicinales (descubiertas por la casta ó sociedad medicinal de los Charasanis ó Calahuayas) y fueron además cirujanos audaces y hábiles[458].
Gobierno Incásico.
13.—Y estas fueron las únicas manifestaciones libres de las actividades psíquicas del Indio Peruano. Todo lo demás estuvo concentrado en el Inca, foco y resumen de lo científico, lo religioso y lo mágico, corazón y mente de su pueblo, dios-rey, señor soberano y único (Sapullan-Inca), "amigo de los pobres" (Huaccha-Cuyac) y jefe supremo de los guerreros. Sus atavíos deslumbraban; sus insignias (borla, llautu, suntu-paucar ó gorro, etc.) eran sacratísimas; los utensilios de su morada eran de oro; cuanto se rozaba con su persona era destruído ó aislado, [340] y hasta los más altos personajes llevaban una carga sobre los hombros en señal de homenaje cuando comparecían en su presencia. Se tenía especial cuidado de conservar puro su linaje solar, y su única esposa legítima (Ccoya) debía ser hermana suya de padre y madre. Entre los hijos de esta unión incestuosa podía el Inca, de acuerdo con su Consejo, elegir y «dar la borla» al que creía más apto para sucederle. Si moría sin sucesión legítima ó sin haber designado heredero, sus hijos naturales y los demás miembros del Consejo de su linaje elegían y «daban la borla» á aquel de los hermanos del muerto que consideraban más hábil para desempeñar el elevadísimo cargo.
Fig. 305.—Canoa india del Golfo de Paria.
Los hijos naturales del Inca habidos en las «vírgenes del Sol» ó en concubinas de otros «ayllus» pertenecían todos á su linaje, y, por consiguiente, los últimos Incas llegaron á estar rodeados de un numeroso grupo de parientes ú Orejones, del que se elegían privativamente los oficiales públicos[459].
Así se formó en el Perú una casta superior, definida é imperante, institución agena al carácter igualitario de las primitivas Sociedades Americanas y resultante lógica de la política con[341]quistadora del «ayllu del Sol», de la divinización de su jefe el Inca y de la fusión paulatina de las tribus que subyugaba en el todo comunista de sus dominios[460].
Fig. 306.—Cráneo Peruano Trepanado (Mus. Washington).
Por lo demás, el Gobierno Incásico no difiere esencialmente de los tribales del resto de América. El Inca fué, en definitiva, un jefe militar divinizado, semejante al «Tlacatehcuhli» Azteca. Los poderes legislativos y judiciales del Imperio fueron principalmente ejercidos por el Consejo de Orejones (ayllu del Sol), que, como el de la Confederación Mejicana, decidía todas las materias graves, limitaba el posible despotismo del Inca, podía elegirlo, darle autoridad, y hasta deponerle de su elevado cargo si se hacía, á su juicio, indigno de desempeñarlo. El Villac-Unu tenía también atribuciones gubernativas casi iguales á las del Inca y, como el cihualtl-cohuatl de los Aztecas, ejercía la jefatura civil de los dominios Incásicos, sustituía en sus ausencias al Inca y velaba por el fiel cumplimiento de las decisiones del Consejo[461].
Organización Social.
14.—La organización social del Perú indígena estuvo basada en la de las antiguas behetrías (ayllus), y fué, por tanto, comunista. Las heterogéneas tribus que componían el extenso Imperio formaron un gran ejército industrial, disciplinado y simétrico, un organismo productor y automático regido militarmente por el Inca y su dominador «ayllu».
[342] Cada valle ó provincia ó conjunto de «ayllus» estaba gobernado por una especie de virrey (Ccapac ó Teicuyriroc, "el que lo ve todo") de la casta del Inca. Los «ayllus» estaban divididos en secciones de diez familias (chuncas), gobernadas por un curaca ó decurión (chunca-camayu); diez chuncas formaban una Pachaca (100), á cuyo frente se ponía un centurión (Pachaca-camayu), y diez pachacas formaban una huaranca (1.000), regida por otro curaca (Huaranca-camayu) más elevado. En los valles en que había muchas huarancas se ponía un Señor (Unu-camayu), que dependía del Ccapac ó virrey y era á su vez gobernador de los curacas, de Pachaca y Huaranca. Todos estos cargos eran electivos y los desempeñaban los más hábiles[462].
Fig. 307.—Momia en una huaca de Pisco.
Los miembros de cada una de las diez familias que componían la chunca, se clasificaban según su edad y consiguiente aptitud para el trabajo. La familia (Puric) era patriarcal y monogámica, y tenía sus propios manes (conopas) y ceremonias (ritos de paso)[463].
Ni la época del matrimonio, que era indisoluble, ni la elec[343]ción de esposa, pertenecían al individuo. Cuando llegaba á la edad prescrita para ser jefe de familia (Puric-huayna), tomaba obligatoriamente la compañera que la autoridad quería dejarle, después de apartar las jóvenes más hermosas del «ayllu» para dedicarlas al templo ó al servicio del Inca y su casta. La comunidad labraba una casa á cada matrimonio, asignándole asimismo una parcela de tierra cultivable (chácara ó tupu), que se aumentaba ó disminuía proporcionalmente al aumento ó disminución de la familia, ó á la dignidad que adquiría su jefe. Si éste moría, la tenencia de su chácara ó tupu pasaba á su sucesor, que se constituía en mayorazgo con obligación de alimentar á la mujer y los hijos del difunto, hasta que éstos llegaban á la edad prescrita ó aquella contraía un nuevo enlace[464].
Fig. 303.—Llamas en las punas.
Repartición de los productos.
15.—Las tierras pertenecían á la comunidad. Las cosechas se dividían en partes desiguales entre el gobierno (Inca, etc.), el templo ó su sacerdocio (huaccha) y los cultivadores (pueblo). [344] La parte del gobierno podía aumentarse gravando la del templo, y los sobrantes de ambas volvían al pueblo. El gobierno tenía en las provincias y en el Cuzco, gran número de depósitos que en tiempo de guerra se abrían para avituallar los ejércitos, y servían en el de paz para mantener á los ancianos, lisiados ó enfermos (Puñac-ruccu, etc.). Si por acaso venía un año de mucha esterilidad, abríanse también los referidos depósitos públicos, prestando á las provincias azotadas los mantenimientos necesarios, con cargo de devolverlos en los años de hartura, por su cuenta y medida cierta.
Fig. 309.—Ruinas Incásicas.
La parte del pueblo se repartía proporcionalmente entre los "huayna-puric" ó jefes de familia presentes en la recolección. Los ausentes, los pastores, soldados, obreros y demás individuos empleados en servicio del Inca ó su gobierno, subsistían de la parte de este último.
La parcelación, adjudicación, etc., se hacía anualmente por ciertos funcionarios imperiales (Runay-Pachaca) que tomaban buena nota de los productores de cada provincia, sus aptitu[345]des y carácter, comunicándoselo al Virrey (Ccapac ó Tacuyriroc), para que á su vez informara ante el Inca[465].
Fig. 310.—Fortaleza de Sacsahuaman (Cuzco).
Las disputas entre las familias, chuncas, etc., y los delitos de sus individuos, se dirimían y castigaban por jueces especiales y muy respetados. Las sentencias no tenían apelación y las penas eran severísimas[466].
Si algún «ayllu» disminuía en su número por razón de guerra, pestes ú otras involuntarias, era también deber de dichos jueces, levantar contingentes en los «ayllus» vecinos para reponer en lo posible las pérdidas del damnificado.
Reglamentación del trabajo.
16.—La ociosidad estaba en absoluto proscrita del Imperio Incásico. No se consentía que ninguno fuese haragán y anduviese hurtando el trabajo á otros, ni había en esto diferencias entre el pueblo y la casta imperante. El poder central ó sus lugartenientes, distribuían el trabajo según las circunstancias. [346] Tal distrito, daba los mejores alfareros; tal otro, los orfebres más hábiles. El obrero recibía del gobierno la materia prima, no estaba sobrecargado de tareas y era atendido con solicitud cuidadosa. Ninguno que no fuese casado podía, por ejemplo, trabajar en las minas, "para que las mujeres le aderezasen el mantenimiento", y en todos los trabajos rudos había establecidos turnos (mita) por los que de tiempo en tiempo entraban unos trabajadores y salían otros[467]. La división del trabajo, fuente de todo progreso industrial, era insignificante ó nula. Aunque á veces se consultaban las aptitudes de los individuos destinándoles preferentemente á los trabajos que mejor desempeñaban, en general no había separación de artes ú oficios. Los hombres, las mujeres y hasta los niños aprendían de todo y trabajaban en todo. Como se trabajaba para la comunidad, las iniciativas individuales no tenían objeto. La industria aumentaba pero no progresaba. Los Incas, en resumen, no estuvieron industrialmente organizados, sino industrialmente ocupados. Fueron soldados sumisos de un ejército igualitario, cuidado como se cuida un rebaño que alimenta y produce, y sometidos á una disciplina estricta[468].
Fig. 311.—La piedra de Chavín.
Fig. 312.—Indio Peruano (Región de los bosques).
Tributos y forma de recolectarlos.
17.—Independientemente del producto de las tierras y del oro y plata de las minas tributaban los «ayllus» maíz, quinua, chuño, mantas, vestidos, armas, etc. Se les imponían también pechos y derramas extraordinarias cuando así lo exigían las necesidades del Imperio. Los tributos se pagaban sin dificultad y se recolectaban sin exacciones. En los que se entregaban en especie nunca se tomaba más de lo justo, y se eximía de los pechos á los que sólo tenían un hijo ó hija. En días determinados comparecían los principales curacas de los valles ante el Inca, proponiendo la necesidad ó hartura de sus territorios é informando en justicia si el tributo era poco ó mucho. Sabiendo el Inca que no mentían, tenía muy en cuenta sus manifestaciones; pero si había cautela hacía gran castigo y acrecentaba el tributo. Llevábase, además, en el Cuzco exacto censo de la población del Imperio, reuniendo las estadísticas anuales de nacimientos y fallecimientos, que los valles mandaban al Inca, registrados en sus quipus. Y en todo esto había gran certidumbre y nadie tramaba fraudes ó engaños. La proporcionalidad estricta de los tributos y la facilidad con que se satisfacían, mantuvieron sumisos á los tributarios, convirtiéndoles poco á poco en ruedas de una gran máquina, ó piezas de un gran tablero de ajedrez manejadas hábilmente por la privilegiada casta de los Incas[469].
Arquitectura.
18.—La organización del trabajo que dejamos apuntada nos explica la ciclópea grandeza de los edificios Incásicos, que nos asombran precisamente por la cantidad de gente y trabajo que su construcción representa. Las piedras de los muros aparecen concertadas con admirable justeza. Los bloques se traían de [348] distancias increíbles. No nos compete el estudio detenido de estas ruinas. Algunas de ellas, como las del Cuzco, Ollantaytampu, Huanuco el Viejo, etc.; las chulpas de Sillustani y del Collao, y las sepulturas de todo género dispersas en estos territorios son de grandísimo interés para los arqueólogos. Nada tenía esta arquitectura de verdaderamente artístico. Casi todos los techos eran de paja ó madera, las ventanas raras, las puertas pequeñas y las habitaciones sin comunicación entre sí. No había, ni aun en los templos y palacios mismos, columnas, arcos ni empalmes, y su sencillez, su simetría y sólido trabajo reflejaban el carácter y curiosa composición del edificio político de los Incas[470].
Fig. 313.—Pila del Inca.
Agricultura y ganadería.
19.—El sistema administrativo del Perú contribuyó, sin duda, al desarrollo de su agricultura. Ni un solo pedazo de tierra cultivable dejó de aprovecharse. Se irrigaban los desiertos de las costas y se construían en las montañas terrazas altas como las de la célebre «Andenería», del valle de Vilcamayu. Estas terrazas ó Andenes se hacían escalonados y se fertilizaban con vías de agua, que arrancaban de lo alto de las montañas. Tanto estos canales como los de las costas eran las más de las [349] veces de considerable longitud y tamaño. Ya cortados á pico en la montaña, ya sostenidos con mampostería ruda, ya formando túneles, regaban perfectamente los campos. Los turnos de riego eran rigurosos. Cada tupu ó parcela recibía la cantidad de agua que necesitaba. Otro tanto sucedía con el guano y demás abonos, repartidos, como el agua, equitativamente. El resultado de estos inteligentes trabajos fué notabilísimo. Los Incas recogieron las más hermosas cosechas de patatas y maíz conocidas en el mundo. Las de algodón fueron excelentes, y abundantísimas las de coca, aji, quinua, etc.[471].
Fig. 314.—El Inca Yupanqui (Según Marcoy).
Los grandes rebaños de llamas y los de huanacos y vicuñas proporcionaban carne para el pueblo, charqui para los soldados y viajeros y lana para toda clase de tejidos. No era permitido matar ningún animal sino en las grandes cacerías periódicas (chacu) ordenadas por el Inca. En estas mismas monterías se cuidaba de soltar las hembras y algunos machos elegidos, esquilando todos los demás y matando los necesarios para carne. La lana de los huanacos se repartía al pueblo; la finísima de las vicuñas, como el oro y la plata, se reservaba para el Inca. Los quipu-camayoc ó contadores, llevaban exacta cuenta de las piezas cazadas, esquiladas ó muertas en cada una de estas monterías[472].
Fig. 315.--Gruta sepulcral en el Rodadero (Wiener).
Medios de comunicación.
20.—Los medios de comunicación eran necesarísimos para mantener unido el Imperio. Del Cuzco irradiaban excelentes caminos para todas las provincias y valles. Eran fáciles, bien nivelados y de cinco ó seis metros de ancho. El de la costa fué uno de los más notables. A intervalos se construían albergues (Corpa-huassi) ó estaciones, y los mensajeros oficiales (chasquis) corrían de uno á otro con celeridad extraordinaria, entregando en cada estación el mensaje ó quipu que llevaban á otro corredor, que á su vez lo llevaba y entregaba en la estación siguiente. La rapidez de estos chasquis era tal, que el Inca podía, por ejemplo, comer en su palacio lo pescado el día anterior en el Pacífico, á cerca de 500 kilómetros del Cuzco. También había en los referidos caminos almacenes de armas, vituallas, etc., para poder concentrar los ejércitos en cualquier punto y sin preparación previa[473].
Colonias y guarniciones.
21.—Intimamente relacionada con los medios de comunicación estaba la costumbre de trasladar colonias de una región á otra del Imperio, para evitar los peligros de la subdivisión excesiva de los "ayllus" y favorecer el intercambio de productos y el bienestar del pueblo. Los colonos se llamaban mitimaes. Los valles de Tacna y Moquegua, por ejemplo, y los bosca[351]jes orientales se colonizaron con mitimaes de las aldeas cercanas al Cuzco.
Fig. 316.—Adorno auricular encontrado en Chaucay.
Se establecieron también en las fronteras colonias militares para propagar en las tribus vencidas el culto y los usos Incásicos, dando al tiempo mismo ocupación al sobrante de la población agrícola de los «ayllus» recargados. Los soldados de cada «ayllu» se distinguían en estas colonias ó guarniciones por sus armas y adornos. Las de los Incas y Chancas eran la maza de cobre (champi), la lanza de punta de bronce (chuqui) y una especie de palo con cabeza de bronce ó piedra en forma de estrella de seis puntas (macana). Los Collas y Quechuas usaban las bolas; los Antis, arcos y flechas y, en general, las armas defensivas eran el escudo (hualcanca), el casco (umachucu) y á veces las corazas metálicas. La disciplina estricta de la vida civil Incásica lo era aún más estrecha en lo militar. De aquí que los guerreros del Cuzco fueran irresistibles para las tribus no disciplinadas, que los Incas dominaron fácilmente[474].
Artes mecánicas.
22.—El oro se extraía en grandes cantidades de las arenas de los ríos de la Provincia llamada de Caravaya; la plata de las minas se separaba de la escoria en hornos (huayra) de considerable tamaño. El cobre abundaba en Collas y Charcas, y el zinc para aleaciones en las orillas orientales del Titicaca. Todos estos metales se trabajaban hábilmente, en especial el oro y el cobre. Los tejidos Incásicos eran variados y finísimos; sabían bordarlos con lentejuelas de oro y plata y teñirlos con matices brillantes. Las alfarerías, de múltiples colores y formas, fueron, sin embargo, las más acabadas muestras del adelanto material, creencias y costumbres de las tribus de la Región [352] Peruana. Las colecciones de los Museos de Berlín, Madrid, etc., son abundantísimas. Muchos vasos antropomorfos y zoomorfos se usaban como conopas ó fetiches. Otros se destinaban á usos domésticos ó funerarios. Abundaba en muchos de ellos lo abigarrado y lo grotesco, y, lo que es más raro y acaso excepcional, en la América Indígena había algunos representativos de lo obsceno y degradante[475].
Consideraciones generales.
23.—Y con esto terminamos nuestro brevísimo bosquejo de la Civilización Incásica. A pesar de su solidez aparente, tuvo mucho de artificial y caediza. Como todos los comunismos agrarios indígenas, llevaba en sí misma los gérmenes de su destrucción y fenecimiento. Los Incas no la crearon; se limitaron á sistematizarla, á reunir los «ayllus» primitivos bajo su despótico cetro, á centralizar sus gobiernos tribales en el gobierno del «ayllu» imperante. No fué, pues, el Perú de los Incas arquetipo de socialismos patriarcales, como sostienen sus entusiastas, sino una vasta y simétrica aglomeración de comunismos tribales idénticos á los Iroqueses, Aztecas, etc. Es, pues, inútil extenderse en consideraciones filosóficas sobre los defectos ó ventajas de su gobierno. Sólo es concebible entre los primitivos. No es posible suprimir de raiz en el hombre civilizado y libre, las ideas de iniciativa individual y propiedad privada, convirtiéndole por el ministerio de la ley en una especie de máquina. El desarrollo de la agricultura y las facilidades de la vida humanizaron un tanto las costumbres del Indio Peruano y los cultos astrolátricos suavizaron los sacrificios; pero, por lo demás, las mismas inquietudes, las mismas rencillas, las mismas abominaciones que gangrenaron los calpullis Aztecas ulceraron los «ayllus» Incásicos.
Las verdaderas bases del Imperio de los «hijos del Sol» fue[353]ron la superstición y la barbarie. Sólo así se explica que la llegada de los Europeos determinara su ruina, y que bastase un puñado de Españoles para sacudirlo y aniquilarlo[476].

CUESTIONARIO
1.—¿Qué territorios comprendía la Región llamada Colombiana?
2.—¿Qué territorios ocupaban los Chibchas?
3.—¿Qué sabemos de sus usos, gobierno y costumbres?
4.—¿A qué familias lingüísticas pertenecían las tribus de la Región Peruana?
5.—¿Qué tribus hablaban la lengua Amayrá y qué se sabe de ellas?
6.—¿Qué tribus hablaron la lengua Yunga ó Mochica?
7.—¿Qué cultura alcanzaron los primitivos Quechuas?
8.—¿Qué tribus formaron el núcleo del Imperio Incásico?
9.—¿Son las culturas de las anteriores tribus anteriores á la dominación Incásica?
10.—¿Cómo se formó y cómo estaba dividido el Imperio Incásico?
11.—¿Cuáles fueron las principales creencias de los Incas?
12.—¿Qué se sabe de su Sacerdocio y su culto?
13.—¿Quiénes fueron los Amautas y qué importancia tienen los Quipus?
[355] 14.—¿Cómo se gobernaba el Imperio Incásico?
15.—¿Cómo estuvo organizado socialmente el Perú Incásico?
16.—¿A quién pertenecían las tierras y cómo se repartían sus productos?
17.—¿Cómo estaba reglamentado el trabajo?
18.—¿En qué consistían los tributos y cómo se recolectaban?
19.—¿Qué particularidades tenían los edificios, templos y tumbas Incásicas, y cuáles son las ruinas más notables?
20.—¿Qué desarrollo alcanzó entre los Incas la Agricultura y la Ganadería?
21.—¿Qué medios de comunicación había en el Perú Incásico?
22.—¿Quiénes eran los Mitimaes?
23.—¿A qué grado de adelanto llegaron en el Perú Incásico las Artes Mecánicas?
24.—¿Cuáles fueron las muestras más acabadas de su cultura material?
25.—¿Es posible la organización político-social del Perú Incásico en la época actual?

REFERENCIAS
Generales.—Las mencionadas en los capítulos anteriores. Winsor, op. cit. N. & C. H. of A. Cap. IV, notas y apéndices. Coleti, Dizionario Hist. Geog. de la América Meridionale (Venezia, 1771). Acosta, Hist. Nat. y Moral de las Indias, etc. (Ed. Madrid, 1792). Humboldt, Vue des Cordilleres, etc. (París, 1816). Humboldt & Bonpland, Voyage aux Regions equinoxiales du Nouveau Continent, etc. (París, 1816-1831). Humboldt, Ansichten der Natur (Sttugart, 1849), etc., etc.
Especiales. Región Colombiana.E. Uricoechea, Mem. sobre las antigüedades Neo-Granadinas (Berlín, 1854). Acosta, Comp. Histórico de Nueva Granada (Ed. París, 1848). Pérez, Geografía del Estado de Cauca. Id., Geog. del Estado de Colima (Bogotá, 1862, 1863). Oviedo y Baños, Hist. de Venezuela (Madrid, 1885). Dr. Ernst, Zeitschrift für Ethnologie (1875). Marcano, Etnographie Pre-Colonibiene de Venezuela. Cassani, Hist. Nuevo Reino de Granada (Ed. París, 1889). Holmes, The use of gold & other metals among the inhabitants of Chiriqui (Smith. Inst., 1887). Posada Arango, Essay Etnographique sur les Aborigenes de l'Etat d'Antioquia (Bull. Soc. Anthrop., París, 1889). Bollaert, Antiquarian et Ethnological [357] Researches in New Granada, Ecuador, etc. (London, 1860). Restreppo, Los Chibchas antes de la Conq. Española (Bogotá 1895), etc., etc.
Especiales. Región Peruana.—Las obras especiales sobre la Etnología, Arqueología, Historia primitiva, etc., de esta Región, son numerosísimas. Las más generalmente consultadas, son las siguientes: Markham, The Incas of Peru (London, 1910). Lorente, Hist. Ant. del Perú (Lima, 1860). Id., Hist. de la Civilización Peruana (Lima, 1880). Prescott, Conq. of Peru (Boston, 1847). Belaunde, El Perú Antiguo y los modernos Sociólogos (Lima, 1908). Wiener, Perou y Bolivie (París, 1880). Richard Inwards, Temple of the Andes (London, 1884). Rivero& Tschudi, Antigüedades Peruanas (Lima, 1851). Desjardins, Le Perou avant la Conquéte Espagnole, etc. (París, 1858). Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Voyage to South America (5 Ed. Londres, 1807). Castelnau, Expedition dans les parties centrales de l'Amerique du Sud, etc., 3.ª parte (Antiquités des Incas, París, 1854). Squier, Perou, Incidents of travel, etc. (London, 1877). Basadre, Riquezas Peruanas (Lima, 1884). Reiss & Stubel, Peruvian Antiquities: The Necropolis of Ancon, etc. (Trad. Keane, Berlín, 1880, 1887). Raimondi A., El Perú, etc. (Lima, 1890-1902). Bastian, Culturlander des Alten. America (Berlin, 1886). William Van Bravant, Bolivie (París-Bruselles, 1909). Mendiburu, Dic. Hist. Biog. (Callao, 1874, 1890). E. W. Middendorf, Perú, etc. (Berlín, 1893). Marcos Jiménez de la Espada, Ant. Gentes del Perú (Extracto Apológ.ca de Fray Bartolomé de las Casas) Madrid, 1892. R. P. A. Villalba, El Sistema tonal de la Música Incásica (Revista "La Ciudad de Dios", Mayo 1910). Los trabajos publicados por el Mercurio Peruano (Lima 1791, 1795). Museo Erudito (Cuzco, 1837). Revista Peruana y Revista histórica (Org. Inst. Hist. del Perú), en especial los de González de la Rosa, Larraburu, Patron, Polo, Max-Uhle, Romero, Riva Aguero, etc. Para el estudio de las lenguas indígenas de la Sección Sur del Pacífico, véase Conde de la Viñaza, op. cit., (Cuadro Alf. Geog., pág. 330 y sig. y sus referencias al texto). Von Tschudi, Organismus der Ketschua Spra[358]che (Leipzig, 1884). Dr. Miguel Angel Mossi, Manual del Idioma General del Perú, etc. (Córdoba, Rep. Argentina, 1889), y las autoridades citadas por Brinton (A. R. pág. 164 á 228). Winsor, N. C. H. of. A. I, pág. 278, nota 2.ª, etc., etc.
Fuentes.Pedro Cieza de León, Crón. del Perú, parte I, (Hist. Prim. de Indias). Id., Parte II (Edición M. J. de la Espada. Madrid, 1880). Juan de Betanzos, Suma y Narración de los Incas (Ed. M. J. de la Espada, Madrid, 1880, Bibl. Hisp. Ultramarina). Pedro Sarmiento de Gamboa, Hist. de los Incas (Ed. Dr. Pietschmann, Berlín, 1906). Pedro Pizarro, Relación (Doc. Inéd. para la Hist. de España, vol. V, pág. 20). Polo de Ondegardo, Relación de los Fundamentos, acerca del notable daño que resulta de no guardar á los Indios sus fueros, etc. (Col. Doc. Inéditos de América y Occeanía de los Arch. del Reino y en especial del de Indias, vol. XVII, pág. 5, 177). Relaciones Geográficas de Indias (Perú), Madrid, 1881, 1897. Tres Relaciones de Antigüedades Peruanas (Santillán, Anónima ó de Blas Valera, S. J. y D. Joan de Santa Cruz Pachacuti). Intción M. J. de la Espada, Madrid, 1879. Molina, Fábulas y Ritos de los Incas (B. N.). Ms. Trad. Markham (Hakluyt Soc. 1873). Fray Martín de Murua, Hist. de los Incas (Archivos de Loyola). Arriaga Pablo Joseph, S. J., Extirpación de la Idolatría del Perú (Lima, 1621, Ed. Contreras). Ramos Gavilán, Hist. del célebre Santuario de Ntra. Sra. de Copacabana (Lima, 1621, por Imp. Contreras). Fray Pedro Simón, Noticias Históricas (1.ª parte) de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, etc. (Cuenca, 1627, Imp. La Iglesia). Fray Antonio de la Calancha, Crónica Moralizada del Orden de San Agustín del Perú, vol. I (Barcelona, 1638). Lucas Fernández de Piedrahita, Hist. Gral. de las Conq. del Nuevo Reino de Granada, 1.ª parte (Amberes, 1688). Bernabé, Cobo (S. J.), Hist. del Nuevo Mundo (Editada con Intción. valiosas notas, etc., por D. M. J. de la Espada, Soc. Bibliof. Andaluces, Serie 1.ª, vol. 19-22). Garcilaso de la Vega, Com. Reales, 1.ª parte (Madrid, CIƆIƆCCXXIII). Montesinos (Fdo.), Memorias Hist. y Pcas. del Perú, é Informaciones hechas por mandado de D. Francisco de [359] Toledo, Virrey del Perú (Ed. de D. M. J. de la Espada, Coll. Lib. Raros y Csos., Madrid, 1882). Reginaldo de Lizárraga, Relación (Publicada por D. Carlos Romero en la Rev. Histórica de Lima, vol. II, Trim. III-IV, 1907). Felipe Huaman Poma de Ayala, Nueva Crónica y Buen Gobierno (Ms., Librería Real de Copenhague, descubierto Dr. Pietschmann). Castellanos, Hist. del Nuevo Reino de Granada (Ed. A. Paz y Melia, Coll. Escritores Castellanos, Madrid, 1886). Juan de Velasco, Hist. del Reino de Quito (Quito, 1844, Imp. del Gobierno). Fr. Pedro de Aguado, Recopilación Historial de Sta. Marta y Nuevo Reino de Granada, 1.ª y 2.ª parte (Coll. Muñoz, Ms. Academia de la Historia). Véanse también en esta colección los tomos 2, 11, 39, 44, 65, etc., y en la de Mata Linares (Ac. Historia), los vols. 4, 43, 96 (ms.), etc., etc.
Bibliografías.—Las generales relacionadas en los Capítulos anteriores. Winsor, N. & C. H. of America, I, pág. 259, 282. Restreppo, op. cit., Introducción y, en especial, la recopilada en la traducción de Markham, de la Historia de Sarmiento de Bengoa, etc. (Hakluyt Society, Serie II núm. 22 (1907), pág. 269 á 358). Véase también Pascual de Gayangos, Catalogue Ms. Spanish Language in the British Museum, vol. I, IV, Londres, 1875, 1893, etc., etc.

ÉPOCA SEGUNDA
DESCUBRIMIENTO
SIGLOS XV y XVI


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